Recuerdo cuando iba a casa de mi abuelo para cuidar de él. Mi madre me daba una bolsa con comida y ropa limpia para que se lo llevara y pasara un rato con él.
Por aquel entonces, yo tenía 19 años y mi abuelo 71 años
Lo que mi madre no sabía es que el abuelo estaba en plena forma.
Una de las veces que fui a su casa, abrí la puerta con la copia de sus llaves. No tenía la costumbre de llamar antes de entrar. Esta vez tampoco avisé. Entré y me dirigí a la cocina a dejar la comida en la nevera. Solté las llaves en la mesa de la cocina, junto a un jarrón sin flores. Me dirigí al salón. Como siempre, estaría sentado en el sofá viendo alguna película antigua. Me equivoqué. Si, estaba en el sofá pero no veía una película antigua. Estaba viendo una película porno. Salían dos mujeres con enormes tetas lamiéndose el coño entre ellas. Se veía a la perfección como sus lenguas pasaban por sus chochitos depilados.
Me quedé en la puerta, en silencio. No sabía cómo reaccionar.
La escena pasó a frotarse los coñitos húmedos entre ellas. Se veía como resbalaban con la humedad dejando rastros de líquido blanquecino en cada frote. Se estaban dando con fuerza. Los enormes pechos botaban con cada sacudida. Una de ellas se meó en el coñito caliente de la otra. Cambió de postura. La que estaba debajo se abrió bien de piernas y la otra tetona le dio la espalda y se frotó el culo en su coño orinado.
Me puse cachonda y mojé mis braguitas. No me gustan las mujeres, pero reconozco que deseaba meter mi lengua entre esos apetitosos coños.
Miré a mi abuelo y le vi con los pantalones bajados hasta las rodillas y agarrando fuertemente su gruesa y canosa polla. Se estaba pajeando duro. Seguí mirando y comprobé también unos enormes huevos que le colgaban. Me entraron ganas de abalanzarme y meterme esa gruesa polla en la boca. Deseaba tragarme su leche.
Mientras se la sacudía fuertemente, murmuraba:
-eso es guarra, frota fuerte ese coñito. Que par de putas.
Acto seguido, gimió y vi su leche derramarse entre sus dedos.
Salí de allí sin decir nada.
Esa noche no pude dormir pensando en que podía haber lamido la leche de sus dedos. Cómo sería tragarme su corrida…
Durante días me masturbe. La imagen de aquellas putas y la polla de mi abuelo rondaban por mi cabeza torturando mi coño.
Estaba deseosa que llegara el día de volver a llevarle comida.
A los tres días, mi madre preparó otra bolsa con comida y me pidió que se la llevara. Me puse una faldita corta sin bragas y me dirigí a casa de mi abuelo.
Entré, como de costumbre, dejé la comida en la cocina y las llaves al lado del jarrón sin flores. Me dirigí al salón. Mi chochito chorreaba. No vi a mi abuelo en el sofá. Me extrañó y me dirigí a su cuarto. Allí estaba, tumbado en la cama, con la polla y los huevos fuera del pantalón. Mi coño chorreo aún más.
Me dijo que sabía que le había visto pajearse. Que soy una chica muy cochina y tenía que darme un buen escarmiento.
Me preguntó si todavía era virgen o si ya habían usado mi coño.
Le contesté que aún no. Y era verdad.
– no me puedo creer que con esas tetas enormes que tienes ningún hombre te la haya metido.
Nunca había escuchado a mi abuelo hablar de esa forma.
– todavía no. No he encontrado a nadie que me guste como para dar ese paso.
– y has comido pollas alguna vez?
– si.
– y te gusta comer pollas?
– mucho, abuelo.
– seguro que te tragas la leche de todas esas pollas.
-si, me gusta tragar
– quieres probar esta? Se te nota con ganas.
Asentí con la cabeza y y me dirigí desesperada a su polla.
– tranquila guarrilla, ya veo que tienes ganas.
Pero no podía tranquilizarme. Le lamí los enormes huevos canosos, los chupé y pasé mi lengua por aquel rabo. Apenas me entraba en la boca. Era tan gruesa que no podía chuparla bien.
– pequeña zorra, como se nota que te gustan las pollas. Toma esta, guarra.
Se la cogió y me la metió en la boca. Después me agarró la cabeza y me la hundió hasta que me tragué su rabo. Me cogía la cabeza por ambos lados y la usó a su antojo. Lo hacía rápido y con fuerza mientras me llamaba puta.
– chupa puta. Eso es zorrita, cómeme la polla. Te está gustando verdad guarra? Seguro que tienes el coño abierto.
En ese momento, su mano se dirigió a mi dulce coñito y pudo comprobar que me chorreaba. Se volvió loco.
– zorra!! Mira como tienes el coño. Venías sin bragas para que te diera una buena follada, verdad? Que puta eres!
Y empezó a pegarme en el chocho. Después me apartó, me quitó la camiseta y comprobó que tampoco llevaba sujetador y me azotó las tetas.
– serás zorra!! Mira que tetas tienes. Como se mueven, te las voy a dejar rojas.
Y me las azotó una y otra vez. Mis tetas botaban con cada manotazo.
– te voy a enseñar cómo se trata a las guarras.
Una vez hubo terminado de darme una paliza en las tetas, me dio la vuelta y me puso a cuatro patas. Comenzó a azotarme el culo.
– voy a ponerte el culo y el coño rojos. No te van a quedar ganas de volver a tocarte ese chochito.
Y siguió pegándome fuerte. Me dolía pero al mismo tiempo estaba disfrutando. Noté como mi coño se abría para que pudiera meterme su rabo. Pero no lo hizo. Siguió azotándome.
– ahora te vas a enterar.
Se colocó detrás de mí. Me abrió el culo y me lo folló sin compasión.
Su polla era enormemente gruesa. Creía que me iba a romper el culo. Esa polla no podía entrar en mi culo virgen. Pero sí entró. Estaba tan cachonda que tenía el culo abierto y mojado a causa de mi coño. Mi abuelo procuró pasarme sus dedos por mi chochito y hacerlos llegar hasta mi culo, arrastrando mis jugos.
Me la metió sin problemas embistiéndome salvajemente. Yo gritaba de dolor pero me tapó la boca.
– toma polla, guarra.
Repetía una y otra vez.
Sus huevos golpeaban mi coño. Su polla me estaba destrozando el culo. No podía soportarlo más, era demasiado gruesa, me daba demasiado fuerte y rápido.
– te está gustando, puta? Seguro que si. Te lo mereces. Te mereces que te viole el culo.
Cuando se corrió, metió la polla hasta el fondo, apretando aun más mientras su leche llenaba mi culo destrozado.
Cuando terminó me dijo que me había portado muy bien. Y que volviera mañana para darme más.
Le dije que si.
Me sentía toda dolorida y aun así, esa noche me masturbe como sólo una cerda puede hacerlo.
Al día siguiente volví a por más.
Abrí la puerta y allí me esperaba mi abuelo y un amigo suyo.
Mi coño se mojó pensando que esos dos viejos abusarían de mi apretado culo.
Continuará…
Exelente relato niña! Me gustaría ser tu abuelo y darte sin asco!!