Nos conocimos en el trabajo, una pequeña editorial e imprenta de la ciudad, una de las pocas debería decir, por lo que siempre había mucho trabajo que hacer. Ella es diseñadora gráfica y yo soy programador web, por lo que estamos obligados a pasar mucho tiempo juntos en la oficina, ambos estamos en nuestros veintes, tenemos una buena química así que cómo era de esperarse no tardamos en terminar follando. Y si, hemos encontrado nuestro hueco en el estudio.
Siempre había alguna excusa para ir al almacén o a algún otro sitio poco concurrido y hacerlo fogosamente, al principio casi sin quitarnos la ropa, una mamada o una comida de coño veloz para alimentar el morbo más que para saciar nuestras ansias, pero a medida que tomábamos confianza y nos seguíamos saliendo con la nuestra la cosa se ponía cada vez más intensa. Nuestros encuentros eran cada vez más prolongados, llevábamos accesorios para calentarnos durante el día de trabajo hasta encontrar el momento, nos excitaba tanto el sexo cómo el peligro y la combinación de ambos lo hacía extasiante.
El sexo había tomado un papel tan protagónico en nuestra jornada que empezó a afectar nuestro trabajo, lo que nos sucedía era patológico y nuestro desempeño se había visto fuertemente afectado. Las entregas se atrasaban y los pendientes se acumulaban pero no podíamos detenernos, no queríamos hacerlo tampoco. Nadie sabía lo que hacíamos, nuestra confianza estaba por las nubes y para mantener el fuego ardiendo tomábamos cada vez más riesgos. Fue entonces un día, mientras planificábamos nuestra próxima aventura que la directora de la editorial nos llamó a ambos a su oficina. Estábamos fregados.
Ambos nos miramos fijamente antes de pararnos y dirigirnos a su oficina privada al final del pasillo. El corredor parecía eterno, caminábamos uno junto al otro sin cruzar palabra pero sabíamos que habíamos sido descubiertos.
Entramos a la impoluta oficina, ella sentada en su silla nos esperaba, nos hizo un ademán para que cerremos la puerta, aunque toda la pared de la misma era vidriada. Ella era una mujer muy imponente, de fuerte carácter que había tenido que ganarse su posición, aunque prácticamente nos duplicaba en edad a ambos siempre nos pareció muy atractiva, tenía una hermosa cabellera grisácea, unas finas gafas que le daban ese aire ejecutivo, vestía costosas ropas de marca, entalladas para marcar su figura, con prominentes escotes sobre sus abultados pechos en una actitud desafiante que hacían tropezar hasta a los hombres más poderosos de caros trajes con los que tenía que lidiar a diario.
En el centro de su oficina había una mesa enorme donde le gustaba desplegar las páginas de las ediciones para supervisar hasta el último detalle, era perfeccionista y nunca se le escapaba nada ¡ja! No debería sorprendernos que nos haya pillado. Mientras nos sentábamos ella paso por nuestras espaldas para cerrar las persianas americanas de las ventanas que daban al pasillo, la popular señal que indicaba al resto el equipo que no estaba de humor y que quien estuviera adentro era su presa. Luego se acercó a nosotros, se sentó en el filo de la mesa, se quitó lo lentes dejándolos a un lado y se cruzó de brazos mientras nos observaba de arriba a abajo.
—Creo que saben porqué están aquí.
Si, claro que sabíamos, hacía semanas que follábamos en cada rincón solitario de la oficina. Pero ninguno de los dos respondió, el silencio se hizo infinito hasta que a la directora se le acabó la paciencia y decidió continuar.
—Hmmm… Su desempeño ha disminuido considerablemente en las últimas semanas, tenemos entregas que hacer y no están cumpliendo con los plazos, por esa razón yo tengo que dar explicaciones a nuestros clientes y eso no me satisface.
Nosotros seguíamos sin saber que decir, aunque nosotros tampoco estábamos satisfechos, no, éramos insaciables.
—Me gustaría que me digan cual es la causa de esta situación, para poder poner mis manos en el asunto.
Su elección de palabras es curiosa, no estoy seguro de que quiera meter sus manos en lo que estamos haciendo.
—No quiero interponerme en lo que pase entre ustedes, pero es mi trabajo estar sobre ustedes.
Joder, no sé si lo sabe o juega con nosotros.
—¿Está claro lo que estoy sugiriendo?
La directora comienza lentamente a desabotonar su blusa, dejando ver el encaje negro de su brazier, se inclina hacia adelante para que nuestra vista se hunda en la profundidad de su escote. Con su mano izquierda le aparta el cabello del rostro y con suavidad baja por su cuello, luego por su brazo hasta su mano, donde la toma haciendo que se ponga de pie y se acerque a ella. Con la otra mano me hace una seña a mi para que me acerque también y me posicione junto a Andrea.
—Parece que tu chica está algo tímida. Ayúdala a quitarse la ropa para que se sienta más cómoda.
Miro a mi compañera cómo buscando permiso en su mirada y ella me hace un gesto dándome su aprobación.
Comienzo de a poco, dudando, ella no pone resistencia, sólo deja que continúe. Quito cada prenda hasta que sólo queda su delicada ropa interior negra, entonces me detengo y miro nuevamente a Cristina, la directora. Ella no hace ni un gesto más que apretar levemente los labios haciéndome notar que está disconforme con mi pausa. Andrea, por otra parte, se siente sumamente incómoda, puedo notarlo por su postura, sus rodillas juntas, sus brazos cruzados frente al torso y su mirada al piso.
—Vamos, no te detengas… Acabemos rápido con esto. —Me susurra Andrea.
Le quito el sujetador y dejo sus pechos expuestos, por último las bragas para que quede completamente desnuda, allí de pie, con completa timidez en medio de la fría oficina rodeada de su ropa esparcida por el suelo.
Puedo ver en la directora una leve sonrisa al recorrerla por completo con las vista. Entonces me mira a mi, se acerca con gran determinación y me rodea posicionándose levemente por detrás, pasa sus brazos alrededor de mi cuerpo y baja sus manos hasta sentir mi pene. Aunque nervioso por la situación, al ver a mi chica desnuda frente a mi, sentir las tetas de Cristina presionándose contra mi espalda, sus manos sujetando mi miembro y sobre todo la forma en que se está imponiendo sobre nosotros es inevitable que la excitación haga que mi falo esté completamente duro.
—Mira Andrea, no estés tan tímida —dice la directora mientras desprende mi cinturón —parece que tu chico ya está listo para la acción —baja la cremallera y mete una mano bajo mi bóxer. —no es justo que él esté así y tú no —entonces expone mi miembro, apretando para que se endurezca por completo, que se vean las venas bien marcadas y escapen esas pequeñas gotas preliminares.
Desabrocha mi camisa y me la quita, deja caer mis pantalones junto a mi bóxer, entonces me tira hacia abajo para que me agache a quitarme los zapatos. Se inclina junto a mi, dejando colgar su escote frente a mi rostro, y me dice muy suave, pero asegurándose que Andrea escuche.
—¿Qué tan bien sabe el coñito de tu noviecilla?
Hago una pausa antes de responder, la miro a Andrea a los ojos.
—Delicioso señora.
La directora hace que Andrea se siente al borde de la mesa, se coloca entre sus piernas, de frente a ella pero dándome la espalda. Se inclina hacia adelante, logrando que su falda se suba para dejar expuesta frente a mi su vulva lista para ser penetrada. Comienza a jugar con los pezones de mi colega entre sus dientes, así como estimulándole el clítoris con sus dedos. Con mi miembro erecto me acomodo en posición, la cojo de la cadera. Antes que pueda hace nada tira su culo hacia atrás, se acomoda para que la punta de mi polla entre en sus labios mayores, puedo sentir la humedad, noto que es el poder lo que la excita, que su juego previo comenzó en el momento en que nos convocó a su despacho.
Ella nos controla a ambos, marca el ritmo en que quiere que la penetre. Se menea cuando estoy dentro de ella, no para calentarme sino para usarme para estimularse ella misma. Maneja su coño de forma increíble, lo aprieta y lo relaja a un ritmo preciso, manipulándome como su marioneta, su juguete sexual. Pero no le alcanza con un juguete, no, ella debe jugar con ambos a la vez. No logro ver en detalle que hace del otro extremo, pero puedo observar cómo Andrea se rinde progresivamente, cómo sus nervios se desvanecen y la exaltación se hace cada vez más evidente. Conozco su rostro de placer, sin embargo, ahora es completamente distinto, puedo notar que está más excitada que nunca y cae por completo rendida al placer. Cristina claramente sabe lo que hace y a tal grado que puede enloquecernos a ambos a la vez.
Entonces se detiene, me empuja para salir, justo a tiempo para darme un respiro o hubiera provocado en breves que explote por completo dentro de ella. Lo mismo con Andrea, la deja ir al borde del orgasmo o por lo menos es lo que parece su rostro.
Me hace pararme del otro extremo de la mesa, Andrea sigue allí recostada. Se quita la blusa y libera sus increíbles tetas, enormes se bambolean de un lado al otro, también levanta su falda permitiéndonos verla por completo. Se sube a la mesa sobre Andrea, recorre los muslos con los dedos hasta llegar a su sexo, la empuja para que su cabeza se apoye cerca del borde de la mesa. Sus cuerpos se frotan mientras la estimula hábilmente, la besa, sus labios se unen, pronto sus lenguas se enredan y de a poco me arrastra hasta su juego forzando a que mi polla se cuele entre las dos, compartiendo entre ellas el dulce sabor con los que la directora me había empapado previamente.
Aumentaba la intensidad sin parar, el rostro de Andrea nota el esfuerzo que realizaba para contener los gemidos mientras los dedos de Cristina navegan con precisión quirúrgica por el interior de su coño, a su vez las grandes tetas de la directora se balancean sobre los juveniles pechos de mi compañera al ritmo en crescendo de su cuello moviéndose para hacer desaparecer por completo mi polla en su boca. La jefa sabe exactamente lo que está haciendo, apura mi orgasmo mientras mantiene a Andrea al borde sin dejarla llegar. No tiene que esforzarse mucho más, mientras las observo con sus piernas enredadas, sus rostros de gozo, el voluptuoso cuerpo desnudo de la directora contorneándose sobre mi novia y la intensa succión que aplica a mi falo me hacerme explotar con fuerza dentro de su boca.
Sin siquiera pestañear me mira directamente a los ojos mientras el semen se acumula a chorros en sus fauces, joder, me hace correrme cómo ninguna otra mujer me había hecho correr nunca. Cuando tiene suficiente deja escapar un poco para que gotee sobre el rostro y los labios de Andrea. Cuando logra extraer hasta la última dosis me empuja para que me siente y observe, he tenido mi turno, ahora les toca a ellas.
Cristina, sin dejar de meterle los dedos se acomoda para que sus tetas cuelguen sobre el rostro de Andrea, deja suavemente salir el semen entre sus labios para que caigan por uno de sus pechos, se aventure por su pezón y entre directo a la boca de mi pareja, quien lo recibe gustosamente mientras es llevada al éxtasis. La observamos mientras sus ojos se voltean, su espalda se arquea, se coge con fuerza de los bordes de la mesa y sus muslos se aprietan a los de Cristina. Exhala con fuerza un gemido sordo que hace que la leche se derrame por su mejilla cayendo sobre la mesa. La directora la besa en los labios y mete su lengua saboreando la corrida restante, rescatando un poco de lo que aún queda en su mejilla.
Andrea queda agotada en la mesa, la directora con el perfeccionismo que la caracteriza la ayuda a incorporarse antes que ensucie su cabello y le indica que se siente en uno de los sillones a reponer el aliento. Se acerca al otro donde estoy y se inclina sobre mi para que limpie mi leche de su pecho, lo hago sin dudar, me encargo que no quede nada, mordisqueo su pezón y ella se toca intensamente. Me besa obligándome a saborear más de la corrida que aún le queda en su boca, es algo que jamás había hecho pero ella tiene un poder hipnótico y nos manipula cómo sus marionetas.
Se aleja y se sienta en la mesa, abriendo sus piernas para deja el semen derramado entre ellas. Me llama con un gesto para que me acerque, me toma suavemente del cabello y me empuja hacia la mesa mientras me dice.
—Límpialo.
Me coloca el rostro sobre mi leche, comienzo a juntarla con la lengua y los labios mientras a unos pocos milímetros ella mete los dedos en su húmedo coño, estoy tan cerca que puedo oler el delicioso aroma de su excitación. De a poco me lleva hacia ella para que se lo coma por completo, se recuesta y me deja terminar el trabajo, me ordena que también le meta los dedos mientras mi lengua acaricia su clítoris, finalmente hunde mi rostro en su vulva y se viene embarrándome toda la cara con su flujo.
Luego de ello nos tomamos un par de minutos para limpiarnos un poco y volver a vestirnos, la directora vuelve a colocarse los lentes cómo en señal que el momento había terminado, que este pequeño e intenso permitido sólo era momentáneo. Se aclara la garganta mientras terminamos de arreglarnos y nos dice.
—Espero que esto les haya servido para calmar esas ansias incontrolables. Recuerden que dentro de este estudio ABSOLUTAMENTE TODO pasa por mi supervisión, así que la próxima vez que consideren que es posible dejar de lado el trabajo por una aventurilla sexual es necesario que vengan aquí a solicitar la debida autorización ¿Entendido?
—¡Si, señora!— respondimos ambos al unísonos sin dudarlo.
—Ahora a trabajar y quiero todo listo para ayer.
Salimos cómo dos bólidos hacia nuestros puestos de trabajo, sin poder creer lo que había sucedido y la propuesta de lo que podía suceder. Esa semana curramos a toda máquina, terminando todo el trabajo atrasado y adelantando algo más para hacer buena letra con la jefa, sin poder ver la hora en volver al despacho de la directora.