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La esposa de mi amigo (7): Nublado por la calentura
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En viaje hacia la casa de mi amante, la que era esposa de mi buen amigo David, encuentro fotos desnudas de la mejor amiga de mí señora,  Clara, eso sumado a una señorita de 25 años que me calentó la última parte del viaje me dejaron llenito de leche y con una calentura para doscientos. Llegué como loco a eso de las 23:48 h, Mariana, por la última conversación que tuvimos, se iba a lo de una amiga a estudiar lo que me decía que Susana, su mamita milf iba a estar sola, mejor porque mi calentura no daba para más ese día. Me encontré con Susana sentada en el comedor sacando unas cuentas, tenía una bata de toalla celeste, con unas pantuflas haciendo juego, sus piernas morenas y bien tonificada estaban expuestas y parte de sus senos se dejaban ver, llevaba unos lentes de pasta negros, que le daban ese aire de secretaria hot y aún no se había desmaquillado, al verme sonrió mirandome por encima de los lentes.

Mí pija que hacía 10 kilómetros que venía parada me nubló el juicio, ella me quiso saludar pero la tomé por la nuca, le di un beso largo, desenfrenado y violento. "Espera, que…" la calle con una cachetada que más que dolerle le hizo eco en su entrepierna "Apoya la cara y las manos en la mesa o vas a sentir mí furia" le dije a modo de amenaza, mientras desabrochaba mi pantalon, eso le hizo temblar las manos de excitación, apoyo toda la mejilla izquierda en la mesa, apoyo las palmas junto a su cabeza parando la cola en puntas de pie, le levanté la bata dejando ver un culo perfecto decorado por una fina tanga roja, le di una nalgada que la hizo temblar y resonó en la casa, ella lanzó un pequeño grito, dijo mí nombre a lo que respondí nalgeandole con más fuerza, mí pija se refregaba en su sexo por encima de la ropa interior empapada " Por favor, escu…" Le di una nalgada que quedó marcada en su nalga derecha “Shhh” dije al tiempo que corría su ropa interior y la penetraba con furia, la mesa bailaba, aplaudimos con nuestros sexos chocando, ella gemía ya entregada al placer.

Me incline y pellizque sus pezones y le dije al oído "Querés ser una buena puta" entre el goce y el dolor asintió con la cabeza, Deslice uno de mis dedos dentro de su culo mientras gritaba como una loca, mí pija estaba que explotaba, la mesa la habíamos corrido casi un metro, en mí dedo podía sentir mí pija entrando y saliendo. Me estaba cansando, no sé cuánto tiempo me la cogí así mientras mis dedos jugaban con su ano, solo se que dos dedos entraban y salían de su culo con facilidad cuando la gire sobre la mesa, mis huevos pedían acabar, a ella le costaba respirar, yo pasaba mi pija por encima de la vagina rozando el clítoris, ella gemía mientras se amasaba las tetas, entonces la tomé por el cuello, le metí la pija en la concha y comencé a asfixiarla mientras la bombeaba con fuerza, colorada, casi al punto del desmayo, acabé toda mí leche en la concha, le solté el cuello y ella acabó cómo nunca, pasaron varios minutos hasta que dejó de temblar sobre la mesa.

Las piernas le temblaban cuando camino en dirección a su habitación, pero le temblaron el doble cuando vieron que yo caminaba detrás de ella, quitándome la ropa y bajándome de un trago una lata de energizante, esa noche me la cogí dos veces más, le dejé mis dientes marcados en sus pechos, mis manos en sus nalgas y mis dedos en su garganta, cuando terminamos, mientras me lamia la pija para limpiarla, me susurro " Muchas gracias por la cogida, papi" yo le respondí “No te escucho” acompañado de un cacheton, lo dijo un poco más fuerte, le dí un nuevo cacheton en la otra mejilla, lo dijo un poco más fuerte y así hasta que a los gritos me agradeció por la cogida.

Tengo que confesar que no me dieron las fuerzas para romperle el orto ahí mismo, pero al menos lo deje listo para la próxima. Por primera vez desde que tenemos sexo, me acoste con ella, le pase crema por todo el cuerpo de manera cariñosa mientras ella se recuperaba, la abrace y le acaricie el pelo para que se durmiera, creo que sentí algo de culpa por lo violento de la sesión desenfrenada de sexo. En cuanto estuve seguro de que no despertaría, tomé mi ropa y me instalé en mi cuarto nuevamente. El sábado en el desayuno no fue nada especial, me levanté normalmente, no mencionó nada de lo que pasó anoche, ya no era mi sumisa era la señora de la casa, pero en cuanto la vi en la cocina me acomode el paquete, lo que la puso colorada.

Mi cara, sin embargo, debe haber sido un poema cuando vi 3 tazas en la mesa, la miré y pude sentir lo incómoda que estaba cuando su hija salió a desayunar.

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