Capitulo X. Vamos a por los malos.
A la mañana siguiente, estábamos los tres puntuales para iniciar nuestra nueva investigación. Sin duda esta era la parte más complicada a la que nos habíamos enfrentado hasta ahora. Tendríamos que enfrentarnos a los malos, y no sé si realmente estamos preparados para esa batalla.
“Tíos mi madre me ha pedido esta mañana vuestros números de móviles. Dice que va a crear un grupo de whatsapp con los cuatro. Además, yo estoy muy preocupado, temo que, si atacamos al tal Dompimplon, o como se llame tome represalias contra mi madre”.
“Dompimpon, Oscar, Dompimpon. Si, hemos contemplado esa posibilidad, por eso la idea que expuso ayer Javier, con matices, no es mala. Estos actuando solos, son muy peligrosos. No sabemos el poder real que tienen. Piensa que han estado en tu portal que os han grabado a ti a tu padre, han ido al trabajo de Marisa, en fin, no se andan con ostias. Pero cuando se involucra ya a un grupo, siempre alguno se acojona más, y ese tampoco sabemos el poder que tiene. Si el colectivo de los 4 o 5 folladores, se ven en peligro por culpa de Dompimpon, sin duda influirán en este para que no haga locuras. Una cosa es echar un polvo furtivo, y otra meterse en un lio de extorsión y cosas oscuras. Por eso vamos a agotar la vía Manuel, y luego pensaremos a fondo en la idea de Javier. De momento yo he estado hablando esta mañana con el colega mío de la facultad, que ya os he comentado que va de hacker, le he dado el nombre del Dompimpon, a ver si saca algo”, dijo Pablo.”
“De todas maneras, Oscar todo el hacer de Dompimpon, está lleno de delitos, y además avalados por los videos que en plan machote le mando a tu madre, y que hace un relato de todos los hechos. Con solo los videos en manos de un buen abogado, servirían para empapelarle, pero la deuda seguiría ahí, y eso es lo primero que tenemos que solucionar”, le dije.
No tardamos mucho en llegar al polígono Industrial donde tenía la nave Manuel. Ahora había que encontrar la nave. Buscamos sin éxito, un directorio de empresas por algún lado, o puesto de control o algo así donde nos pudieran dar una idea de por dónde podía estar la nave. Nada.
Así es que nos dedicamos a preguntar por las otras naves por una empresa de moldes de aluminio de un tal Manuel.. Tampoco habría tantas.
Empezamos por la primera calle, por llevar un orden. Ni idea.
Así fuimos preguntando hasta que en una nos dieron una pista.
“Hola, buenos días, venimos buscando una empresa que se dedica o dedicaba a hacer moldes de aluminio, que era de un tal Manuel”, pregunté al primero que vi.
“Hola”, nos dijo un tío con mono, ya entrado en años,” Yo la única empresa que conozco que se dedicara a algo de eso, está un par de calles más abajo, pero realmente, nunca se ha visto ahí actividad alguna. La alquiló un tío, un tal Manuel, si, hace años, puso el cartel en la fachada, pero ya os digo, nunca se ha visto ahí actividad.”
“Muchas gracias, señor, nos ha sido de gran ayuda”, le dije.
“¿En serio ha sido de gran ayuda?”, preguntó incrédulo Oscar.
“Es pronto para hacer conjeturas, pero si la nave es esa, y nunca ha tenido actividad, ¿para qué quería el tal Manuel el crédito que avaló tu madre, y ahora está pagando?, le respondió Pablo.
Una vez más, sabía deducción del Pablito. Conduje dos calles más abajo, y buscamos el cartel que nos dijo el hombre.
Allí estaba.
La entrada a la nave, estaba llena de polvo, tierra, hojas secas.
“Aquí hace mucho que no entra un coche”, dijo Pablo.
Alguien nos estaba observando desde la acera de enfrente.
“Eh, chavales, ¿buscáis algo?”, nos gritó.
Fuimos hacia él.
“Sí, estábamos intentado encontrar al que montó esta empresa”, dijo Pablo.
“Bueno realmente, eso le gustaría a mucha gente. Ya no, pero hace dos o tres años esto era un desfile de gente buscándole. Yo creo que algo de dinero, pero ya os digo fuera lo que fuera, no se ha visto al tal Manuel por aquí en años. Aunque hace unos meses, un amigo que tiene una nave en el polígono de arriba, me dijo que le pareció verlo. Antes este amigo, tenía la nave ahí, al lado de la suya, pero como el asunto estaba tan complicado, alquiló una más pequeña en el polígono de arriba, y claro conocía a Manuel. Me dijo que le vio en una nave de fontanería, y que o era él, o era un doble clavado.”
“Gracias hombre por la información, nos daremos una vuelta por ese polígono a ver que vemos”, le dijo Pablo.
Nos montamos en el coche y fuimos al polígono de arriba. Lo separaba una calle, y efectivamente aquí las naves eran más pequeñas. Dimos una vuelta por las calles del polígono buscando una nave que pusiera algo de productos de fontanería.
Tuvimos que recorrernos medio polígono, pero al final dimos con la dichosa fontanería.
“Bueno, ¿y ahora qué? ¿Entramos ahí y nos liamos a ostias con el tío?, y ¿si no es él?”, les dije.
“Realmente no tenemos ni idea de cómo es. La única que puede conocerle es Marisa. Podemos hacerle una foto y enviársela y que ella nos diga”, dijo Pablo.
“No veo factible entrar y hacerle una foto al pavo”, le dije a Pablo.
“Podemos entrar, mirar, decir que nos envía mi madre, y que vamos a ver algunos lavabos, y hacer un pequeño video para que ella lo vea. Así será más fácil cogerle a él en el vídeo”, dijo Oscar.
“No está mal pensado, venga vamos”, dijo Pablo.
Entramos en la tienda, vimos al pavo. Por la edad, podía ser perfectamente él. Tenía cuatro lavabos. Le preguntamos por más. Nos dijo que podía enseñarnos catálogos y que viéramos si alguno nos gustaba y en tal caso, lo traería.
Nos valía, eso permitiría hacer el video a Oscar. Y lo hizo con la disculpa que había ideado y además el tío se ofreció a contar delante del móvil, las excelencias de cada uno.
Salimos de allí diciéndole que lo enviábamos y que le diríamos lo que decía la madre de Oscar.
Cuando salimos, visualizamos el video. Era totalmente válido. Además, se le oía hablar lo cual también sirve para reconocerlo.
Oscar se lo mandó a Marisa, por whatsapp, con un comentario,
“Mamá, ¿te suena?
La respuesta de Marisa, casi fue inmediata,
“Que hijo de puta, ¿dónde está?
Oscar, llamó a su madre por teléfono. Era más práctico que andar escribiendo por whatsapp.
Le contó lo que habíamos hablado con él pero que no le habíamos dicho nada, solo que estábamos interesados en unos lavabos.
Marisa le dijo que le pasará la ubicación GPS, que iba para allí.
Oscar, se la pasó. Le dijo que la esperáramos fuera de la nave, y así lo hicimos.
Mientras llegaba Marisa, decidimos “armarnos”, estaba claro que se iba a liar parda, muy parda.
Yo cogí el antirrobo del coche. Es una barra de hierro, que, si le endiño a alguien en la cabeza con ella, se la reviento. Oscar, había ido preparado y llevaba una navaja y Pablo se unió a mi versión mecánica, y cogió la llave de quitar los tornillos de la rueda del coche.
Marisa, apenas tardó 20 minutos en llegar. Cuando bajó del coche, como siempre deslumbrante, contorneando su cuerpo como una leona a punto de atacar, con una cara de mala ostia que nos puso a todos entre aviso, de que allí iba a haber “Jarana”.
Íbamos a conocer a la versión de Marisa más cabreada que podríamos haber imaginado nunca.
"Esperarme aquí", nos dijo.
"Marisa, no es buena idea", dijimos.
No nos escuchó, ya estaba dentro de la nave.
Nosotros desde fuera mirábamos por el escaparate.
"Tíos, a la mínima, entramos", dijo Oscar.
El tal Manuel, al verla, y superada la sorpresa inicial, se dirigió hacia la puerta, entendimos que con la idea de echar la llave.
Aquello, era "la mínima", y entramos los tres en la nave.
"Lo siento, ahora no puedo atenderlos", nos dijo con la intención de que saliéramos de la nave.
Ahora fuimos nosotros los que cerramos la puerta.
"No, no nos vas a atender a nosotros, la vas a atender a ella", le dije señalando a Marisa.
"Vaya, venís con ella", dijo.
"Eres todo un lince, colega" le dijo Óscar.
Marisa se acercó,
"Parece que no te alegras mucho de verme, Manuel, al fin y al cabo, somos socios"
"Espera Marisa, deja que te cuente", dijo él visiblemente acojonado.
"Claro que me vas a contar", le dijo Marisa, "pero los billetes uno a uno, hasta los 135000 euros que me debes, pedazo hijo puta, el resto que tengas que contarme, me importa una mierda".
"Yo no tengo ese dinero, te lo aseguro, ojalá lo tuviera y pudiéramos zanjar las cosas ahora mismo; las cosas fueron mal, invertí mal el dinero y cuando quise reaccionar ya me comían las deudas. Quise decírtelo, hablar contigo, pero no tuve otro remedio que desaparecer estos años", la dijo Manuel intentando ser convincente.
Marisa, dejó el bolso en el mostrador, se quitó las gafas de sol, y le dijo,
"Así es que no tienes mi dinero…, Pues tienes un problema", le dijo, a la vez que con la mano derecha le agarraba por los huevos apretándoselos a tope. Los tres nos miramos instintivamente echándonos la mano a los nuestros, aquello debía de estar doliéndole un huevo, bueno uno no, los dos.
"Pues has de saber que para poder hacer frente a tu deuda, he tenido que prostituirme, si, hijo de la gran puta, convertirme en una puta, por ser tan estúpida de ayudarte un día", le retorcía los huevos mientras se lo decía, "me han pegado, vejado, humillado, ultrajado; he tenido que beber la orina de tíos, solo por su diversión, y todo porque un día confié en ti, y te digo esto con mi hijo y sus amigos delante, que por cierto ayer cuando se lo conté me dijeron que disfrutarían sacándole las entrañas y haciéndotelas comer si te encontraban, y mira por donde, van a poder cumplir su deseo, te hemos encontrado".
“Pero antes de que ellos te saquen las entrañas, yo quiero demostrarme a mí misma, que no tienes huevos y que si los tienes no deberías de tenerlos. Pablo y Javier, ¿podéis sujetar a mi amigo?
Le cogimos de los brazos.
“Oscar, ¿has traído la navaja?”, preguntó Marisa.
Oscar no contestó, solo la sacó del bolsillo y se lo dio a la madre.
“Bien” dijo Marisa recogiendo la navaja con una mano y abriéndola.
“En esto de ahora tengo mucha practica”, le dijo mientras le desabrochaba el botón del pantalón, y le bajaba la cremallera. “Vamos a ver que tenemos aquí”, le dijo bajándole de una los pantalones y los calzoncillos, “anda mira, si tenemos aquí unos huevillos y una colilla”, le dijo mientras se los tocaba con una mano.
“Sabes, me llevo una sorpresa de ver que tienes aquí dos huevillos, pero estarás conmigo en que no deben de estar aquí, demostraste no tenerlos dejándome sola con este marrón.”, mientras decía esto, cogió la navaja y se la puso en los huevos a Manuel. Nos mirábamos con cara de, ¿Será capaz de cortárselos? Ella evidentemente estaba disfrutando pasándole la navaja por los huevos, a la vez que, con un dedo de la otra mano, le daba en la pollita, como dijo ella.
“No has demostrado tener huevos al volver, y no dar señales de vida con tu vieja amiga”, la navaja cada vez presionaba más los huevos de Manuel, a la vez que, con la otra mano, ya había cambiado el toquecito con el dedo en la polla, por hacerle una pequeña masturbación con la mano. La verdad es que la escenita era de órdago, a mí por lo menos me estaba poniendo muy burrito.
“Uhy, mira, si le está creciendo la pollita. Sabes, a lo mejor, mientras te corto los huevos, te hago una mamadita, a ver si te corres, tengo curiosidad por ver si aún te corres sin huevos.”
Era evidente, que, en ese ambiente, Marisa, no tenía ningún problema le había puesto cachondo a Manuel, y seguro que también a nosotros tres.
“Bueno allá vamos, espero que no te duela mucho Manuel, o si no, sí, que te duela muchísimo”
Manuel intentaba zafarse de nosotros, pero sin conseguirlo. Tenía cara de pánico, sabía que Marisa tan cabreada, como estaba no dudaría en cortarle los huevos. Marisa le cogió uno de los huevos con una mano, estirándoselo a tope y le puso la navaja en la base del huevo.
“Vale, vale, espera. Tengo 60000 euros que puedo darte ahora mismo. El resto te lo iré dando cuando pueda”, dijo Manuel.
“Bueno es un principio, Dámelos”, le dijo Marisa.
“Puedo subirme los pantalones?”, preguntó.
“No vas a salir así a la calle, Manolito”, le dijo Marisa.
“No hay que salir, lo tengo aquí”, le contestó.
“No me jodas que guardas aquí ese dinero”, le dijo Marisa sorprendida.
“Sí, después de aquello no soy bien visto en los bancos, por eso me hice aquí un pequeño escondite”, dijo mientras nos dirigíamos hacia un pequeño almacén en la parte trasera de la nave. Con una pequeña transpaleta, movió un palet. Debajo había un baldosín que se levantaba, y dentro una pequeña caja de caudales. La sacó la abrió, sacó todo el dinero que había dentro, dándoselo a Marisa.
“Ahí lo tienes. Me dejas sin blanca, pero reconozco que te debo más que el dinero”, dijo Manuel.
Mientras Marisa lo contaba, vimos en el otro lado del almacén otro palet, que estaba colocado de igual manera que este.
“Siempre he querido manejar una transpaleta de estas, ¿te importa?, le dijo Pablo a Manuel.
“No, no, juega con ella lo que quieras”, le contestó Manuel.
Pero aparentemente Pablo no quería jugar. Lo cogió y se fue hacia el otro palet. Lo accionó y levantó el palet. Bingo debajo había otra baldosa igual que la que había sacado el dinero Manuel.
“¿Que tienes aquí, Manuel?” le preguntó.
“Nada que os interese”, dijo él intentando correr con los pantalones y los calzoncillos por los tobillos.
“Deja que eso lo decidamos nosotros”, le dijo Marisa
Levantamos la baldosa, flipamos
“¿Qué es esto, Manuel?”, le preguntó Pablo, sacando un paquete envuelto en plástico negro.
“Dejar, eso, es demasiado para vosotros”, contestó.”
“No me jodas que es droga”, dijo Pablo.
“Joder, sí, pero no es mía. Solo hago de almacén. Vienen, la dejan, se la llevan y me pagan por esconderla. Y eso es todo”, dijo Manuel.
“Y cuánto vale un paquetito de esos”, preguntó Marisa.
“No lo sé, pero supongo que en pequeñas dosis mucho, muchísimo”, contestó Manuel.
“Bueno, pues nos vamos a llevar ese paquetito, como garantía de que me vas a pagar el resto”, le dijo Marisa.
“No me puedes hacer eso. Si vienen a buscarlo y no está todo me matan.”, dijo el visiblemente asustado.
“Te dije antes, que me importa una mierda tus problemas. Seguro que puedo sacar lo que me debes con el valor de ese paquetito. Habla con los traficantes, diles que te adelanten el pago de futuros depósitos, seguro que te dan una buena pasta, y en cuanto pagues lo que debes tienes la droga. Vámonos chicos. Tienes mi teléfono. Cuando tengas mi dinero me llamas”, dijo Marisa.
Salimos de la nave. Marisa, se quedó con el paquete metiéndolo en su coche.
“Por un momento pensé que le cortabas los huevos, mamá”, le dijo Oscar.
“Ganas no me han faltado. Ahora hasta que me llame, hay que andarse con mil ojos. Ante cualquier presencia sospechosa, a la policía. No me fio nada de los narcos”.
“Vuelves al trabajo, o te vienes para casa”, le preguntó Oscar.
“No, no, vamos para casa, y tu vente conmigo que no quiero ir con este dinero y el paquetito yo sola”, le dijo Marisa a Oscar, mientras se limpiaba las manos con un desinfectante, después del manoseo a Manuel.
No habíamos arrancado aún los coches, cuando vimos a Manuel salir de la nave haciéndonos señas de que paráramos. Llevaba una bolsa en la mano.
Se acercó al coche de Marisa.
“Toma, ahí está el resto del dinero. Dame mi paquete y que no vuelva a veros por aquí”, le dijo Manuel.
“¿Y eso?, le preguntó Marisa.
“Entiendo que he obrado muy mal contigo. Y aunque no intento reparar el daño que te he hecho, si quiero al menos no marearte más. Tengo el dinero, así es que lo zanjamos ya”, contesto Manuel, dándola la bolsa, y cogiendo el paquete de droga.
Se dio media vuelta y se metió en la nave.
Marisa abrió la bolsa, y allí había otros 75000 euros. ¿Cuánto dinero manejaba este tío?, pensamos todos.
Al final llegamos a la conclusión de que Manuel, realmente no era un mero almacenero, sino que también se dedicaba al tráfico, y quien sabe si a la venta. Pero bueno, Capítulo cerrado.
Realmente el asunto con Manuel, había resultado más fácil de lo que nadie hubiera esperado. Bien es cierto que le pillamos por sorpresa y que la actuación de Marisa amenazándole con cortarle los huevos, había sido de Oscar de Hollywood, y él, al final, había quedado de la mejor manera posible, aunque como el mismo dijo, eso no mitigara todo el daño que le había hecho a Marisa.
Ahora faltaba la segunda parte. No estábamos dispuestos a que Dompimpon, se fuera de rositas. Lo fácil hubiera sido haberle llevado el dinero, y haberle dicho, “hasta luego Lucas” pero eso hubiera sido muy cómodo para él, y queríamos que reconociera su extorsión y que recompensara económicamente a Marisa por el uso que había hecho y los amigotes, de ella.
Aunque eso sabíamos que tendríamos que trabajárnoslo mas
Pablo llamó a su colega, el hacker, a ver si había descubierto algo del Dompimpon.
Le dijo que poca cosa, que, a través, de una antigua cuenta de Facebook, había conseguido el nombre de la mujer y de una hija. También su dirección a través de algunas facturas de compras del Merca…
No nos hacía falta nada más. Con eso, pagaríamos a Dompimpon, con su misma moneda.
Por la tarde, quedamos los cuatro en casa de Marisa, para ultimar los detalles, y diseñar el plan de ataque. Al día siguiente, que por cierto Marisa tenía cita por la tarde con ellos, iríamos a chafarles el plan por la mañana. La verdad es que si la mañana de hoy había sido intensa la de mañana prometía ser la bomba
Por la tarde, y a las cinco, hora ya habitual, subimos a casa de Oscar, Pablo y yo.
Nos esperaba con Marisa tomando un café.
Marisa se levantó al vernos vino hacia nosotros y nos soltó un nuevo abrazo y besos a los dos.
"Chicosss, que tengo el dinero, lo tengooo"
Estaba exultante de alegría, se ve que ya había digerido la tensión de la mañana, y se daba cuenta de que la final era libre, podía terminar con aquella pesadilla.
Yo, particularmente en el abrazo, la noté las tetas más duras que la tarde anterior. Supongo que serían imaginaciones mías, pero el hecho es que ver a Marisa y empalmarme, era todo uno.
Nos sentamos los cuatro.
"Bueno a ver”, inicio Pablo la conversación, “tenemos el nombre de la mujer y la hija de Dompimpon, así como su dirección. Pienso en voz alta, ¿eh?, luego lo discutimos.
Mañana por la mañana, uno de nosotros va a casa de Dompimpon. Le dice a la mujer, que su marido ha tenido un percance con el coche, y que ha pedido que fuera a buscarla y que si estaba la hija, que fuera también.
A la vez, Marisa con dos de nosotros va a la oficina de Dompimpon. Haces lo que habitualmente haces. Supongo que tendrás acceso libre a verle", la dijo.
"Si, algo así. Me recibe siempre", contestó ella.
“Bien entraremos y le dirás qué tienes el dinero y que quieres saldar el préstamo. Sin duda se sorprenderá, pero no le quedará otra que aceptarlo. En ese momento, intervendremos nosotros. Le diremos que hemos echado cuentas y que calculamos que a Marisa la han usado alrededor de 200 veces en estos dos años, y que lógicamente hay que poner precio a ese uso. Calculando a 100 euros el uso íbamos a deducir 20000 de la deuda. Él se pondrá machito nos dirá que fuera del despacho que va llamar a seguridad, etc. Vamos lo típico.
En ese momento, le diremos que haga lo que quiera, pero que su mujer y su hija van de camino, y que seguro que les encanta la historia que tenemos para contarlas.
Se acojonará, nos hará y firmará el recibo y un documento especificando que el préstamo está pagado, y listo. ¿Qué os parece?
"Guau", dijo Marisa. "No suena nada mal, ¿cómo lo veis vosotros?", Nos preguntó a Oscar y a mí.
"Puede funcionar", dije yo.
"Sí", remató Óscar, "no tiene mala pinta"
"Bien, ¿quién va a por las dos hembritas?", pregunté yo.
"He pensado que puede ir Óscar, en tu coche o en el de Marisa, y nosotros que tenemos más datos sobre toda la historia acompañar a Marisa", dijo Pablo.
"Yo quiero ir con mi madre, a ver si se me escapa una ostia al Dompimpon", dijo Óscar.
"Eso es precisamente por lo que no quiero que vengas tú. Nuestra comparecencia en sus oficinas debe de ser lo más light posible. No podemos olvidar que estamos en su terreno, y que, si le damos la mínima oportunidad de agarrarse a algo, lo va a hacer", dijo Pablo.
"Así es" dijo Marisa, "es mejor no provocarle".
“Provocarle, le vamos a provocar”, dije yo, “pero si el plan funciona le provocaremos cuando ya le tengamos cogido de los huevos, como tú esta mañana al Manuel, y así solucionaremos el tema con dos cogidas de huevos, una física y otra psíquica”.
Todos rieron la tontería. Coño pues era verdad.
"Está bien", dijo Óscar, "yo iré a por las dos fulanas".
"Bien, tenemos que coordinarlo por si a la mujer le da por llamarlo. Una vez que estemos dentro del despacho te mandaré un wasap con un OK y en ese momento llamas a su casa, así, si ella le llama, ya estará con nosotros y no podrá hablar. Tú, en cuanto las tengas en el coche me mandas otro whatsapp con otro OK, para que sepamos que están en camino, y cuando lleguéis a la torre otro con Estamos”, ¿qué os parece?
"El llevar a la mujer y la hija, será sin duda la parte más delicada, pero, aunque no funcionara, solo con el hecho de que él sepa que hemos hablado con ellas, tendrá el mismo efecto. Sabrá que podemos contarlas todo", dijo Marisa.
"Vale y cuando tengamos el préstamo cancelado, se lo contamos también a ellas", dije yo.
"No, Javier", dijo Marisa, "aunque él se merece eso y más, si podemos evitar hacerlas sufrir a ellas, tanto mejor."
Esta Marisa, después de lo que le han hecho, tiene miramientos, si es que muy grande, pensé yo.
Pasamos el resto de la tarde repasando el plan y recordando la escena de Marisa. Ahora nos reíamos, pero nos acojono a todos, sobre todo a Manuel.
A Marisa se la veía radiante. Sin duda era mucho el peso que se había quitado de encima.
"Chicos", nos dijo cogiéndonos las manos a los tres," cuando solucionemos lo de Dompimpon, tenemos que celebrarlo por todo lo alto. Sin vosotros hubiera estado toda vida condenada a servir a Dompimpon. Muchas gracias, chicos"
Aquello de celebrarlo por todo lo alto había sonado bien, aunque yo particularmente, hubiera deseado que dijera que su último servicio como prostituta, lo hacía con nosotros y gratis. Pero habría que seguir cascándosela como un mono con sus fotos y videos.
Nos despedimos. Al día siguiente a las nueve quedamos para empezar el “ataque final”. Sin duda, sería un día glorioso para Marisa, pero para nosotros también. Ya teníamos ganas de enfrentarnos cara a cara con el Dompimpon.
Antes de irnos, Pablo me dijo que sacara una copia al ordenador de toda la carpeta de Marisa, por si las moscas, y que también hiciera una copia a algún pincho para tenerlas el también. Menos mal que la informática, trabajaba para nosotros, y podía dejarlo pasando por la noche, pero antes, me metí en la cama con la Tablet, y mi Marisa al lado. Bueno al menos sus fotos y videos. Ni que decir tiene que descargue todas las tensiones del día.
A la mañana siguiente me levante a las 8. Me duche, desayune ligero, y me vestí. A las 8:45, estaba en el portal de Marisa con mi Tablet bajo el brazo. No sé por qué siempre me gustaba esperar.
Pablo llegó al momento.
“¿Qué tal tío?”, me dijo.
“Sinceramente?”, le pregunté.
“Claro”, me dijo él.
“Acojonado. Esto es meterse en la boca del lobo”, le dije.
“Jeje, yo también, pero no transmitamos esa imagen”, dijo Pablo. “Mira ya bajan”
Efectivamente por el portal salían Oscar y Marisa.
Marisa como siempre con su pelo perfecto de peluquería, y ¡Una gabardina!, finita, pero gabardina, bueno más bien tres-cuartos. Dejaba de medio muslo para abajo, y los zapatos de tacones blancos.
“Buenos días”, dijimos todos,
“Muy abrigada, ¿no Marisa?, la pregunté
“Al despacho de Dompimpon, hay que ir vestida acorde para ocasión”, contestó ella.
“Madre mía que miedo me das”, la dije entre risas.
“No, no te creas que voy en cueros debajo y cuando entre en el despacho me abriré la gabardina, en plan exhibicionista. Ya lo veréis”.
Nos dirigimos a los dos coches. Oscar, hacia la casa de Dompimpon, y nosotros tres hacia las cuatro torres. Marisa, llevaba consigo la bolsa con el dinero.
“Chicos, defender esta bolsa con la vida”, nos dijo.
Sonaba fuerte.
Cogimos la M-30, en menos de 20 minutos estábamos en el aparcamiento de las torres. Allí ya seguimos las indicaciones de Marisa.
Bien ahora hay que pasar por la recepción, decir dónde vamos y subir. Vosotros seguidme.
Llegamos hasta el ascensor. Allí Marisa, se quitó la gabardina.
“¿Que os gusto?”, nos preguntó.
Los dos nos habíamos quedado boquiabiertos.
Llevaba un short que yo creo que era el short más pequeño que había visto nunca. Era un tanga, un poco más grande, de color vaquero y arriba una camiseta cortada sin miramientos por debajo de las tetas. Se notaban los cortes irregulares, para que se viera que están hecho adrede. Además, marcaba muchísimo los pezones.
“Ese atuendo, me lo mando llevar a una de las sesiones, y además saliendo así de casa. Ni os cuento la vergüenza que pase, menos mal que no me cruce con ningún vecino. Lo he adornado con un resaltador de pezones, para ir empitonada. Se trata de llamar bien la atención. ¿Alguno me lleva la gabardina?”, dijo Marisa.
Lo que hace el dinero. Ella estaba ahora segurísima de sí misma, y se atrevida literalmente a desafiar a Dompimpon, con ese atuendo.
Llegamos a la planta. Ni que decir tiene que todas las miradas se fijaron en Marisa, sobre todo en sus tetas y su culo.
Marisa sabía perfectamente el camino al despacho, pero, no obstante, se recreó recorriendo la oficina, hasta llegar a la mesa de la secretaria.
“Hola cariño, dile a tu jefe que quiero verlo”, le dijo Marisa a la chica que la miraba incrédula de arriba abajo.
“Don Jorge, está aquí la señora Marisa. Quiere verle. Viene con dos jóvenes, y sería interesante que la recibiera lo antes posible… Ya lo verá”
“Pueden pasar” nos dijo la chica.
Entramos en el despacho. Pablo mando el OK a Oscar.
Al verla, a Dompimpon, le cambio la cara.
“¿Pero ¿cómo vienes así vestida aquí?”, la pregunto levantándose como con un resorte, y yendo a cerrar la puerta del despacho.
“¿Que pasa hombre?, ya me has visto otras veces vestida así”, le contestó Marisa
“Si, joder, pero no en mi despacho. Pareces una puta, y yo no recibo putas en mi despacho”, dijo el cada vez más nervioso.
“Bueno como tal me has tratado, no tienes de que extrañarte”, le contestó Marisa.
“Y estos dos quienes son, ¿tus guardaespaldas?, preguntó refiriéndose a nosotros.
En ese momento le sonó el móvil.
“Coño, mi mujer”, dijo
Se nos heló la sangre, si contestaba, parte de nuestro plan al garete. Y lo hizo.
“Ahora no puedo hablar, cariño luego te llamo”, y colgó.
Genial. Estaba saliendo a la perfección.
Al momento Pablo recibió el whatsapp de Oscar. OK, estaban en camino.
“No, no son mis guardaespaldas. Son amigos”, dijo Marisa.
“Ah, es que ya sería el colmo que las putas tuvieran guardaespaldas”, dijo él.
“Dompimpon, no grites tanto, que seguro que tu secretaria y una parte de la empresa, están con la oreja pegada en la puerta”, le dije.
“Cómo?, a mí no me llames así, dijo el malhumorado”.
“Cuento en voz alta de donde he sacado tu apodo?”. Le dije.
“Bueno dejémoslo estar. ¿Qué quieres?, le dijo a Marisa.
“Venga a saldarte mi préstamo”, le dijo Marisa.
“¿Y eso?”, dijo el aún más sorprendido, “¿De dónde has sacado la pasta?, la preguntó.
“Eso es algo que a ti no te incumbe”, le contestó seca Marisa, “Necesito que me extiendas un recibo por el resto de la deuda, y un documento como el que me hiciste cuando me diste el préstamo, diciendo que con esta fecha se cancela”.
“Sí, pero antes, tengo que ver y contar el dinero.”, dijo él.
“El dinero está aquí”, le dijo ella abriendo la bolsa, “pero antes los documentos”
“Oye vamos a entrar en una dinámica…” Empezó a decir el.
“Dompimpon, esta vez las condiciones las pone Marisa. Además, tenemos que hacer unos ajustes en la deuda, así es que si te parece vamos a hablar del tema”, le dije cortándole.
“¿Ajustes?, ¿qué ajustes”, dijo él con desprecio.
“Tú y tus amigotes, habéis estado usando a Marisa durante un par de años. ¿Esos usos se deducen del préstamo?, le seguí preguntando.
“Por supuesto que no. Ella siempre ha estado conforme”, dijo él.
“Eso es falso”, dijo Marisa.
“Claro que lo es”, seguí yo, “Ella ha estado ejerciendo la prostitución para poder pagarte tu puto préstamo, y tú y tus amiguetes la folláis por la cara, porque vosotros lo valéis. Mira”, le dije encendiendo la Tablet y mostrándole la famosa pizarra policial, “hemos calculado que la habéis follado aproximadamente 200 veces. No doscientos tíos. Hay varios que repiten en varias sesiones, hemos contado las veces que la habéis follado. Y seguro que nos hemos quedado cortos, porque no sabemos si hay fotos y videos de todas las sesiones.”, Dompimpon, tenía los ojos como platos, viéndose él y todos los folladores, reflejados en la pizarra. Seguí,
“Por eso hemos calculado 200 folladas, a 100 pavos cada uno, son 20000 euros que es lo que debes de deducir de su préstamo.
“20000 Euros, 100 pavos cada uno, tú estás loco”, me dijo.
Pablo recibió el whatsapp de Oscar ‘Estamos’. Ya estaba aquí con la mujer y la hija, posiblemente.
“No te digo que no, es más, me lo dice mucha gente, pero mira acaba de llegar tu mujer con tu hija, las hemos traído porque sabíamos que te ibas a encontrar mal”, seguí diciéndole.
“Qué coño dices de mi mujer y mi hija”, dijo él fuera de sí.
En ese momento sonó el teléfono, era la secretaria que le debió de decir que su mujer y su hija estaban allí.
“Vale, vale dilas que en un momento las atiendo”, le contesto.
“A ver qué queréis entonces”, pegunto
“Los documentos que te he pedido antes, y que te olvides de mí de por vida”, le dijo Marisa.
Saco el talonario de recibos y le extendió un recibo por 110000 euros que era el importe que quedaba. Y redacto un documento que firmó diciendo que el préstamo concedido en tal fecha, había sido amortizado en tal otra por la interesada.
Marisa mientras, a instancias de Pablo, sacó de la bolsa 80000 euros y se los dio. Él los contó de mala gana.
“Vale pues ya está” dijo el, “Pero por favor, ponte la gabardina al salir”
Marisa empezó a ponerse la gabardina, y mientras lo hacía le dijo,
“Olvídate de mí, Jorge, o ellas se enterarán de lo buen padre y marido que eres, y seguro que también salpicara a tus amiguetes”
“No dudes, que no quiero volver a saber nada de ti”, la dijo mientras nos acompañaba hasta la puerta.
"Y no se te ocurra intentar nada. Tenemos la dirección de tu mujer, su nombre y el de tu hija. Les haríamos llegar todos los videos y conversaciones de Skype, Dompimpon"
Salimos, Marisa, ya toda decente, y allí sentados estaban la mujer, la hija y Oscar. Aun así, se quedó la mujer mirando con mala cara a Marisa.
A nuestro paso, Oscar se levantó, dijo “Adiós señoras”, y se unió a nosotros.
No pudo reprimirse y preguntó,
“¿Qué tal? ¿Ha funcionado?”
Marisa no dijo nada solo respondió afirmativamente con la cabeza y enseñándole los documentos metidos en la bolsa con los 30000 euros.
Llegamos al parking. Allí se desmadró, empezó a pegar salto con los brazos en altos gritando que era libre, que ya no debía nada aquel hijo de puta. Que podía volar como volar como los pájaros. Y ya de paso, nos comía a besos y abrazos a los tres.
“Y ahora nos vamos a ir los cuatro a celebrarlo a una buena heladería, a comernos los helados más grandes que tengan”, nos dijo.
Buff, la fiesta de celebración, prometida por Marisa, iba a ser la ostia. Comernos los helados más grandes que hubiera. Menos mal que no nos llevaba al cine y nos compraba palomitas.
“Pero Marisa, conforme vas vestida, casi que no te dejan entrar en una heladería, habrá niños y eso”, la dije como diciéndola por nosotros no lo hagas.
“Chicos, vosotros sabéis que en el coche llevo ropa”, contestó.
Se fue al maletero lo abrió, y sacó la bolsa de deportes, la abrió y sacó un vestido verde, con alguna que otra arruga sobre todo por los dobleces.
Miró alrededor para comprobar que no había nadie cerca, y ni corta ni perezosa se quitó el short, y la camiseta. Se quitó también los suplementos que se había puesto en los pezones, para aparentar que iba empitonada, y durante unos instantes, se quedó solo con el tanga delante nuestro.
Oscar la dijo,
“Mama!!”, como diciendo que te están viendo estos.
“Hijo me han visto tus amigos mucho más de lo que ven ahora. No creo que se asusten”, dijo Marisa.
“No no, que va”, dije yo “Además esta como si estuviera haciendo toples en la playa”, y ninguno apartábamos los ojos de ella de sus tetas y de su culo prácticamente desnudo.
Se puso el vestido, y nos fuimos a la heladería.
CONTINUARÁ.