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Tiempo de lectura: 3 minutos

Se paseaba por la pasarela confiada. Una pose natural al caminar hacía de ella una modelo excelente para modistos excéntricos. Nada le importaba tener las rodillas nudosas ni los muslos anchos; ni incluso presentar una pequeña mancha, una heridita, la de una úlcera, en mitad de la piel que cubría su peroné. No. Su seguridad desafiaba a las modelos mejor esculpidas. "Está buena Sandra", susurró en mi oído mi amigo Claudio, sentado junto a mí frente al costado de la pasarela; "Sí, ya ves, fíjate en el vaivén de sus tetas", le indiqué en voz baja; "Tío, sí, me encanta"; "He quedado luego con ella"; "Qué suerte"; "Sí", dije.

Fui al camerino de Sandra en cuanto vi que no pasaba más vestidos. Pegué un par de toques con los nudillos en la puerta. Oí que dijo: "Entra, Toni", y entré. "Oh, Toni", exclamó Sandra nada más verme, echando su cuerpo sobre el mío hasta quedar completamente pegados. Nos besamos largamente en las bocas. Metí una mano por debajo de la falda de su vestido corto y le acaricié el coño con suavidad. "Oh, Toni, Toni", exhaló melosa Sandra antes de arrodillarse ante mí. Sandra desabrochó mi cinturón, bajó la cremallera de la portañuela de mis pantalones y sacó mi polla de debajo del calzón. Seguidamente la lamió, el frenillo, el glande, gimiendo, despacio.

"Toni", me dijo desde abajo amorosamente, "oh, Toni, me gusta tu polla". Sandra se metió mi polla en su boca. Me la mamaba fenomenal. Sus labios apretados recorrían el tronco dejando su saliva un mojado rastro que brillaba bajo el foco led de su tocador, única luz que había. "Uff, Sandra, qué bien me la chupas, uff, sigue, así", la animé, "estoy a punto de correrme, ¿quieres mi corrida?", pregunté extasiado; "Sí, Toni, sí, dámela, dame tu corrida", dijo Sandra escupiendo mi polla unos instantes antes de continuar. "Mmm, mmm". "Uff, me corro-o-oohh".

"Bueno, verás, acabé con Toni porque no me apreciaba…, en fin, ya sabes…, que sólo me quería para…, tú sabes", explicó Sandra a Claudio. Ambos estaban desnudos sobre la cama de un hotel. Estaban tumbados de costado, mirándose, viendo sus cuerpos desnudos. Muy cerca uno del otro. Sandra exhibía sus grandes tetas redondas terminadas en morenos pezones. Y Claudio, de vez en cuando, se las besaba. "¿Y tú, qué?", preguntó Sandra a bocajarro; "Mujer, Sandra, es que estás para mojar pan, qué quieres que te diga", soltó Claudio; "Sí, vamos, que me quieres follar y si te he visto no me acuerdo", dijo Sandra graciosa; "Eso". Sus cuerpos se enlazaron; fue como una pequeña lucha. Claudio terminó debajo. Sandra a horcajadas sobre él. Claudio no podía dejar de admirar la agitación de las tetas de Sandra, que se movían arriba y abajo, a derecha y a izquierda a cada embestida. "Ah, ah, Claudio, ah, a-ah", gemía Sandra próxima al orgasmo que iba a tener si Claudio continuaba así de empalmado. "Ah, ah, Claudio, no te corras, espera, es-pe-ra-ah-aahh". Sandra se corrió y, bella y femenina, dejó caer su cuerpo sobre el tórax de Claudio, que, sujetando fuerte las nalgas de Sandra, dio varias poderosas sacudidas elevando su abdomen para conseguir eyacular, llenar de semen el caliente coño de su amante.

"Toni", me dijo Sandra, "ahora que ya somos marido y mujer me dejarás por otra más joven". Sandra, qué loca. "No, Sandra". Estábamos en el saloncito de nuestra flamante casa. Ambos en bata, aunque no llevábamos nada debajo. Habían pasado más de diez años desde que la conocí cuando pasaba modelos. Habían pasado más de cinco años desde que ella se había divorciado de Claudio. Sandra ya no era esa jovencita que quitaba el sentido sólo con mirarla. No. Era aún mejor. Su madurez era pura fantasía. Veréis. Mirad. Se está quitando la bata. Sus tetas van a mi boca, que las chupa y las saborean como se saborea el pan recién horneado. Estamos en el sofá del saloncito y no hay tiempo que perder, pues en cualquier momento de esta tarde puede regresar mi hija pequeña del colegio y… empujo con suavidad a Sandra para que apoye su cabeza en el reposabrazos y se abra de piernas. Lamo su clítoris. Lo lamo, más, hasta que se endurece y sabe dulce, entonces me subo sobre Sandra y le meto la polla en su raja, la follo. Follo. Follamos y, eléctricos, nos sacudimos. La polla entra y sale. Las tetas aplauden. Nuestro lenguaje se simplifica: "Más", "Mmm", "Sí", "Nena, nena". Llega un espasmo, el de ella, y otro más; de Sandra. Por último llega el mío, que es descomunal, como el universo. Después, suena el timbre de la puerta.

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