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Historia de una sumisa (5)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Semen, lefa, corrida, leche de hombre… Como sumisa de Esmeralda tenía que ir haciéndome a la idea de que no solo me lo iba a tragar como si de agua se tratara, también de que lo harían mucho encima de mí y donde ellos quisieran.

Mi ama me dio un vídeo para que lo viera por la noche. En él aparecía una joven hermosa sentada totalmente desnuda en lo que a todas luces parecía un servicio de caballeros.

Los chicos empezaron a pasar uno detrás de otro con la única intención de correrse encima de ella.

No hacían nada más, solo pajearse hasta que se corrían salpicando el cuerpo de la joven.

A mí me resultó perturbador, durísimo y bastante denigrante ver como su hermoso cabello largo y negro poco a poco, corrida a corrida, se iba tornando blanco, o como los pegotes de semen se iban acumulando en su cuerpo. Para finalizar vi como la chica lamía todos los restos de semen del suelo a petición de su amo.

-¿Y bien, te gustó? – me preguntó al día siguiente.

-¿Cómo puede una mujer entregarse hasta ese punto? ¿Cómo puede denigrarse tanto?

-Laura es una esclava bastante especial. Está entregada completamente a los deseos y perversiones de su querido hermano. Este vídeo que viste fue su primera experiencia. Y así, tal cual estaba, la sacaron a pasear.

-¿No pensarás en hacer eso conmigo?

-No estás ni remotamente lista por ahora, solo recuerda como te has puesto por un par de corridas en el pelo. Debemos ir poco a poco y lo primero…

-¿Pero tienes pensado llevarme hasta ese punto? – pregunté escandalizada

-Te gustará, ya lo verás, solo confía en mí.

-Ferrocarril, ferrocarril, ferrocarrillll

Mi ama me pidió que me presentara al acabar el instituto en la terraza de un bar en plena plaza y para que voy a engañar al lector, había ido a regañadientes y renegando, pero había terminado cediendo como de costumbre.

-Pero mírate, si has venido. Un helado de vainilla, por favor. Y un tazón grande, con una cuchara. Muy bien, ¿Por dónde íbamos?

-Por ninguna parte.

Esmeralda abrió su bolso y me mostró un termo.

-¿Está lleno con lo que creo que está lleno?

-Puro zumo de hombre recién extraído de mis compañeros. Oh, gracias por el helado y el tazón.

-Señorita.

Como si fuera lo más natural del mundo, Esmeralda volcó el contenido del termo en el tazón y me lo ofreció.

Apestaba.

No podía ni imaginarme cuantas pajas se habían necesitado para llenar algo tan grande.

-¿De verdad me tengo que beber todo esto delante de todo el mundo? – pregunté en un susurro.

-Si quieres seguir conmigo, sí.

-¿Usando la cuchara?

-Sí, debes hacerlo de poco en poco. De un trago sería demasiado fácil.

¿Demasiado fácil? ¿En qué sentido sería demasiado fácil?

Cogí la cuchara, la metí dentro… y joder, que puto asco. Era tranquilamente lo más asqueroso que había visto en mi vida.

-Vamos, que no pasa nada, si está muy bueno.

-Esmeralda…

-Quizá unas galletas te ayuden. Unas galletas, por favor.

-Esmeralda… – repetí.

El camarero vino con unas cuantas galletas Fontaneda. Mi ama las hizo trozos y los echo en mi cuenco.

Mi estómago se revolvió al ver como los trozos se mezclaban con el semen hasta quedar completamente cubiertos.

-Come.

-¿Ferrocarril?

-Que comas.

-No sé para qué tengo palabra de seguridad si nunca me haces caso.

Me centré en el problema que tenía delante: Un tazón lleno de semen con trozos de galleta que debía comer en un espacio público.

Volví a meter la cuchara, la saqué llena, cerré los ojos…

-No cierres los ojos.

-Pero no puedo tragarme esto si lo estoy viendo.

-Sí que puedes, ya lo has hecho.

-Solo una vez, solo de un hombre y en privado, nada ni parecido a esto.

-Nadie sabe lo que está pasando aquí. Solo tú y yo.

-Y el camarero.

-Ese no cuenta. Y hazme caso, contra más dudes, peor va a estar.

-Sí ama.

Ella sonrió. Era la primera vez que la llamaba así, y aunque lo hice con la intención de molestarla, la verdad es que fue bastante reconfortante.

-Y recuerda, con los ojos abiertos.

Sí, con los ojos abiertos, para poder ver bien la asquerosidad que tenía delante.

Lefa con galletas.

Metí la cuchara, la saqué llena, abrí la boca… Y justo cuando me la iba a meter oí algo que me desconcertó.

-Esmeralda.

-¿Si?

-¿Esos que chillan por ahí son los chicos que han contribuido a esto?

-Sí.

-Eso pensaba. ¿Y qué hacen aquí?

-Quieren verlo. Les advertí que no hicieran ruido, pero ya conoces a los chicos.

-Esto ya es difícil de por sí. Elevar el nivel de dificultad no es lo más recomendable.

-Solo lo estoy haciendo más excitante.

No podía con ella. Es que no podía con ella.

La situación era realmente desesperante. Chicos vitoreando, gente cuchicheando y yo sin saber que hacer.

Volví a concentrarme en el problema que tenía delante, el tazón lleno de semen con galletas.

Volví a meter la cuchara dentro, a llenarla y acerqué mi boca al cubierto.

Me la metí dentro al fin mientras los chicos aplaudían.

Hijos de puta.

-Bien hecho. ¿A qué no ha sido tan difícil?

-Vete a la mierda.

Volví a meter la cuchara y sacarla llena y di otro bocado.

-¿A qué te gusta?

-Esmeralda, por favor, cállate.

Volví a meter la cuchara, la saqué llena de semen y algún trozo de galleta. Y me la metí en la boca.

Los chicos volvieron a aplaudir.

-¿No puedes pedirles que se callen?

-No. Eso es lo divertido.

-Pero estamos dando mucho el cante.

-No temas, nadie se está enterando de nada.

Ya, claro, lo que ella dijera.

Volví a meter la cuchara y sacarla llena. A la boca otra vez mientras los chicos vitoreaban y pedían otra.

-Esto es demasiado.

-No te quejes tanto y termina, que solo te quedan unas pocas cucharadas más.

-¿Puedo bebérmelo? De un trago y acabó con esto.

-No.

-Esmeralda…

-No. A cucharadas.

Puse mi mejor cara de cabreo mientras volvía a meter la cuchara, la llene, la lleve a la boca y los chicos aplaudieron… Y qué demonios, me coloqué en dirección a donde estaban los chicos y relamí la cuchara.

-No me seas cría.

Volví a meter la cuchara, la llené y me la metí en la boca. Pero esta vez no tragué y abrí la boca para que mi ama pudiera ver su interior lleno de semen.

-No se hacen guarradas mientras se come.

-Ta ta ta – mencioné mientras me metía otra cuchara llena en la boca.

Y de esta forma, cucharada a cucharada y entre los vítores de los chicos adolescentes que habían contribuido a llenarlo, me terminé mi primer tazón de semen. Incluso relamí el fondo al terminar.

-Bien hecho. Estoy muy orgullosa de ti.

-Gracias ama.

Y fue así como me salió, sin dobles intenciones por mi parte. A pesar de que Esmeralda era un ama cruel, severa, muy dura… y bueno, una auténtica hija de puta para la que yo era simplemente un juguete en sus manos, la verdad es que en el fondo, muy muy en el fondo, la apreciaba.

-Puedes tomarte la tarde libre. Sobre las nueve pásate por mi habitación para que pueda tratarte como te mereces.

-No sé si puedo seguir con esto.

-Claro que puedes.

Me besó.

De nuevo.

Ella sabía a vainilla y yo, bueno, no sé.

Pero me besó para jolgorio de los chicos que miraban.

-A las nueve te espero. Y vosotros chicos, os he dicho que miraseis en silencio.

-Venga ya, ha sido muy divertido.

Me quedé embobada viendo como el grupo se alejaba hasta perderlos de vista.

-¿Un día duro? – Preguntó el camarero.

-No – respondí. – A decir verdad no tanto como yo creía.

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