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Historia de una sumisa (6)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

¿Qué hace una chica con el estómago lleno de semen y un montón de tiempo libre? Buscar un sitio para digerirlo lo mejor posible.

En mi caso me dirigí fuera del pueblo, lo más lejos posible de la dichosa plaza. Caminando no tardé en acercarme a una especie de pradera lo suficientemente lejana y confortable para que me tumbara a la sombra de un árbol.

¿Qué me había pasado desde que me acosté con ese hombre en esa fiesta?

Había regañado con mi novio, se la había chupado a un tío, había dormido en una perrera, había meado delante de una chica, me habían azotado, me habían pinzado los pezones, me habían…

Necesitaba masturbarme.

Sentí la imperiosa necesidad de tocarme mientras recordaba todo lo que me había pasado hasta ese momento.

No sabía desde cuando me había vuelto tan guarra.

Mire a ambos lados de la pradera y no había nadie.

Nadie.

Comencé a subirme la falda mientras echaba miradas a un lado y al otro. Me sentía enormemente traviesa mientras mi falda iba subiendo poquito a poquito hasta alcanzar mis caderas y dejar mis bragas al aire.

-Pero qué estoy haciendo…

Metí los pulgares por debajo del elástico y mi prenda íntima comenzó a deslizarse hacia abajo mientras no paraba de mirar a un lado y al otro.

-Ferrocarril. – Mencioné cuando ya me las había sacado.

Las arrojé lejos de mi.

Vale.

Vale.

Vale.

Me tumbé con la falda remangada, las piernas abiertas y las rodillas a lo alto y baje mi mano hasta mi sexo…

Que puto gustazo.

Comencé a acariciarme lentamente con la yema de mis dedos.

Arriba y abajo.

Arriba y abajo.

Arriba y abajo.

Inconscientemente había aumentado el ritmo al que me tocaba y notaba como un orgasmo brutal estaba a nada de asaltar mi cuerpo.

Arriba y abajo.

Arriba y abajo.

Arriba y abajo.

Cada vez más fuerte, más rápido, más intenso hasta que me corrí…

Acción que vino acompañada de los aplausos de los presentes.

Se trataban de diez chicos adolescentes acompañados de un balón y una chica

-Serás cerda – dijo esta. – Estas cosas se hacen en privado, en la ducha, no al aire libre donde cualquiera puede verte. ¿Es qué no te enseñan esas cosas en tu casa?

Yo me bajé la falda por toda respuesta.

-No seas mala, Lucía, si nos ha encantado.

-Eso es porque sois unos cerdos machistas.

-Sí, será eso. ¿Eres la sumisa de Esmeralda, no? ¿La que se ha tragado el tazón de semen en la plaza?

-Sí – reconocí muerta de vergüenza.

-¿Y tienes su permiso para masturbarte?

¿Qué? No necesitaba permiso de nadie para hacer guarradas. ¿Verdad?

-Porque si tu ama no te ha dado permiso…

-No es mi ama – dije yo – Y no tengo que estar discutiendo esto con unos críos.

-Unos críos que te han visto tocarte al aire libre. Imagina si vamos a…

-Vale, ¿Qué queréis? – dije preparándome para lo peor.

-Ver como Luci te come el coño.

-¿Qué? Ni loca. No pienso hacer eso delante de unos cerdos machistas como vosotros. – Saltó esta.

-¿Y si nos corremos encima de ella lamerías el semen de su cuerpo?

¿Qué?

-¿Qué?

-Que ella se desnuda, nos pajeamos, la llenamos de semen por todas partes y luego tu lo lames.

¿Qué?

-¿Qué?

-Que tú…

-No, si esa parte ya la he entendido – dijo Luci. – Lo que no entiendo es porque tengo que hacerlo.

-Porque estás cachonda perdida solo de imaginarte pasar tu lengua por su cuerpo delante de unos cerdos machistas. Y ahora, venga. Tú, vete quitando el vestido que estorba.

-No me llamó tú, me llamó Mar.

Mis manos ya habían ido a la cremallera y había comenzado a bajarla.

-¿No me digas que estás de acuerdo con esto?

-No hay más remedio. Se lo pueden decir a la poli.

Me lo había bajado hasta dejar mis pechos al aire porque no llevaba sujetador y no tardé mucho más en quitármelo quedándome totalmente desnuda delante de ellos.

Me tumbé en la hierba, esperando pacientemente mi primer bukkalake, algo de lo que estaba bastante segura que no iba a dejarme hacer en la vida.

-Vale, tíos, organización. De cuatro en cuatro, sobre su vientre y pechos y no la manchéis la cara.

Cómo demonios había organizado tan rápido a diez tíos para hacer una cochinada tan grande era algo que me había dejado sin palabras.

Lo curioso es que los otros chavales le hicieron caso.

Cuando vi a los cuatro primeros chicos encima de mí, con sus pollas fuera, fue un subidón increíble de adrenalina.

Las primeras salpicaduras de semen sobre mi cuerpo no tardaron en llegar. Los tíos estaban tan calientes que simplemente con movérsela un poquito explotaban.

Mi cuerpo empezó a tomar un aspecto blanquecino debido a las múltiples corridas de esos chicos jóvenes y vigorosos.

El último de ellos fue el líder del grupo, que se había reservado mi cara para él.

-Muy bien, Luci, tu turno.

Yo creí que no lo iba a hacer. ¿Qué clase de chica se arrodilla delante de un montón de tíos para lamer el cuerpo de otra mujer impregnado en semen?

Pero cuando sentí su lengua recorrer mi cuerpo vi el puto cielo, joder.

Lamió mi vientre, mis pechos, mordisqueó suavemente mis pezones logrando que casi me volviera a correr y finalmente lamió mi cara.

Y me besó como solo lo había hecho hasta entonces Esmeralda.

Luego empezó a bajar para abajo dándome besos aquí y allá hasta llegar a mi sexo.

-Pensaba que no lo ibas a hacer, Luci. No delante de unos cerdos machistas.

-Cerrad la puta boca antes de que me arrepienta.

¿Dónde demonios había aprendido a hacer esas cosas con la lengua? Como la movía, ni en sus mejores sueños mi novio había hecho algo igual.

Me corrí en su cara dejándola toda pringosa de mis jugos.

-Joder, como la has puesto. Creo que lo correcto sería limpiarla con la lengua.

-Lo que estáis disfrutando esto – mencione.

-Es mejor que lo que echan por la tele.

De acuerdo. No es como si me diera asco o corte, ya había hecho cosas tremendas. Así que acerqué mi boca a su cara y comencé a lamerla para gozo y disfrute de los tíos que no apartaban ojo de lo que ocurría delante de ellos.

Una vez acabada la sesión improvisada de porno, me vestí como buenamente pude y regresé a la casa a la hora prevista, para encontrarme con Esmeralda y una pequeña sorpresa.

-Mar, te presentó a mi esclava Lucia, aunque creo que ya os conocéis.

-Sí, hemos tenido un encuentro.

-Ya me lo ha contado. Y lo he visto.

-¿Lo han grabado?

-Cualquiera con un móvil es un periodista. Bien, toma asiento, tengo que contaros que vais a hacer esta noche.

-Supongo que no será una noche de pijamas, ¿Verdad?

Por toda respuesta Esmeralda tomó un sorbo de té mientras yo me sentaba en la mesa.

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