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Empotrada y feliz
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Tiempo de lectura: 12 minutos

Mi señor

Elegí con cuidado la lencería, no, él la eligió para mí, llegó el día de ayer a mi oficina venía en una caja blanca con enormes letras doradas que decía: VALENTINO'S

Sentí tal alegría que la sonrisa debió llegarme hasta los ojos, quisiera que me hubiera visto, pero en cambio sólo el repartidor pudo notarla.

Me encantan sus detalles, no por el costo que puedan tener, bien puede ser una flor arrancada de un jardín cuando vamos caminando tomados de la mano o fina joyería, lo que me gusta es el detalle, el saber que piensa en mí.

La caja venía envuelta con un elegante listón de satín, me sentí como niña en navidad y tuve que usar todas las fuerzas de contención para no romper la caja en ese momento, disfruto del proceso así que seguí mi ritual: use mi tacto, pase la palma de mi mano por la suavidad del listón luego la dureza del cartón, los bordes, las esquinas di vuelta a la caja con sumo cuidado y por fin comencé a desbaratar con cuidado el moño rosa palo, abrí con un poco de impaciencia la caja y descubrí mi regalo; una fina lencería de encaje, mi mano tocó la tela instantáneamente casi como si fuera una caricia de él recorriendo mi cuello, era suave al tacto como el pétalo de una rosa, como una pluma por la espalda, como la piel interna de mis muslos, tersa como la curvatura de mis nalgas, sublime como su yema acariciando mi piel, como la yema de sus dedos cuando me recorren de desnuda.

Había dos conjuntos, uno en negro clásico fino encaje de una sencillez hermosa, simple nada de un bordado intricado, dejaba al descubierto ciertas zonas y tapaba lo más secreto de una mujer, sin duda se vería hermoso en mi cuerpo, las pantimedias altas más arriba de medio muslo sin duda los ojos le brillarían de lujuria al verme con ellas, unos ligueros y corsé que ceñiría mi cintura y por último un sujetador a juego, sexi, seductor.

El segundo era un color más atrevido era el mismo color de uno de mis labiales llamado pasión, no sé si en la tela sea el mismo nombre que recibe ese color, pero así lo bauticé begonia pasión. Incluía lo mismo que el negro: medias altas, ligas, corsé bragas y brasier, pero era de seda brillante me imagine en ambos, imagine en cual deseaba verme llegue a la conclusión que en ambos por eso los había enviado, pero para mañana solo uno era posible así que el otro será en otra ocasión.

El color begonia me encantó porque iba realzar el color blanco de mi cuerpo.

Como siempre vengo en metro en lugar de venir en mi coche, no es que no tenga lugar reservado para estacionar dentro del edificio sino que le gusta verme caminar las dos cuadras que me separan de nuestro nido de amor, se deleita con mis caderas moverse por la calle mientras algunas miradas se desvían al verme pasar.

Hoy, no llevo una ropa muy atrevida, me dio permiso de elegir mi atuendo así que llevo mi pelo suelto solo un listón blanco anudado por la nuca, un vestido verde lima-limón con vuelo y hasta la rodilla, unos tenis blancos, nada de maquillaje solo un poco de brillo en mis labios, a él el gusto al natural siempre me dice: Ángeles no necesitas nada de eso para verte hermosa, simplemente lo eres.

Y parece que las miradas de deseo que me dirigen algunos hombres mientras camino lo confirman.

Camino rápido, evitando en su mayoría las miradas de las personas que encuentro en mi camino, sé que Gregorio me observa sentado en una mesa del café al otro lado de la acera llegará al departamento tan sólo cinco minutos después de que yo entre.

Siento el calor acumulado en el pecho, pero no es por el sol que cae a plomo, es por saber a donde voy y con quién me encontraré, eso es lo que en realidad hace que mi cuerpo vibre y la sensación del estómago no desaparezca.

Si alguien pudiera ver el interior de mi bolsa, si por casualidad en el metro o para entrar en algún lugar revisaran mi bolso encontrarían, la lencería que elegí, también mi tesoro, ese pedazo de cuero negro que para la mayoría no representa nada, pero que para nosotros significa todo; el collar que mi señor me dio como símbolo de pertenencia esa prueba física y palpable de que soy suya esa que aprieta en mi cuello y me hace feliz.

Hoy, él lo ceñirá sobre mi cuello, hoy la sensación será mayor porque será su mano quien lo cierre, la que lo guíe y yo, yo, solo lo disfrutaré.

Como cada cuarto lunes de cada mes no me presente en la oficina Annie mi eficiente asistente reagendaba mis citas entre los demás días de la semana.

Esos lunes son míos, míos y de mi señor una vez cada mes nos vemos en el mismo lugar para dar rienda suelta a las bajas pasiones.

Claro que no es la única vez que nos vemos, casi a diario nos encontramos en la oficina, salimos a comer y cenar, follamos, reímos y lloramos juntos, es un cliente de la empresa y se podría considerar un compañero de vida por cosas de la vida no vivimos juntos, él aunque vive solo tiene hijos y una esposa a la que no ve desde hace mucho tiempo se fue al extranjero.

Yo… Bueno solo diré que me encanta pasar el tiempo a su lado, me cuida y protege, es la fantasía que no encontré en otro lugar, nos comprendemos y desata mi lado salvaje. ¿Te ha pasado que encuentras a alguien y de repente nada te importa? Esa persona que rompe el molde, tus límites. Esa que te hace desear más. Esa con la cual no hay imposibles ni barreras. Esa con la que quieres hacer de todo.

Tantas veces que otras parejas te piden casi te súplica hacer o probar algo y nunca aceptas y de repente conoces a alguien y casi eres tú la que súplicas por aquello que nunca pensaste hacer…

Bueno con Gregorio me paso eso, es mi amigo, confidente, asesor, pero también es mi señor y ese día yo soy suya totalmente.

Los días que él o yo estamos fuera de la ciudad nos vemos por videollamada y jugamos a la dominación desde la distancia.

Me encontré en el mundo de la sumisión sin quererlo y sin buscarlo por una casualidad me topé con la mente y la persona correcta y despertó en mí un instinto que no conocía, poco a poco descubrí un mundo lleno de sensaciones donde un ligero roce es todo lo que él necesita para encender mi cuerpo, una sola mirada basta para hacerme hervir la sangre, una sola palabra para tenerme a sus pies… Un mundo donde no hay límites, un mundo consensuado y una persona que me impulsa a romper barreras y aprender a disfrutar de mí y de mi cuerpo sin censura aprendí a disfrutar de él y sus perversiones que ahora son mías o tal vez siempre lo fueron pero no lo sabía.

Me entregó completa y cedo el control no porque no me ame, al contrario para poder llegar a este punto primero debí estar muy segura de mí, de quién soy y dónde me encuentro, primero me tuve que entregar a mí misma y aceptarme tal como soy, con las partes de mi cuerpo y personalidad que no me gustan. Solo así puede funcionar cualquier relación, porque si él hubiese llegado a mí antes de que yo descubriera esto simplemente las cosas no se hubieran dado como lo son.

Llegué al departamento, Marco me sonrió y con un: "buenos días señorita" me dejó pasar, me dedicó una pícara mirada que me dio a entender que le gustó mi atuendo (ese joven es guapo y atento, bien que podría ser un novio de ocasión), sentí que mis pensamientos me sonrojaron al pasar junto a él seguí caminando hasta alcanzar el elevador entre y subí, oprimí el número 15 y espere paciente que la caja de metal llegará al departamento.

Nunca me ha gustado sentirme encerrada ahí siento que me asfixio, pero tiene su recompensa porque al llegar al departamento la vista desde ahí es fenomenal, abajo está la plaza de San Pablo, su fuente y los cafés donde más de una vez nos hemos tomado de la mano mientras observamos las palomas o el atardecer.

Café…

Lo primero que noté al entrar en la estancia fue la ausencia total de su aroma, siempre me recibe el delicioso olor a café en esa habitación, se supone que es mi deber y obligación prepararlo y servirlo para él, pero por lo regular él ya ha tomado una taza antes de que yo me presente.

Algo no iba bien, la última y única vez que lo había visto beber fue hace más de dos años, ese día la sesión no fue divertida y tuve que usar la palabra de seguridad, esa tarde casi termino nuestra relación.

Como de costumbre él no estaba ahí, salía antes de que yo llegara para que me preparará para recibirlo como se merece, esta vez no me desnudé completamente, quedé en lencería, me di un último vistazo en el espejo antes de doblar mi ropa e ir a dejarla en su lugar junto a la puerta, saque el collar de la bolsa y lo deje en la mesa junto a la entrada ahí donde guarda las llaves de todo. Enseguida fui hasta donde debería estar la cafetera para poner agua y preparar el elixir de su preferencia, pero no había nada en su lugar estaba una botella de whisky y un par de vasos anchos junto a hielo en una hilera de metal. Dude si servir una copa o no, no sabía si era un tipo de prueba y decidí no servir nada en el vaso.

Luego algo llamó mi atención junto a la enorme ventana.

Vi el potro y no pude disimular mi entusiasmo, siempre he querido ser sometida, amarrada, follada y usada en una de esas máquinas de placer.

Ansiosa, nerviosa, excitada esperando el momento de sentir el contacto de mi piel contra él.

No me pude resistir como un niño no puede resistirse a un chocolate, sé que no tengo permiso de tocar o jugar con sus juguetes hasta que él lo diga, sé que lo dejo ahí para excitarme y probarme y este era un juego que tal vez yo perdería.

Mi mano se estiró de forma automática así como mis pies me llevaron ante él, toqué el suave cuero teñido de púrpura claro, olía nuevo al aroma inconfundible del cuero, era muy suave a pesar de tener varias costuras cruzadas en forma de diamante con un hilo oscuro que contrastaba inmediatamente a simple vista, casi puedo asegurar que le dijo al artesano donde ubicarlas para que dejara marcas sobre mi piel, se van a ver hermosas en mis piernas, nalgas o tetas.

Los remaches negros estaban fríos al tacto, las patas de madera eran simples y limpias un color ocre las hacía ver como si fueran de oro antiguo, gire mi cabeza en dirección a la puerta como para comprobar que mi señor a un no estaba ahí.

Me subí en él, y me acomode en la pose que supuse más tarde Gregorio me tendría mis manos tocaron los grilletes y dejé mis tobillos lo más cerca que pude de las tobilleras me imaginé que mi señor ya estaba ahí y humedecí solo de sentirme expuesta, vulnerable, suya…

—Eres hermosa! Me gustan tus lindas piernas, poner mis manos en ellas y sentir la gloria de acariciarla, y ese culo vaya que es para morir en el, me encanta el contraste que tu pelo negro como el ébano le da a tu blanca piel. Pero más que nada en este momento me gusta la vista y saber que te gustó tu nuevo juguete.

Su voz me tomó por sorpresa, no me di cuenta de a qué hora había entrado, como una niña sorprendida al hacer una travesura baje la mirada, sentí mis mejillas encenderse como un tomate, él ya estaba en la habitación y yo no lo recibí como se merece. Inmediatamente me tiré al suelo y esperé con la cabeza gacha que se acercara a mí.

Aún sin poder verlo sentí su mirada sobre mi cuerpo, la yema de su dedo sobre mi espalda fue como un fuego ardiendo en mi interior, hervía mi sangre con ese sencillo gesto.

Recorrió mi espina dorsal hasta el inicio de mis nalgas y luego se detuvo. Su mano se posó en mi barbilla y delicadamente levantó mi cara, pude verlo por fin sus jeans de mezclilla una playera blanca y su chamarra de aviador color tabaco a juego con sus botas lo hacían ver más joven de lo que es a sus 45 años parece un hombre de unos treinta, nos miramos directamente, sus ojos reflejaban lujuria, deseo, fuego y lo más seguro es que él noto lo mismo en los míos…

Yo esperaba su orden.

—¡sírveme!

Levantó su pie izquierdo y le quite su bota que tanto odio no porque se vea mal al contrario se ve muy bien con ellas pero son una tortura para sacarlas de sus pies cuando por fin lo conseguí saque su calcetín, luego lo bese, repetí lo mismo con el otro pie. Siempre comenzamos nuestra sesión de la misma manera, luego él se agacha y besa mis labios.

Moví mis caderas como una cachorra contenta con la llegada de su dueño y feliz por las caricias y atenciones que me da.

Luego se inclinó a mi altura y mirando mis ojos cerró el collar sobre mi cuello con lo que mis movimientos de cadera se intensificaron. Me acarició suaves palmadas en mi cabeza mientras repetía su mantra de cada sesión.

—Mi tierna, sexi, obediente, intrépida e insaciable niña.

Escucharlo decirme su niña me gusta.

Luego aun a mi altura comenzó a separar mi cabello la mitad en la derecha y la otra en la izquierda, cuando lo tenía justo cómo él quería empezó trenzar mi cabello es hábil con sus manos me encanta este momento un poco de intimidad y cariño antes de comenzar a servirlo.

Me quedé en el suelo esperando sus movimientos, ya no usa la cadena para guiarme como lo hacía al principio, ahora su perra fiel lo conoce y va junto a él sin necesidad de que me lleve de la mano, cuando él giro y se dirijo hasta la mesa del café lo seguí, trague saliva al recordar que no serví su vaso.

Se detuvo y yo con él, escuché los hielos chocar contra el vidrio y luego el líquido fluyendo de la botella al vaso, mi mirada está en sus pies no puedo verlo sin su permiso y no quiero tentar mi suerte luego de no dejar listo su whisky.

Luego se sentó en su sillón favorito y fui tras él, acomode mi cabeza en su regazo y comenzó a acariciar mi cabello como si de una perra se tratara, sí, me siento su perra en esos momentos, sí, me encanta esa sensación, me gusta sentir sus manos haciendo piojito mientras se toma su bebida.

—Hoy voy a ser un sádico hijo de puta, así que si sientes la necesidad de parar hazlo, ¿cuál es tu palabra de seguridad?

—Tacos

Suavemente acarició mi cuello que yo misma le expuse, su mano recorrió quemando mi piel desde ahí hasta el nacimiento de mis senos, movió la tela que cubría mis tetas, su mano las acuno una a una, fue lento apenas tocando, como si fuera la primera vez que lo hacía, luego más intensamente, su dedo recorrió el contorno de mis pezones provocando sensaciones placenteras en mi sexo que ya palpitaba de ganas.

Enseguida sin decir nada más, aprisionó mi pezón izquierdo con una pinza sin misericordia, reprimí la queja que estuvo a punto de escapar de mi boca, luego fue el turno de mi otro pecho, el frío del metal dio paso al calor del apretón de la pequeña tortura que pronto se tornaría placer y me dejaría hipersensible, después bajó hasta mi delicada flor, sonrió cuando noto la humedad acumulada en la seda de mis bragas que hizo a un lado, cuando esperaba que sus dedos fueran delicados y comenzarán a masturbarme puso otro par de pinzas sobre mis labios que resbalaron entre la miel que ya comenzaba a brotar.

—Ahora, jovencita, usted va a comer!!!

Su mano acarició mi cabeza borrando cualquier pensamiento que no sea su placer, con una mano recogió las trenzas de mi cabello, sentí su respiración tranquila y su aroma de hombre penetró mi nariz, me acarició cuidadosamente lo hace lento incluso de una forma delicada, eso me mata, no sé en qué momento vendrá el tirón y eso me deja expuesta y vulnerable, totalmente en sus manos.

De pronto lo que estoy esperando sucede, da ese jalón que me obliga a mirarlo directo a los ojos… noto su lujuria en esos ojos tan míos

—Abre la boca

Sin demora lo obedecí ansiosa por lo que seguía, el sabor a whisky estaba aún en su saliva que cayó en mi lengua y la saboreé y sonreí.

—Eres hermosa!

Sin perder más tiempo se bajó el cierre del pantalón tan cerca de mi cara que huelo su miembro antes de verlo aún flácido.

Mi boca ya lo esperaba ansiosa, así que sin preámbulo lo llevé directo a ella y comencé a acariciarlo con mis labios y lengua.

Me he convertido en una experta en la felación en acariciar su verga con mi boca y darle y darme placer con esos movimientos, en no desperdiciar nada de lo que de ahí brota, gotea, o sale a chorros: su placer… En ponerlo duro y proporcionar una mamada que le dobla las piernas y lo obliga gruñir, sus manos se posaron en mi nuca, con una de ellas empuja hasta el fondo casi lo que me dificulta respirar empuja y sostiene mi cabeza ahí toma el control de mis actos y movimientos empujó aún más lo metió lo más profundo que pudo y me dejó ahí asfixiándome con su falo, hoy lo dejo más de lo normal casi lo iba a empujar cuando por fin me dejó tomar aire.

Soltó una risa cuando me vio jalar aire desesperadamente.

—Bien mi niña has roto tu marca. Te mereces un premio.

Estaba de pie junto a mí, me miraba de arriba a abajo, miraba a su presa, su trofeo, su mujer. Me levanto con sus brazos, su mirada era como una caricia a mi cuerpo podía ver en sus ojos su deseo de poseerme.

Tiro de mi collar antes de sacar la pinzas de golpe provocando un dolor placentero, dejando mis pezones sensibles al tacto, suavemente me cubrió de besos, fue dejando un húmedo camino de besos sobre mi rostro, beso mis ojos, mejillas, la comisura de la boca, bajó de nuevo por mí cuello hasta mi clavícula reprimí un gemidos de placer cuando aprisiono uno de mis senos con su boca, lo acuno entre su lengua, casi grite de placer cuando la comenzó a mover rítmicamente jugando con mi pezón aún sensible, lamió y tiró de él provocando mi humedad, provocando que mis piernas se comenzarán a mover, con una voz ronca casi gutural habló aún con mi pecho en su boca.

—Lo sientes mi niña?

Ya viene?

Sus palabras haciendo cosquillas en mi pezón fueron como gasolina sobre el fuego, apreté las piernas fuerte tratando de aplazar lo inevitable, el orgasmo se acercaba y Gregorio lo sabía, ese hombre provoca lo que ningún otro; su voz, su presencia, sus caricias me convierten en una gata en celo capaz de correrse con tan solo su boca sobre mis tetas y una palabra.

—Córrete…

Mis piernas se doblaron ante su orden que al mismo tiempo era el permiso para mi placer… dejé fluir mi orgasmo y grité su nombre mientras mis entrañas se humedecieron y me exigían más, ahora lo quería a él dentro de mí.

Estaba en posición de descanso luego de ese primer orgasmo.

No sé cuánto tiempo llevaba en esa posición, pero cuando su dedo rozó mi piel me perdí por completo, dejé de respirar por un momento deseando y fantaseando con que ese dedo diestro recorriera las partes más privadas de mi cuerpo hasta hacerme gritar su nombre una y otra vez hasta que esos gritos se conviertan en el agua del deseo brotando de mis piernas.

Su piel contra la mía es tan atrayente, tan necesaria, como las olas del mar acariciando la arena haciendo el amor una y otra vez.

—Cada parte de tu cuerpo tiene una anécdota y me encanta, como un libro que nos cuenta una historia diferente cada vez que lo leemos.

Su caricia me hizo estremecer como si un choque eléctrico recorriera mi cuerpo en su interior.

Camino hasta el potro y lo seguí.

—De pie.

¿Estás ansiosa por usarlo verdad?

—Sí, desde que lo vi.

—Es tu regalo y mi placer.

Súbete!

Me tendió la mano para ayudar a subirme yo estaba, caliente, ebria de placer anticipado, su mano fue firme y rápida, una a una cada una de mis extremidades quedaron sujetas a ese aparato con forma de tortura.

Me amarró fuerte a él para impedir al máximo mis movimientos.

Un golpe sobre mis nalgas, alternaba cada golpe en ellas golpes fuertes, suaves, rítmicos algunos eran como una caricia y otros simplemente dolían sin duda mañana dolerá al sentarme y sin duda alguna una sonrisa se dibujara en mi rostro.

Usaba el flog fuerte y preciso, sutil y conciso como un artesano trabajando en una obra de arte, cada nueva caricia de ese suave cuero sobre mi piel era una ola de sensaciones que poco a poco iban dejando mi humedad sobre el suave cuero bajo mi sexo.

No vi el par de velas que colgaban de unas cuerdas, me di cuenta hasta que la cera comenzó a caer sobre mi espalda.

Gota a gota fueron creando arte sobre mi piel, gota a gota mi humedad era mayor un gran chorro cayó sobre mis nalgas y luego nada, sólo silencio…

—Eres hermosa

Retiro con cuidado la cera que le estorbaba de entre mis nalgas, lleno de besos cada parte de mi culo, beso con cuidado cada marca que el flog había dejado, al final llego al orificio que es solo suyo el que ningún otro ha disfrutado, lo besó y lamió a su antojo, su lengua empujaba por entrar, provocando contracciones involuntarias en mi vagina. Luego fue su dedo el que entraba y salía cada vez más fácil, cuando puso la punta de su dureza tome aire, sentí como iba entrando, mis dedos se cerraron contra mi palma, cuando entro por completo se detuvo dejó que me acostumbrara a su grosor el ardor fue pasando y una sensación de estar llena me invadió sus movimientos eran lentos hasta que sintió que se podía mover más fácilmente el placer comenzó a llegar.

Me penetró con furia, no fue difícil llegar de nuevo al clímax yo lo deseaba estaba lista, estaba a flor de piel incluso mis pezones rozando con el cuero incrementaban el placer luego de unos minutos sentí sus chorros descargar dentro de mí

Me encantan nuestras sesiones, las disfruto, me excito, gozo, la intensidad de un azote o la fuerza de una caricia, la agonía de la dulce espera o el dolor de una bofetada, esperar por una orden o ver el orgullo reflejado en sus ojos. Pero lo que más me gusta es el final, cuando todo eso pasa y me deja cansada, sudada, dolorida y queriendo más de él, más de esto.

Cuando por fin sus brazos son solo caricias y su boca deja de lado las palabras vulgares que me prenden y dice las tiernas que me reconfortan, cuando lame mi cuerpo y me abraza sin importar nada más.

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