Habían pasado tres o cuatro días desde mi noche con María, me encontraba sentado en el jardín delantero de mi casa, bajo un sauce llorón leyendo un libro, si nos ponemos frente a mi chalet, tiene tres entradas, a la izquierda la de vehículos, que da a un cobertizo techado con capacidad para tres vehículos, ahí tengo mi coche y la intruder, la Ducati la vendí, en el centro está la entrada peatonal, que da a un jardín con dos sauces y muchos rosales, la rosa es mi flor favorita, tengo rosas de todos los colores, rojas, amarillas, blancas, incluso tengo un rosal de rosas azules, a la derecha está la entrada que da a las dependencias del servicio, ahí es donde Salvador aparca su coche, una Mercedes citan que fue lo único que sacó de veinte años de dedicación a su pareja, esta área está separada del jardín por una valla metálica de dos metros de altura cubierta completamente por un rosal trepador, una puerta permite el paso entre las dos zonas.
Como ya he dicho, esa tarde estaba yo sentado bajo uno de los árboles leyendo Sombras cuarteadas de neón, de Alicia García Núñez, estaba ensimismado con la lectura cuando con el rabillo del ojo me pareció ver un movimiento en la puerta que da a la zona de servicio, me levanté y me acerqué con precaución, me asomé y no vi a nadie, la furgoneta de Salvador estaba allí aparcada, miré por todas partes y no vi nada, llamé a la puerta de mi asistente, tardó un par de minutos en abrir.
– Hola Salvador, estaba sentado en el banco del sauce y me ha parecido ver a alguien aquí.
– Oh sí, Einar, ven aquí Dami.
Apareció un jovencito muy guapo, un verdadero caramelito, rubio con los ojos verdes, delgadito, casi más ella que él.
– Lo siento señor.
– ¿Eras tú?
– Es mi amigo Damián Einar, ha venido a verme, le encanta el jardín y ha querido verlo pero cuando le ha visto a usted se ha asustado.
– Discúlpeme señor.
– Por favor Damián, no tienes que disculparte pero la próxima vez no hagas eso, me he asustado, pensé que era un ladrón.
– Lo siento Einar.
– No pasa nada Salvador.
Ambos entraron y yo me dirigí a la cocina a prepararme algo para merendar, no sé me iba de la cabeza aquel muchacho tan guapo, no creo que tuviera más de veinte o veintiún años, una verdadera delicia, se me vino a la cabeza la imagen de aquel efebo comiéndose la polla de Salvador, con esa carita de ángel, me empalmé, acabé mi merienda y salí a la entrada de servicio, di la vuelta a la esquina, una celosía de hormigón prefabricado delimitaba lo que antes era la zona de tender, Salvador lo había convertido en un patio cordobés lleno de macetas con geranios, gitanillas, claveles, pilistras, helechos, en el centro una mesa con cuatro sillas, me acerqué a la ventana de su sala de estar que daba a esa zona y me asomé con mucho cuidado, allí estaban los dos, desnudos, el chico estaba de pie, el pecho apoyado en la mesa con la cara hacia mí, mi asistente estaba detrás, se lo estaba follando con fuerza, casi con violencia, desde donde yo estaba podía ver su cara de concentración, el sudor que relucía en su torso velludo, la expresión de placer del chico, saqué mi polla y comencé a masturbarme, la cara de gozo del muchacho me tenía hipnotizado, me imaginé no follandomelo a él sino en su lugar, recibiendo las embestidas de aquel macho, me corrí y solté un gemido, en ese momento fijé la vista en mi asistente, estaba mirando a la ventana donde yo estaba espiándolos, me agaché rápidamente y me fui avergonzado de allí, creo que me vio pero no estoy seguro, nunca me dijo nada.
La paja me había dejado más caliente todavía, necesitaba un buen polvo, que alguien me diera por el culo, llamé a mi amigo Santiago pero estaba de guardia, María no me cogía el teléfono, llamé a Chema pero estaba reunido, al final se me vino una idea que me rondaba hacía algún tiempo, decidí ir a una sauna y sin pensarlo dos veces fue lo que hice.
En la puerta de la sauna me detuve un instante pero estaba caliente como una perra salida así que entré, en el recibidor, un chico que había detrás de una mampara de seguridad me cobró, me entregó una llave, dos toallas, una grande y una pequeña, unas chanclas, un condón y un pequeño sobre con lubricante, me detuve delante de la puerta de acceso hasta que el chico activó la cerradura eléctrica y entré, accedí directamente a los vestuarios, un pasillo largo con taquillas a los lados y bancos en el centro, busqué la que marcaba el número de la llave que llevaba, la encontré y la abrí, había perchas para la ropa, extendí la toalla pequeña en el banco y me senté, comencé a desvestirme, estaba a medias cuando desde una puerta a la derecha apareció alguien, oí que se acercaba a mí.
– Hola.
Me giré para devolverle el saludo y quedé petrificado, delante de mí, completamente desnudo salvo por la toalla que llevaba a la cintura y las chanclas se encontraba el viejo que me había forzado bajo el puente del Cristo de la Expiación hacía un año.
– Ho… hola, ya me iba.
– Pero si acabas de llegar, tranquilo guapetón, oye ¿yo te conozco?
Se acercó, lo recordaba perfectamente, el pelo gris, la barba de varios días, la cara vulgar, estaba fuerte el hijo de puta, no musculado pero si fuerte, con el pecho y el vientre llenos de vello blanco, brazos fuertes, manos grandes y piernas poderosas, recordaba la facilidad con la que me había dominado aquella noche.
– No, no creo.
– Claro que sí, tu eres la putita que se echó a llorar debajo del puente aquella noche.
– Por favor no busco jaleo.
– Claro que no, tu buscas una polla y de eso ando yo bien.
Se quitó la toalla, el cabrón estaba empalmado, allí estaba su polla, larga pero no demasiado gruesa, con los huevos grandes y colgones.
– Vamos putita, pelillos a la mar, después de todo tu también disfrutaste con aquello.
Tenía razón, me golpeó me forzó y me meó, pero tuve uno de los orgasmos más intensos que recuerdo.
– ¿Es tu primera vez aquí? – asentí con la cabeza – ¿Cómo te llamas?
– Einar.
– Vamos Einar, déjame que te enseñe esto.
Acabé de desvestirme, el viejo no dejaba de magrearse la polla, me miraba y se humedecía los labios con la lengua, incluso se mordía el superior, me di la vuelta para cerrar la taquilla y se me acercó por detrás, su mano fue a mis nalgas, las agarró y las pellizcó.
– Ven putita, vamos primero a las duchas.
No me dejó ni ponerme la toalla, agarrado como me tenía de la cintura me condujo por la puerta por la que él había venido, llegamos a las duchas y allí había otro tipo duchándose, de la edad de mi acompañante, algo mas alto y más metido en carnes, en ese momento se enjabonaba el pollón que tenía entre las piernas.
– Vaya Jacinto, ¿de donde has sacado esa preciosidad?
– ¿Has visto Eduardo? La he encontrado en los vestuarios – después me susurró al oído. – debes de tener cuidado aquí putita o podrías acabar con el culo follado por tres o cuatro tíos locos por follar.
Aquello me puso cachondo e hizo que mi polla se empalmara, continuaba mareándome las nalgas con su mano izquierda mientras con la derecha acariciaba mi pecho, nos metimos en una de las duchas, nos abrazamos bajo el agua con nuestras pollas restregándose, sus labios recorrieron mi cuello buscando mi boca pero no se la di, sus manos me acariciaban mi cuerpo, mi espalda, mis glúteos, me di la vuelta y le ofrecí mi culo comenzó a presionar su polla dura. .
– Oohh que culo tienes putita.
– Mmmm, estoy cachonda cerdo.
Comencé a masturbarme con la polla de Jacinto entre mis nalgas mientras el otro individuo nos miraba, mi viejo retiró su miembro y me hizo girar, me abrazó y nuevamente buscó mi boca con la suya pero se la volví a negar, besó mi cuello y bajó hasta mi pecho lamiéndolo hasta llegar a mis pezones que chupó y mordió y que yo tenía ya duros.
– Oohh cabrón, mmm
Subió de nuevo por mi cuello buscando mi boca, sentí sus labios en los míos y su lengua luchar hasta que cedí y acepté su beso abriendo mis labios y dejando que su lengua jugara con la mía.
El otro individuo, el tal Eduardo había entrado en la ducha y comenzó a enjabonarme las nalgas, pasó su mano llena de gel entre mis glúteos, insistiendo en mi ojete, no tardó mucho en meter uno de sus dedos en mi culo e inmediatamente después otro, era bueno con ellos, me estaba dilatando y haciendo gemir de placer.
– Mmmm mm, que rico.
Estaba tan cachondo que agarré sus pollas, una con cada mano, y comencé a pajearlos suavemente, otros dos individuos nos miraban ahora desde fuera de la ducha.
– Oohhh siii.
– Aahh putita.
– ¿Por qué no nos vamos a un reservado los tres? – Le susurré al oído a Jacinto mientras acariciaba su polla.
– Me gusta aquí puta, más morbo.
Aquellos individuos que estaban mirando se masturbaban ahora a costa nuestra, los ignoré.
– Cómemela golfa, mira como la tienes, quiero que me la comas antes de darte por el culo.
Me agaché entre ambos hasta colocarme en cuclillas, tomé ambas pollas con la mano, comencé a lamer el capullo de Jacinto y a darle unas chupadas mientras acariciaba la de Eduardo.
– Mmmm.
– Ohhh si putita.
Me tenía agarrado por la nuca, me obligó a tragármela casi entera provocándome arcadas, me saqué su polla de la boca y me metí la de Eduardo, mientras Jacinto me pellizcaba los pezones, la tiene igual de larga pero más gruesa, me costaba tenerla en la boca y cuando sujetándome por la nuca me la dejó un rato mientras movía su pubis tuve nuevamente arcadas.
Tenía razón el viejo cabrón, era muy morboso comerme esas dos pollas mientras otros dos maduros miraban y se pajeaban, incluso hicieron señas de participar pero mis dos amantes no los dejaron, me querían para ellos.
Volví nuevamente a tragarme la polla de Jacinto, me sujetaba por la nuca y apretaba las caderas haciendo que aquel monstruo me traspasara la campanilla, si en ese momento se hubiera corrido, la lefa me hubiera ido directamente al estómago, Eduardo mientras tanto, me pellizcaba los pezones con tanta fuerza que gemí de dolor y a punto estuve de soltar dos lágrimas.
– Mmmm.
Estaba tan cachondo que agarré las dos pollas y me las llevé juntas a la boca chupando ambos cabezones al mismo tiempo.
– Coño que buena putita eres.
– Como la chupa el maricón.
Fue Jacinto el que se colocó detrás de mi, me hizo levantarme e inclinarme hacía adelante, puso la punta de su polla en mi ojete, me agarró de las caderas y de una sola embestida me la metió hasta los huevos.
– Aaahh, hijo de puta, mi culo.
Mi agujero estaba preparado gracias a Eduardo con su gel y sus dedos, mientras era enculado por el pollón de Jacinto continuaba comiéndome el rabo de mi otro amante, en los instantes en que no tenía la polla en la boca no podía evitar chillar como la puta que soy.
– Aaah, ayy, oh.
– Sí putita siii.
Me sacó la polla pero no tuve tiempo de que mi dolorido esfínter descansara pues Eduardo me metió su enorme miembro y el dolor hizo flaquear mis piernas pero no pude ni gritar por que el viejo me metió la polla en la boca y comenzó a follarmela.
– Mmm.
– Vámonos a una cabina que estaremos mas cómodos.
Entramos en la cabina pero no cerraron la puerta, me tumbé en la camilla boca arriba, Eduardo agarró mis piernas y me las levantó llevándolas hacia el pecho dejando mi esfínter al aire, me volvió a meter aquel pollón en mi pobre culo de una vez.
– Ooohhh dios.
Comenzó a moverse, su miembro entraba y salía de mi culo, dolor y placer se mezclaban, Jacinto se colocó en cuclillas sobre mi cara, obligándome a que le chupara los huevos y le comiera el culo.
– Oh si putita, si.
– Mmmm
Ya no aguanté mas, el pollón que tenía en el culo me estaba removiendo las entrañas, algo muy intenso comenzó en mi vientre, me fue subiendo por el pecho hasta llegar a mi cabeza y explotó en todo mi cuerpo haciendo que mi polla soltara toda la lefa que tenía en los huevos.
– La putita se ha corrido.
Eduardo se salió de mí, Jacinto se bajó de mi cara.
– Ponte boca abajo putita.
Hice lo que me pedía se colocó detrás de mí y me la metió con violencia, como la primera vez, a lo bestia.
– Ay.
Comenzó a encularme con fuerza, cada embestida suya me hacía estremecer, su pubis golpeaba mis nalgas.
– Mueve ese coñito puta.
– Mmmm
– Que coñito tan rico tienes putita.
– Mmmm.
– Te voy a preñar maricona, ¿quieres que te preñeeee?
No podía contestar, tenía la polla de Eduardo follandome la boca, tampoco tuve tiempo, el puto viejo me metió su miembro hasta los huevos y soltó toda su lefa en mi culo, casi a la vez, mi otro amante comenzó a largarme la leche directamente en la garganta, tuve que tragármela si quería respirar.
Me acompañaron hasta las taquillas, mis piernas no me aguantaban y mi culo Iba dolorido, apunté el número de teléfono de los dos por si alguna vez necesitaba de una polla amiga que me rebajara la calentura.