Mi nombre es Aleksander, sí con k, significa Alejandro en polaco aunque todos me llaman simplemente Alex y soy de la ciudad de Puebla en México.
Nunca conocí a mi padre, mi madre trabajaba como secretaria en la planta de Volkswagen y allí conoció al que sería mi padre biológico, se enamoró de un ingeniero de nacionalidad Polaca de nombre Piotr Aleksander, el cual se regresó a Europa, abandonando a mi madre embarazada y nunca más supo de él.
No sé más de mi padre, ni me interesa, mi madre se encargó de darme todo lo que necesitaba, todo el tiempo que tenía libre lo dedicó en mi educación y cuidado, con esmero y amor, a costa de su vida propia, a pesar de ser una mujer muy atractiva no recuerdo en mi niñez que saliera con algún hombre, yo era su prioridad y todo en su vida.
Soy rubio, de tez muy blanca, ojos azules, grandes y expresivos, rostro muy fino, algo aniñado, completamente lampiño de pecho, espalda, brazos y nalgas, solamente me crecen unos vellos muy finos y casi imperceptibles en mis piernas, herencia sin duda de mi padre y un poco nalgoncito, lo cual seguramente es herencia de mi madre, ya que ella tiene un bonito trasero, el cual siempre llamaba la atención y recibía algunos piropos cuando caminábamos por la calle, lo que me hacía enojar un poco. Se podría decir que desde muy niño fui muy atractivo y siempre llamé la atención de las niñas aunque en ocasiones observaba que también algunos chicos y hombres mayores se me quedaban viendo, lo que me resultaba extraño y perturbador.
Cuando estaba en el último año de secundaria mi madre empezó a salir con un hombre maduro, de aproximadamente 45 años, llamado Vicente, pero todos le conocían simplemente como Chente, alto, como de 1.80 y robusto, con algo de panza, no era precisamente muy guapo, pero era un muy buen hombre, fue el primer novio que le conocí, y me cayó bien, era respetuoso y cordial y trataba muy bien a mi mamá, así que no puse ninguna objeción a su noviazgo, creo que mi madre merecía ser feliz, después de haber dedicado su vida a mi cuidado, Don Chente era viudo, su esposa había muerto hacía algunos años de una rara enfermedad y lo había dejado con un hijo 3 años mayor que yo, al poco tiempo se casaron y nos fuimos a vivir a su casa.
El problema fue que vivía en una pequeña casa de interés social, lo cual no me importaba, ya que siempre habíamos rentado pequeños departamentos, pero solamente tenía dos recámaras, por lo que tenía que compartir recámara con mi hermanastro de nombre Carlos.
Carlos era un chico alto, de aproximadamente 1.80 m de altura, la misma estatura de su padre, moreno claro, cuerpo atlético, no demasiado, pelo castaño oscuro y lacio, ojos cafés, estaba en el último año de preparatoria y tal vez por la falta de una madre, se había vuelto un chico rebelde, que le causaba muchos dolores de cabeza a Don Chente, el tener que compartir su recámara, no le agradó mucho, y fue un poco distante y cortante conmigo al inicio.
El problema con muchas casas de interés social, es que, para abaratar costos, son construidas con materiales de baja calidad y las paredes son huecas, por lo que desde la recámara que compartía con mi hermanastro escuchábamos todos los ruidos de lo que pasaba en la otra recámara, incluso si le bajaban la cadena al W.C., abrían la regadera o algún cajón, todo se escuchaba, incluso si se hablaba en voz baja, pero lo peor, era que a pesar de los esfuerzos de mi madre y Don Chente, por no hacer ruido, era inevitable oír cuando tenían sexo, se escuchaba el bamboleo y chirrido de los resortes de la cama, el golpeteo de las embestidas de Don Chente contra el cuerpo de mi madre, el resoplar de Don Chente cuando penetraba a mi madre y los gemidos ahogados de ella, aunque intentaban no hacer ruido, era imposible no escuchar, y como todo recién casado Don Chente era un marido muy fogoso, le daba a mi madre unas largas e intensas cogidas cada noche.
Lo anterior era un tormento para mí, es algo muy incómodo escuchar cómo se están jodiendo a tu madre, pero para Carlos era algo que le excitaba mucho, sonreía en forma burlona cada que empezaba el concierto de cada noche y se sacaba la verga para masturbarse sin importarle que estuviera presente, al contrario, le causaba gracia ver como intentaba tapar mis oídos con alguna almohada para no escuchar los gemiditos de mi madre. Su verga era de una dimensión considerable, probablemente unos 18 o 19 cm, venosa, un poco gruesa, no demasiado y con una cabeza rosada y brillante, mentiría si les dijera que no me causaba excitación ver como se masturbaba, lo hacía con frecuencia con los ojos entrecerrados para que no se diera cuenta que lo estaba viendo.
Al paso de los días su trato fue menos duro y empezó a intercambiar algunas frases conmigo, en las noches me decía que mi mamá estaba muy rica y que le encantaría cogérsela, lo que me molestaba y le decía que era un pervertido, él solamente se reía y burlaba de mis enfados.
Don Chente tenía una casa que había heredado de su madre en el pueblo de Atlixco, más grande y cómoda pero lejos de sus respectivos trabajos, cada semana se llevaba a mi madre para "darle una vuelta y cuidarla", visitas donde nunca nos invitaban, Carlos me decía que se iban allá para coger y sonreía burlonamente, ya que antes de casarse era raro que fuera a "darle su vuelta a la casa", lo cual era lógico, eran un matrimonio recién casado y necesitaban un lugar dónde pudieran dar rienda suelta a sus instintos sexuales, lejos de sus respectivos hijos, ya que, aunque tenían sexo casi todos los días, se reprimían, intentando no hacer ruido, realmente sin éxito, a pesar de sus esfuerzos, Don Chente había resultado ser un hombre muy sexual, un auténtico macho.
Entre semana la escena se repetía día a día, Don Chente había resultado un amante insaciable, un verdadero semental, se cogía a mi madre cada noche, mi hermanastro se burlaba y me decía que mi madre era muy caliente y rica y que ya debería tener el coño bien abierto y rozado de tanta verga: Los ruidos de la pareja teniendo sexo, mi hermanastro masturbándose y yo tratando de tapar mis oídos, eran la rutina de cada noche, hasta que una noche todo cambió.
Escuchamos los susurros de mi madre que se quejaba:
– No Chente, por allí no, papi, duele, con sólo apoyar la puntita ya me duele mucho, y con tu verga tan gruesa me vas a destrozar, mejor dame por el coño.
Mi hermanastro dejó de masturbarse y agudizó el oído, a pesar de hablar quedito, todo se escuchaba.
Y la voz de Don Chente convenciendo a mi madre también susurrando:
– Anda Linda, tranquila. déjate, me encanta tu culo, es hermoso y delicioso, estoy loco por él, quiero estrenarlo, te prometo que te lo haré muy despacito, ponte flojita, no aprietes, vas a ver que te va a gustar.
Mi hermanastro me dice en voz muy bajita:
– Mi padre va a encular a tu madre, escucha- con su sonrisa burlona.
Don Chente seguía insistiendo y mi madre negándose hasta que escuchamos un ligero gritito de mi madre.
– Ayyy, Chente es muy gruesa, me dueleee, sácalaaa. siento que me partes, no aguanto, basta te lo ruego.
– Ya entró la cabecita, hermosa, relájate, lo peor ya pasó, entró lo más grueso, confía en mí, no voy a continuar amor, afloja, relájate, no voy a lastimarte, voy a esperar que tu colita se acostumbre al diámetro de mi verga, ya verás que te va a encantar, falta poco, pronto sentirás placer.
Al cabo de unos minutos los gritos ahogados cesaron y se convirtieron en ligeros gemidos,
– Ayyy, Chente, que bárbaro, pero tienes razón, ya no duele tanto, me arde un poco pero es tolerable, puedes seguir, pero despacito, no me lastimes.
– No hermosa, no quiero lastimarte, seré muy cuidadoso, quiero que goces, pero para lograrlo, tienes que relajarte, aflojarte, confía, pronto, muy pronto sentirás placer, así, que rico, así preciosa, muy bien, tranquila, ya va entrando, casi entra toda.
Escuchaba algunos grititos y gemidos de dolor y placer ahogados de mi madre y resoplidos de Don Chente y entonces escuché a mi madre susurrar:
– Ay que cabrón eres Chente, ya me la metiste toda, aghhh, no puedo creer que me haya entrado entera en mi culito, arde, pero es una sensación tan intensa, tan plena, nunca me había sentido tan llena, que verga tan rica tienes, todavía arde un poco, pero me gusta, sigue amor, sigue cogiéndome despacito, así, que rico.
– Ufff, mami, me encanta tu culo es tan suavecito y apretadito, aghhh, que rico, me gusta como aprieta mi verga, tienes el culito riquísimo, nunca he gozado tanto, el placer apenas empieza, aguanta un poco, me voy a empezar a mover, vas a morir de placer, vas a ver que cogida tan rica te voy a dar, uffff
Los gemidos y resoplidos fueron aumentando de frecuencia e intensidad, junto con el rechinido de la cama y el sonido de las nalgas de mi madre chocando con la pelvis de Don Chente, se escuchaba un plop, plop, muy peculiar:
– Ya casi, ya casi, ya me viene la leche amor, te voy a llenar de lechita, agghhh, tengo los huevos bien cargados, ahhh
Escuché un suspiro y gemido final, muy agudo, mi padrastro se estaba corriendo dentro del culo de mi madre, mi hermanastro se estaba corriendo también.
Después de algunos minutos de silencio escuché:
– Ufff, tienes un culito delicioso, espero lo hayas disfrutado y esta sea la primera vez de muchas que me entregas la colita- dijo mi padrastro.
– No te miento, me ardió mucho, pero lo disfruté mucho también, fue tan intenso, acepto entregarte la colita, pero no todos los días, siento la cola al rojo vivo cabrón, me la dejaste muy maltrecha, tiene que recuperarse, ji, ji
– No te preocupes amor, la próxima vez ya no te dolerá tanto, ya te inauguré, me encantó desvirgarte el culito, tu culito ya está desvirgado y la próxima vez será puro placer.
Poco a poco los susurros se fueron apagando, al tiempo que mi hermanastro terminaba de limpiarse el semen con papel higiénico, al otro día noté que mi madre caminaba con algo de dificultad, yo no dije nada, pero mi hermanastro la interrogó a la hora de la comida.
– Que pasó Susana, noto que caminas con dificultad- expresó Carlos.
Mi madre se puso un poco turbada, su cara se sonrojó, pero respondió
– No es nada, Carlos, me torcí un tobillo al ir de compras, pero pronto estaré bien.
– Debe tener más cuidado señora, lástima que mi padre no pudo acompañarla, seguramente no se hubiera lastimado- respondió, viéndome a la cara y sonriendo.
Había dicho que todo cambió esa noche, porque, sin querer, Don Chente le había enseñado a su hijo como desvirgar un culo e indujo una nueva obsesión en su hijo, mi culo, a partir de ese día Carlos empezó a verme de otra forma, lo descubrí en múltiples ocasiones viéndome las nalgas en forma obscena, lo cual hacía que me pusiera muy nervioso, en una ocasión en que me metí a bañar, entró con el pretexto de que tenía muchas ganas de orinar y se me quedó viendo las nalgas desnudas ya que el baño de nuestra recamara no tenía división, la regadera quedaba al lado de la taza.
– Ufff, pero que bonito culo tienes, blanquito, redondito y sin ningún pelo, tienes culito de nena, para comerlo, se ve más rico que el de tu mami- Dijo
Me giré para que dejara de verme la cola y su verga se había puesto dura, estaba a tope, se notaban sus hinchadas venas, y su enorme cabeza roja y brillante, muy diferente a la mía, que seguía en desarrollo y a su lado parecía la de un pequeño nene.
Me repegué a la pared e intenté ocultar mi sexo, nervioso, solo sonrió y expresó:
– Ja ja, que penoso, no escondas el culito, es delicioso, deberías dejar que te estrenen, seguro que te gusta, ya vez, tu mamá no quería y al final le gustó que mi padre la culeara, si me lo das, te prometo cogerte suavecito como a tu mami, para que no te duela.
Terminó de orinar y salió del baño riendo, una sonrisa maliciosa se dibujó en su cara.
En toda la semana no pude olvidar el incidente en el baño, incluso admito, llegué a soñar que era penetrado por Carlos, sentía curiosidad de saber que se sentiría ser penetrado, pero también era una pesadilla, tenía mucho miedo de que me fuera a doler demasiado o que todos se enteraran que había dado el culo, así que no estaba en mis planes dejarme coger y menos por mi hermanastro. El fin de semana llegó y con lo mismo el habitual viaje de mi madre y mi padrastro.
Salí con mis amigos en forma habitual y al anochecer llegué a casa y me metí a bañar, mi hermanastro ya estaba en el cuarto viendo televisión, y al entrar a bañarme me dice:
– Te lavas bien el culito.
Lo que dijo hizo que me estremeciera, mi corazón palpitó fuerte, me dio la impresión que algo intentaría hacer, inconscientemente o no, no lo sé, me higienicé bien la colita cumpliendo sus órdenes y salí del baño con mi bóxer, así acostumbro dormir y me dirigí a mi cama.
Apenas me iba a acostar en mi cama, cuando se levantó Carlos e inesperadamente me abrazó y besó la comisura de mis labios, me dejó totalmente sorprendido y le pegué un manotazo.
– Que te pasa cabrón, no soy puto.
– Anda, estoy muy arrecho y me pones muy caliente, estoy loco por tu culito, anda déjate llevar, te va a gustar, recuerda como le gustó a tu mami.
Sus brazos rodearon mi cuerpo, intenté zafarme, pero era inútil, Carlos era más corpulento, fuerte y grande que yo, me arrinconó a la pared y buscó mi boca, mi corazón empezó a palpitar fuerte, sentía nervios, miedo, apreté mis labios, resistiéndome, pero continuó su avance implacable, mordía mis labios y empujaba su lengua forzando mis labios, su lengua se coló en el interior de mi boca.
A pesar del miedo que sentía, una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, me estremecí al sentir su rasposa lengua recorriendo dentro de mi boca.
– Anda, déjate, recuerda a tu mamá, le gustó mucho que mi papá la culeara, estoy loquito por tu colita, te lo haré suave, no te dolerá.
En mi mente recordé como don Chente desvirgaba la cola de mi mamá y como a pesar de su dolor inicial mi madre disfrutó entregar el culo, y sin proponérmelo mi verga empezó a ponerse morcillona, me estaba empezando a excitar, su mano se coló bajo mi bóxer y empezó a acariciar mis nalgas, las apretaba y buscaba colar sus dedos en la rajita buscando mi orificio, cerraba las nalgas, las apretaba, pero seguía insistiendo, hasta que la yema de uno de sus dedos logró acariciar mi arrugado agujero, al instante una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, una sensación nueva nunca antes sentida, toda mi piel se pusiera chinita, no podía creer que mi orificio trasero fuera tan sensible, me había estremecido la leve y excitante caricia.
Que nalgas tan suaves, anda te gustará, no aprietes, afloja, va a ser rico.
– No, por favor, suéltame, no me lastimes.
Aunque me seguía negando, mis esfuerzos por liberarme eran cada vez más débiles, mi cuerpo se estaba rindiendo y disfrutaba las caricias de Carlos, así que dejé de apretar las nalgas y sus dedos empezaron a masajear mi agujero, lo hacía muy suave, por fuera, acariciando los arrugados pliegues, haciendo que lanzara un suspiro y un ligero respingo y aunque me seguía negando mi cuerpo se entregaba sin recato, abrí mis piernas y arqueé la espalda, levantando la colita, al notarlo sacó su dedo y terminó de quitarme el bóxer, su mano regresó a mi colita, pero ahora sus dedos estaban húmedos, los había llenado de saliva, siguió con las caricias circulares humedeciendo la entrada de mi orificio, ahora presionaba suavemente hacia adentro, al tiempo que susurraba en mi oído que me relajara, poco a poco mis pliegues fueron cediendo y la punta de uno de sus dedos entró dentro, sentí una ligera incomodidad, no podría decir dolor, lo sacaba y metía un poquito, solo la primer falange, moviéndolo en forma circular, lo sacó para regresar con una cantidad adicional de saliva y continuó con el tratamiento, la sensación de incomodidad se fue transformando en placer, poco a poco se fue deslizando por mi interior hasta que entró todo, expresó.
– Que rico se siente, está tan apretadito y caliente, me encanta tu colita.
Comenzó a cogerme con el dedo, lo sacaba y metía despacio, después de un rato el dedo entraba y salía con facilidad, entre gemidos de placer que salían de mi boca, estaba en la gloria, sacó su dedo y poniendo un cojín bajo mi vientre me hizo recostar boca abajo, pensé que la hora había llegado y no estaba seguro de querer continuar, así que me puse tenso, sentí que abrió mis nalgas y me dio un lametazo que me hizo estremecer y un suspiro escapó de mi boca.
– Te gusta, ¿verdad?, ya sabía que un culito como el tuyo debe recibir todo el placer que se le pueda dar, tienes el mismo culo que tu mami, pero más tierno, y seguramente más apretadito, pero si tu madre disfrutó, tú también lo harás.
Abrí más las piernas, totalmente entregado, así que separando bien mis nalgas comenzó a meterme la puntita de su lengua, la saliva escurría por mi rajita hasta alcanzar mi perineo y mis testículos, sentí que mis piernas se me aflojaron y mis gemidos se volvieron constantes, estuvo jugando con mi colita, a veces succionando mi orificio o metiendo toda su cara en mi cola, era increíble, ya sentía la colita muy flojita, mi esfínter se contraía involuntariamente, su lengua entraba muy profundo haciéndome estremecer, entonces se levanta y abre el cajón que se encuentra en el buró de su cama y saca un frasco de aceite de bebé, se notaba que tenía todo planeado.
Abrió el frasco y un chorrito escurrió por mi rajita seguido de uno de sus dedos, su dedo índice lleno de aceite se enterró fácilmente en mi orificio, mi anillo de carne lo apretaba suavemente y sentía la yema muy profundo frotando mis paredes internas.
– ¿Lo sientes?, tu colita se acaba de tragar todo mi dedo, ya está abiertita, se nota que vas a disfrutar mucho poniendo el culo.
Lo sacó y metió otro dedo lleno de aceite, continuó alternando dedos por un rato, disfrutando de mi colita y llenándome de aceite por dentro, me estaba encantando la sensación, de pronto mete otro dedo y me estuvo cogiendo con dos dedos, empecé inconscientemente a mover el culo en círculos.
– Que rico se abre tu culito, estoy seguro que quiere algo más, ¿no crees?, mira como mueves la colita, ya estás listo, tu culito será mío.
Me había descubierto, sacó sus dedos y sentí un vacío, necesitaba sus dedos, al mismo tiempo sentía nervios, el momento había llegado y no pude evitar echar mi mirada atrás, estaba desnudo y su verga me pareció todavía más grande, enorme, larga, gruesa y cabezona, posiblemente por mis nervios, se puso un chorrito de aceite en todo el tronco de su verga y lo esparció con su mano, su verga brillaba, la cabeza era puntiaguda y rosada lucía suave y tersa, era imposible que una verga de ese calibre entrara en mi culito, así que me acobardé y le dije:
– No, no me va a entrar, me vas a lastimar, me va a doler, es imposible que me vaya a entrar eso en mi culo.
Intenté levantarme, pero no me dejó.
– Espera, no te muevas, tranquilízate, recuerda como mi papá desvirgó el culo a tu mamá, tienes que confiar en mí, te lo haré muy suave, solamente la puntita, si te duele la saco, quiero que goces, no quiero lastimarte, vas a disfrutar igual que tu mami.
En mi mente se evocó la imagen de mi madre a punto de ser penetrada por Don Chente, eso me excitó, estaba seguramente en la misma posición que mi madre y con el hijo de Don Chente a punto de desvirgarme el culo, tal como lo hizo su padre con mi madre, traté de tranquilizarme, si mi madre disfrutó no podía ser tan malo, recordé que aunque al principio se quejaba, terminó gozando y gimiendo de placer, y me imaginé a mí mismo disfrutando de la verga de Carlos.
Pronto sentí la punta de su verga en la entrada de mi orificio, y empezó a restregarla de arriba abajo, una descarga eléctrica recorrió toda mi columna, sentía su capullo caliente y suave e intentó meterla en un par de ocasiones, sin éxito, mi esfínter se resistía a ser desflorado, entonces tomó otra almohada y la puso bajo mi vientre, con dos almohadas mi colita quedaba más paradita, empujó mi espalda hacia abajo hasta que mi cabeza tocó la almohada y en un acto de precaución mordí la almohada, por si llegara a doler, cerré los ojos y esperé el ataque decisivo, separó mis nalgas con sus manos y comenzó a presionar, fue un dolor terrible, se me nubló la vista y ahogué un alarido de dolor mordiendo la almohada, grité e intenté zafarme, pero me tenía bien sujeto de la cintura, no me permitió moverme, por lo que empecé a suplicarle.
– Sácala, me duele, me estás lastimando, prometiste que me la sacarías si me dolía, siento que me partes, ayyy, por favor, basta, dueleee, no aguanto.
En vez de soltarme siguió empujando y sentí como los pliegues de mi culo se abrían y la cabeza de su verga entraba completa dentro de mi culo, mi esfínter se cerró atrapando el tronco.
– Aguanta, aguanta, pronto pasará el dolor, recuerda a tu madre, al principio le dolió, igual que a ti, pero después gozó como puta, afloja el culo, confía, no voy a meterla más.
Así lo hice, efectivamente estuvo dentro de mi culo sin moverse, tampoco me movía, tenía miedo de lastimarme, poco a poco el dolor fue disminuyendo hasta que fue tolerable y comencé a mover mis caderas, sentí una nalgada que me ayudó a relajar más y una sensación de calor recorrió mi cuerpo.
Carlos empezó a moverse lentamente, empujando y sacando lentamente su verga, lo hacía muy suave, intentando no lastimarme y empecé a gozar de ese frotamiento, milímetro a milímetro su verga iba abriéndome sujetándome de las caderas con un movimiento lento pero firme, al cabo de un rato dio un último empujón y sentí sus huevos golpear mis nalgas terminando de desvirgar mi culito virgen, había conquistado mi culo, estaba ensartado hasta los huevos, nuevamente di un grito y lágrimas aparecieron en mis mejillas.
– Ya eres mía, mi hembra, aguanta, ya te entró toda, voy a quedarme nuevamente quieto para que te vayas acostumbrando, pronto pasará nuevamente el dolor, relájate, comenzarás a disfrutar- Dijo al tiempo que apoyaba su cabeza en mi espalda.
Acariciaba mi espalda y mis muslos, y me continuó susurrando por un largo rato, cerrando los ojos, intenté relajarme y no moverme, nuevamente el dolor se hizo tolerable, me preguntó si me seguía doliendo y le dije que sí, que sentía que me quemaba por dentro, pero que también sentía rico y que se moviera despacio, así lo hizo, empezó a moverse, lento y suave, el roce de la cabeza de su verga en mi interior, ensanchando mis paredes internas me hacía delirar y empecé a gemir, estaba deliciosamente empalado, me sentía lleno de carne, con un placer que superaba por mucho el ardor que su verga me causaba, me susurró al oído.
– Ya te está gustando preciosa, ves que si se podía, te la has tragado como una campeona, igualito a tu madre, si tu madre supiera que eres tan putita como ella, estaría orgullosa.
Me imaginé a mi madre viéndome como era empotrado por el hijo de su ahora esposo y dudé mucho que estuviera orgullosa, vaya sorpresa que se llevaría, pero efectivamente estaba gozando como una hembra, como una puta y empecé a moverme hacía adelante y hacía atrás, a los lados, arriba y abajo, yendo al encuentro de su dura verga, el contacto era más intenso, apreté la colita y Carlos gimió de placer, eso le voló los sesos y arreció en sus embestidas.
– Eso es putita, así, disfruta mi verga, muévete chiquita, ¿Verdad que te gusta puta?,
– Siii- respondí
– Sí, ¿qué?, ¿quién es tu macho?, responde
– Si, me gusta, tú eres mi macho, aghhh, siiii, dame, dame más…
– Ya viste que tenía razón, ibas a gozar como una putita, tu hermoso culo nació para ser reventado por una verga, una verga de macho como la mía, toma, toma, tomaaa, ah
– Sabes, ¿Puedo pedirte un favor?
– Si, dime, ¿que favor?, dije entre jadeos.
– ¿No te molestaría si te llamo Alexa?
– Llámame como quieras- le dije
– Perfecto Alexa, ahora vas a saber lo que es un verdadero macho, yo soy tan macho como mi padre y te voy a culear más rico que a tu madre.
– Ay, Carlos, que rico coges, sigue, preñame.
Eso lo volvió loco y empezó a darme con todo, mil gemidos salían de mi boca, empezó a taladrarme como si fuera el fin del mundo no paraba de embestirme a un ritmo endiablado.
– Te voy a llenar de leche Alexa, ahhh te va a salir leche hasta por las orejas, aaahh, ya casi, ahhh, toma. Falta poco.
Mis piernas me empezaban a fallar, escuchaba el sonido de su pelvis chocando con mis nalgas con fuerza, mi cuerpo se retorcía de placer, mi vista se empezó a nublar y tuve que cerrar los ojos, hasta que empecé a convulsionar y mi verga estalló sin tocarme, mi semen salió disparado sobre la cama al tiempo que Carlos me la enterró lo más profundo que pudo y empezó a correrse también, sentía como su verga se hinchaba dentro de mi culo y me iba llenando de semen, chorros y chorros de semen ardiente inundaron mis entrañas, se desplomó sobre mi cuerpo y también me desplomé exhausto, su verga siguió vibrando en mi interior algunos minutos más hasta que poco a poco fue perdiendo dureza y se salió de mi culo, sentía como mi culo chorreaba semen, nuestros cuerpos estaban sudorosos y poco a poco mi respiración agitada fue normalizándose.
– Te gustó Alexa. Me encantó llenarte el culo de leche, que rico, estoy seguro de que eres la mejor puta del mundo, más puta que tu madre.
– Me encantó Carlos, me encantó ser tu puta- dije sonriendo, el que dijera que era más puta que mi madre me sonó a halago, no me molestó, al contrario, me enorgulleció que pensara que era más puta.
El cansancio nos fue ganando, nos dormimos en posición de cucharita, mi espalda sobre su pecho y con las piernas entrelazadas, y abrazándome con su verga en medio de mis nalgas.
Cabe señalar que me sigió cogiendo todo el fin de semana, iba al cuarto de mi madre y me pedía poner su ropa interior, y así me cogía, no pensé que mi madre tuviera ropa tan sexy, nunca se la había visto, seguramente eran regalos de Don Chente a mi madre, me quedaban a la perfección y me hacían sentir una hembra, una puta.
Y así fue la historia de como fui desvirgado por culpa o mejor dicho gracias a mi madre y mi padrastro. Durante los días de semana no teníamos sexo para que no nos escucharan nuestros padres, sabiendo que era imposible que no nos escucharan, solamente lo masturbaba o mamaba tratando de no hacer ruido, cuando Don Chente se cogía a mi madre y los fines de semana era el turno de tomar el rol de la hija de mi madre y satisfacer al cachondo hijo de Don Chente, así que mi madre y yo nos convertimos en las putitas de un padre y su hijo.
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