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Mi padrino me enseña a coger
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Tiempo de lectura: 17 minutos

—Te juro que es un tipo increíble, hace un mes que salimos.  Me vuela la cabeza cada vez que me hace el amor, nunca he gozado tanto, me he sentido tan plena como con él. Tiene 45 años, me importa un carajo que me lleve 20 años, y si lo ves, ni pensas que puede hacerme mierda como me hace.

—Juli, nos conocemos, siempre dijiste que tenías buen sexo con tus parejas, con las dos que te conocí. Dije.

—Es que yo pensaba eso Zoe, pero ahora descubrí que no, que ni siquiera estaba cerca de saber lo que era el placer. Te juro que me encantaría que lo conozcas, aunque sea para charlar, porque encima eso, es un tipo super agradable, sabe un montón, es educado, mmm, me excito solo de pensar en él. Y te aclaro, no es que tenga una verga fenomenal, nada que ver. Es un todo.

—¿Cómo lo conociste, como empezó todo?

—Muy loco. Una noche yo había salido con unas chicas del trabajo, fuimos un bar, empezamos a tomar, yo esa tarde había discutido con Iván y estaba amargada, las chicas se empezaron a ir con chicos, yo ni ahí. Él estaba en la barra. Era el menos apetecible de todos. Lo encaré. Fui y le dije: “¿Vamos?” Me dijo que sí, y subimos a su auto. Le dije de ir a mi departamento. Me tuvo que ayudar a caminar, un desastre. Lo último que me acuerdo es estar vomitando y el ayudándome.

Cuando desperté estaba en mi cama, solo tenía la tanga y el brazier. Pensé ¿que cagada, con quien me acosté?

Iba al baño, cuando lo veo sentado en un sillón, sonriendo. Por suerte me acorde de su cara. En el baño me puse la bata de toalla y fui con él. Me saludó con la mano. Le pregunté si habíamos tenido intimidad. Me dijo que no.

Le pregunte por qué: “No me gusta abusar de una mujer.” Fue su respuesta. Le pregunté por qué no se había ido: “No quería que pienses cualquiera, me quede para que estés tranquila.”

Desayunamos juntos, y me emborrache, pero con sus modos, su educación, del cuidado que tuvo para conmigo. Me empecé a excitar, y se lo dije. Sonrió y me dijo que era hora que se fuera. Le pedí por favor que me haga el amor. Y me lo hizo. De una forma que nunca me lo habían hecho. Ahí descubrí que era ser una mujer, como goza una mujer. Y no fue una, fueron tres veces. Almorzamos y cenamos juntos. Se fue cuando yo me iba a trabajar. Ya estaba totalmente enamorada de él.

—No lo puedo creer, te escucho y no puedo creer como estás. ¿Por qué no armas algo y voy con Fran, él no tiene por qué saber nada? Pregunté.

—Dale, hoy lo charlo y si no tiene problema el viernes vienen a cenar a casa. Dijo mi amiga.

—Genial.

Juliana era una amiga y compañera de secundario. Era bonita sin ser una bomba, adelgazando un par de kilos, seguramente muchos más hombres la cortejarían. Yo era parecida, casi un metro setenta, pechos no muy grandes, una linda cola y un par de kilos mal ubicados.

Yo estaba saliendo con un chico hacía seis meses, y nunca terminaba de despegar como noviazgo. Era algo que me frustraba. Teníamos sexo, claro. Y la pasábamos bien, aunque siempre creí que la podíamos pasar mejor.

Cuando llegamos al departamento de Juli, nunca imagine lo que el destino me depararía.

—Hola, pasen chicos, mi novio está en la cocina.

—Amor, llegaron Zoe y Fran.

Se abrió la puerta de la cocina y apareció mi padrino Quique, Enrique.

—Hola Quique, ¿Cómo andas? Dije sonriéndome.

—Zoe, querida. Que alegría verte. Esto sí que no lo esperaba. Flor de sorpresa. Dijo Quique.

—Y para mí, ni te cuento.

—Veo que se conocen. Dijo sorprendida Juli.

—Si Juli, es Enrique, o Quique, o como lo llamaba cuando era chica, Tío Quique. Es primo de mi vieja y mi padrino.

—Ah bueno. Dijo Juli poniéndose colorada.

—Tranquila, no hay problema.

Obviamente mucho más no hablamos de la relación y nosotras evitamos cualquier comentario sobre la charla que tuvimos. Cuando terminamos de cenar, con Juli levantamos los platos y en la cocina me dijo:

—Boluda, que vergüenza, perdoname, no imaginaba que era tu padrino.

—Juli, nada de que avergonzarse. Además él es un tipo soltero. No están haciendo nada malo.

Cuando nos fuimos del departamento de Juli, nos despedimos con un beso y mi padrino me guiño un ojo. De allí directo a mi departamento, y hacer el amor, con Fran, fue horrible. No podía sacarme de la cabeza mi padrino, lo que me había contado Juli y pensar lo que ella estaría gozando en ese momento. Y yo con algo que entraba y salía de mi vagina, y me molestaba.

Al día siguiente estuve pensando en Quique todo el día. No solo era mi padrino, se había transformado en un amigo, un consejero con el paso de los años y mi edad. Cuando abrí el negocio, él fue quien me apoyo, me guio con los tramites. Siempre teníamos charlas, y ahí me di cuenta que nunca de sexo. No pasaba semana sin que lo viera o lo llamara por algo. Siempre estaba para darme una mano, un consejo, una palabra de aliento.

Quique era un hombre de mi estatura, semi calvo, con buenas facciones, no delgado, pero a favor, super amable, educado y con un carisma especial. Nunca le conocimos novias en la familia, tenía un negocio que funcionaba muy bien y vivía muy bien.

—Hola Quique.

—Zoe, ¿Cómo estás?

—Y… sorprendida, no te lo voy a negar. ¿Vas a estar ocupado hoy?

—Si, vamos con Juli a ver una obra de teatro. ¿Queres venir, te invito?

—No gracias, no quiero ser una molesta. Quería invitarte a charlar y cenar. Nada serio.

—Que pena. Escuchame, Venite mañana al mediodía a almorzar a casa, voy a estar solo.

Cuando llegue a su departamento, faltaba para el mediodía, pero mi ansiedad podía más.

—Viniste temprano, ¿queres un café?

—No, un whisky. Dije.

—Zoe, no son las once de la mañana, no es hora de un whisky.

—Entonces medio.

Me sirvió media medida, me dio el vaso y se sentó enfrente de mí.

—No estás bien, nunca te vi tomar a esta hora. ¿Qué pasa Zoe?

—Pasa que te estas cogiendo a una amiga de mi edad, a quien conozco mucho, hemos estado en una cama con dos tipos juntas, y me dice que esta de novia con un tipo que le vuela la cabezas, que la hace sentir mujer por primera vez en su vida, que goza como nunca en su vida cuando yo la vi gozar. Eso pasa. Pasa que sos mi padrino y quiero saber que carajo le haces.

Ah, nunca hablamos de sexo, ayer pensaba eso. Me aconsejaste de miles de cosas, pero nunca de sexo.

Es hora Quique. Es hora que me expliques por qué nunca te vimos con una mujer y ahora estas con una pendeja a la que le llevas 20 años. ¿Qué tiene ella que yo no tenga?

—¿Estás celosa?

—Si, por supuesto, bueno, no en ese sentido, pero porque con ella hablaste y conmigo no…

—Porque soy tu padrino. Otra persona tendría que haber hablado.

—Mi madre, pero no lo hizo. Ni siquiera me dijo dónde estaba el clítoris.

—¿Qué queres saber?

—Todo.

—¿Con cuántos tipos estuviste?

—Contando al actual, tres.

—¿Edades?

—18, 23, 25 Fran.

—¿Gozas? ¿Tenes orgasmos? ¿Sos multiorgasmica?

—Gozo, a veces. Orgasmos sí, claro uno, muy rara vez dos.

—¿Te masturbas?

—Quique, que pregunta.

—¿Sí o no?

—Si.

—¿Chupas la pija? ¿Tenes sexo anal?

—Quique por favor, no me preguntes eso.

—Zoe, vos quisiste hablar. No me vengas con pendejadas.

—A veces le chupo a Fran. Y la cola, no, no la doy ni en pedo.

—¿La tiene muy grande?

—No… 14, 15cm. no se la medí.

—¿Gozas cuando te chupa la concha?

—Cuando me la chupa, a veces, casi nunca…

—Entiendo. Son inmaduros sexualmente Zoe, eso pasa. No tienen experiencia y no se toman el tiempo de hablar entre Uds., ver que les da placer, que los excita, que excita al otro, conocer su cuerpo, vos especialmente. Tener sexo, es maravilloso, pero puede ser frustrante muchas veces.

—Como siempre en mi caso.

¿Me vas a ayudar?

—¿Ayudar a qué?

—Quiero gozar como Juli. Te lo dije.

—Para eso tenemos que tener sexo Zoe, y sos mi ahijada.

—Soy una mujer, no me jodas.

—Zoe, por favor.

—Yo te pido por favor, tengo 25 años, quiero gozar del sexo. Perdí la virginidad a los 16, es triste lo mío.

—Esto no lo tiene que saber nadie porque tenemos un escándalo familiar.

—Ni loca. Olvidate.

—Tenes que hacer todo lo que te diga y dejarme hacer todo.

—Si, dale.

—Vamos a mi dormitorio. Dijo mi padrino.

—Quiero que te desnudes totalmente. Me dijo cuando entramos al dormitorio.

Como él me indicó, me quite toda la ropa. Me dijo que suba a la cama, que me ponga de rodillas con los brazos al costado del cuerpo. Me puso una venda en los ojos y me dijo:

—Quiero que con las yemas de los dedos recorras todo tu cuerpo, empezando por los brazos, el cuello. Pero no tocando a lo bruto, no. Con suavidad, sintiendo cual parte tiene mayor sensibilidad, cual responde a esas caricias que le vas a dar.

Lo empecé a hacer y lo primero fue mi mano derecha, la palma, el dorso, luego lleve la mano al hombro y baje lentamente. Increíblemente para mí, me fui excitando. Cuando llegaba a la parte interna del codo él me dijo que valla despacio. La sensación de placer era rara, nunca la había sentidos.

—El pezón al final, evítalos, soy muy sensibles. Recorrí mi pecho derecho, arriba, los costados, abajo del pezón.

Luego le llegó el turno al pezón, no lo veía, pero sentía que estaba muy duro, casi me dolía. Baje mis manos a mi vientre, y cuando iba a ponerlas sobre mi entrepiernas me dijo que me ponga de pie, y acaricia mis piernas. Yo sentía que es cualquier momento podía tener un orgasmo.

—Quique siento que voy a tener un orgasmo.

—No todavía, contenelo. Ahora el otro brazo. Me dijo.

Las sensaciones eran intensas, la sensibilidad de mi piel estaba al máximo. Por momentos sentía como si mis manos trasmitieran electricidad. Cuando iba a ir a mi entrepierna, nuevamente me detuvo.

—Parate por favor. Empezando por el brazo derecho, quiero que me señales, sin hablar, donde sentiste más placer.

Yo estaba todavía vendada. Señale el primer lugar y sentí como su boca lo besaba suavemente. Aspire profundo, sentir esos labios era inigualable. Cuando su boca fue a mi cuello y mi cara, sentí como por mis piernas caían mis flujos vaginales. Me estaba volviendo loca. Siguió por mis pechos, Dios, que placer que me daba esa boca, chupaba suavemente mis pezones. No pude contenerme y tuve un orgasmo. Mi cuerpo se estremeció por completo.

—Quique yo…

—Tranquila, ya lo note… sigamos. Me dijo con una voz super tranquila.

Cuando su boca dejo mis pechos y bajo a mi vientre estaba segura que por fin mi vagina iba a recibir caricias o besos. No fue así. Por unos segundos no sentí nada. Estaba parada en la cama, con las piernas separadas y solo sentía como mis jugos recorrían la parte interna de mis muslos. De pronto, me empujo suavemente hacia atrás, e hizo que me apoye en su pecho. No me di cuenta en el momento, pero no sentí su pene rozarme.

Su boca busco mi nuca, la besaba, la recorría con su lengua mientras sus manos acariciaban mis brazos suavemente. Yo estaba totalmente prendida fuego por dentro. Puse mi cabeza hacia un costado y su boca fue a mi cuello, al tiempo que sus manos acariciaban con mucha suavidad mis pechos. No pude contenerme cuando con la palma de sus manos hacía círculos sobre mis pezones y estalle en otro orgasmo y mi cuerpo se lo hizo saber.

—Quique otro…

—Zoe, falta mucho placer, disfruta.

Y sus manos, finalmente se apoyaron en mi entrepierna, la empujaron hacia atrás y pude sentir como su pija separaba mis cachetes del culo. El orgasmo no lo sentí venir, fue instantáneo y brutal. Sin penetrarme, sin siquiera meterme un dedo en la concha me había sacado tres orgasmos, ninguna de mis parejas lo había logrado.

—No doy más Quique, cogeme.

—No….

Esperaba que sus dedos, suavemente, o brutalmente, como quisiera, pero entraran en mi concha. No lo hizo, en cambio, se separó y con su boca recorrió el camino de mi columna, mientras desde atrás pasaba su mano y la apoyaba en mi concha, con movimientos casi imperceptibles, pero que me volvían loca. Llegó a mi culo y dándome una palmada, me pidió que me ponga de rodillas.

—Zoe, ya conociste las zonas de placer de tu cuerpo, ahora, úsalas para darte placer.

Mis manos volvieron a mis brazos, la sensación de saber dónde tocarme y que iba a sentir me embriagaba. Casi con desesperación lleve mis manos a mis pezones, me volvía loca lo que había sentido y quería volver a sentir. Sentí un roce en mis piernas y como sus manos tomaban mi cintura.

—Zoe, quiero sentir como de regalas todo tu placer. Por favor, dame todo tu placer. Me dijo y me volvió totalmente loca, quería que se dé cuenta como estaba gozando.

Sus manos tomaban mi cintura, yo movía mi pelvis en el aire, mis manos me acariciaban y excitaban como si no fueran mías. De pronto, sin esperarlo, sentí como algo separaba mis labios vaginales y tocaba levemente mi clítoris. Era su lengua, no más de diez segundos después, estalle en otro orgasmo.

—Así Zoe, regálame cientos de orgasmos.

Cuando me empezó a chupar con todo no pude contenerme más, mis manos no dejaban de tocarme todos y cada una de mis zonas de placer. Los pezones me dolían de tan duros que estaban.

—Ahora sí, sin lastimarlo, juga con tu clítoris.

Lo toque con dos dedos, temiendo lastimarlo. Mi otra mano apretaba con todo un pecho. Fui tomando confianza y mis dedos se movían amigablemente con mi clítoris. El con su lengua entraba y salía de mi concha sin parar. Me estaba cogiendo con la lengua, no lo podía creer. Otro orgasmo me sacudió por completo.

—¿Conoces tu punto G? Preguntó.

—Creo que sí.

—Con dos dedos búscalo, no lo agredas, acarícialo.

Metí dos dedos y no fue difícil encontrarlo. Me sacudí cuando lo acaricie. Quique llevo su lengua a mi orto. Ni un dedo ni una lengua habían tocado mi orto nunca. No pude resistirme a la sensación de placer. Mis dedos acariciaban mi punto G, cada vez con más fuerza, no los podía detener ni controlar. Y su lengua, que empezaba a penetrar mi virginal culo. Mi mano recorría mis pechos, mi cara, metía dos dedos en mi boca para que los chupe, volvía a recorrer mi cara y mis pechos. Estaba estallando de placer y no podía ni quería parar.

Me di cuenta que se levantaba por el rose de su cabeza en mi pierna, yo no sacaba mi mano de mi concha, ni dejaba de acariciar mi punto G, ni de apretar mis pecho.

Una de sus manos tomo mi nuca, y con firmeza hizo que mi boca fuera al encuentro de la suya, que fue en mismo instante que dos dedos de su otra mano, entraban en mi concha.

No sé como pude hacer para gritar de placer mientras me besaba. No dejaba que nuestros labios se separen, no dejaban de entrar y salir sus dedos de mi concha. Metió un tercero, cinco dedos en mi concha dándome placer. Pero solo duró un segundo. Saco uno y lo apoyo en mi orto. Fue el acabose, el delirio total. Comencé a mover mi pelvis con todo, saque mis dedos de la concha, empuje el suyo dentro de mi orto y lo abrace con fuerza, me dejo dejar de besarnos, apoye mi cabeza en su hombro y con la otra mano también lo abrace. Mis movimientos de pelvis eran bestiales, a una velocidad que creía imposible. Yo estaba cogiendo desesperada esos dedos, en mi concha y en mi culo.

De pronto mi cuerpo comenzó a temblar en forma monstruosa, totalmente descontrolado. El saco sus dedos y me abrazo, conteniéndome. Estuvimos varios minutos así.

—Por favor Quique, ¿que fue eso?

—Eso fue placer Zoe. Sentí el aroma de nuestros cuerpos, aroma a sexo, a libertad, a placer. No hay perfume que lo tape.

Ahí reaccione. Tenía razón, era embriagante. Reconocerlo hizo que lentamente me fuera excitando.

—Ahora, te voy a soltar, me voy a acostar y con tus manos vas a buscar las zonas de placer de tu pareja.

—Pero no te veo, ¿cómo voy a reconocerlas?

—Ahí está lo mágico, vas a tener que agudizar tus sentidos.

Ya me excitaba buscar las zonas de placer de un hombre, nunca lo había hecho, “no es necesario, el hombre no necesita más que le toque la pija”, era mi pensamiento habitual. Trataba de sentir las vibraciones de su cuerpo en mis dedos, los cambios y ruidos de su respiración. Cuando me di cuenta, puse una de mis piernas tocando su cuerpo, para sentir también allí sus vibraciones y movimientos.

Descubrí que eran casi las mismas que las mías. A propósito, no por maldad, sino por obvio, no toque su pija ni sus bolas.

—Ahora, usa tu boca para dar placer, queres que tu hombre se excite para que te de placer.

Lo empecé a hacer y descubrí que hacerlo me generaba excitación y placer a mí misma. Entendí porque su pija estaba dura cuando me apoyo contra ella. Chupaba y besaba su cuello mientras con mis dedos jugaba con sus pezones. Lleve mi boca a ellos y no pude evitar que una de mis manos buscara su pija para acariciarla. No fue sorpresa que estuviera parada, bien dura. Escuchaba sus cambios de respiración y me excitaba, sabía que recibía lo que le quería transmitir.

—Goza Quique, quiero que goces con todo. Quiero sentir como tu cuerpo vibra con mis besos y caricias. Dije.

Otra sorpresa, nunca había hablado teniendo sexo, ni un “más”, “Sí, así”, mucho menos una oración completa como esa. Me sentí feliz por haberlo hecho.

Nunca fui amantes de chuparle la pija a un hombre, me parecía que era como que “La mujer es para chupar la pija”, o “Las putas chupan la pija”. “Yo no soy puta ni estoy para chuparle la pija a un tipo.” Era mi pensamiento, y de pronto, estaba chupando y saboreando esa pija, que no era monumental, ni gruesa ni nada especial, pero era de mi pareja, por su respiración sabía que lo disfrutaba, y yo al hacerlo al sentir como su respiración se agitaba cada vez más. Yo estaba super excitada excitando a mi pareja, reloco. Con una mano lo masturbaba, mi boca lamía y chupaba, la pija o las bolas y mi otra mano metió dos dedos en mi concha, que buscaron al punto G. QUE PLACER.

Ese hombre gemía, temblaba, tenía la respiración entrecortada por mí, por mis caricias, por mis besos. YO LE DABA PLACER.

Pensaba que iba a terminar en mi boca, que YO con mi BOCA lo iba a hacer ACABAR. No, no fue así.

—Nos unimos. Dijo.

Que hermosa forma de decirlo, dulce, tierna, nada violenta, nada de “Monta yegua”, “Montame”. Me puse sobre él tome su pija y la arrime a mi concha. Lentamente la fui metiendo.

—Zoe, ahora disfruta todo lo que aprendiste. Me dijo Quique.

Fui girando en círculos con mi cadera, para que su pija acaricie mi punto G y mi clítoris se frote contra su piel. Mi excitación subía sin parar. Mis manos comenzaron a acariciar mis cuerpo, tenían perfectamente aprendido donde tocarme, donde apretarme, donde acariciarme. Tocaban mis pezones, mis brazos, mi cara, mi cuello. Dios que placer. Y al mismo tiempo sentía como él gemía, me acariciaba y apretaba mis muslos, en clara muestra de excitación, por mí, gozaba por mí mi hombre. La más traviesa de mis manos, bajó a buscar el clítoris, que encontró de inmediato. Mis movimientos cambiaron, ahora, subía y bajaba, no hacía círculos con la cadera. Y mis dedos jugaban sin parar con mi clítoris, mi otra mano apretaba mis pechos, retorcían mis pezones provocándome dolor y placer.

Necesitaba estallar y hacerlo estallar con todo, quería sentir su leche estrellarse en mi vagina. Con una inconciencia supina, baje la otra mano y la lleve a mi culo. Metí un dedo sin dudarlo. Y fue el descontrol total.

—Sentís, me metí un dedo en el culo de lo caliente que estoy, maldito, ¿Por qué no tenes dos pijas para darme por los dos lados? Quiero que acabes bien adentro mío, que inundes mi concha con tu leche.

Si, así bombéame con todo, apretame las tetas por favor, me vuelve loca eso, y dame a chupar un dedo de tu mano libre.

Sos un hijo de puta, no me podes tener así caliente, es la gloria y el infierno al mismo tiempo, por favor acábame, no doy más, de ser una pelotuda en la cama me transformaste en una ninfómana que solo quiere placer y darle placer a su pareja.

Dame, si así, dame toda tu leche. Siiiii.

Cuando reaccione estaba sobre su pecho, su pija en mi concha. Por suerte mi mano había sacado el dedo del culo. Mi cuerpo todavía temblaba, como pude me corrí y cometí la peor de las herejías: le chupe la pija y se la limpie por completo, tragando todo lo que limpiaba. “Eso es de putas, de cerdas” pensaba cuando veía que lo hacían en una porno. Y me encantó.

Me acosté a su lado y me dio un beso en la frente.

—¿Queres agua?

—Quique, menos de un vino blanco helado, nada.

Quique volvió con dos copas de vino blanco helado. Y del bueno.

—¿Qué opinas? Me preguntó.

—Que sos genial, que nunca un hombre me hizo gozar tanto, durante tanto tiempo, ni con tanta intensidad.

—¿Yo te hice gozar?

—Si claro, vos.

—¿O fueron tus manos, tu mente, tu cuerpo que el que te hizo gozar? Porque yo vi como gozabas tocándote, acariciándote, mimándote.

—Pero porque vos me decías que hacer.

—Pero cuando nos unimos no te dije nada, fue todo tuyo.

—Eso de nos unimos es hermoso. Si, ahí tenes razón. Era yo la que actuaba. Entonces…

—Zoe, para dolor de muchos hombres, la mujer siempre manda. O hace o nos da señales de que hacer o directamente nos dice que hacer.

—Entonces vos decís que con cualquier hombre puedo gozar igual.

—No, no. Hay hombres que no saben recibir, por lo tanto no saben dar Zoe. No te olvides que esto es un juego de a dos. El hombre también tiene su parte, yo te deje hacer, pero pude haber buscado excitarte antes y más. Pero quise que vos sientas todo el poder.

Lo hermoso, lo formidable, es cuando los dos buscan hacer “daño en el otro”, imagínate si te hacía venir hacia mí y me ponía a chuparte los pezones.

—Hubiese sido una locura, me descerebras.

—Y quizás si te metía yo el dedo en el culo, se iba todo al carajo, porque lo hacía fuera de tiempo. Pero si te daba un suave chirlo en el culo, estallabas. Entonces, si hubiese querido, te hubiese metido el dedo como la primera vez, que lo apoye, y vos lo metiste. O te daba una “caricia fuerte” y veía tu reacción.

—Con razón la volves tan loca a Juli, llegaron al punto que gozan los dos sin parar.

—Exacto.

—Ahora fue tranqui, vos te dejaste hacer. ¿Siempre coges así?

—No boluda, todo depende que queremos. Hay veces que Juli, en este caso, me busca para tener sexo brutal, con todo. Sabe cómo hacerlo.

—¿Cómo?

—Lo tendrás que descubrir.

—¿Le haces el culo?

—Sí, claro.

—¿Tenes ganas de sexo puro conmigo, no vainilla?

—¿Por qué no me preguntas si tengo ganas de respirar? Claro que sí. Creo que podes ser bestial.

—Tengamos sexo puro.

—¿Cuál es el límite?

—Sé que no me más a lastimar. Sé que puede haber dolor, si no lo soporto, te digo. ¿Me vas a hacer el culo?

—Solo si me lo pedís.

—Entendido.

Él fue al baño y cuando volvió nos acostamos.

—Solo porque soy bueno, te voy a contar lo que te voy a hacer. Primero te voy a besar, y al mismo tiempo te voy a meter tres dedos en la concha, te voy a hacer gritar acariciándote el punto G, metiéndote y sacándote los dedos con todo, mientras te mordisqueo los pezones, sobre todo el izquierdo que es el más sensible. Te voy a tener un rato así, escuchando tus gritos de placer, pidiéndome por favor que te coja. Pero no, soy un malo y te voy a tirar de las piernas para poner tu culo en el borde de la cama, te voy a levantar las piernas y vos como buena putita nueva, las va a sostener con tus manos. Te voy a chupar la concha con todo mientras de te meto dedos sin parar y te aprieto un pezón. Cuando me canse, voy a sacar los dedos de la concha, voy a seguir chupando y te voy a empezar a meter dedos en el culo, ni pidas por favor que pare, porque ni pienso parar, tres dedos te voy a meter, te va a pasar un colectivo cuando te suelte. Quizás se me ocurra que me chupes la pija, entonces me voy a poner al lado de tu cabeza, y sin sacarte los dedos del culo, voy a hacer que me la chupes, y mejor que lo hagas bien, porque te voy a pellizcar los pezones sino lo haces bien.

Cuando no des más, me vas a pedir por favor que te rompa el culo, sí que te lo rompa. “Poneme en cuatro y rompeme el culo”. Las pelotas. Te lo voy a romper, pero quiero verte la cara de puta gozando como te rompo el culo mientras vos te metes dedos en la concha y apretas tus pezones. Así te voy a taladrar el culo, un buen rato, para que quede bien satisfecho. Me vas a pedir por favor que te acabe en el culo, te lo aseguro, pero tengo ganas de cogerte la boca, para que te recibas de puta, con título y todo. Y te voy a acabar en la boca, la cara, y como buena puta, te vas a tragar todo. Te aclaro, si te portas bien, puede que te deje meterte dedos en el culo solamente así tenes un orgasmo. No me interesa si gozas, es un tema tuyo.

—Sos un hijo de puta, me cocinaste la cabeza por completo. Estoy recaliente y ya tuve un orgasmo guacho de mierda.

Por toda respuesta me tomo de los cabellos de la nuca y me partió la boca de un beso, me metió tres dedos en la concha y empezó tal cual me había relatado lo iba a hacer. Sentir los dedos y empezar a gritar fue una sola cosa, y siguió haciéndolo mientras mordisqueaba mi pezón izquierdo. El hijo de puta me hacía mierda, empezaron los orgasmos y él se reía cada vez que tenía uno. “Tremenda puta resultaste ahijada”. Quería contestar pero no podía, estaba ocupada gritando el placer que los dedos me daban. Cuando se levantó y tomo mis tobillos supe lo que seguía. Sola levante y tome mis piernas. Me empezó a chupar y morder la concha sin parar. El desgraciado mordió suavemente mi clítoris y con su lengua jugaba con él. Yo explotaba de placer. Y cuando metió los dedos, el orgasmo fue increíble. Se reía viendo como mi cuerpo temblaba en cada orgasmo. Me saco los dedos de la concha y me preguntó:

—¿Me olvide, que sigue putita?

—Los dedos en el culo, desgraciado.

—Cierto, vamos entonces.

Después me contaría que uso una crema para que los dedos entren con facilidad y no me raspen ni lastimen. Pero me estaba metiendo dedos en el culo!!!, yo no podía entender como le permitía eso, hasta que reaccione que era porque me gustaba sentir los dedos en el culo y mucho más, dejarme hacer por él. Sus dedos entraban y salían con todo de mi culo, con dos dedos me tocaba la concha y el clítoris.

—Poneme en cuatro y cogeme como perrito. Dije.

Y me di cuenta que era lo que él había dicho que iba a pasar. Me miro riendo el desgraciado. Sentí como apoyaba su pija en mi orto y empezaba a meterla. Por suerte había saltado la parte de chuparle la pija mientras me metía dedos. Pero su pija estaba entrando sin parar, mi orto, se abría a su paso. La metió por completo, y ahí, empezó a bombear con todo, como un animal. No tuvo que decirme que me tocaba la concha y apretaba mis pezones con todo, los orgasmos no paraban. De pronto se detuvo con su pija metida totalmente en mi culo.

—Que tal si me das un orgasmo de concha mientras descanso. Dijo.

—Sos un hijo de puta.

Me empecé a masturbar con todo, dos dedos en la concha jugando con el G, el gordo jugando con mi clítoris y mi otra mano, apretando mis pezones.

—Soy una tremenda puta, y vos un emputecedor. Ahí tenes tu orgasmo desgraciado. Dije y él se rio.

—Así me gusta, que sea obediente, si no, la voy a castigar. Dijo y me dio un chirlo suave en el culo.

Fue como si me echaran nafta, el desgraciado sabía cómo y en que momento hacerlo.

—Para que sepas, estoy cambiando de ida, quiero que sepas que tan puta sos, y cuanto podes gozar en manos de un hombre si te entregas a él. Hay muchas formas, hoy por el culo, otro día, si te quedas con las ganas probamos otras.

Cuando escuche que iba a poder repetir me caminaban con todo los ratones por la cabeza. Se quitó de mi culo y se acostó.

—Como mi pija no es muy grande y para que te entre toda, te vas a poner como para hacer pis, arriba de mi pija y como buena glotona que sos, te la vas a meter en el culo.

—Desgraciado.

Claro, cuando lo hice entendí que en esa posición no solo entraba toda, mi concha estaba al alcance de su mano y yo totalmente loca. Me la metí y me empecé a mover, él hacía el contra movimiento y su pija me entraba totalmente en el culo. Me dio un golpe y me dijo: “Estas lenta, vamos, con ánimo”.

Yo estaba destruida, en mi vida nunca había sido cogida de tal forma ni tanto tiempo ni con tantos orgasmos. Su mirada me dijo que estaba por acabar mi suplicio de placer. Pero no, el desgraciado metió dos dedos en mi concha, y se puso a jugar con mi punto G, y el clítoris con el dedo gordo. Yo gritaba de placer sin parar, me dejaba caer para que su pija entre por completo, fueron minutos de locura total, “Yo la más puta”, pensaba.

Cuando acabó, sus dedos se apretaron contra mi punto G, y me dieron un doble orgasmo, por primera vez en mi vida. Él se reía, yo hecha mierda.

—Vamos a seguir putita, veo que te gustó, dijo y se empezó a mover.

Yo parecía la estatua de “La Meadora”, no me movía, su pija no aflojaba la erección y mí placer aumentaba y aumentaba. Me ayudo a ponerme acostada en la cama, y no me di cuenta que mi cabeza colgaba de la cama.

Cuando me metió la pija hasta la garganta pensé que me ahogaba, el desgraciado me estaba cogiendo la boca, como había dicho que iba a hacer. No puedo entender como me calentaba que lo haga, el desgraciado me estaba usando, como a una cosa, y yo feliz, no solo me dejaba hacer sino que me masturbaba por la excitación que me provocaba que un tipo me coja la boca.

Cuando acabo en mi boca, lo hizo derramando toda su leche adentro. Yo hundí mis dedos y me regale un hermoso orgasmo.

Como pude, fui al baño a lavarme la boca. Cuando volví, me esperaba con una copa de vino helado.

—¿Satisfecha?

—Dios, que animal, que cogida de culo me pegaste. Me sorprendió que no me dolió mucho.

—Use una crema, de que sirve generar dolor.

—Sos un genio Quique.

Tomamos nuestra copa de vino y sirvió otra.

—Aceptas que te de un consejo de viejo.

—No sos viejo, y por supuesto que quiero el consejo.

—Vos sos la dueña de tu sexualidad, no se la regales a cualquiera. Ahora sabes como dar y recibir placer, compartilo con alguien que también sepa dar y recibir. No caigas en bastardear tu sexualidad.

—Te entiendo perfectamente, ahora si se lo que valgo en una cama. Te juro que no cualquiera me va a disfrutar.

—Así me gusta.

—¿Cuál de las dos coge mejor?

—Son distintas, debería juntarlas, y poder compararlas…

—¿Juli, yo y vos en una misma cama? Estás loco, ni en pedo. No me van las minas.

—Tampoco te iba que te den por el culo, y terminaste saltando sobre mi pija la primera vez. Quien te dice… antes casi eras mono orgásmica, quizás te descubrís bisexual.

—Quique no jodas.

—¿Cenamos los tres el sábado? Me preguntó.

—Yo traigo el postre. Dije

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