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Diferentes falos…
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Tiempo de lectura: 2 minutos

¿Qué se siente el sexo no consensuado?

¿Se disfruta? ¿Quién lo disfruta?

Todos aquellos que escriben sobre ese tipo de sexo, son hombres e intuyen que la mujer disfruta del acto tanto como ellos.

Nada más lejos de la realidad…

Voy a relatar lo que me sucedió en una ocasión y que sólo quedó en una experiencia que quieres olvidar.

Cuando estaba en la universidad, fui a una fiesta para celebrar el fin de curso. Jóvenes de todos los grupos estaban reunidos; hasta algunos que yo sabía, sólo iban a la escuela por la fiesta y el relajo.

No soy nada espectacular, quizá un poco más rolliza que la mayoría de mis compañeras; ni muchos novios, ni muchas fiestas; soy más bien retraída; había tenido novio y no era virgen, pero mi última relación había sido un desastre y no quería un problema más mientras estudiaba.

Acepté ir a la fiesta para relajarme del curso que terminaba.

Bailé con un par de muchachos y me bebí un par de cervezas; cuando estaba tomándome la tercera, me sentí un poco mareada y le pedí permiso a la dueña de la casa de recostarme un momento.

Me mostró una habitación en la planta alta; dijo que ahí nadie me molestaría y en cuanto me sintiera mejor, regresara a comer algo.

Me recosté y pronto me quedé dormida.

No se cuanto tiempo pasó, cuando sentí que me quitaban mi pantalón. Al abrir los ojos, mi playera estaba enrollada hacia arriba, mi brasserie estaba al descubierto y mis senos trataban de salir.

Alguien sostuvo mis brazos hacia arriba, impidiéndome defenderme. Cuando sacaron mi pantalón, mis pantaletas seguían en su lugar; 2 más agarraron mis piernas para que no me moviera.

El luchar me estaba lastimando. Deje de luchar, ellos no dejaron de sostenerme.

El primero se bajó el pantalón, tenía el falo parado, líquido transparente salía de ahí; estaba muy excitado; yo estaba seca. Se puso un poco de saliva en la punta; se arrodilló entre mis piernas y me lo enterró.

Grité y lo sacó todo de golpe; se puso más saliva y lo volvió a enterrar; pero ahora se quedó adentro, quieto un momento; yo sentía un trozo caliente de carne invadiéndome. Mientras disfrutaba estar dentro de mi, levantó mi brasserie dejando al descubierto mis senos. Chupaba, mamaba, mordía; sus manos tocando cada parte de mi. Me empecé a mojar, más por el intruso que por excitación.

Sacó su verga y empezó el bombeo; no profundo solo su cabeza en mi entrada; un bombeo rápido, disfrutando el roce de mi entrada. Yo empecé a sentir algo, su cabeza tocaba mi clítoris, no quería sentir. Aceleró el bombeo.

Me dijo que estaba terminando.

Le pedí que se saliera, que no acabara adentro; cayó sobre mi, se enterró hasta el fondo, mordía suavemente mi pezón mientras bufaba y dejaba su leche dentro de mi; era tanto lo que expulsaba que podía yo sentir las palpitaciones y el esfuerzo de la expulsión.

Terminó de eyacular, se salió y otra verga ocupo su lugar; el semen y mi poca humedad hicieron la entrada fácil. Igual que el anterior, me chupaba mientras entraba y salía; otra vez me rozaba el clítoris; pero, la venida llegó antes que yo sintiera algo más.

Uno más se subió sobre mi y me enterró su falo. Lo que me comenzó a excitar fue el poder sentir la diferencia de largo y ancho de las vergas.

Les pedía que no terminaran adentro y eso los enardecía más, parecía un detonador para que eyacularan.

Fueron 4 las vergas que me cogieron, algunos 2 veces; la leche escurría a chorros de mi vagina, la sentía llegar hasta mi culo.

No me pegaron porque no opuse resistencia; pero, no disfruté.

A veces recuerdo lo que pasó con impotencia; pero, también me excita el recuerdo de las diferencias de vergas que pude probar casi al mismo tiempo y me masturbo pensando en ello.

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