En abril del 2020 les compartí parte de un relato que titulé: La Princesa de no sé dónde. Por complicaciones de tiempo nunca continué con el relato y hasta el día de hoy he recibido algunos correos preguntándome de tal secuela. Para aquellos que nunca lo leyeron y que encuentren contexto en este relato, deben buscar la primera parte.
Creo que sin lugar a duda esto es lo más extraño que me haya pasado en mi vida y todavía me asaltan las dudas de lo que hablaban estas chicas de quienes no recuerdo sus verdaderos nombres pues eran muy difíciles de pronunciar y, todo eso haya sido verdad. A la chica que llamo Claudia y de quien decían era la princesa de un país del otro lado del mundo, verdaderamente la atendían como una princesa. Repito, esta no era una gran mansión en el sur de California, pero si era una casa muy amplia, muy lujosa y esta chica tenía esa corte de mujeres que la atendían directamente a ella, además de la servidumbre que hacía los quehaceres de la casa.
En el primer relato hice la aclaración y relaté mi primera experiencia teniendo sexo con esta chicha cuyo nombre era muy difícil de pronunciar y es por eso por lo que ella me pidió que la llamara Claudia. Después de poco más de una hora de sexo con esta chica pasamos a comer a una mesa donde nos sentamos todos. Había tres chicas de rasgos africanos y otras tres con rasgos caucásicos y todas al igual que Claudia, quien parecía de aspecto latino o árabe, hablaban un inglés quebrantado con acento británico. Cenamos todos juntos y tuvimos una plática muy placentera. Por mi mente solo pasaba la idea que todas estas chicas me habían visto follar con Claudia y que estas chicas se habían tomado la tarea de limpiarnos con toallas tibias y húmedas. Fue algo muy raro o único para mí.
Claudia y yo salimos al patio y estas mujeres no se alejaban mucho de ella. Fue en esa plática que Claudia me hacía saber que le gustaría que yo me follara a la chica africana que me había pedido mi tarjeta de presentación en una fiesta anterior. En ese punto de mi vida, no recuerdo haber tenido sexo con una chica de descendencia africana… por la zona donde yo vivía no había muchos habitantes de esta descendencia. Y al igual, como no podía pronunciar su nombre, me refiero hacia ella como la chica mano derecha de Claudia la princesa de no sé dónde.
La verdad que su rostro no se me apetecía, pero apartando eso esta mujer tenía un cuerpo fenomenalmente sensual. Unos pechos muy generosos que se le miraban muy sólidos y un trasero descomunal que era imposible de no apreciar. Sus piernas eran atléticas y con unos muslos bien definidos. En ese punto pensé si todo aquello era un mandato de Claudia o si verdaderamente esta chica deseaba follar conmigo. Yo se lo tenía que preguntar, pues tenía esa curiosidad: – La conozco muy bien y créeme que sí quiere follar contigo… tienes un falo perfecto para su trasero y créeme que ella está aquí para satisfacerme todo el tiempo.
No era la respuesta que buscaba, pero al entrar a la casa de nuevo todas estas chicas se me acercaron y me llevaron a otra habitación y unas me daban masajes en los pies y otras en los hombros, pues yacía sentado en esta otra cama y estas chicas me habían removido la bata y estaba prácticamente desnudo ante ellas. La chica africana mano derecha de Claudia no estaba, pero de repente apareció vistiendo otro atuendo similar, pero de color verde olivo con tonalidades rojas u ocres. Al igual era transparente y era fácil ver su areola oscura y que su concha estaba totalmente depilada. Llegó y todas las demás chicas salieron automáticamente.
Ella se acercó a la cama y me comenzó a besar por el cuello y los hombros y con su manos me tomó del falo. Este que había estado pasivo al calor de su contacto comenzó a tomar volumen y ella solo me sonreía echándome su aliento cerca de mi cuello. Me dijo con su acento británico: ¡I like it! – No dijo mucho y se posó frente a mi mientras yo seguía sentado a la orilla de la cama y me abrió las piernas y me comenzó a dar una mamada de las mil maravillas. En esa posición, jugaba con mi huevos, con mi perineo, amenazaba mi ojete con su lengua y se mantuvo chupando mi verga como si del mejor helado se tratara. La verdad que no me hizo correr con esa mamada pues ya le había dejado ir dos corridas a la princesa de no sé dónde.
Esta chica tenía un abdomen plano y en su ombligo contrastan unas piedras que parecen perlas. Es una sintonía con su dentadura blanca cada vez que me sonríe. Al igual que ella comencé besando su cuello hasta llegar a esos suculentos pechos… eran perfectos para hacerle la rusa. Bajé a su monte venus y aprecié ese valle desnudo y con unos cuantos vellos cortados alrededor de su imponente concha. Los labios eran gruesos y contrastaba su color rojizo en el interior que brillaba de sus jugos vaginales que emanaban abundantemente. Me abre las piernas y me ofrece su concha para que me de gusto chupando esos labios gruesos y una pepa sólida y grande de su clítoris que pulsaba de la excitación. Gimió profusamente al contacto de mi lengua y de inmediato le siguió con un vaivén para sentir el choque de mi lengua que le invadía.
En este caso era ella quien se tomaba de los pezones y se los apretaba mientras yo continuaba chupando su impresionante panocha. La habitación se llenó de sus gemidos y ese vaivén se iba acelerando. Ella me lo pidió con desesperación y con su acento británico: Fuck me! – Me pedía que se la metiera en su concha y eso hice con gran ímpetu y comencé con un embate frenético que solo le tomó un par de minutos para que explotara. Creo que todos en la casa sabían que alguien estaba viviendo un orgasmo, pues sus jadeos eran espectaculares y esa cama chocaba con la pared y crujía toda la madera. No sabía si reía o lloraba, pero me decía al oído: ¡Que rica verga tienes! – Dejé de darle hasta que su orgasmo había cesado y esta mujer comenzó de nuevo a mamarme la verga, tragándose sus propios jugos. Y luego después de unos cuantos minutos me lo dijo con una sonrisa que me dejaba ver esos dientes perfectos y perlados: ¡Quiero que me folles el culo! ¿Quieres?
En ese momento se puso en cuatro o de perrito a la orilla de la cama. Era la cama de altura perfecta pues mi falo se alineaba sin ningún ajuste a su oscuro ojete. Ella tomó de su propia saliva y se lubricó el ano y luego tomó mi glande y se lo paseó como otra alternativa para su lubricación. Le empujé el glande y este había quedado sujetado por ese apretado anillo. Ella dio un gemido y luego me detuvo con una de sus manos y solo me dijo que fuese despacio. Las tremendas nalgas de esta mujer eran un espectáculo aparte, nada que ver con las dimensiones de Claudia, la princesa de no sé dónde, que eran las típicas nalgas pequeñas y redondas de una chica petit. Con los minutos se la hundí hasta sentir que mis huevos pegaban en su panocha y lentamente le hacía el vaivén hasta luego hacerlo frenéticamente mientras escuchaba que esta mujer se cacheteaba la panocha mientras mi verga entraba y salía sin cesar. Cinco minutos después comenzó a gemir y enseguida explotó con otro orgasmo que parecían la estaban matando del placer. Eran un chillido agudo que se elevó y se regó por toda la casa y una vez más esa cama crujía y se escuchaba el cacheteo de mi pelvis pegando en sus nalgas.
Estaba admirada que no me había corrido y de repente veo entrar a dos chicas con toallas en las manos y en esta ocasión solo me limpian a mi y esta chica negra desaparece por unos instantes pues se ha ido para el baño. Cuando regresa ella ve que tengo mi verga erecta y me pide que me acueste sobre mis hombros. Comienza de nuevo con un oral, pero en esta ocasión se concentra en besar mi glande y es todo lo que chupa y con los minutos se va por sobre mi a cabalgarme. Pensé que se metería mi falo en su concha, pero se lo lleva a la entrada de su culo de nuevo. – ¿Te gusta? – me preguntó.
Tenía esas tetas saltando sobre mí, miraba esa panocha abierta con sus labios rojizos mientras veía como mi verga aparecía y desaparecía, entrando y saliendo de ese apretado y oscuro ojete. Esta chica estaba en buenas condiciones físicas, pues aquella faena la hacía como haciendo flexiones y así pasó por varios minutos hasta verla que aparecía una línea de sudor en su frente y pechos. Tomó unas toallas que habían dejado ahí las otras chicas y se removió el sudor con ellas. En esa pausa aprovechó para ponerse a la inversa y me dejaba sus nalgas expuestas. Se metió de nuevo mi falo hasta chocar con mi pelvis y sus piernas se flexionaban de arriba abajo en una faena que solo a esta chica recuerdo haber hecho. Tenía una resistencia descomunal que en los minutos miraba como su espalda y glúteos se humedecían del sudor y ella a la vez entregándome su enorme culo se comenzó a chaquetear la panocha de nuevo.
Los chillidos agudos llegaron de nuevo y se escuchaba ese crujir de la cama que parecía que en cualquier momento podría quebrarse. Se dejó ir de un solo sentón metiéndose hasta el fondo mi verga y sentí su peso sobre mi pelvis y se acostó sobre mi cuerpo mientras sus muslos se contraían de los espasmos provocados por una tercera corrida. Aquella escena elevó mi excitación y con los minutos si dejar de penetrarla sentí como mis huevos se fruncieron y le dejaron ir un chorro de esperma. Ella me quedó viendo con una sonrisa, satisfecha que también me había hecho acabar. Luego el mismo proceso, llegaron otras chicas a limpiarme. Esta vez me fui a bañar con la idea que me iría a casa, pues ya estaba de noche.
No había ocurrido así, y por primera vez duermo con seis mujeres en esa cama de Claudia que en el primer relato describí de tan descomunal que parecía que eran tres camas matrimoniales unidas. Claudia me lo había pedido y terminé pasando con ellas aquel fin de semana. Ya en la noche cuando supuestamente dormíamos me follé a una de las rubias a quien le di por el culo, pues ella me lo fue arrimando y todos estábamos desnudos. Nadie más intervino en esta faena… o realmente dormían o se hacían las dormidas. Luego descubrí que estaban despiertas, pues después de haberle sacado dos orgasmos a la rubia, escucharon los gemidos de mi placer cuando me corría en este culito blanco. Y mientras la chica se fue a limpiar a uno de los baños, otra se incorporó a limpiarme el falo con toallas tibias y húmedas. Ya cansado con cuatro palos en una tarde después del trabajo, sí caí rendido y me dormí.
Claudia, la princesa de no sé dónde me trató como a su rey. Sabía que su semental necesitaba descanso y alimentación y me proveyó un menú diverso y masajes dados por todas estas chicas. Me follé a cada una de ellas en un fin de semana para el recuerdo y ya para el domingo en la tarde mis testículos me ardían de tanto follar y ya en mis últimas corridas apenas gotas blancas salían.
Cuando intenté subir este relato la primera vez por alguna razón no me lo publicaron, pues en ese relato di los verdaderos nombres y de donde era esta supuesta princesa. Di mas detalles de esta experiencia pues me había contactado con mi amigo Mike, quien fue el que me llevó a esa fiesta donde conocí por primera vez a estas chicas. Según mi amigo, esta chica realmente era una princesa o realeza y que estaba designada a casarse con un príncipe del cual me dio también su nombre. Realmente se me fue difícil creerle a Mike, pero tiempo después el me mostró las fotos de la supuesta boda que publicaba un periódico de ese país. Solamente ese fin de semana follamos, pues luego las busqué y nunca volvieron a contestar ese teléfono. Es más… un día fui a tocar el timbre del portón y salió esa señora hispana que era parte de la servidumbre junto con otras dos. Ella me reconoció y creo que habrá pasado por su mente: -Este es el señor que vino a cogerse a todas esas chicas. – Tuvo que haberlo escuchado, quizá haberlo visto, pues en esa casa no había pudor en lo que se refería a usar drogas o tener sexo, todo era expuesto sin ningún tabú, pero ella no me dijo mucho, solo que la princesa de no sé dónde, lo más probable nunca más volvería.