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Ebria cogí con mi hermano mayor
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Cuando cumplí 19 años, mi hermano mayor se encontraba de visita en casa. Le pedí que me acompañara, con mis amigas y amigos, para la celebración. Aceptó. En esos años, él tenía 23 años. Se ha había ido de casa muy joven. A los 17 años partió a la universidad. Lo veía muy poco, pero nos llevábamos bien, las dos o tres veces al año que volvía a casa. Esa noche éramos un grupo de 5 chicas, todas compañeras de colegio, 3 chicos, amigos de barrio y mi hermano.

Decidimos ir de copas a un bar de moda en el centro de la ciudad. La pasamos bien y en pocas horas estábamos todos bastante ebrios. Mis amigas se fueron todas poco antes de la 1nam y mis amigos se fueron yendo poco después. Hacia las 2nam sólo quedábamos mi hermano y yo.

Mi hermano me propuso tomar una cerveza más y acepté. No recuerdo en que momento la conversación se puso caliente. En algún momento él me preguntó ¿hermanita, sigues siendo virgen?, me reí y le respondí que ya no.

Me dijo que ya lo sabía. Que Manuel, un amigo suyo, con quien había tenido un noviazgo rápido, le había contado que habíamos cogido algunas veces. Me sorprendió que me lo contara así y me incomodó algo que Manuel se lo haya dicho. Se lo dije. Él me respondió que el sexo es parte de la vida y que no me hiciera rollos. Mareada y canchera, le di la razón.

Cambiamos un poco de tema y tras unos minutos divagando volvió al tema sexual. Me dijo “hermanita, Manuel me comentó que la mamas como nadie”. Me quedé boquiabierta. Le respondí ¿eso te ha dicho?

Y me dijo que sí. Es más, me dijo que Manuel le había contado que nunca se la habían mamado como yo lo había hecho. Que era la mejor que había conocido. No mencionaba nada más de mis relaciones sexuales con Manuel, sólo me hablaba de las mamadas que había hecho. Manuel había sido muy explícito en su narración. Me dio detalles de cómo lo hacía, yo pasé de una cierta incomodidad a una cierta calentura y luego a estar claramente caliente. Me gustaba el pene de Manuel, no era enorme, pero era un tronco perfecto, parecía una escultura con la forma ideal.

Mi hermano se dio cuenta que me estaba poniendo cachonda. Cogió mi pierna mientras me hablaba y yo empecé a sentirme aún más caliente. Yo estaba con minifalda esa noche y su mano fue directamente sobre mi muslo. Sentir su contacto físico ya fue demasiado para mí, me olvidé que era mi hermano y me sentí sólo una chica que quería coger. Claramente él sintió lo mismo en ese momento.

Avanzó con su mano sobre mi muslo. En ese momento el bar ya estaba casi vacío y estábamos en una zona oscura. Nadie podía vernos. De pronto se acercó a mí y me besó en los labios. Le respondí y mientras nos besábamos sentí que sus dedos llegaban a mi tanga, que estaba ya húmeda. Se dio cuenta, me di cuenta, nos dimos cuenta, que era el momento de partir.

Salimos y fuimos a un hostal a unas pocas cuadras de allí. Sólo le pidieron documentos a él, así que no podían imaginar que éramos hermanos.

Entramos a la habitación. Nos besábamos con ansía, sus manos cogían mis nalgas. Había subido ya mi minifalda hasta mi cintura y sólo tenía la tanga puesta y demasiado húmeda. Mientras nos besábamos, nos desnudamos completamente. Pude ver su pene erecto, era grande, más que el de

Manuel, quien fue el causante teórico de ese momento.

Se dio cuenta que le miraba el pene. Me dijo “mámalo hermanita”. Me arrodillé en el piso y comencé a hacerlo. Él solo decía “eres una genia Marta”. Se la mame unos minutos recorriéndolo todo con mi lengua, metiéndomelo todo en la boca, lamiéndole las bolas, alternaba un poco todo lo que sabía hacer y sentía como él lo disfrutaba. Sus gemidos me excitaban más.

Finalmente me levanté. Me llevó a la cama. Me acomodó en cuatro patas sobre ella. Se arrodillo detrás de mí y comenzó a lamerme el coño y el culo. Me sentí morir. Me habían lamido el coño, pero nunca el culo. De hecho, era virgen por allí. Con su lengua tuve un delicioso orgasmo. Tras tenerlo, me acomodó sobre la cama, de costado. Se puso detrás, semi arrodillado, con sus dedos ensalivó mi vagina. No era necesario, supongo por costumbre lo hizo. Y me penetró.

Sentir su pene dentro me puso a gemir con violencia. Gemía y decía “que rico, que rico”. Él me decía “eres una puta Marta, una putita”. Me movió y me acomodó boca abajo y me siguió cogiendo por mi coño. No intentó ir por mi culito. Nunca se lo he preguntado, pero supongo se dio cuenta era virgen por atrás y no quiso forzar. Llegue mientras él me decía “putita rica”.

Me pidió levantarnos. Lo obedecí. Se sentó en un sofá que había junto a la cama. Me acomodó y me senté sobre él, de espaldas. Me siguió cogiendo por mi coño. Me pidió que me dé la vuelta. Me senté sobre él, mirándolo. Me dijo eres una mujercita Marta, toda una mujer. Seguía penetrándome y finalmente él llego. Yo ya no volví a llegar.

Se nos había pasado ya la borrachera. Nos miramos. Nos besamos. Nos alistamos y volvimos a casa.

Desde ese momento, cada vez que mi hermano volvía a casa buscábamos un momento para coger. Lo hicimos hasta que él se casó, pues desde ese momento, cada vez que volvía, llegaba con su esposa. Luego me casé y esos encuentros quedaron sólo como un recuerdo caliente.

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