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Tu madre, nuestra puta (2)
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Capitulo III. El descubrimiento. 

Jugando me vino a la mente Marisa. Su culo, sus tetas, su coño. Coño sus pendrives. Los saqué del pantalón, menos mal que no los había echado a lavar. Los dejé en la mesa del ordenador. No tenía ganas de encenderlo ahora.

Jugué un par de partidas, y encendí el ordenador. Me metería un rato a chatear con estos, mientras seguí jugando a la consola. Hacíamos un grupo en el Skype, y allí hablábamos los cinco. Como no, cuando entré el tema de conversación era… Marisa

Oscar me recordó,

“Javier, cuidadito con los pinchos de mi madre, que te corta las pelotillas como se los pierdas”

“Tranquilo hombre, yo le doy las pelotillas y que haga con ellas lo que quiera”

Jaja rieron todos, pero a mí me recordó los pinchos. Iba a echarlos in vistazo, aunque fuera por morbo.

Como había dicho Marisa, tenían toda la saga de Harry Potter, aunque me llamó la atención que las tuviera en dos pinchos ya que en uno le cabían todas, a no ser que los pinchos antes contuvieran otras cosas, pero evidentemente estaban borradas.

Hacía un par de meses, tuve problemas con un disco duro. Perdí parte de la información, y leí en un foro de un programa que recuperaba archivos de discos duros incluso formateados. Lo usé y me recuperó parte de los archivos perdidos. No perdía nada por probarlo con los pinchos. Es un programa que da tres pasadas al disco o en este caso al pincho, para recuperar a baja densidad. En un pincho de 32 Gb, se iba a llevar un buen tiempo, así es que abrí dos programas, y puse a buscar cada uno en un pincho.

Yo mientras me dediqué a seguir jugando y chalando con los colegas, que no les dije nada de mis pesquisas, ya que me iban a tomar por tarado.

A las doce, ya era hora de irse a la cama, miré como iban los programas, uno llevaba el 56 % y el otro el 32 % así es que aún les quedaba un buen rato. Dejé el ordenador encendido, y me metí en la cama.

El programa se crea un directorio nuevo en Documentos, donde mete todo lo que encuentre, ya sean archivos de imagen, de video, de texto, lo que sea. Tenía una opción de apagar el ordenador al terminar, y la active en el programa que le quedaba más tiempo.

A la mañana siguiente me levanté con el tiempo justo de ducharme desayunar y salir corriendo para la facultad. No me acordé para nada del ordenador y de los famosos pinchos. Estando en la faculta, me acordé. Ya miraría el resultado cuando llegara a casa.

No volví a pensar en los pinchos, hasta después de comer. Y eso porque tenía en la cabeza, que tenía algo pendiente

Me tumbé un rato para hacer la siesta. Cuando me desperté, encendí el ordenador, retiré los dos pinchos de sus ranuras, y los metí en el bolsillo para dárselos a Oscar cuando le viera ahora. Y ya por inercia, miré el resultado de la recuperación de ficheros.

Antes de nada, miré las propiedades de cada carpeta, para ver el número de ficheros, y los megas que ocupaban dentro de la carpeta.

Abrí una de las carpetas. Los clasifica por tipo, crea una carpeta con los jpg, otras con los videos, otra con otros documentos…

Abrí la carpeta de las fotos, los jpg.

Ostias, dije para mí. Tuve que agarrarme a la silla. La carpeta estaba llenad de fotos de Marisa, en lencería, desnuda, mamando, follando… en todas las poses y formas posible, pero lo más curioso es que había muchas con varios tíos que se la metían por todos los agujeros. No logré reconocer en los tíos al marido, al padre de Oscar. Puff, aquello estaba empezando a tomar una dimensión inesperada.

Abrí la carpeta de los videos. Algunos ella masturbándose otros mamando y follando. Y ahí sí que se veía bien a los tíos, y no, no era ninguno el padre de Oscar.

Volví a las fotos, en ellas se podía apreciar mejor a Marisa. La verdad es que la muy puta pese a los 50 tacos que tenía que tener, estaba cañón. Tetas considerables y firmes, casi sin barriguita, muslos y cintura muy proporcionados, coño totalmente depilado, y lo que más me admiraba es como tragaba polla por los tres agujeros. En la boca la entraban las pollas enteras, y en el coño y culo no te cuento.

Yo tenía la polla a reventar, en mi vida había tenido una erección así. Ahora venía la cuestión, ¿qué debía hacer?

¿Ir a casa de Oscar y hablar con ella decirla que he visto los videos y las fotos y que yo también quiero follarla? Quedaría ridículo, al margen de que si me mandaba a la mierda me lo tendría merecido.

¿Hablar con Oscar y decírselo? ¿Y qué iba a ganar con esto? Que se muriera de vergüenza, que odiara a su madre y poco más.

Tenía que hablar con Pablo, él era el más creativo en temas sexuales, entre los dos buscaríamos el que hacer. Le mande un whatsapp,

“Tío, tienes que venir a mi casa ya. Tienes que ver esto.”

“El que?”, me contestó

“Ven, ostias, y no preguntes, es demasiado fuerte para contarlo por aquí”, le contesté.

“Vale, vale, ahora subo”, me dijo

Busque una foto de Marisa, que salía totalmente en cueros y abierta de piernas. Maximicé la foto, y apagué la pantalla.

Al momento sonó el telefonillo,

“Yo abro, es pablo”, grité yendo hacia la puerta. Abrí y esperé a que subiera

“Hola tío, vamos a mi cuarto”, le dije abriéndole la puerta y casi empujándole hacia mi cuarto.

Entramos.

“Cierra la puerta”, le dije

“A ver, no pensaras violarme, a mí no me gustan los tíos” me dijo en plan cómico.

“Déjate de ostias y siéntate en esa silla”, le dije ofreciéndole la silla del ordenador.

“Ja, ja, vale, vale, ¿a qué viene tanto misterio y secretismo?”, me preguntó.

“Bien tío, recuerdas que ayer, en casa de Oscar, Marisa me dio dos pendrives, con la saga de Harry Potter”

“Si, claro, pero no me gusta esas pelis, a no ser que fueran Harry Potter porno, jajaja”

“No, tío, mucho mejor. Me dio por meter los pinchos para verlos y ver lo que tenían. No me encajaba que las ocho películas necesitaran dos pinchos de 32 Gb, así es que debía de tener algo más.”

“Si, tienes razón, ¿y que tenía?”, me pregunto interesado Pablo.

“Nada, solo estaban las películas siete en uno y una en el otro, pero me confirmó que efectivamente el pincho tenía capacidad de sobra para tener toda la saga en él. Eso quería decir que el pincho antes había tenido otra información, y además un gran volumen de información”

“Muy bien, Sherlock, ¿y ahora que has descubierto que el pincho tenía información que se ha borrado, podemos bajar que hemos quedado con los otros?

“Como no me cuadraba eso, le pasé un programita para recuperar ficheros borrados. ¿Quieres ver el resultado?”, le dije

“Ardo en deseos”, dijo el en tono incrédulo.

“Enciende la pantalla”, le dije.

Tardó un par de segundo en encender y en mostrar la foto de Marisa.

“¡Ostia puta!!!”, exclamo Pablo.” ¿Esta es Marisa?

“Hombre mi prima no es”, le contesté

“No me jodas, esto es un fotomontaje, no puede ser ella”, insistió el.

“Dale a avanzar página”, le dije

Lo hizo. Cada foto nueva que le aparecía en la pantalla su cara de gilipollas iba en aumento, igual que yo cuando lo había visto.

“¡Me cago en la madre que pario a perete!, aquí hay material para alimentar una web porno durante años”, dijo Pablo.

“Pues aún no has visto los vídeos”, le dije

“¿También hay videos?”, dijo abriendo los ojos como platos

“Toda una colección”, le conteste.

Estuvimos más de 2 horas repasando todo el material que había en las fotos y los videos. No pudimos evitar cascárnoslas con un video en que salía Marisa corriéndose como una cerda.

Capitulo IV. Investigando.

Llegamos a la conclusión de que las fotos eran de diferentes ocasiones. Tampoco había que ser muy listo, eran diferentes tíos, diferentes habitaciones, algunas con aspecto de hoteles y otras de casas normales.

En ninguna de las fotos ni videos, aparecía el padre de Oscar, lo cual descartaba algún tipo de juego de intercambios o de club swinger o rollos así.

En alguna foto aparecía atada y con los ojos vendados y unos cuantos tíos dándole polla. En otra incluso, ella está tirada en la cama, como desvanecida, con varios condones usados encima de su cuerpo lefada en cara, tetas y coño y algo que nos llamó poderosamente la atención sobre la cama a su lado había dinero, billetes de diferentes cantidades de euros, llegamos a contar 300 euros. Y la más fuerte, una en que estaba metida en el baño y varios tíos meándola en la cara, y ella con la boca llena de meado de los tíos.

¿Se estaría prostituyendo?, ni idea.

“Tío esto nos va a llevar tiempo, pero quiero ver si en alguna se ve algún detalle que nos dé una idea de donde está”, dijo Pablo.

“Lo primero vamos a separar las fotos por días, Así quizás podamos ver cuantas sesiones son, y si se ven la cara a los tíos, ver cuantos hay en cada una. Tememos que buscar en las sabanas, mesillas, baños, ampliar la foto e intentar buscar alguna pista”, siguió “Cuando tengamos bien clara la cara de un tío, la copiamos, la ampliamos y la ponemos en una carpeta aparte. No tengo ni idea de para qué, pero quizás nos sea útil”

“Vale, espera”, le dije. “Vamos a enganchar el otro monitor, así uno puede buscar y el otro ir haciendo las separaciones o las copias de los tíos, lo que sea ir adelantando”

Yo tenía un pequeño monstruo como ordenador. Y con un programita el Betwin, me permitía trabajar en dos sesiones diferentes con el mismo equipo.

Y eso hicimos. Había más de 1000 fotos. Sin duda sería un arduo trabajo. Y si no nos deshidratábamos antes de hacernos pajas viendo a la guarra de la Marisa, follando como loca, nos llevaría horas, revisar todo aquel material. Pero sabíamos que algo, entre tantas fotos y videos tenía que haber.

Algunas fotos eran primeros planos de ella y no había mucho que buscar. Otras fotos estaban desenfocadas.

Después de la primera criba, y dedicarle hora y media, habíamos montado 25 carpetas, en principio numeradas del 1 al 25 a la espera que, en las próximas revisiones, encontráramos datos para poder ubicarlas. Los primeros planos los habíamos puesto con las fotos anteriores, por la cronología de las fotos.

“Ahora, Javier, vamos a escudriñar las fotos, vamos a sacar a los tíos, y a buscar detalles que nos iluminen. Cógete tú la carpeta 1 y yo cojo la dos.”

Había más de 40 fotos en cada carpeta y había que buscar detalles, aunque así entre nosotros, cuando ampliabas la imagen era difícil desviar la mirada de las tetas, el coño o el culo de Marisa. Sus pezones me encantaban, no eran excesivamente voluminosos, ni la areola tampoco, lo justo. Los típicos pezones agradecidos que en cuanto se les excita, se erectan como escarpias.

Pero bueno, vamos a lo que vamos, mirábamos el entorno, e intentábamos identificar si era Hotel, apartamento o casa particular, aunque también había tres o cuatro carpetas, en que estaban al aire libre.

A los tíos era muy fácil identificarlos, había fotos incluso de todos juntos al lado de Marisa, por lo general exhausta en la cama. Parecían los cazadores con su presa, pero bueno nos facilitaban el trabajo. Los etiquetábamos por el número o nombre de la carpeta

Resultó más fácil de lo esperado. La mayoría eran de hoteles. Y siempre había una toalla tirada por algún sitio con el logo del hotel, o incluso puesta en alguno de los participantes. Otras veces era la llave en la mesilla, o la cama, algún folleto del hotel, etc.

Así, identificamos el hotel Loob, el Zouk, Los Peñascales, Venus, estos eran todos hoteles de parejas, esos en los que se puede entrar con el coche hasta la habitación y que te alquilan una habitación por cuatro horas a un precio muy módico, y si no eres muy rata puedes coger una con piscina o con Jacuzzi. Vimos incuso una Suite Grey, con una serie de aparatejos, como cruz de San Andrés, potro, bueno una serie de mobiliario BDSM, en los que no vimos en ninguna a Marisa. (Esto hubiera sido lo que nos hubiera matado, jaja)

El reloj, corría a una velocidad de vértigo, pero nosotros estábamos inmersos en nuestra investigación y nos daba igual la hora que fuera.

“Javier, deja de tocarte la polla y mira la carpeta 22 la foto 830”, me dijo Pablo.

“Jaja, que cabrón, voy”, dije

Abrí la carpeta y la foto que me había dicho.

“Vale, la tengo, ¿que?

“Amplía todo lo que puedas la mesilla, delante de la lámpara”, me dijo

“Ya, veo un billete de cinco euros enrollado, y restos de polvo blanco en la mesilla. ¿Coca?, le dije

“Sí, sin duda. A estos angelitos no les falta de nada. Etiquétala”, me dijo Pablo.

“A sus órdenes, le contesté.

Y la etiquete.

Terminamos de revisar las 25 carpetas.

Sacamos conclusiones.

Había carpetas, en que se le veía a Marisa, al menos con cinco hombres. Eso pasaba en al menos 8 carpetas. Otras con cuatro, y lo mínimo eran tres. Aunque también es posibles que en alguna hubiera más y no los diferenciáramos.

Varios hoteles, al menos tres habitaciones de casas particulares, ninguna parecía de casa de Marisa, aunque no sabía cómo, pero tendríamos que comprobarlo.

La foto del dinero en la cama y la de la coca en la mesilla, la del meado, al margen de los hombres, que alguno se repetía en varias escenas, y que como ya me había dado cuenta yo, ninguno era el marido.

Miramos también los vídeos por si alguno aportaba algo nuevo. Folladas, folladas y folladas, uno en que acaban de sacársela del culo con ella a cuatro patas, y se ve todo su ano abierto y lleno de semen por dentro. Y joder, estaba también la de la meada. La metían en el baño entre cuatro tíos la decían que se arrodillara y abriera la boca, ella lo hacía y empezaban a mearla en la boca, y diciéndola que lo tragara, y ¡¡ella lo hacía!!

“Joder, que guarrada tío. ¿Porque hace todo esto esta mujer?, me preguntó Pablo.

“Ni puta idea colega, pero yo cada vez tengo más ganas de metérsela”, le dije todo convencido.

“Sí, claro, yo también, aunque eso tiene que parecer un bebedero de patos, pero realmente lo que me preocupa es por qué. ¿Se prostituye?, ¿está chantajeada o coaccionada por alguien?, ¿lo hace solo por vicio?, dijo Pablo.

“No sé tío, pero yo creo que cuando una casada quiere algo o se echa un amante, o va de uno en uno, no como esta de cinco en cinco. Desde luego algo raro hay”, le contesté.

“Pues yo no me voy a quedar con las ganas de averiguarlo”, dijo Pablo.

“Ya, ¿y qué hacemos la llamamos o la vamos a ver y se lo preguntamos?”, le pregunté.

“Si, y a ser posible sin ir ya con la polla fuera, que te conozco”, me contestó.

“Jaja, vale la llevaré preparada, pero sin sacarla”, contesté.

“No sé yo, pero lo que sí sé es que con este mogollón mañana nos dedicamos a averiguar más cosas”, me dijo.

“Tío y para fallárnosla, ¿tenemos que hacerle un currículo?”, le dije.

“Joder, Javier, sea una viciosa o una prostituta, es la madre de un colega, y creo que debemos intentar saber si pasa por algún problema”, me contestó.

“Ya, pero y si nos metemos donde nadie nos llama, lo mismo no podemos ni fallárnosla”, le dije.

“Pues mala suerte. Mira vamos a dejarlo por hoy, es muy tarde, cerca de la una. Mañana ella trabaja o por lo menos eso dice en casa. Aunque lo mismo realmente trabaja, pero no donde piensan todos. Eso ahora da igual. Tenemos que colarnos en su casa, primero comprobar que el baño no es el suyo, que el dormitorio tampoco, y luego husmear por todos lados, a ver si encontramos algo”, este Pablo había visto muchas películas, pensé.

“Sí y como lo hacemos, ¿forzamos la cerradura? O vamos prontito y le pedimos gentilmente a Oscar que nos deje poner la casa patas arriba”, le dije con guasa.

“Me inclino por lo último. Pero sin poner la casa patas arriba o al menos que no se note. Sabes que no es muy avispado Oscar. Le diremos que hemos iniciado otro juego de Rol, que consiste precisamente en eso, en dejar que algún colega, husmee por las cosas de las hembras de su casa. Luego, para que no se mosquee, le dejamos que venga a mi casa y aquí, para que husmee el también”, me dijo.

“Vale, puede funcionar”, le contesté.

“Bien, metete las fotos en la Tablet, al margen de tener una copia de seguridad, nos ayudara a comprobar los escenarios”, dijo Pablo. Y ahora me piro tío tengo que dormir. Mañana a las 9 en el portal de Oscar, y se puntual.

“Vale tío”, le dije acompañándole hasta la puerta.

Yo ya sabía la profesión de Pablo, criminalística. Lo vivía el tío. Jajaja

Comí algo de prisa, y me puse a pasar las fotos del ordenador a la Tablet. Aproveché también para ventilar un poco la habitación. Habían sido muchas horas de tensión, sudores, y erecciones al menos por mi parte, jaja. Joder que buena estaba la tía, y que guarra era. Cuando terminó de pasar las fotos apagué todo. Bueno la Tablet no, me la metí en la cama, y le dediqué a la Marisa la última paja del día. Bueno realmente era la primera paja del día siguiente, bueno de ese día. Mejor me duermo.

Me levanté a las ocho, como todos los días me duché, me tomé un colacao con dos magdalenas, me vestí, cogí mi Tablet y me dispuse a plantarme delante del portal de Oscar hasta que llegara Pablo.

Pero había bajado demasiado pronto. Aun eran menos cuarto. Como no podía ser de otra forma, mientras esperaba encendí la Tablet, y seguí viendo las fotos de Marisa.

¿Marisa? ¿Había dicho Marisa?, salía por el portal en ese instante.

Se me congeló la sangre en ese instante. El corazón se me puso a mil.

“Hola Javier, ¿esperando a Oscar?, me preguntó con una sonrisa de oreja a oreja.

“Ehhh, no, bueno… si, pero él no lo sabe “, el dije medio balbuceando. Esta tía va a pensar que soy gilipollas, y seguramente lleva razón. Estaba imponente con unos pantalones vaqueros azul cielo y una camiseta de tiras a juego, marcaba tetazas, culazo…. uf.

“Que sí pero que no lo sabe?, jajaja, bueno no me meto en vuestros temas. Me voy que llego tarde al trabajo”, me dijo riéndose y marchándose.

A que trabajo iras, pedazo zorra, pensé para mis adentros. La vi alejarse meneando el culazo hasta que llegó al coche. En ese momento giraba la esquina Pablo, que también la miró insistentemente el culo haciendo un gesto con la cara como de “Madre Mía”.

“Hola, buenos días. ¿Qué te decía la Marisita?”, me preguntó.

“Que llegaba tarde al trabajo, pero vamos que me he quedado en blanco, no sabía si preguntarla si estudiaba o trabajaba o follaba, joder tío que puntazo me ha dado”, le contesté.

“Jajaja, venga vamos a subir cuanto antes empecemos mejor”, dijo llamando al telefonillo.

“Quien?”, pregunto Oscar.

“Pablo y Javier, Oscar, abre que tenemos que hablar contigo”, le dijo Pablo.

“Vale, subir”, dijo Oscar abriendo.

“Pero que le vas a decir?, le pregunte a Pablo subiendo en el ascensor.

“Joder, pues lo que hablamos ayer, lo del juego de Rol”, me contestó.

“Ah, vale, vale.”

En el descansillo nos esperaba Oscar.

“Hola chicos, me pilláis por los pelos, acaba de irse mi madre y yo me voy también en nada, tengo que hacerle unos recados a mi padre”, nos dijo

Vaya parece que se nos chafaba el plan.

Pero Pablo, saco la varita mágica…

Capítulo V. En casa de Marisa.

“Bueno Oscar, te contamos rápido. Ayer Javier y yo no salimos por la tarde porque estuvimos pensando en un nuevo juego de Rol. Lo hemos llamado el Husmeo, le dijo Pablo.

"Y eso que es?, preguntó Óscar.

"Pues, tío su propio nombre lo indica. Cotillear, mirar en tu caso entre las cosas de tu madre, y si encontramos algo interesante, fotografiarlo", dijo Pablo.

"Me parece una chorrada, pero si no revolvéis que mi madre se pueda dar cuenta, no hay problema. Yo me voy, tardaré como 45 minutos ¿tendréis suficiente tiempo?", contestó Óscar.

"Eh, si claro. De sobra", le dije yo. Pero encendemos la play, así si viniera alguien parecería que estábamos jugando".

" Sí, pero tenemos que cerrar la puerta, si viniera alguien no nos daría tiempo a disimular", añadió Pablo.

"Vale, sin problemas os dejo las llaves y cerráis por dentro. Si dejáis la llave metida, no podrían abrir, pero no os vayáis antes de que vuelva yo que no llevo llaves", dijo Óscar.

"Claro tío, no te preocupes", le dijo.

Nos encendió la play, y nos dio las llaves,

"Venga tíos, en un rato vuelvo. No desordenéis nada que mi madre me la corta".

"Tranquilo tío, confía en nosotros", le dije.

Según salió por la puerta cerramos con llave y empezamos nuestro registro.

"Vamos al baño", dijo Pablo.

"Este no es el del pincho", le dije.

"No, pero hazle una foto de todas formas", dijo Pablo, “a ver en el cesto de la ropa sucia"

"Que vamos a encontrar ahí?", le pregunté.

"Esto", me contestó sacando un tanga usado.

"Y que hacemos con el tanga", le pregunté.

"Hazle una foto, estamos husmeando y se supone que estas cosas son las que buscamos", me contestó.

Este Pablo estaba en todo. Coloque el tanga sobre la tapa de inodoro y lo fotografié asegurándome que saliera las manchas blanquecinas en la parte de su coño. Era un tanga de diario, sin grandes alardes.

"Vamos al dormitorio", dijo Pablo.

Tampoco era el de las fotos.

"Bueno, a ver dónde duerme la Marisita", dijo Pablo abriendo una de las mesillas.

Yo mientras miré en el armario. Qué raro, todo tipo de ropa, vestidos, faldas, pantalones de ella en un lado y del marido en otro. Y luego eso sí, mil cajas de zapatos. Como en el armario de todas las tías.

"Tío, aquí no hay nada", le dije a Pablo.

"Y si lo hay no va a estar a la vista. Mira debajo de las cosas, en las baldas de arriba, en las cajas de zapatos. Mira lo que he encontrado yo", me dijo enseñándome dos vibradores.

"Hazles la foto de rigor"

Se la hice y me fui a mirar a la cómoda, tenía ganas de ver su ropa interior. En el segundo cajón estaba. Bragas, tangas, sujetadores, de todos los colores, formas y tamaños. Algún tanga incluso, lo identifiqué con alguna de las fotos. También les hice fotos.

"Mira por debajo de las bragas. Pero mete la mano solo, no las saques, se daría cuenta. Yo mientras sigo con el armario", me dijo Pablo.

Así lo hice. Empecé en un extremo del cajón, levantando las prendas con una mano y pasando la otra por el fondo del cajón.

"Nada tío, no hay nada", le dije.

"Aquí tampoco", me contestó, "y casi me he mirado todas las putas cajas de zapatos."

Recoloqué lo mejor que pude la ropa, y cerré el cajón. En los otros, ropa interior del marido en uno, y jerséis en el otro. Nada allí no encontraríamos nada.

"Ehy, ehy, ehy, aquí hay algo", gritó Pablo.

"Es una tarjeta micro SD. Estaba en metida en un zapato en la última caja al fondo. Algo tiene que tener, sino nadie guardaría una tarjeta en un zapato. ¿Tiene la Tablet lector de micros?"

"Claro tío tiene dos por falta de una", le contesté mientras la metía en una de las ranuras.

Afortunadamente, tenía su ganchito que facilitó las cosas. Eran 64 GB. La cargó y comprobé que tenía 48 GB usados. La abrí. Había varias carpetas identificadas por fechas.

"Abre una", me dijo Pablo.

Abrí, la primera, era de hacía un par de años. Allí estaba nuestra Marisa totalmente en cueros como posando.

"Bingo", le dije "tenemos más fotitos de la putita"

"Sí, pero ahora no tenemos tiempo de verlas. Copia la tarjeta en la Tablet", dijo Pablo.

"Vale, pero se va a llevar un rato", le dije.

"Ya tío, pero es lo que hay", contestó." Sólo esperemos que no venga Óscar antes de que termine."

Empecé a copiar. Me dijo la Tablet que tiempo estimado de copia una hora treinta minutos.

"Nosotros mientras vamos a mirar papeles", dijo Pablo.

"Qué esperas, ¿encontrar fotos impresas?", le dije.

"No, datos suyos. Nombre completo, edad, donde trabaja, a ver qué sacamos"

Fuimos al cuarto que Óscar llamaba el despacho. Había un ordenador y estantes con carpetas al margen de un armario empotrado con más trastos.

No teníamos tiempo para mirar todo, así es que nos centramos en las carpetas.

No era previsible que el ordenador contuviera algo que estuviera al alcance de todos los que lo usaban.

Empezamos a mirar carpetas, facturas, manuales de electrodomésticos, declaraciones de Hacienda.

De ellas obtuve parte de los datos de Marisa, nombre completo, DNI, nombre de la empresa para la que trabajaba. Al final de la declaración había una copia de los DNI de los dos.

Foto a todo y a seguir buscando.

Recibí un whatsapp de Oscar.

“Mira Oscar dice que en 10 minutos está aquí. Voy a ver lo que le queda a la Tablet”, le dije a Pablo.

La miré aun le quedaban 50 minutos.

“Ven”, me dijo Pablo.

Fuimos al dormitorio.

“Haz u na foto para que nos acordemos en que zapato estaba”

“Pero que piensas que nos la llevemos?, le pregunté

“No, cuando venga Oscar, haremos que seguimos husmeando. Tu estate al loro de la Tablet, y en cuanto termine de copiar sacas la tarjeta, la metes en su cajita, me la das, y digo que se me ha olvidado algo aquí; me traigo la Tablet para ver justo el zapato en el que era, la vuelvo a poner en su sitio, e intento dejarlo todo como estaba para que Marisa no pueda sospechar nada. No podemos hablarle a Oscar de la tarjeta, primero porque no sabemos todo lo que contiene, y segundo porque antes de que se entere de todo esto, yo al menos, quiero respuestas”

Hay veces que odiaba a Pablo. Sus razonamientos eran aplastantes y los decía con una seguridad que parecía decirte, ¿es que no te has dado cuenta idiota?

Seguimos buscando entre los papeles. No teníamos ni idea de que buscábamos, pero estábamos seguros de que, si había algo que nos interesara, lo encontraríamos.

Al fin entendí a Pablo, se afanaba en mirar la carpeta de los documentos, a ver si había algo, alguna hipoteca, algún préstamo, algo que hubiera llevado a Marisa a prostituirse. Pero nada, no había nada, y Oscar llamó al telefonillo. Fui a abrir, mientras que pablo recogía las carpetas.

Subió, aún le quedaban 35 minutos a la Tablet.

“Hola, tíos, ¿habéis husmeado mucho?, nos dijo. “¿No falta ningún tanga ni braga ni sujetador?”

“Nada hombre”, le contesté. Solo hemos hecho unas fotos de unos consoladores, los tangas, y poco más.”

En ese momento salió Pablo que venía del despacho.

“Oye, Oscar, en esa habitación hay un ordenador. ¿Lo usa tu madre?, le preguntó.

“Si, a veces por las noches. Dice que va a ver cosas de moda, o de los bancos o cosas así, pero un día la pille con el abierto, que se había ido al baño, y estaba chateando con un tío.”, dijo Oscar.

“No jodas, ¿y lo leíste?”, le pregunté

“Apenas me dio tiempo, la oí salir del baño y salí por pies”, me contesto.

“¿Te importa que echemos un vistazo?”, le preguntó Pablo.

“Se trata de husmear, ¿no?, pues husmear. Cada uno tenemos un usuario, pero están sin contraseña. Eso sí no tengo ni idea de sus contraseñas en el Skype, ni nada, ósea que si no sale puesta no tengo ni idea”, dijo Oscar.

“Gracias, tío, vamos a echar un vistazo”, le dijo Pablo.

“Vale, yo me voy a duchar que vengo sudando como un pollo. Si encontráis algo me lo decís”, nos dijo yéndose hacia el baño.

“La verdad es que nos está dando facilidades Oscar, parece que él también está interesado en que encontremos algo”, dijo Pablo encendiendo el ordenador.

Era un W10. Accedimos al usuario Mama

El escritorio estaba limpio, los iconos habituales, poco más.

Intentamos abrir el Skype, pero pedía contraseña. Al menos ponía su usuario Marisa45es. Se ve que se lo abrió hace ya unos años. Echamos un rápido vistazo a la carpeta documentos, solo una tabla Excel, con importes, sin conceptos. La verdad es que los importes eran altos, bastante altos. La hice una foto.

Miramos la carpeta de las imágenes. Obvio que no iba a haber nada. Miramos en descargas; al final ya, buscamos por .jpg. Ningún éxito.

“Lo único que se me ocurre, es intentar sacar el log donde guarda las conversaciones del Skype, si hay algo puede estar ahí”, le dije a Pablo.

“Sabes hacerlo?”, me preguntó.

“Más o menos. El de mi hermana ya se lo abrí una vez, quizás este también pueda, pero tengo que llevarme el fichero y hacerlo con calma en casa”, le contesté.

“Me haría falta un pincho, coño tengo los dos de Marisa en el bolsillo. Problema resuelto.”

La localización estaba dentro del usuario mama en la carpeta Appdata, allí en roaming, Skype y luego su usuario.

Allí estaba el archivo Main.db. ES una base de datos, que guarda varias tablas, pero eso ya tendría que verlo en casa. Metí el pincho, y copié el archivo.

Bueno, Pablo a esto le quedan 5 minutos. Creo que aquí poco podemos ya mirar más. Ahora nos toca mirar lo que estamos copiando e intentar acceder a sus conversaciones de Skype.

“Espera, espera, ahora que caigo. Tanto las fotos como los videos, tiene que hacerlos alguien. Alguien que o no participa, o no tiene interés en salir en las fotos, ¿y si fuera el marido?”, dijo Pablo.

“¿Tú crees?, le pregunté.

“Yo ya no creo nada, pero ya que tenemos el ordenador abierto vamos a mirar sus carpetas”, dijo.

“Hemos buscado los Jpg, y no ha salido nada interesante, pero bueno, miremos”, le contesté.

Desde allí mismo accedí al usuario papa, revisamos escritorio, documentos, imágenes, videos… Nada.

Esto ya está listo, le dije sacando la micro de la Tablet. La metí en su cajita de plástico, y se la di a Pablo.

Fuimos al dormitorio, y siguiendo la foto que habíamos hecho, volvió a introducir la micro dentro del zapato, y volver a meterlo en su caja, cerrándola y colocándola donde estaba antes.

Puso también las cajas de delante, y cerró la puerta del armario.

“Listo, no notara que hemos sacado la caja, demás no creo que la mire todos los días”, dijo Pablo.

“Ya”, le dije, “tienes razón. La tiene ahí porque no pensará que nadie vaya a buscar dentro de sus zapatos. No contaba con Sherlock y el Doctor Watson.

Cuando volvíamos del dormitorio, salía Oscar de la ducha.

“¿Ya chicos?”, nos dijo

“Si, bueno no hay nada que merezca la pena, pero bueno ahora toca otra casa”, le dijo Pablo.

“Por cierto, a nivel estadístico ¿a qué hora suele irse tu madre por las tardes? Te lo digo por si tenemos que repetir el husmeo”

“Sobre las cinco, más o menos y no vuelve hasta las nueve o a veces las diez”, contestó Oscar.

“Venga pues luego nos vemos, adiós tío”

“Adiós Oscar”

Salimos a la calle.

“Que quieres volver cuando se vaya Marisa?”, le pregunté.

“Para nada. Quería saber la hora porque vamos a seguirla”, me contestó.

“Ah claro, y si se va a uno de los hoteles de Torrejón o de Alcalá, ¿también la seguimos?”, le pregunte un poco ya cansado. No entendía porque no nos valíamos de lo que teníamos, la fallábamos, y listo.

“¿Tú quieres saber qué pasa?, pues yo sí. Si no quieres venir, iré yo solo”, me dijo tajante.

“Vale, vale, tío no te me cabrees. Yo pensaba dedicar la tarde a verlas fotos de la otra tarjeta”, Le contesté.

“Eso podemos hacerlo mañana por la mañana, que ella está trabajando. Esta tarde, tenemos que saber dónde va, que no me trago lo de la piscina y las amigas. En tu coche o en el mío”, me dijo Pablo.

“Yo conduzco y tú la sigues y me vas indicando”, le contesté.

“Vale, pues si suele irse a las cinco, quedemos a menos cuarto, ya en el coche listo para salir en cuanto salga ella”, me contestó.

“Perfecto. ¿Vamos disfrazados?, le pregunté.

“Sí, no te jodes, tú de la pantera rosa, y yo de espinete, para no llamar la atención”, me dijo riéndose.

“Venga tío luego nos vemos

“Hasta luego”

Pues yo había dicho en serio lo de disfrazarnos, no sé, unas gafas de sol y unas barbas nos habrían cambiado el aspecto por completo.

Capítulo VI. Siguiendo a Marisa.

A las cinco menos cuarto estaba como un clavo, metido en el coche a unos metros del portal de Marisa. No había visto las nuevas fotos, aunque las llevaba en la Tablet. Cuando subí a casa, me duché, comí, me tumbé un rato, y menos mal que puse el despertador, que si no aún sigo durmiendo. Había dormido poco la noche pasada y encima muy excitado psicológicamente por todo lo que habíamos visto. Ahora me encontraba bastante más despejado.

Al momento, llegó Pablo. Yo había tenido controlado el coche de Marisa. Me había quedado con él por la mañana. No solo la había mirado el culo.

“Hola, tío, no ha salido”, me preguntó.

“De momento, no, y el coche está ahí”, contesté.

“Bueno esperemos hasta las cinco si no aparece le mandaremos un wasap a Oscar a ver si está o no. Tenemos la disculpa”, dijo Pablo. “Oye, ¿tu como andas de pasta?”

“Yo, bien”, le contesté, “debo de llevar 5 euros en monedas en el bolsillo. ¿Por?”, respondí.

“He visto en Amazon unos localizadores por GPS por cincuenta pavos que no tiene mala pinta”, me contestó.

“Pabló, ¿no crees que nos estamos pasando?, de todas formas, no tengo los 50 pavos”.

“Atento, ahí sale. No arranques hasta que no se meta en el coche, que no oiga el ruido del arranque”, me dijo Pablo.

Yo flipaba, este chico estaba enfermo. Y enfermo me estaba poniendo yo de ver a la Marisita. Llevaba un chándal estilo leggins azul oscuro y arriba una camiseta de tiras color beige, que le remarcaban aún más su silueta. Deportivas. Una bolsa de deportes colgando de un hombro y estaba para empotrarla allí mismo. Su peinado. Me llamó la atención. O lo traía de peluquería, o se lo había ella arreglado a conciencia. Desde luego no parecía el peinado de alguien que va a la piscina, ni la ropa de alguien que va con las amigas de compras.

Ya me estaba yo volviendo paranoico como Pablo. Esperé a que se metiera en el coche, y siguiendo las instrucciones del agente especial Pablo, arranque coincidió con el suyo.

No te pegues a ella, mantén siempre esta distancia, que se meta algún coche entre medias. Circulamos dos kilómetros, hasta el centro comercial más cercano. Aparcó el coche. Yo aparque dos filas detrás de ella. Salió disparada. Nosotros detrás.

Coño esta tía llevaba prisa. Subió las escaleras metálicas. Subiendo a la derecha estaban los lavabos. Entro como una flecha.

“La habrá dado un apretón”, me comentó Pablo.

“Tú crees que ese culito también cagara?, le pregunté riéndome.

“Y unos chorizos que lo flipas, seguro, pero no me cuadra que una tía salga de su casa, y tenga que parar corriendo en un centro comercial a mear o lo que sea. Espero que no tengo esto salida trasera” dijo Pablo asomándose a ver si veía otra salida por el otro lado del pasillo que llevaban a los servicios.

“Tú has visto muchas pelis de espías, tío”, le dije riéndome.

No perdíamos de vista la salida de los servicios.

Salió una tía despampanante. Un vestido amarillo chillón por medio muslo, con botones en el centro y escote en V. Zapatos de tacón amarillos a juego. Unas gafas de sol si no me fallaba la vista Ray-Ban Erika, de patilla gris. 100 pavos. Lo sé porque mi hermanita había estado dando la matraca a mis padres, hasta que la compraron unas, y eran como esas. Un puto pivonazo.

“Mira que pivón Pablo”, le dije.

“Te gusta, ¿no?, pues arrea que es ella”, contestó Pablo echando a andar detrás de Marisa.

Ahora me fijé y si, llevaba la misma bolsa de deportes, pero el resto al menos de lo visible, se había cambiado todo. Y encima las gafas de sol, la hacían aún más sexy.

Otra vez corriendo detrás de ella. Y Pablo comiéndome la oreja,

“Hay que estar más despierto, colega, que casi se nos escapa el objetivo”.

“Me tienes acojonao, Pablo. Estoy esperando que en cualquier momento saques una sirena, me la pongas en el techo del coche, y una pistola, y te líes a pegar tiros”, le dije riéndome.

“Tiempo al tiempo. Vigila los semáforos, si ves que ella se va a pasar uno en ámbar, acelera y pasa detrás. No podemos perderla ahora”, me dijo.

Aquello estaba empezando hasta a estresarme.

Salimos en dirección A-2. Conduje durante 20 kilómetros, hasta llegar al hotel Loob, en torrejón. Bajamos una cuesta que llevaba a la recepción automática. Ella abrió la barrera pulsando unos números en el teclado que tenía la máquina. Evidentemente, nosotros no teníamos ni idea de esos números. Alcanzamos a ver que se metía en el parking 5.

Vimos que había un parking para visitantes, que supusimos que estaba destinado a casos como este que no vinieran todos en el mismo coche. Aparcamos allí.

“Y ahora que, ¿tío?, le pregunté.

“Ni puta idea”, me contestó Pablo sin pestañear. “de todas formas déjame que haga una llamada, tengo un colega, que estuvo trabajando en un antro de estos una temporada. No sé si en este o en cual, pero quizás sepa si hay forma de entrar sin ser vistos”.

Yo flipaba. Si no acabábamos en el trullo poco le iba a faltar. Mientras, Pablo hablaba con el colega. Por las exclamaciones y las caras, me temía que le estuviera diciendo la forma de entrar. Y así era. Cuando al final colgó me dijo,

“Solucionado tío. Me ha dicho que él no trabajó aquí, pero todos tienen la misma construcción, que de hecho los construye la misma empresa. Que todas tienen un servicio de Pasa platos, que es una apertura en la pared cerrada con una puerta donde se sirven las bebidas o comidas que puedan pedir de las habitaciones. Dice que la puerta se abre desde dentro y desde fuera para poder dejar las bebidas. Que no son herméticas y que por lo tanto se oye lo que pasa dentro y que, si nos va el riesgo, también podemos abrirla una rendija para ver lo que está pasando en la habitación. Dice que, de hecho, así es como muchos paparazzis se enteran de las exclusivas. Dice que a estas horas es dificilísimo que alguien pida algo y que solo habrá un servicio de habitaciones, y que solo hay que andar pendiente de que ese no nos vea.”

“Genial”, le dije yo, ¿“y como entramos? ¿Llamamos al timbre?

“No, me ha dicho que hay unas trampillas por dónde sacan la basura que conducen a la cocina. Que entremos por ahí busquemos la escalera para subir, y miremos el número de habitación. Están puestos en el pasillo. Fácil.”

"Mira, Pablo, yo no voy a entrar ahí ni por todo el oro del mundo. Ni tú tampoco", dije.

"Qué no?, Ahora mismo entró", me contestó.

"Pues prepárate para volver a pata porque yo me voy de aquí”, le dije ya bastante cabreado.

"Haz lo que quieras", me dijo abriendo la puerta del coche con la intención de salir.

"A ver Pablo", le dije cogiéndole del brazo y reteniéndole en el coche. "Nosotros no sabemos hacer esto. Como nos pille acabamos en la cárcel acusados de allanamiento de morada, de atentar contra la intimidad, y no sé cuántas cosas más. ¿Y todo para qué?, Ya sabemos que se prostituye, vamos a “pillar cacho” y listo"

“Tío, yo no me voy de aquí, sin saber con cuantos tíos esta, y si alguno es el marido”, dijo Pablo.

“Joder te ha dado a ti fuerte con el marido. Pues ya te he dicho, yo me piro. Apáñatelas tu solo”, le contesté arrancando el coche.

“Haz lo que te salga de los huevos. Ya me buscaré la vida”, dijo abriendo la puerta y saliendo del coche.

Sin duda aquello era el final de una bonita amistad, pero yo no estaba por la labor de jugármela por nada. Aunque…..

“Espera Pablo, acabo de tener una idea”, le dije cuando ya estaba fuera.

“Tú te conformas con saber la gente que hay dentro y si está el marido, ¿no?

“Sí, eso es lo que te he dicho”, me contesto de muy mala gana.

“Pues creo que tengo la forma de sacarlos de la habitación sin ponernos en demasiado peligro”, le dije, adornando la idea de un misterio que le desesperaba.

“A ver, venga sorpréndeme”, me dijo por no decirme, vete a tomar por culo.

“Ves el pulsador de alarma de incendios que hay junto a la recepción?, le dije

“Sigue, me empieza a interesar”, dijo metiéndose en el coche.

“Yo, o tú, da igual, podemos ponernos en la recepción y grabar con la Tablet o con el móvil, que cantará menos. Accionamos la alarma. Sí o sí, saldrán despavoridos. Primero porque no saben lo que pasa, y segundo porque saben que la alarma acarreara la presencia en poco tiempo de bomberos y policía, y eso puede resultar muy incómodo para más de uno de los que esté ahí dentro”, le explique.

“Oye, no es mala idea. Está bien pensado. ¿Tu grabas y yo acciono la alarma?, me dijo ahora mucho más entusiasmado.

Parece que la amistad estaba nuevamente a salvo.

“Vale, pero cúbrete la cara con algo. Por allí seguramente habrá cámaras de seguridad, y nos tendrían igualmente identificados”, le dije

“¿Tienes en el maletero las toallas de la pisci?”, me preguntó.

“Si claro desde la última vez, olerán un poco a humedad, pero bueno es un momento. Te lo abro”, le dije.

“Vale, salgo, cojo la toalla, me cubro con ella, voy al pulsador de alarma. Rompo el cristal y aprieto el botón, y vuelvo corriendo al coche, aunque mejor, no. Aparca el coche fuera. Cúbrete la cara con las gafas de sol, y el móvil, según grabas. Yo me reuniré contigo y en cuanto veamos que salen de la habitación 5 y los tengamos grabados, nos vamos al coche. Así no habrá posibilidades de que graben la matricula, si hay cámaras de seguridad”, me dijo ya emocionado con el proyecto.

“Vale salgo y aparco. Cuando veas que estoy ya grabando, accionas la alarma”, le dije.

“Ok”, contestó.

Cogió del maletero la toalla. Yo arranqué y salí del recinto. Aparqué unos metros más adelante, y volví a la entrada para empezar a grabar.

Aunque la salida estaba en sentido inverso a la recepción, para llegar a ella había que pasar necesariamente por la recepción, con lo que grabaría a todo el que saliera del hotel, sin que ellos me vieran a mí, o al menos con muy pocas posibilidades de que lo hicieran.

En cuanto Pablo me vio preparado, se dirigió al pulsador, cogió con la toalla una piedra del jardín, y golpeó el cristal. Y se montó el cacao. La alarma se acción automáticamente seguramente porque está diseñada así, para que cuando se rompa el cristal, automáticamente salte. Durante unos segundos pareció que nadie oía el estruendo que ocasionaba la sirena, Pablo, que ya se había unido a mí, esperaba tan ansioso como yo que se abriera la puerta del garaje número 5.

De pronto como si todos se hubieran puesto de acuerdo, empezaron a levantarse las puertas de los garajes de las habitaciones. Incluido el del número 5. Por regla general eran parejas de las otras habitaciones, que salían aun vistiéndose en el coche, y se perdían rápido por las calles aledañas.

El número 5, parecía el camarote de los hermanos Marx. No paraba de salir gente. Como Marisa había metido el coche dentro, los demás habían aparcado fuera. El que más y el que menos, salía en gayumbos, con la ropa en la mano corriendo al coche para salir de allí. El coche de Marisa, salió también, la acompañaba alguien, aunque en un principio no pudimos identificarle.

Llegamos a contar, hasta cinco tíos saliendo del 5, más el que iba con Marisa en el coche. Como ya estaba todo allí hecho, corrimos a coger el coche a ver si aún podíamos seguir a Marisa.

Supusimos que haría el camino inverso, en dirección a Madrid. Saliendo a la A-2, oímos llegar a los bomberos y la municipal. Habíamos montado un buen sarao.

Esperaba que la grabación aportara algo de luz a la situación. Sobre todo, de quien la acompañaba en el coche.

Al final dimos con el coche. Casi la adelanto sin darme cuenta.

“Intenta ponerte a su derecha, despacio, y llegar a la altura de la ventanilla del tío para poder grabarlo bien”, me dijo Pablo.

“Tendré que esperar a que se salga al carril central”, le dije ya que ella circulaba por la derecha.

“No tardará hay camiones delante”, me contestó.

Efectivamente, al rato se salió al carril central para adelantar a un camión, lo hizo con la suficiente antelación para permitirme ponerme casi a su altura, y que Pablo pudiera grabar al pollo.

Se desvió por la M-50, entrando en Madrid, por el Paseo de la Castellana. Aquel no era el camino de casa.

Se detuvo en las inmediaciones de Las Cuatro Torres, y el tipo se bajó del coche. Hubiera sido oportuno que uno de los dos hubiera seguido al hombre a ver si nos enterábamos quien era, pero en el momento no se nos ocurrió.

Seguimos a Marisa, hasta el mismo Centro Comercial que a la ida. Esta vez ni entramos, supusimos que el proceso sería el inverso, y que volvería a recobrar el aspecto de cuando salió de casa.

Efectivamente al cabo de 15 minutos, volvió a salir con su chándal, sus deportivas, su bolsa de deportes, y para rematar la faena se había mojado el pelo, como que pareciera, que efectivamente venía de la piscina.

Luego ya, regresó a su casa.

Realmente, nosotros no sabíamos si habíamos avanzado algo o retrocedido. Lo único claro es que le habíamos jodido la tarde de folleteo a Marisa.

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