Hola. Soy pedro1974madrid, sumiso de DominAma, y siguiendo sus indicaciones, escribiré este relato en su perfil.
Este relato es la continuación del relato escrito por mi Dueña DominAma, en el que explica cómo me humilló usando y disfrutando de un invitado que vino a nuestra casa.
Puedes encontrar el relato en el perfil de DominAma, o si prefieres dejo el link al final de este relato.
En esta ocasión, me pidió que relatara cómo me sentí desde el momento en el que nuestro invitado se marchó de casa, dejándonos a los dos solos de nuevo.
Allá va, espero que os guste:
Acaba de marcharse nuestro invitado. Le he acompañado a la puerta y le he despedido con poco entusiasmo. Estoy feliz por estar de nuevo a solas con mi Dueña. Los dos solos y sin tener que estar pendiente de nada ni de nadie que no sea Ella. Al cerrar la puerta, apoyo mi cabeza contra ella y siento que mi culo todavía me duele. También noto la humedad del lubricante que usó ese sumiso para follarme el culo por última vez cayendo por mi entrepierna. Aprieto la mandíbula.
Con pausa, retiro la máscara de látex que cubrió mi cara de ese extraño con quién finalmente mi Ama estuvo disfrutando después de hablar con él durante casi dos semanas vía Skype. Tengo el pelo alborotado y cierta sensación de sudor por toda la cara. Me noto exhausto. Pero seguramente sea un cansancio psicológico más que físico.
Noto que todo me cuesta, y dejo la máscara al lado de la mesa sobre la que mi Ama acaba de sodomizar a nuestro invitado, para luego follárselo en el sofá. Cada rincón del salón está “infectado” por los recuerdos de mi Ama disfrutando con otro hombre, y siento un calor intenso que me sube desde el estómago hasta la garganta recordando cómo se lo follaba mientras me obligaba a tener mi lengua a escasos centímetros de su polla, mientras ella subía y bajaba disfrutando de cada centímetro, hasta correrse en mi cara mientras él se corría dentro de Ella a la vez.
Ella me está mirando, todavía desnuda sentada en el sofá y me dice que me acerque hacia allí. Arrastro los pies. De pronto, me siento cansado y humillado. Pero es una humillación más profunda, desprendida de cualquier atisbo de excitación. Me había advertido que iba a excitarme y disfrutar, pero que también lo pasaría mal… y efectivamente estaba sintiendo que mil imágenes se agolpaban en mi cabeza. Y estaba doliendo por dentro. Esas cosas no pueden esconderse, aunque Ella sabe que intento evitar aquellas cosas que me duelen, fruto de mi desmesurado optimismo por ver el vaso medio lleno. Pero nota mis ojos a medio gas y me dice:
“Siéntate aquí, preciosa. ¿Qué tal estás?”
Sorprendentemente no me dijo que me sentara en el suelo, y pone una mano en el sofá, indicándome que me siente junto a Ella… La miré con cara triste y me senté a su lado y la abracé fuerte. Estuve un rato sin hablar, mientras Ella me decía dulcemente que había estado muy bien. Que estaba orgullosa de mí. Que sabía que era una puta obediente y que le había gustado humillarme usando a otro sumiso… pero necesitaba saber que me encontraba bien.
Mientras me acariciaba el pelo y los hombros con sus manos, me hablaba despacio y con mucha dulzura y me dijo:
“Pedro, te quiero mucho… ¿lo sabes, verdad?. Necesito que estés bien y saber que puedes afrontar estas situaciones. Yo deseo usar a otros para humillarte y disfrutar yo, pero no lo haré si siento que eso te va a romper a ti. Porque a quien quiero es a ti, y no voy a perderte por estos juegos de humillación. ¿Lo tienes, claro, verdad mi amor?”
Yo sigo abrazado a Ella, con mi cabeza entre las piernas y los ojos húmedos. Lo he pasado mal, y ahora que recuerdo cómo disfrutaba de otro hombre, siento que un calor intenso me recorre todo el cuerpo. Y quema. Ella lo sabe y por eso ha decidido que me siente a su lado y cuidarme.
Por fin me decido a hablar, y con los ojos cerrados, le digo:
“Es difícil, mi niña. Mientras estaba pasando, estaba sufriendo, pero tu placer se anteponía a mi sufrimiento o a mi humillación. Disfrutaba viendo cómo te corrías y disfrutabas del invitado aunque me doliera. No estoy acostumbrado, cariño… siempre he sido el juguete, y me plantaba donde me requerían sin otra vinculación psicológica que la del disfrute del momento. Ahora es diferente. A ti te quiero mi vida. Soy tu sumiso, tu puta, tu amigo, tu amante… tu todo… y sentir cómo durante un rato es otro quien te hace disfrutar, duele”
Me interrumpes y con voz algo más firme, me dices:
“Pedro. Es un proceso. Eres un kamikaze y llevo tiempo diciéndote que si no estás preparado, te va a doler. Soy consciente de las ganas que tienes de complacerme, y también de lo que sientes ahora, pero eres el mejor sumiso del que he disfrutado jamás, y tus ansias de superación son mayores que el dolor que ahora te inunda. Sé perfectamente que podrás con ello. Sé que dentro de unas semanas serás tú quién me pida que vuelva a usar a otro juguete para volver a humillarte. Pero es un proceso. Nadie nace aprendido, así que necesito que seas muy sincero conmigo, porque no voy a arriesgar perderte por el morbo de usar a otro hombre junto a ti”
Suspiro y me incorporo. Giro mi cabeza hacia ti, y con ternura te doy un beso en los labios. Esos labios que son mi refugio. Esos labios que nadie besará jamás. Cierro los ojos y me pierdo en ellos… pero cuando me quiero dar cuenta, ambos estamos encendiéndonos, besándonos apasionadamente. Mis manos recorren tu cuerpo. El mismo cuerpo que otro hombre acaba de disfrutar, pero me siento especial. Yo te quiero. Tú me quieres. Y eso me hace especial y distinto a cualquiera que pueda disfrutarte un rato. Somos tú y yo. Juntos. Para siempre. De pronto me separas la cara y mirándome, con esos hipnotizantes ojos verdes me dices:
-”Te quiero a ti, cariño. A nadie más que a ti. Tenlo claro por favor. Te necesito”
Y diciéndome eso te levantas del sofá y te sientas sobre mis piernas… frotando tu delicioso coño contra mi pollita, que empieza a estar dura y mojada para ti. Seguimos besándonos, mis manos no paran de recorrerte, como queriendo recuperar un terreno que, acaso hace unos instantes, creí perdido. Y de pronto, incorporas un poco tus caderas y con tus manos agarras mi polla para dejarme entrar en ti. Ese placer que tantas veces nos hemos dedicado, pero que por un segundo se me antoja solo mío, y disfruto cuando aprietas mi polla con tu coño, como haces cada vez que follamos. Mientras nos movemos acompasadamente te acercas a mí y me besas diciéndome:
”Vamos mi amor. Fóllame. Soy tuya y nunca seré de nadie más. Aunque otros me follen también. Aunque le rompa el culo a otras personas, aunque me corra con ellos y ellos se corran para mí, soy entera para ti, preciosa… tenlo claro, así que esmérate… que quiero correrme sobre ti”
Después de corrernos los dos a la vez, me cogiste de la mano y me llevaste a la ducha.
“Ven cariño. Estoy muy orgullosa de ti, pero quiero que me bañes. Deseo sentir tus manos recorrer mi cuerpo. Enjabonarme. Enjuagarme. Aclararme, echarme cremas y vestirme para ti”
Pienso que es una suerte ser propiedad de Ella. Entre las rutinas de mi día están despertarla cada mañana con sexo oral, bañarla, ayudarla a descalzarse y calzarse, y otras mil tareas que Ella establece para que no pueda dejar de sentir ni un segundo de mi vida que le pertenezco. Que soy de su propiedad. Que haré siempre lo que desee… y que Ella hará lo que quiera conmigo.
Ducharla es una de mis labores favoritas. Su escaso 1,59 m rebosa sensualidad. Su cuerpo es una maravilla para verlo y para disfrutarlo… y disfruto mucho pasando mis manos por su cuerpo mientras distribuyo el jabón acariciando suavemente ese cuerpo que cualquier querría tener. Adoro lavarle el pelo, y ella disfruta mucho también del cuidado que pongo dejándola perfecta.
Además, siento cierta necesidad de ducharme. Me siento una puta después de haber sido follado dos veces por su juguete, y quiero quitarme su olor de encima, así que nos metemos en la ducha y parece que el tiempo se para. Cierro los ojos mientras el agua cae sobre mi cabeza, pero de pronto siento que me agarras de la oreja, me acercas a tu boca y me dices:
“A mis pies, puta… no vayas a olvidar cual es tu sitio”.
Inmediatamente me arrodillo y lamo sus bonitos pies. Esos pies de la talla 37 con las uñas rojas, que son mi perdición. Los lamo como si me fuera la vida en ello, y de pronto, siento que el agua deja de salir de la ducha. Miro un poco hacia arriba y te veo sonreír mientras muerdes tu labio inferior. Conozco esa cara, estás excitada y tu perversa mente ha pensado algo. Sin dudarlo un segundo me giro y me coloco boca arriba.
Ella se agacha sobre mí, poniendo su coño en mi boca. Lame bien, puta… y a mi orden, abre la boca. Voy a mearte, y espero que tengas sed, porque no permitiré que derrames ni una gota. Abro mi boca y ella comienza a mear en mi cara, y cuando ve que no puedo más, baja un poco hacia mi cintura para arrojar su líquido dorado por mi pecho, mi tripa y mi pequeña colita.
Después, sales de la ducha y me dices. “Levántate, termina de ducharte y ven aquí a secarme el pelo, zorra.”
Termino de ducharme con prisa y después de secarme, me coloco detrás de mi Dueña. Con la toalla del pelo, comienzo a secárselo despacio, y después lo hago con el secador. A Ella le encanta que le seque el pelo. Es una de mis muchas obligaciones diarias. Estoy desnudo detrás de ella, y de pronto, percibo que mira mi pequeña polla flácida a través del espejo y sonríe para decirme:
“Tienes una polla ridícula, Pedro. Pero te quiero mucho preciosa”
Miro hacia el suelo y le digo que me alegro que encuentre otras pollas de las que disfrutar. Entonces, después de girarte, me das una torta con fuerza y me repites lo que me has dicho muchas veces:
“Pedro, me da igual lo grande o pequeña que la tengas. Eres mi perro, mi sumiso, mi amigo, mi TODO… métetelo en la cabeza. No uso a otros sumisos para follarme pollas más grandes que la tuya, sino para humillarte y que sepas que siempre podré hacer de ti lo que desee. No volveré a repetírtelo nunca más. La próxima vez que lo insinúes, entonces buscaré a un hombre muy dotado y me lo follaré durante horas mientras tú estás sentado sobre un plug y atado a una silla.”
Agacho la cabeza y emito un imperceptible “Sí, Ama. Perdón. No volveré a repetirlo”. Entonces me miras fijamente y me besas en los labios. Es un beso que habla. Que me está diciendo un “te perdono”. Inmediatamente después, señalas tu ropa que está encima de la cama y me dices que te vista. Quieres estar cómoda en casa el resto del día. Sobre la mesa hay unos culotes de encaje negros, unas mallas que te quedan de muerte, una camiseta de Spiderman y una sudadera gris.
Después de vestirte, señalas ropa que hay sobre una silla y me dices que me vista. Veo que hay unas medias negras, un tanga con encaje a juego con un sujetador también negro, una faldita corta y una camisa abierta a la espalda. También están mis tacones negros favoritos de talla 45. Cuando estoy terminando de vestirme, me dices que te prepare la cena y que cuando termine te la sirva en la terraza.
Vuelvo a sentirme pleno. Haciendo que recuperemos nuestra rutinas has eliminado cualquier atisbo de tristeza de mi cabeza, y contoneando mis caderas encima de esos tacones de 11 cm me dirijo a la cocina para preparar tu cena con una media sonrisa en mi cara y la ilusión de poder cenar junto a ti disfrutando de horas de conversación.
Pienso que soy afortunado por pertenecerte. Por ser tu sumiso. Y me siento fuerte y preparado para todo. Para ti. Enciendo la música en la cocina y me concentro en mis tareas domésticas, sabiendo que queda una bonita noche a tu lado y que mañana será otro día, y me levantaré habiendo crecido para ti. Y pienso que esa es mi única ilusión. Complacerte. Ser mejor sumiso cada día y que te sientas orgullosa de mí.
Al llegar a la terraza, sirvo la comida y con una sonrisa de orgullo en mi alma, te digo:
“Gracias Ama”
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