-¿He estado bien?
-Has estado perfecto y encantador, como siempre.
-Si te soy sincero casi me lo hago encima. No había estado tan nervioso en toda mi vida.
-Calma, seguro que ni se han dado cuenta.
-La única manera de que no lo hayan hecho es que tus padres sean idiotas.
-Deja de preocuparte de ello. Tú solo… Espera, ¿Por qué paras?
-Hay un coche en la cuneta. Voy a ver que pasa.
-No, no salgas, llama simplemente a la policía.
-Vamos, no puede ser esto peor que enfrentarme a tus padres.
No le daban buenas sensaciones nada de esto, pero conocía a su novio y sabía que no le iba a convencer de nada. Vio como su novio se acercaba al otro coche para hablar con el conductor, como hablaban un poco, como se agachaba para ver el problema y como le golpeaban fuertemente en la nuca.
Abrió su bolso y se puso a buscar el móvil a toda prisa. No sabía donde lo había dejado, no estaba donde se suponía que debía estar, no estaba por ninguna parte, ¿Dónde demonios estaba el puto móvil cuando más lo necesitaba?
-Buenas. ¿Puedes abrir la puerta, por favor?
Obedeció y abrió la puerta. El desconocido agarró el bolso, buscó un momento y sacó de él el móvil y la cartera.
-Estos malditos trastos nunca los encuentras cuando de verdad los necesitas. No estás de acuerdo.
Ella no habló.
-De las calladas. Me gusta eso en una chica. Por tu ropa, tu bolso y tus complementos, sé que por ti me darán un buen dinero. ¿Pero y él?
-No. Por él no.
-¿No? ¿Me estás diciendo que la señorita Cristina del Valle está saliendo con un don nadie? ¿Es eso? ¿Y le parece bien a tus padres?
-Ya me tiene a mí. Mis padres te darán todo lo que les pida. A él déjalo en paz.
-Oh, que bonito es el amor. Ahora se una buena chica y baja del coche.
Obedeció y el hombre pudo verla en todo su esplendor. Era una chica alta, morena, con curvas donde debía tenerlas y con unos ojos azules preciosos. Además, su vestido, sencillo pero elegante, sus complementos como el pequeño crucifijo que llevaba puesto, los pendientes, los zapatos, así como su peinado sólo realzaban más su belleza natural.
-Vaya, menudo bombón. Sí que tiene suerte el desgraciado ese.
Este comentario la molesto. Se sabía guapa, pero no solo era un trozo de carne. Era inteligente, divertida, educada…
-¿Cuántos polvos echáis al día el desgraciado ese y tú?
-Eso no te importa.
-¿Uno, dos, tres, cuatro? Porque si fuera yo te echaba uno de 24 horas todos los días del año.
-Serás…
-¿O es qué no lo habéis hecho aún? Dime, cuánto tiempo lleváis juntos tú y el desgraciado.
-No es ningún desgraciado. Es un novio estupendo. Y llevamos todo un año juntos.
-¿Y cuántos polvos?
-Eso no te importa. Hay cosas mucho más importantes que… el sexo en una relación.
-¿Ninguno? ¿Estás de coña? Le tienes un año a pan y agua y dices que no es un desgraciado. ¿Qué eres? ¿De las que esperan hasta el matrimonio para consumar? Así que no llevas el crucifijo por nada.
-Sí, vale. ¿Qué tiene de malo eso? ¿Qué tiene de malo enamorarse, dar el sí quiero y entregarte al hombre con el que has decidido compartir toda tu vida?
-La vida es demasiado puta para ser tan gilipollas, aunque supongo que una pija como tú de eso no sabrá nada. Y ahora andando.
Cristina no pensó en correr. Hay una escena en una película muy famosa donde una mujer corre con tacones escapando de un dinosaurio, pero esto no es una peli, es la vida real, y sabía de sobra que correr con esas cosas en los pies no la iba a llevar a nada bueno.
Así que le siguió sin resistirse.
Cuando llegó a la altura de su novio se sobresaltó. La herida en su cabeza tenía muy mala pinta.
-No te pares y sigue.
-Pero hay que ayudarle. Se puede morir si no le ayudamos.
-Él no me importa, no vale nada. Ya le ayudará el siguiente que pasé por aquí.
-Estás hablando de dejar morir a una persona.
-¿De quién fue la idea de parar? ¿Tuya o suya?
-No sé qué tiene que ver eso con nada.
-Fue suya, ¿Verdad? Tú no querías pero él no te hizo ni puto caso.
-Esa no es la cuestión.
-Claro que lo es. Si vive o muere ya no depende de nosotros, siempre ha sido su elección. Y ahora sube al coche.
Se sentó en el asiento del copiloto mientras la culpa la comía por dentro.
-Podemos llamar a una ambulancia. No digo ahora, me refiero a un poco más adelante.
-¿Hablar con el móvil en pleno secuestro? Va a ser que no.
-Pero…
-Me gustabas más cuando estabas callada.
-¿Y abierta de piernas? – preguntó al cabo de un rato.
-¿De qué demonios me hablas Cristina del Valle?
-Que si te gusto más abierta de piernas.
-Ja, estoy seguro que esto que acabas de decir es lo más fuerte que jamás ha salido de tu preciosa boca ¿Estás dispuesta a darme tu primera vez para salvar la vida de ese desgraciado?
Ella no respondió esta vez
-¿De qué vas, de mártir? Ese papel no te va.
-¿Me vas a rechazar?
-No, no… Solo estoy pensando en hacer esto bien. Yo quiero el dinero de tus padres y tú salvar al desgraciado. Bien, hagamos esto. Casémonos.
-¿Qué?
-Conozco una iglesia aquí cerca donde nos casarían sin hacer preguntas. Luego para divorciarnos que tus padres me den la pasta que necesito. Y asunto solucionado.
-¿Me has secuestrado y ahora hablas de casarnos? Aún no tengo síndrome de Estocolmo.
-Eras tú la que hablaba de follar hace un momento. ¿Es qué ya no estás dispuesta?
-A cambio de la vida de mi novio, pero no he dicho nada sobre casarnos.
-Pues piénsalo porque desde mi punto de vista, es la mejor solución para todos.
Cristina miró por la ventana. La imagen de su novio tirado en el suelo con la cabeza partida se hizo presente de nuevo.
-De acuerdo.
-¿Qué has dicho?
-Que de acuerdo, me casaré contigo.
-Muy razonable. Pero una condición más, Cristina del Valle. Si nos casamos, hay que consumar. Tienes que llegar hasta el final.
-Este trato cada vez da más asco.
-Así de puta es la vida.
Efectivamente, la iglesia no estaba nada lejos de donde ellos dos se encontraban. Llamaron al timbre que había al lado de la parroquia y un cura mayor no tardó mucho en salir.
Este miró a la chica, luego miró al novio y dijo:
-Serán 200.
-¿Puedes pagar tú, cariño? Es que yo no tengo tanto conmigo ahora mismo.
-Será hijo de…
-¿Me dices algo?
-Que aquí está la pasta.
El cura cogió los cuatro billetes de cincuenta que la chica sacó de su cartera y pidió que le siguieran dentro de la parroquia. No tardó mucho en salir acompañado de dos mujeres más.
-Bien, nos hemos reunido aquí para unir en sagrado matrimonio a…
-Tomás García Bosques.
-Y a…
-Cristina del Valle García.
-Que vienen libres y por su propia voluntad.
-Sí – dijo él
-Sí – dijo ella.
-Testigos por favor, firmen.
Las dos mujeres firmaron y recogieron un billete de 50 cada una.
-Ahora vosotros.
Primero él y…
-Por favor, señorita, firme.
-Cristina.
Luego ella.
-Perfecto, ya puede besar a su esposa.
Cristina para ese momento estaba roja. Toda situación era tan absurda que no sabía bien que estaba haciendo. Sintió el brazo fuerte y seguro de su… marido agarrando su espalda y como este le pegaba contra su cuerpo.
Y la besó con lengua.
Para una chiquilla que apenas se había dado unos cuantos picos perdidos por aquí y por allá, era demasiado.
El tío básicamente le había metido la lengua hasta la garganta y la estaba haciendo jugar con…
-Ejem…
-Perdone, padre, es que me he emocionado.
-Se entiende, hijo, se entiende. Bien, ya son marido y mujer y aquí tienen su certificado de matrimonio. Les recuerdo que hay un motel aquí al lado por si quieren pasar la noche de bodas.
-A ese vamos.
Salieron cogidos de la mano.
-No hacía falta que me hicieras eso.
-¿El qué?
-El beso, ya sabes.
-Pero si te ha encantado. Vamos, llama a esa ambulancia tuya y nos vamos de aquí.
Joder, la ambulancia, ya ni se acordaba de ella.
-Si, ¿Emergencias? Ha habido un accidente en la carretera cerca del kilómetro 10. Vengan rápido, por favor.
Tomás arrancó el coche y se dirigió sin perder ni un minuto al motel.
-¿No sería mejor ir a otro sitio, como a tu casa?
-No, tienen que vernos juntos en un sitio público y no hay ninguno mejor que este. Tranquila, solo será una noche.
-Sí, solo nuestra noche de bodas.
Se dirigieron juntos a la recepción donde se encontraron a una mujer obesa.
-Buenas Mary, mi mujercita y yo necesitamos una habitación.
-¿Tu mujer? ¿De qué coño me estás hablando, Tomás?
-Mi mujer – aseguró mostrando el certificado de bodas.
-La hostia. La suite nupcial, supongo.
-Sí.
La suite nupcial consistía en una habitación cochambrosa con cama de matrimonio y un baño. Ah, y un espejo gigante en el techo del cual Cristina no pudo evitar fijarse.
-Oh, sí, eso. Verás que divertido es cuando te acostumbres a ello. En fin, ¿Cómo quieres hacerlo?
-¿De verdad hay que consumar esto?
-Sí.
Tomás comenzó a quitarse la ropa hasta quedarse en calzoncillos y sentó en la cama a esperar.
Era mayor, de unos 60. Llevaba melena, barba, tenía pelos por todas partes y estaba algo fondón.
Pero en cierta forma resultaba atractivo. Era imposible negar que tenía carisma.
-Debo estar loca. – Mencionó Cristina.
En lugar de salir corriendo por la puerta y no mirar atrás, dirigió sus manos al vestido negro que la cubría y bajó la cremallera dejándolo caer.
En un momento se encontró en ropa interior, tacones y medias delante de un hombre que la devoraba con la mirada y…
-Toc, toc.
-¿Quién es?
-¿Quién va a ser? Yo. Abrid la puerta.
Cristina se tapó como buenamente pudo con el vestido del suelo mientras Tomás abría la puerta.
-¿Qué tal va todo por aquí?
Mary echó un vistazo a la habitación para comprobar que la chica estaba bien.
-¿Nos has interrumpido para decirnos eso?
-¿Quieres que llame a la policía, preciosa?
-No, no hace falta – respondió ella.
-Y no vuelvas a interrumpir hasta mañana por la mañana, mi esposa y yo vamos a estar ocupados toda la noche, seguro que me entiendes. Bien, por dónde íbamos.
Aun sintiendo como la vergüenza la consumía arrojó el vestido a un lado de la habitación.
-Eres lo más bonito que han visto mis ojos en mucho tiempo.
-Gracias.
El hombre pasó de nuevo su brazo por su cintura para atraerla y besarla de nuevo. Empezó con un pico y luego fue subiendo en intensidad.
No hace falta decir que ya sabía que la chica era como un terrón de azúcar en agua. Decidió subir un poquito la intensidad y la arrojó contra la cama.
Ella dio un gritito pero no protestó.
Él se lanzó encima de ella y siguió besándola. Le comenzó a masajear la oreja para comérsela a besos después. Desde el cuello hasta la oreja, dando pequeños mordisquitos aquí y allá.
-Te gusta, ¿Verdad? Pero que pedazo de guarra estás hecha.
Curiosamente, no le molestó para nada que la tratara de esa forma tan vulgar. De hecho, la excitaba.
-Quítate el sujetador.
Cristina se llevó las manos detrás de su espalda sin la menor duda o vacilación y se desabrochó la prenda dejando sus hermosas tetas al aire.
Si había habido algún momento en que ella parecía obligada a hacer algo, hace mucho que lo había dejado atrás.
-Dime, ¿Quién eres?
-Tu esposa
-¿Y qué más?
-Tu guarra.
Tomás comenzó a golpear los pezones ya duros de su esposa con los dedos, a chuparlos, a darle suaves mordiscos mientras retorcía el otro con la mano.
Pasó al cuello para dejarle un fuerte chupetón. No sólo quería follarla, deseaba marcarla ahora que podía notar el poder que tenía sobre ella.
Bajó de nuevo al pecho derecho para dejarle otra marca de chupetón y propició un fuerte mordisco en su otro pecho.
Cristina se tragó el dolor. Sabía que no estaba bien dejar a un hombre que le mordieran en el pecho, pero tampoco tenía mucha opción.
Descendió hasta las caderas y las bragas comenzaron a deslizarse hacia abajo hasta caer al suelo.
-Tienes un coño precioso.
-Es tuyo. Haz con él lo que quieras.
Tomás se lo tomó con calma. Comenzó con nuevo chupetón en la cara interna de su muslo, con pequeños roces aquí y allá, lo abrió con los dedos e incluso introdujo dos dedos dentro de ella al tiempo que su esposa soltaba un pequeño gemido de placer.
Y mientras pasaba todo esto Cristina no podía parar de verse reflejada en el gran espejo que había en la habitación.
La imagen que este reflejaba era de una auténtica guarra.
Le colocaron los dos dedos pringosos en los labios. Sin que nadie la indicará nada, abrió la boca y comenzó a chuparlos por su cuenta.
Nunca había hecho algo parecido. Cuando empezó a masturbarse lo hacía en el baño o se limpiaba con un papel. El sabor le resultó raro, pero no era desagradable.
Tomás volvió de nuevo a su coño, le abrió sus piernas y se dispuso a lamerlo.
Cristina se corrió al primer lengüetazo poniendo a su esposo perdido de flujos vaginales.
-Lo siento mucho – dijo esta entre divertida y avergonzada.
Su marido se levantó y le propinó un fuerte azote en el coño con la mano.
-Ah
Y otro.
-Ah.
Y otro
-Ah
Cristina contuvo como pudo el instinto de cerrar las piernas plantando fuertemente los pies en el suelo. No sabía lo que le podían hacer si las cerraba.
-Has dicho que era mío, ¿No? ¿O es qué te vas a echar atrás ahora?
Volvió a golpearla con más fuerza que antes.
Era la primera vez desde que estaba con él que estaba asustada de verdad.
-Bien, es hora de terminar con esto.
Tomás se quitó los calzoncillos y los arrojó encima del cuerpo de la chica. No de su cara, porque quería que viera todo lo que le iba a pasar.
Colocó su polla en su coño y comenzó a penetrarla con dureza, como un animal. Cristina estaba físicamente preparada pero no mentalmente lista para semejante trato.
Y además estaba el espejo donde podía ver con detalle lo que estaban haciendo con ella.
-No, no cierres los ojos. En el fondo esto te gusta.
Tomás, todo un veterano, decidió que era una gran idea correrse encima de su cara para terminar el primer polvo con su esposa.
Así que ni corto ni perezoso, cuando notó que se acercaba al orgasmo, se acercó hasta poner su polla a la altura de la cara de Cristina, y se la metió en la boca hasta el fondo de la boca.
Y ella chupó. Chupó hasta que se la sacaron solo para derramar sobre su cara una gran corrida.
-Voy a ducharme
Ya a solas, la chica estaba asqueada de su debilidad y de la imagen que reflejaba el espejo de ella misma.
Eso no podía ser ella.
Simplemente no podía ser ella.
Sí, le apetecía ducharse, limpiarse, quitarse al menos la corrida de la cara. Pero algo le decía que no debía hacerlo.
Su marido no tardó mucho en volver de nuevo solo para sentarse a su lado.
Le cogió de la barbilla de tal forma que le obligó a que le mirase.
-Sabía que no te lo ibas a quitar. Ven aquí, anda.
Se sentó entre las piernas de su marido solo para que este comenzará a sobarle los pechos, el vientre, los muslos.
Ella se agarró fuertemente a las sábanas de la cama.
Se sentía impotente y asqueada, pero no podía negar que se estaba derritiendo de placer.
Notó de nuevo como la besaban el cuello para provocar en ella un nuevo moratón.
Soltó un nuevo gemido cuando le estrujaron ambos pechos con fuerza y así estuvo un ratito.
Bajó una de sus manos al coño, lo rozó con uno de los dedos y volvió a subirlo hasta su boca.
Y ella lo chupó.
-Que guarra eres.
-Es como te gusta.
Pasó su dedo por su rostro y recogió alguno de los pegotes de semen que aún quedaban por ahí y se los llevó a la boca.
-Que guarra eres.
Le abrió los cachetes del culo y se la metió.
Como niña bien que era, Cristina no pensaba practicar el sexo anal en su vida. Le daba verdadero pánico hacerlo.
Pero no estaba en posición de discutirle nada a su marido.
Este se la metió a palo seco, a pura fuerza, y luego comenzó a moverse.
-¿Te duele?
Como el puto infierno, pero se lo guardo para ella.
-Mira hacia arriba, mira como te la meto.
Fue un anal salvaje, tan intenso como la follada anterior que no terminó hasta que su marido se corrió de nuevo en su culo llenándolo de leche.
Luego llegó la limpia, claro.
Arrodillada ante una polla recién salida de su culo, tuvo que hacer de tripas corazón para metérsela en la boca y limpiar la sangre y los pegotes de mierda que se habían pegado a ella.
El resto de la noche de bodas lo pasaron durmiendo. O por lo menos, él la pasó durmiendo porque ella no pudo pegar ojo.
Le dolía el cuerpo y había hecho cosas asquerosísimas. Y por no poder, no le había dejado ni limpiarse los dientes.
Solo esperaba que amaneciera para que su marido cumpliese su promesa de devolverla a casa.
-Ves a comprar algo para desayunar y nos vamos.
Cristina salió en dirección a la cafetería. Allí había un coche de la poli. Por un momento pensó en denunciarle, pero no lo hizo. No sabía el porqué, no le debía nada a su marido, pero no lo hizo.
Volvió con unos cuantos donuts y un par de cafés.
Por supuesto, una chica como ella y vestida como iba vestida, llamó la atención de estos que la siguieron discretamente hasta la habitación.
-Hola, agentes.
-Tomás, menuda sorpresa. ¿Puedes decirme qué haces con esa chica?
-Es mi mujer.
Este se sentó junto a ella en la cama. Él iba en calzoncillos y ella primorosamente vestida.
La besó solo para confirmar que no era ninguna puta.
-Ya, tenemos a un padre que ha llamado dando una descripción muy detallada que coincide con esta chica.
-Ya, es que el padre no nos dejaba estar juntos a pesar de que es mayor de edad. Por eso se ha escapado de casa.
Por supuesto, no se tragaron la mentira, pero no podían hacer nada.
-Su novio está bien. Y no va a presentar denuncia si la chica vuelve a casa
-Sí, se resistió un poco y tuve que darle. ¿Verdad cariño?
-Cierto.
-Y no se preocupe, hoy volvemos a su casa para hablar con sus padres de ciertos asuntos.
No tardaron mucho en subir al coche y enfilar el camino a casa. La extraña pareja no intercambió ni una palabra en todo el trayecto hasta el final.
-Te voy a echar mucho de menos.
-En tres palabras, Jo-de-te
Sus padres notaron algo raro en ella. Para empezar se sentó al lado del hombre que supuestamente la había secuestrado, solo para que este explicará la situación.
La cara de incredulidad de estos fue en constante aumento durante la narración de una parte de los hechos.
-Resumiendo, que con 500 mil me divorcio de su hija y no me volvéis a ver el pelo por aquí.
-¿Cómo demonios se ha atrevido a casarse con mi hija? – soltó la madre.
-Fue un acuerdo entre los dos.
-¿Y habéis consumido?
-Pues claro. Si no se podría anular el matrimonio. De hecho me he asegurado de follarla por todos los agujeros de su cuerpo.
No hacía preguntar a Cristina si era cierto o no porque su cara lo decía todo.
-Es mejor así. Ella está libre y vuelve con ustedes y su novio y yo me llevo mi dinero. Todos ganamos.
-Ha profanado a mi hija
-Es mi marido, mamá. Casada por la iglesia.
-¿Y tú cómo te atreves a prostituirte de esa manera?
-¿No lo has escuchado? Para salvarle la vida.
-¿Y chupársela y que te diera por culo era parte del trato? – Preguntó el novio.
-No, eso salió así – respondió Tomás. – Ya sabes, cuando una pareja tiene sexo, pues se hacen cosas.
-Un puto año entero y no me ha dejado ni tocarle una teta y vas tú y la das por culo.
-Cariño, en eso tiene razón.
-Era mi novio, no mi marido.
-Ya, pero ni una teta, con lo que te gusta que te soben. En fin, que 500 mil y os dejo a la guarra esta aquí.
-Y encima deja que la llamen guarra.
-Yo llamó a mi mujer como me da la gana. Y lo es hasta que no firmemos los papeles del divorcio.
-Llamaré a mi abogado – dijo el padre que no había abierto la boca en todo el rato – y solucionaremos esto lo antes posible.
-Muy razonable.
Y ocurrió algo alucinante para todos. Tomás se levantó del sofá y besó a Cristina delante de sus padres y de su novio antes de marcharse.
-Hija, ¿Cómo has podido dejarte?
-Es mi marido – dijo esta hecha un lío.
Pidió que la dejaran sola el resto de la mañana y los miembros de la casa lo cumplieron hasta la llegada de la ginecóloga.
Esta debía examinar sus heridas de guerra, por así decirlo.
-Chupetones en ambos lados del cuello, en ambos pechos y ambos muslos, una señal de mordisco en su pecho izquierdo, señales de dedos en ambos pechos, pequeños desgarros anales y vaginales debido a la dureza del sexo pero nada indica que fuera violación, cierta irritación de los labios de la vagina debido a los azotes recibidos y confirmación de limpieza de polla tras un sexo anal sin limpiar contada por ella misma.
Porque sí, ya que la estaba examinando su madre y la ginecóloga, Cristina se dio el gustazo de relatar ella misma como le había chupado una polla llena de mierda y sangre después de que su marido le reventará el culo con ella.
Para que se jodieran las dos.
-¿Algo más que desee añadir?
-No, eso es todo.
-Hija, ¿Cómo has podido hacer todo esto?
-Porque es mi marido. Y porque soy muy guarra, mama.
-Tienes suerte de que Alberto aún te quiera como novia.
Su novio, ese era otro problema y no pequeño. Aún no sabía cómo enfrentarse a él.
Tras ponerse uno de sus vestidos favoritos le indicaron que le esperaba en la sala privada.
-Me alegra un montón saber que estás vivo.
-Tenemos que hablar – dijo este.
Ella se sentó cerca de él.
-Nuestra relación no funciona.
-Estábamos perfectamente hasta ayer.
-No mientas, te he visto con él. Estás orgullosa de él porque es todo lo que yo no soy. Te has convertido en su esposa, en su puta y te encanta. Te mueres de placer cada vez que te mira.
Cristina no lo negó.
-Puedes engañarte diciendo que fue por mi, pero en el fondo tú querías que todo eso pasase.
-No, no digas eso, yo no quería que todo llegara tan lejos.
-Pero tampoco lo detuviste.
-Cumplió su parte del trato y yo cumplí la mía. No tengo nada más que decir.
-Un puto año entero sin poder tocarte – dijo él mientras ella salía de la habitación.
El abogado llegó a la mañana siguiente con todos los papeles preparados y con el dinero.
Solo se necesitaba la firma de ambos y asunto concluido.
-Hola, cariño.
-No me llames así.
-Hasta que no firme, serás mi cariño. Sabes, me he divorciado ya dos veces antes, y esta es la primera vez que voy feliz a ver al abogado. Por cierto, ¿Por qué has salido a recibirme tú misma?
-Es mi deber como esposa.
-Interpretando tu papel hasta el final. Está bien.
-¿Para qué necesitas el dinero? – preguntó mientras caminaban.
-Eso no te importa, pero, ya qué quieres saberlo, le debo dinero a gente muy chunga.
-¿Asuntos de drogas?
-Juego – respondió este.
Pasaron por fin a un despacho donde se encontraba el padre y el abogado. Cristina era la única mujer de la sala.
-¿Y bien? ¿Dónde están los papeles?
-No hay papeles – respondió el padre.
-¿Disculpe? Creo que habíamos llegado a un acuerdo.
-Y lo habíamos hecho, pero tu mujer ha cambiado de opinión.
-¿Qué?
-No quiero divorciarme – aseguró esta – Estoy enamorada de ti.
-¿Esto es síndrome de Estocolmo? Usted es su padre, dígale algo.
-Ya lo he hecho. Pero mi hija es como yo, muy terca. Pagaré sus deudas esta vez, pero ni una vez más.
-Bueno, pues si me da la pasta por mi está bien. En fin, vámonos.
Tomás cogió el maletín con el dinero con una mano y a Cristina con la otra.
-Eres idiota – le dijo cuando estuvieron solos montados en el coche. – Soy mujeriego, putero, alcohólico, drogadicto, ludópata, un tanto sádico, tengo hijas y hasta nietas mayores que tú.
-Y yo soy una guarra a la que le gusta que abusen de ella.
-Genial, menuda pareja hacemos.
Cristina no sintió nada especial mientras abandonaba el hogar de sus padres, mientras abandonaba su elegante vida para adentrarse en lo desconocido.
Sabía en lo más íntimo que había conocido a Tomás por una razón.
Estaba dispuesta a darlo todo para cambiar al hombre que Dios le había puesto en su camino.
Y además pensaba disfrutar de ese camino como la guarra que era.
Era el peor barrio de la ciudad. Durante el trayecto Cristina pudo ver putas, a sus clientes y a sus chulos. También drogadictos y camellos.
Y suciedad, mucha suciedad.
-¿Tú primera vez en este barrio?
-Sí.
-No creo que dures ni dos días aquí. Fijo que no tardas más de dos días en volver con tu papi y tu mami.
-Eso no puede decirlo el hombre que me rompió el culo. No, aguantaré, solo… no me maltrates, por favor.
-¿A qué te refieres?
-No me pegues ni me insultes… Bueno, durante el sexo, sí, pero…
-Eres la cosa más adorable que he conocido nunca. Bien, mi piso está por aquí.
Entraron en un garaje mugriento. Tomás miró a la chica que tenía al lado como si fuera la primera vez que la veía.
Aunque parecía muy frágil, sabía de sobra que era tremendamente dura.
Y guarra.
Muy guarra.
-Quiero que quede claro una cosa. No te voy a maltratar, pero sí que pienso tratarte como la guarra que eres.
Ella no dijo nada.
-Baja del coche y arrodíllate – ordenó.
-¿Qué? ¿Aquí?
-Sí, aquí.
Cristina obedeció a su marido sin presentar más resistencia. Este se sacó la polla en mitad del aparcamiento, se la metió en la boca y comenzó a follarsela.
Tener esa boquita a su disposición y poder marcar el ritmo era un auténtico lujazo.
Cristina pudo escuchar como un par de coches más se movían por el parking.
-Tranquila, eso no es asunto tuyo.
Cuando notó que se iba a venir, la sacó para llenar toda su cara con su corrida.
Cristina llevó sus manos a su bolso y sacó un pañuelo.
-No, no te limpies. Estás muy guapa, es muy favorecedor.
-Pero cualquiera puede verme.
-Sí, esa es la idea.
Se sentía tremendamente humillada. Y excitada, para que negarlo.
-Vamos.
Sí, se levantó y comenzó a caminar al lado de su marido. Este se dirigió a las escaleras y subió hasta el hall del edificio, donde se encontraba un conserje.
Cristina se paró en seco.
-Vamos, quiero presentarte como corresponde.
-¿Es esto lo que quieres que sea?
-Creo que es más bien es lo que tú quieres ser. Y ahora andando.
Y anduvo.
Paso a paso se iba acercando a la mesa donde el conserje leía tranquilamente el Marca.
-Hola, Manuel, ¿Qué tal? Me gustaría presentarte a mi esposa.
Cuando este quitó la vista del periódico, no pudo creerse lo que veía.
Cristina era preciosa, el vestido que llevaba la sentaba de lujo, pero no pudo evitar fijarse en sus rodillas llenas de polvo y su carita llena de semen.
-¿De dónde has sacado a esta guarra?
-De casa de sus padres. Por cierto, ¿Cuánto te debo? ¿300, no?
-Sí.
-¿Qué te parece a 10 euros la mamada?
-Tomás…
-Necesitas aprender a chupar pollas y la mejor manera de aprender es chupando pollas.
-Genial, ahora resulta que mi marido me prostituye por mi bien.
-¿Entonces lo hará?
-Lo hará.
-Quiero escucharlo de ella, Tomás. No te ofendas, pero no quiero malos entendidos.
-Lo haré – aseguró Cristina
-¿Y cuándo dices que puede empezar?
-Pues ahora mismo. Vamos, cariño, haz tu trabajo.
Se arrodilló delante del hombre, bajó su cremallera y le sacó la polla con sus manitas.
No tenía mal tamaño, pero sí que estaba bastante sudada.
En fin, se la metió en la boca y comenzó a chuparla y lamerla y…
El hombre se corrió llenando toda su boca de leche. Y pudo notar como ella se lo tragaba.
-¿Ya? Cristina, sigue anda. A esta primera invita la casa.
-Pero si ya se ha corrido un montón.
-Sí, pero no sirve para tu aprendizaje. Así que sigue.
-Hay que joderse.
Desde luego el hombre estaba deseando seguir.
En fin, volvió a meterse en la boca la polla flácida que tenía delante y comenzó a lamerla y a chuparla. Notar como crecía y se hacía más grande y más gorda la excitó muchísimo.
El hombre volvió a correrse de gusto y ella se lo volvió a tragar.
-Otra.
-Pero Tomás, no creo que él pueda más. Además, nos van a pillar si seguimos aquí.
-¿Qué tal Manuel? ¿Otra ronda?
Este asintió con la cabeza.
-Salvo que está vez será por toda la deuda.
-Eran 10 pavos la mamada
-Una, pero tres seguidas vale toda la deuda.
Manuel se lo pensó un momento. Aún sentía las manos de la chica en su polla, y joder, era un gustazo.
Asintió con la cabeza. ¿Y por qué no? Total, ese idiota no tardaría en pedirle dinero de nuevo y pensaba aprovechar mucho mejor a su mujercita.
Así que por tercera vez, Cristina se metió de nuevo su polla en la boca y comenzó a chupar y lamer. Está vez Manuel tardó mucho más en volver a correrse, pero finalmente lo hizo.
-Bien, podemos irnos.
Se dirigieron al ascensor.
-¿Y bien? ¿Te ha gustado?
-Claro que no. Me has prostituido. Y tenía un sabor asqueroso
-Mentirosa. Quítate las bragas.
-No están húmedas por si te interesa. No… espera… estate quieto…
Se había agachado para meter su cabeza debajo de su falda y le quitó las bragas sin que esta opusiera mucha resistencia.
Y comenzó a lamer.
-Aquí no…
La puerta del ascensor se abrió una vecina los pilló.
-Emilia, le presento a nueva esposa.
-Hola.
-Vamos.
-Sí.
Salieron juntos del ascensor.
-¿Eso que lleva en la cara es semen?
-Sí
-¿Pero qué clase de guarra te has buscado?
-Una de las grandes
Llegaron al piso, abrió la puerta y Tomás levantó en brazos a su esposa para pasar la puerta. La llevó directamente hasta la cama, la tiró en el colchón y se montó encima de ella.
-¿Y aquí?
-Aquí sí.
La levantó la falda por encima de la cabeza y comenzó a lamer ese coñito tan apetecible que tenía delante de él.
Ella se corrió en seguida, pero Tomás no se detuvo esta vez, dando varios orgasmos a su mujer.
-Debo ir a entregar la pasta. Esa gente la espera.
-Quiero ir contigo.
-Ah no, a esto no.
-¿Por qué no?
-Porque son peligrosos.
-¿De verdad quieres que me quede aquí? Ni hablar.
-Sí, quiero que te quedes aquí. Y hazme caso en esto.
-No, tengo una idea. Cara voy, cruz te la chupo para volver a jugar.
-¿No piensas ceder en esto, verdad?
-No.
Tiró la moneda y besó a su esposo sin esperar a ver qué salía.
Era un tugurio, un establecimiento que daba pésimas sensaciones con solo mirarlo.
-Pero que ven mis ojos, es Tomás. Con mi dinero, supongo.
-Sí, integro.
-Bien, espero que no te moleste que lo cuente. ¿Y ella quién es?
-Ella es una larga historia.
-Soy su esposa.
-¿En serio?
-Sí – respondió Tomás.
-¿Y dónde la has sacado?
-De casa de sus padres. ¿Estamos en paz?
-Pues… estamos en paz.
-¿Puedo hacer una propuesta?
-Cariño, ¿Pero qué haces?
-No, no déjala hablar. ¿Qué propuesta?
-Una partida al póker. Esto vale 500K.
Cristina puso encima de la mesa un pedrusco con pinta de ser muy caro.
-Cariño…
-No les voy a entregar a estos tíos 500K así como así. Quiero jugar al póker con vosotros.
-Así que es ella la que lleva los pantalones en la relación. Muy bien, dame media hora para organizar la partida.
Les invitó a entrar en la sala de más arriba.
-¿Pero tú sabes jugar?
-Jugaba con las chicas en el internado.
-Dios mío…
En la mesa estaban 8 jugadores, Cristina y siete tíos más. Todos con pasta y todos con pinta peligrosa.
Tomás vio como en la primera mano su mujer empezaba fuerte, con 10K, y como subía a 100K. Los demás jugadores, sorprendidos, simplemente pasaron.
-Iba de farol.
-¿Te has tirado un farol de 100K? Eso no tiene sentido.
-Pero he ganado, ¿No?
En la segunda mano repitió jugada, salvo que esta vez estaba muy lejos de ir de farol.
-Nos ha sacado 500K en dos manos.
-Sí, y con esto me retiro, caballeros.
-Nadie se va de la mesa hasta que yo lo diga.
Y Cristina se puso seria. Sí, no había mentido cuando le contó a su marido que jugaba al póker con sus amigas. Lo que no contó es que en comparación con sus amigas, estos tíos parecían aficionados. Para ella las apuestas de 100K eran calderilla mientras que para los jugadores que tenía enfrente era pasta de verdad.
Sencillamente, no tenían ni una oportunidad de derrotarla porque les resultaba imposible de leer.
-Has estado genial.
-Gracias.
-Menuda cara han puesto cuando les has desplumado. Nunca había visto algo como eso.
-Y nunca más lo verás. No quiero que vuelvas a jugar nunca más.
-Genial, ya me estás cambiando.
-Para eso servimos las mujeres, para cambiar a los hombres. Y ahora vamos a comprar una buena casa. Yo a ese cuchitril no vuelvo.
-Lo que tú digas, cariño.
Nueve meses después la familia de Cristina fue informada de que su hija había dado a luz. Se presentó en la casa como el único representante de la familia.
-Me alegro ver que mi hija tiene una buena vida.
-Es una mujer extraordinaria. Me ha quitado de todos mis vicios. Bueno, de todos salvo de uno.
-No necesito saber detalles, solo ver a mi nieta.
-Por supuesto, pase por aquí por favor. Se alegrará mucho de verlo.