Era una tarde de viernes y decidí ir a unas cabinas gay que había visto en redes sociales.
Estaba solo, tenía 24 años, bisexual. Hace rato no tenía sexo así que fui, pagué e ingresé. Había pocas personas en esas cabinas. Entre a la que me habían asignado y empecé a buscar porno en el PC a la expectativa de lo que pasaba al rededor.
Pasaron los minutos y decidí dar un paseo por los pasillos. En cuanto salí, vi otro hombre 20 años diría yo quien con una seña me llamo, no presentamos, él estaba sentado en su cabina, me acerqué me tomó de la mano y me acerco a él.
Acarició suavemente mi pecho y sus manos bajaron al cinturón de mi pantalón, bajo el cierre suavemente, mi pantalón, olió mi cuerpo y respiró profundamente como si se embriagara de mi olor.
Luego me bajo el bóxer y mi pene salió de su capullo, erecto y mojado empezó a chupar los huevos, la punta con tal suavidad y ternura que me llevó a la luna.
Lo hacía cuidadosamente, sabía en qué puntos lamer, que no tarde cinco minutos en venirme en su boca, tragó toda mi carga, llevaba más de dos semanas si venirme.
Se tomó hasta la última gota y con una mirada sexi me dio su número de teléfono, me subió el bóxer y el jean, se limpió un poco la boca y me dijo. Hasta la próxima.