Mi nombre es Ricardo, y con un grupo de amigos, tenemos una amistad de años, que con el trabajo y la familia nos fue distanciando de a poco. Hasta que, hace un año, uno de mis amigos se separó y decidió juntarnos a todos a jugar poker en su nuevo departamento de soltero. Nos juntamos todos los jueves, toda la tarde y noche y luego cada uno se iba a sus casas con sus familias. Hasta que esta semana nos avisa que ya no podrá jugar porque se va del país por un año. Nos ofreció la casa para que siguiéramos con nuestras partidas nosotros, pero nos pidió si la podíamos dejar limpia.
Esa noche decidimos entre todos que el que pierde deberá quedarse a limpiar y esa noche perdí tan rápido que me quedé de barman, cocinero y además iba a tener que limpiar. Al terminar la partida, se fueron yendo todos, pero mi amigo Marcelo me ofreció quedarse a ayudarme si después lo iba a dejar a su casa, a lo que accedí.
Marcelo estaba un poco bebido y contento porque le había ido bien en el poker. Terminamos rápidamente de limpiar y nos tiramos un minuto a descansar en un sillón, tomándonos un trago. El dueño del departamento tenía una colección muy grande de películas, entre ellas algunas pornos, y de curioso puse una película que me llamó la atención.
Ahí estábamos, Marcelo y yo, mirando la porno, él sacó un poco de marihuana y nos pusimos a fumar, riendo y hablando estupideces.
La porno, la típica película sin mucho sentido, dio un vuelco cuando a la pareja que estaba teniendo sexo, se le suma otro hombre más haciendo un trío. La escena se puso muy caliente cuando ella le está dando una mamada a su pareja y ese hombre adicional también se suma y entre los dos le dan un increible sexo oral al otro.
Yo hice el comentario sobre que nunca había estado en un trío, pero que no me imaginaba haciendo eso, pero Marcelo me dijo que, si bien no lo había hecho, no se cerraba. Nos reímos mucho, medio drogados, medio borrachos, medio calientes.
La película seguía subiendo de nivel cuando la pareja original comienzan a tener sexo y el tercero se acerca detrás de él y comienza a penetrarlo ritmicamente. Yo me reí un poco, pero podía ver a Marcelo hipnotizado por la escena.
Sentados uno al lado del otro, dejé mi vaso en el suelo y traté de meter mi mano dentro de mi pantalón, mi excitación se hacía notar, y solo quería acomodarme. Pero Marcelo vio mi movimiento y me puso su mano en la entrepierna, nos miramos un segundo y luego nos besamos.
Sus labios comenzaron con un beso suave pero enérgico, pude sentir el sabor del whiskey y la suavidad de su lengua que fue entrando tímidamente para terminar completa dentro de mi boca. Su mano no dejo de tocar mi miembro sobre el pantalón, pero pronto necesitó más y comenzó a abrir los botones y cierre del pantalón, hasta que sacó mi pene y lo comenzó a masturbar suavemente. Comencé a gemir, toda la situación me calentaba mucho. Él empezó a recorrer con su lengua mi cara, mi cuello, con un movimiento me sacó mi polera y continuó besando mis hombros, pechos, bajando, siempre bajando, mi vientre, se entretuvo unos segundos en mi ombligo, lo que me dio cosquillas, pero él siguió bajando hasta meter completo mi miembro en su boca.
¡Qué escena más surreal! Ahí estaba yo, desnudo, sentado en el sillón, con él, totalmente vestido arrodillado frente a mi, dándome una increible mamada. En la televisión, ella había desaparecido de la escena y ellos no perdieron el tiempo, uno de ellos se tendió en la cama y el otro se subió encima, formando un 69. Yo miré a Marcelo y pensé, ¿por qué no? Así que me paré y lo invité a pararse también. Lo abracé y besé. Ahora pude sentir el sabor de mi pene en ese beso apasionado. Comencé a desnudarlo y besarlo, como lo había hecho él. Al bajarle sus pantalones, pude ver lo duro de su pene, lo mojado que estaba y al levantar la vista, su cara de deseo. Lo acosté en el sillón, lo besé en sus labios, bajé por su cuello mientras con mi mano lo masturbaba. Su mano buscó y encontró mi miembro, así que mientras yo lo besaba nos tocamos y podíamos sentir la humedad que seguía brotando de nuestros miembros. Seguí besando, sus pechos, su vientre, jugué con mi lengua entre los pelos de su sexo, chupé sus testículos, y luego con mi lengua, recorrí todo el largo de su pene, hasta que cuando llegué a la punta, lo metí completo en mi boca. Lo escuché gemir y sentí sus caderas como se movían, queriendo entrar y salir de mi boca. Sin soltarlo, con todo su pene metido en mi boca y jugando con mi lengua, me fui posicionando hasta me puse encima de él, apuntando con mi miembro su boca. Él lo tomó gustoso y comenzamos con un 69 caliente, húmedo, que fue pasando de un ritmo tierno a un ritmo desesperado. Cuando siento que no puedo más, le digo que me voy a ir, para sacarlo de su boca, pero me aprieta en un abrazo apretado, solo lo saca para decirme que siga chupando y luego termino, dentro de su boca, sintiendo como lo lleno de semen y que ni una gota se escapa de su boca. Como me lo pidió, seguí mamando, a pesar de que sentía un orgasmo fuerte, intenso y sin aviso, siento su leche en mi boca, que la llena en espasmos rítmicos.
Nos quedamos unos minutos así, en esa posición, sintiendo como nuestros penes se van poniendo flácidos, pero sin soltarlos. Era mi primera vez haciendo sexo oral a un hombre, primera vez tragando semen. Me levanté y di vuelta en el sillón, hasta que nuestras caras quedaron juntas, podía sentir en el aliento de él, el olor a sexo mezclado con alcohol y marihuana. Pero no importó, nos besamos, compartiendo lo que quedaba de nuestro semen en un beso largo y tierno.
Esa fue la primera noche, pero no la última. Desde ese día, uno de nosotros se dejaba ganar, para quedarse a limpiar el depa y el otro se ofrecía a ayudar.
En la siguiente jornada, cuando terminamos de ordenar, hicimos lo mismo, poner una película, tragos, nos sentamos en el sillón, bueno yo me senté en el sillón. Marcelo solo se acercó. A un paso de distancia, se sacó la polera y se bajó los pantalones. Podía ver la forma de su pene tratando de salir del boxer. Se dio media vuelta y se dobló, dejando todo su culito parado en mi dirección. Se comenzó a bajar el boxer y pude ver, entre sus cachetes abiertos, su culo. Estiré mis manos y toqué sus nalgas, acariciando, sintiendo como el contacto de mi piel le estremecía. Continué tocando, dando pequeñas nalgadas, hasta llegar a su culo, que fui recorriendo por fuera hasta meter un dedo. En ese momento, él me alcanza una botella de lubricante. Me puse en los dedos y en su culo, con cariño y excitación, comencé a dilatar su ano, un dedo, luego dos. Con el tercer dedo comenzó a quejarse, pero yo sabía que él ya estaba listo. – Hoy serás mi putita, le dije, y él sonrió. Me desnudé y me senté en el sillón, con mis piernas un poco separadas, mi miembro parado y listo para entrar en él. Marcelo retrocedió, sentándose sobre mí, puso sus manos en mis rodillas y bajó sus nalgas, hasta que sintió que mi pene le tocaba. Le ayudé hasta que mi glande entró en su ano y luego sentí como él bajaba su culo hasta que quedó completamente empalado. Empezó a subir y bajar y yo sentía su calentura y como gozaba, mis gemidos eran prueba de que yo también lo disfrutaba. Le di una buena nalgada y tomé sus caderas para dirigir los movimientos. Se sentía delicioso pero yo quería más. Me levanté y le di la mano, lo llevé hasta el único dormitorio del departamento. Allí lo puse de espaldas en la cama con su cadera en el borde. Levanté sus piernas y las puse sobre mis hombros. Lo ví, con su miembro parado, su culito abierto, su cara de malicia. – Pídemelo, le dije, dime qué quieres que te haga. – Culeame, me dijo, como la puta que soy, soy tu perra y quiero tu pico. Entré fácilmente en él, pellizcando sus pezones, metiendo mis dedos en su boca, sintiendo como movía sus caderas. Estuve bombeando un rato, pero yo sabía que terminaría pronto, la excitación era demasiada, el calor, la transpiración, sus quejidos. – Dame más, más fuerte. Y yo se lo dí, con toda mi fuerza hasta que no pude más y terminé dentro de él, sentía como salían litros de semen, uno de los orgasmos más intensos de mi vida. Al sacarlo pude ver mi semen saliendo de su culo.
En ese momento la sentí. En la puerta del dormitorio, Ana, la ex esposa de Marco, el dueño del departamento.
¡¡Qué haces aquí!! Le dije, tratando de taparme con una almohada. Toda mi ropa estaba en el living. Marcelo, solo atinó a darse vuelta y quedó boca abajo, pero todavía con solo medio cuerpo en la cama, sus piernas en el suelo, su culo parado y el semen cayendo de su ano.
Sólo vine a buscar una caja de recuerdos que me guardó Marco, no esperaba encontrar a nadie.
En ese momento me fijé que ella estaba apoyada en el marco de la puerta, una de sus manos la tenía debajo de sus pantalones y la otra, debajo de su blusa, aparentemente pellizcando su propio pezón.
Ana estaba en sus 35 años, algo gordita, pechos generosos, grandes. Su pelo castaño le llegaba a los hombros. Su cara demostraba excitación. Yo, todavía goteando por mi terminada, me acerqué a ella y la besé.
Comencé a recorrer con mis manos su cuerpo, su cuello, sus pechos, sus caderas. La apreté contra la pared mientras la besaba. Ana siempre había sido inalcanzable y ella lo sabía, al ser la esposa de Marco, la conocíamos desde hace mucho tiempo. Esta vez la tenía a mi disposición. Metí mis manos debajo de su blusa y apreté esos pechos grandes y todavía duros, sus pezones eran grandes y estaban parados, esperando a que los mordiera y eso hice. Le saqué la blusa, el sostén y comencé a chupar sus pezones, apretando y recorriendo el resto de su cuerpo. Marcelo se levantó de la cama, increíblemente su pene seguía duro. Se acercó a nosotros y tomó uno de los pechos de Ana, así con nuestras dos bocas le comenzamos a chupar y recorrer con cuatro manos, mientras la escuchábamos gemir al ritmo de nuestros movimientos. Marcelo la terminó de desnudar y se agachó para quedar su cara frente a su sexo. Ana estaba completamente depilada, cuando la comenzó a besar sintió el olor de su sexo excitado, su vagina lubricada. Comenzó a separar los labios de su vulva y metió la lengua, sintiendo su clítoris. Yo me deleitaba con sus pechos, su boca, su cuello. Su orgasmo fue repentino, inmediato. Ella misma se había estado masturbando viéndonos coger. Cuando a empujones le pedía a Marcelo que parara de chuparla, entre los dos la acompañamos a la cama y los tres nos recostamos, recuperando el aliento.
Marcelo nos miró y nos dijo: Los veo felices, pero yo todavía no he terminado. Riéndonos, Ana bajó con su boca hasta su entrepierna y yo me acerqué a besarlo. El sonido de la saliva de Ana mientras le chupaba se mezclaba con el sonido que mi boca provocaba al besarlo. Me moví hasta que mi pene quedó a la altura de la boca de Marcelo. Con tanto beso yo ya estaba duro de nuevo y mis 18 cm entraron completos en su boca. Empecé a mover mis caderas literalmente culeando su boca. Podía sentir sus arcadas cuando entraba completo, pero él se las aguantaba, Ana también se aguantaba, por que los 20 cm de Marcelo también entraban hasta su garganta. Ana cambió de posición y lo montó. Metió toda su verga en su vagina y empezó a moverse buscando su placer. Yo también me moví, sin sacarlo de la boca de Marcelo me acomodé hasta que tuve los pechos de Ana a mi alcance y los comencé a chupar. La escena nos tenía muy calientes, pero Marcelo ya no podía más y explotó, llenando a Ana quien también tuvo un orgasmo increíble.
Nuestras sesiones de poker y sexo continuaron por varios meses, muchas veces con Ana y otras solo nosotros dos. De estas sesiones nace María, pero eso es historia para otra vez.