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Mi primera infidelidad sacó mi sexualidad al máximo (Parte 2
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Continuando con la historia, Samuel me tenía más que ensartada y gimiendo de placer en aquella calle casi sin iluminación, pero que pude distinguir a aquel hombre que nos miraba y que me ponía más cachonda. Cuando le dije a Samuel que me excitaba que nos estuvieran viendo y se puso, de manera que nos vieran mejor, se acercó aquel hombre con la verga de fuera y que se estaba meneando lentamente, me di cuenta que era el mesero que nos había atendido toda la noche, aunque estaba a una distancia considerable lo reconocí, sentí un poco de vergüenza, ya que él me ha visto varias veces en el bar e incluso conoce a Samuel, mi marido. Pero pudo más mi excitación que la vergüenza que me daba el que me viera ensartada en la calle. Al parecer, Samuel le hizo una seña de que se acercara más, porque, poco a poco llegó a unos cuantos metros de nosotros, yo no quitaba la vista de su verga, que ahora si, podía verla más a detalle, una verga no muy grande pero si gorda, con una cabeza grande y rosada, Samuel no dejaba de comerme y Horacio, que es el nombre del mesero, se acercó más hasta tenerla al alcance de mi mano y sin dudarlo se la agarre y no pude evitar tener un orgasmo al sentir esa verga en mi mano y recibiendo las envestidas de Samuel.

Nunca en mis mas eróticas fantasías había imaginado estar en aquella situación, con dos desconocidos en la calle y menos, más jóvenes que yo.

Horacio, que después supe su nombre, acerco su verga a mi boca para que se la chupara, yo no hacía otra cosa más que dejarme llevar por el placer y la locura, ni mi esposo ni mi hija pasaban por mi mente en aquel momento.

Me metí la verga de Horacio como pude, por lo gorda que estaba, y se la chupe por un buen rato, el me acariciaba las tetas mientras Samuel me nalgueaba lo que hacía que me estremeciera más de lo que ya estaba. Samuel se salió de mi e inmediatamente Horacio ocupó su lugar, parecía que con señas ellos se comunicaban y me estaban haciendo lo que ellos quisieran, claro que con consentimiento mío. A pesar de que ya estaba más que mojada, Horacio batalló para que pudiera entrar su verga, ya que, al sentir que comenzaba a entrar, sentía un poco de dolor que no duró bastante, porque de repente sentí como mi vagina se abrió a lo máximo para recibir aquel pedazote de carne que me hacía sentir mi vagina totalmente llena y no pude evitar otro orgasmo y un gemido que seguramente se escuchó muy lejos, ya que fue un orgasmo prolongado y delicioso. Samuel no perdió la oportunidad y metió su verga, sin darme cuenta, en mi boca, la cual recibí sin problema y en la cual probé, por primera vez, el sabor de mis líquidos combinados con el sabor de un macho, exquisito.

Samuel se empezó a mover más rápido en mi boca mientras Horacio al parecer disfrutaba de la estreches de mi vagina, lo cual agradecí ya quemé provocaba un gran placer y al parecer el también. Samuel tomó mi cabeza con sus manos y después de unos movimientos rápidos, terminó en grandes chorros dentro de mi boca, nunca había probado el semen y esa vez recibí gran cantidad directamente y sin aviso, sentía el sabor y una sensación en la garganta como si me hubiera pasado algún líquido caliente que quemaba. Sacó su verga y se recargó en el carro totalmente agotado pero viendo cómo me escurría algo de semen de la boca y como Horacio me tenía agarrada de la cintura. Horacio seguía moviéndose lento pero constante, de repente sentí como empezó a acelerar el ritmo y de repente sacó el animal que tenía introducido y sentí todo el chorro de su leche en mi espalda y parte de mi culo. Sentí esas mod en la vagina muy largos como si extrañaran aquel pedazo de verga que me llenaba toda. Me recargue en el carro de frente con las piernas temblorosas, que si no ha sido por Samuel me voy de cabeza contra el carro que estaba frente a mi.

Así quedamos un rato, cansados, yo viéndolos todavía con la verga de fuera con una cara de satisfacción que no se si yo tendría la misma cara o más expresiva, porque solo me sonrieron y me ayudaron a ponerme de pie para arreglarme el vestido. Horacio sacó un pañuelo o algo de sus cosas y limpio parte de la venida que tuvo, aunque después me di cuenta que quedaron huellas de aquella explosión de semen y que me haría recordar esa noche.

Ya más recuperados y vestidos, les agradecí a ambos pero más a Horacio por no terminar dentro de mi y portarse como un caballero a lo cual el me respondió con otro agradecimiento por permitirle estar con nosotros.

Samuel se ofreció darle un raite a Horacio y nos fuimos los tres platicando de otras cosas que no fue de lo qué pasó esa noche, pero de ahí nació una amistad y complicidad que duró mucho tiempo.

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