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Mi historia con una mujer maltratada (6)
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Ese mismo día a la noche en la cama, después de comer:

Nos empezamos a tocar muy suavemente. Y poquito a poco fuimos aumentando la intensidad de los roces. Hasta que me pidió de ponerme el forro. Le dije que me lo pusiera ella. Me empezó a tocar por debajo del bóxer y se me empezó a parar. "Me encanta cuando me tocás de esa forma", le aclaré. "¿Te gusta?", preguntó. "Sí, corazón, me prende demasiado", le dije. "Entonces no me voy a detener", dijo muy decidida. Cuando estaba mas dura que una roca, ella agarró el preservativo y me lo puso. Y me dijo: "Ahora yo me voy a poner en cuatro y vos vas a tener que agarrar un poco de esto, (me mostró el gel) te vas a tener que poner un poco en el dedo y lo vas a meter suavemente". "¿Cuánto es un poco?", pregunté seriamente. "Unas gotitas, tipo así". Se puso un poco en el dedo para mostrarme. "Ok, perfecto", dije. "Eu, no te pongas nervioso, tranquilo", comentó. "Es que tengo miedo de que te duela", dije. "Con vos nada duele", dijo. Me sonrió y me puse manos a la obra. Me preguntó si me había cortado las uñas, le dije que sí. "Pensás en todo", me tira y se ríe. Entonces agarré unas gotas de lubricante y me las pasé por el dedo. Primero, empecé a tocar un poco su ano con movimientos circulares para que se dilate. "¿Estás segura de esto?", pregunté. "Sí, boludo. Me gusta saber que vas a ser vos el que me quite la virginidad por este orificio", dijo. Me descolocó completamente eso. Pero bueno, luego de haber visto que ella ya estaba lo suficientemente excitada empecé a meter un dedo. Ahí me di cuenta al toque que empezó a gemir muy bajito. "¿Estás bien? ¿Te duele?", pregunté preocupado. "No, vos seguí", aclaró. "Cuando veas que está lo suficientemente abierto… empezá a meter dos dedos", dijo. Eso mismo hice, cuando metí los dos dedos, gimió aún más que la vez anterior. Pobre, me daba pena. Pero no me detuve para nada. "Quiero que la metas ya", dijo excitada. "¿Ahora?", pregunté. "Te lo pido por favor", dijo. Le hice caso a mi ama. "Levantá el culo, mi amor", ordené. En ese momento, enterré lentamente mi verga en su ano. Dio un pequeño respiro y gimió levemente al sentir el mayor calibre. Dejé que se acostumbrara un poco y luego le pregunté si podía empezar, me dijo que sí. Yo iba y venía suavemente. Estuvimos durante un rato largo así. Pronto, me pidió que la empezara a embestir.

—¡¡¡Rompeme el culo!!!, gritó.

—No hasta que me digas "papi".

—¡Dame bien por el orto, papito lindo!

Me encanta que me llame de esa forma tan característica.

Ahí, me agaché de forma que mi espalda quedó casi pegada a la suya y le dije bien bajito al oído:

—Vos lo pedís, vos lo tenés y lo que recibís, te lo merecés.

Y le mordí la oreja.

La forniqué con salvajismo. Yo chirriaba. Ella empezó a gritar y gemir de dolor, pero eso paulatinamente fue mutando en una especie de placer. "¡Es tan grande que duele pero quiero más!", exclamó. Metía y sacaba dos de sus dedos de adentro de su vagina.

Luego de un rato, no aguanté más y me quise venir. Le pedí que abandonáramos esa postura y adoptemos otra diferente. Me saqué el forro y le pedí que se acostara boca arriba. Obedeció. Me puse encima de ella con mi pene a la altura de su cintura y me empecé a masturbar, buscando la excitación máxima. Ella se empezó a tocar los pechos y comenzó a meter sus dedos en su gelatinosa raja. No podía con esa escena, entonces tres chorros de semen le cubrieron el vientre y los senos. Caí rendido a un costado de la cama.

—Lo hiciste… genial.

—¿En serio?

—Sí, amor. Mi dulce semental.

—…

—…

—Che, ¿sabés quién no eyaculó?

—A ver, ¿quién? decime.

—Vos.

Me acosté boca arriba y ella literalmente se sentó en mi cara. Las gotas de semen que quedaban en su abdomen caían sobre mi pera. Metía mi lengua hasta el fondo. Con una mano, se acariciaba el clítoris y con la restante se tocaba los senos. Gritaba y gemía de gusto por el espectáculo que mi lengua le estaba dando a sus partes. "¡¡Hacés maravillas con esa lengua!!", gritó excitada. Luego de 30 largos minutos, me avisó de que iba a llegar, quiso apartarse, pero le dije que no lo hiciera. Quería que se venga en mi hocico. "¿Seguro?", me preguntó. "Sí", respondí. Hice presión con mis manos hacia abajo, agarrando sus muslos. Entonces comenzó a gemir descontroladamente, perdió el dominio sobre sí misma y eyaculó, luego de unos segundos cayó encima de mí agotada. Me dio mucha excitación tener sus jugos en mi boca. Fui a lavarme y volví. Se había dormido, o eso aparentaba. Me acosté a su lado y dije en voz baja: "Te voy a cuidar siempre, nunca te voy a dejar ir". Y pasé mi mano sobre su cintura. "Te quiero", susurró. "No estabas dormida", dije desconcertado. "No, me quedé despierta con los ojos cerrados para ver qué hacías", aclaró. "¿Qué pensaste que iba a hacer?", pregunté. "No sé", respondió. "¿Entonces?", repregunté.

—Jamás en mi vida buscaría hacerte daño y si lo hice en algún momento, te pido perdón sinceramente, le aclaré.

—Lo sé, tranquilo.

—Te amo con toda mi alma. Sos la mujer que me hizo entrar en la vida adulta, con la cual tuve mi primera relación sexual, con la cual ahora vivo, con la cual entendí, junto a ella, lo que era el amor de verdad, quiero que seas lo más feliz posible, ¿entendés todo lo que te estoy diciendo?

—¿Sabés a quién me hacés acordar?

—¿A quién?

—A mi viejo, él siempre se preocupaba de que yo estuviera bien y satisfecha.

Me quedé pensando y no dije nada más.

Anen giró su cabeza, me dio besos en la cara, luego se dio vuelta en la cama mirando hacia mí y me abrazó, me dormí así, con ese abrazo…

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