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Mi primer trabajo con la amiga de mamá
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Tiempo de lectura: 13 minutos

Antes de comenzar con esta rara pero excitante historia voy a presentarme: mi nombre es Lucas, tengo 20 años y vivo en Buenos Aires con Alicia, mi madre. Desde que cumplí la mayoría de edad y desde la partida de papá después de su divorcio, mamá siempre había insistido con la idea de que yo debía aportar a la economía de la casa. Más allá de que no nos faltaba nada y que mamá ganaba muy bien en su trabajo como cosmetóloga, no le gustaba para nada la idea de que no tuviera ninguna actividad productiva. Apenas terminé la secundaria, comencé una carrera universitaria que abandoné a los pocos meses porque decidí que los libros no eran lo mío. Desde entonces, mamá me recordaba periódicamente que debía buscarme un trabajo porque ella no me iba a mantener toda la vida. En principio me parecieron simples amenazas que nunca se iban a concretar, pero un cálido lunes de enero las amenazas se hicieron realidad. A las 8 de la mañana mamá entró a mi cuarto de golpe, abrió la ventana para que entre la luz del sol y comenzó a destaparme mientras gritaba.

¡Lucas! Levantate. Dale. Arriba vago que ya te conseguí trabajo y empezas hoy mismo – dijo mamá mientras sacaba ropa de mi armario para que me vista. Sus palabras hicieron que me despierte de golpe.

¿Qué? ¿Como que me conseguiste trabajo sin avisarme mamá? – pregunté confundido.

Ya te lo avisé varias veces que tenías que empezar a trabajar para aportar algo y no me hiciste caso. Así que te ahorré el esfuerzo de buscar trabajo y te lo conseguí yo – dijo ella mientras yo me ponía la ropa que me iba dando.

¿Y en donde voy a trabajar?

Con Susana en la repostería. Ella es una de mis mejores amigas y me comentó que está buscando empleado y, a partir de hoy, vas a ser vos.

No podía creer lo que mamá había hecho. Esta vez se veía muy firme en su decisión de que yo debía trabajar y finalmente tomó cartas en el asunto.

Pero mamá, no tengo ni idea de repostería. Voy a hacer un desastre – le dije intentando en vano que cediera ante su decisión.

Ya le dije a Su y me dijo que te va a enseñar todo lo que necesites saber. ¡Basta de excusas Lucas! Cámbiate que a las 9 te espera en el local – gritó mientras me tiraba la última prenda de ropa y cerraba fuertemente la puerta.

Me terminé de cambiar mientras aceptaba que el ultimátum de mamá era definitivo. En mi intento de encontrarle el lado positivo a la situación, recordé que Susana era la mejor amiga de mamá y siempre había sido realmente amable y cariñosa conmigo. Eso significaba que no iba a tener un jefe altanero y autoritario como los tiene la mayoría de la gente que trabaja en relación de dependencia. Otro aspecto positivo era que la repostería de Susana quedaba sólo a una cuadra de mi casa y no debía levantarme muy temprano ni hacer largas distancias para llegar al trabajo. Además, iba a comenzar a tener mis propios ingresos, por lo que no debería depender del buen humor de mamá para salir con mis amigos o comprarme lo que yo quisiera.

Salí de mi habitación, desayuné con mamá mientras me daba los últimos consejos para comenzar mi primer día en el mundo del trabajo. Luego de un desayuno de café y tostadas, emprendí el camino hacía el local de Susana. Al entrar al limpio y hermoso lugar lleno de exquisitos postres y tortas delicadamente decorados, vi a la amiga de mamá del otro lado del mostrador.

Susana tenía 50 años, tenía una estatura un poco menor a la mía, aproximadamente de 1.65 y tenía el típico cuerpo de una mujer cincuentona que había dedicado su vida al trabajo. De caderas anchas y regordeta, Susana vestía una calza color blanca que marcaba todas las imperfecciones en sus piernas y su torso estaba cubierto por un impecable delantal blanco recién lavado. Ella estaba perfectamente maquillada y lo que más resaltaba de su rostro era el labial rojo carmesí que cubría sus carnosos labios. Su cabellera larga y enrulada color rojiza también estaba perfectamente peinada sin un pelo fuera de su lugar. Pero lo que más me llamó la atención al ver a Susana, fue el volumen de sus pechos. Su complexión regordeta le daba dos enormes ubres cubiertas de decorativas pecas color café con leche. Ella sabía que su delantera era su mejor atributo, por lo que su delantal dejaba ver una remera verde manzana con un amplio escote que mostraba un hermoso lunar en su pecho izquierdo, justo al lado del profundo surco que empezaba bajo su cuello.

Cuando la amiga de mamá me vio entrar se le dibujó una sonrisa en la cara y giró alrededor del mostrador para venir a saludarme. Mientras caminaba hacia mí, no pude sacar la vista de esos enormes globos de carne que saltaban al ritmo de sus pasos.

Al fin llegó mi nuevo empleado. Que alegría que empieces a trabajar conmigo Luquitas – dijo ella, mientras me daba un fuerte abrazo y apoyaba sus carnosas tetas por debajo de mi pecho. El contacto fue tan fuerte que pude sentir la dureza de sus tetas y hasta sus pezones rozando en mi torso.

Gracias Su – contesté algo nervioso tratando de disimular mi excitación – Mamá me dio la sorpresa hoy mismo.

¡Ay si! Me dijo que no te iba a decir nada y yo estaba preocupada porque no sabía si te iba a gustar el trabajo. Pero quédate tranquilo que no es nada difícil, tenes una jefa que nunca te va a tratar mal y vas a ganar muy bien – dijo ella tratando de convencerme. Y lo consiguió.

No sé si mamá te dijo, pero no tengo ni idea de repostería Su – le comenté.

Vos quédate tranquilo que yo te voy a enseñar todo a su tiempo. Por ahora empezá barriendo un poco el local y si llega a venir un cliente me avisas para que yo lo atienda. Yo voy a estar en mi oficina haciendo algunos números – contestó ella de manera muy amable y con una enorme sonrisa.

Seguí las instrucciones de mi nueva jefa y comencé con la tarea que me había encomendado. Barrer no era ninguna ciencia y era muy fácil teniendo en cuenta que el local estaba realmente limpio, por lo que mientras pasaba la escoba sobre el suelo inmaculado, mi cabeza seguía en las enormes tetas de la amiga de mamá. Jamás me habían llamado la atención las mujeres mayores, ni había tenido una experiencia con una, pero el hecho de que Susana sea mi nueva jefa y que se vista tan provocadora me generaba un morbo que hasta el momento no había experimentado. El abrazo que me había dado sin ningún tipo de pudor por poner en contacto sus tetas conmigo me hacía pensar que ella también disfrutaba del contacto físico con un joven y la idea de que yo fuera carne fresca para ella me excitaba aún más. Quizá sólo eran las hormonas haciéndome imaginar cosas que no eran, pero era algo que sólo el tiempo me iba a confirmar.

Mientras seguía barriendo cada rincón del local, noté que sobre mí había una cámara de seguridad. Al verla, mi cabeza empezó a volar y me imaginé a Susana en el escritorio de su oficina mirándome detenidamente mientras hacía mis tareas, quizá con el mismo morbo que tenía yo. Como si realmente estuviera solo y sabiendo que ella podía estar observándome, llevé mi mano a mi entrepierna e hice el gesto como si me acomodará el bulto. Lo relacioné a un gesto que suelen hacer los hombres bien dotados y si Susana lo veía podía llegar a la misma conclusión.

El resto del día transcurrió normal. Luego de barrer, Susana me encomendó más tareas de limpieza, aunque todo estaba realmente limpio. Entraron varios clientes a lo largo de la jornada que Susana atendió con su característica amabilidad y gentileza. Realmente era un negocio muy rentable debido a los famosos y exquisitos postres que Susana hacía con sus propias manos.

La primera semana de trabajo pasó realmente rápido. Todos los días a las 9 de la mañana llegaba al trabajo y Susana me seguía encomendando tareas de limpieza. Cuando ella salía de su oficina y no había clientes que atender, charlábamos un rato y nos contábamos detalles de nuestra vida entre risas, café y algunos muffins que ella misma vendía en su local. Susana me había contado que, al igual que mamá, era divorciada. Se había separado de su marido hacía poco más de tres años y, desde entonces, no había tenido otra pareja. Yo le conté de mi breve paso por la universidad, de mi vínculo con mamá y de las pocas relaciones amorosas que había tenido. Sobre este último tema ella se mostró muy interesada haciéndome varias preguntas al respecto, pero ninguna que incluyera la cuestión sexual de manera explícita. Cada uno de los días ella cambiaba su vestuario, pero con el mismo estilo provocador del primer día. Sus grandes y profundos escotes siempre dejaban ver la mitad de sus enormes ubres; incluso uno de los días pude ver el borde amarronado de uno de sus pezones antes de que ella subiera su remera para evitar que una de sus tetas salga disparada. No sé si ella habrá notado mi mirada en su pecho, pero a medida que pasó la semana me di cuenta que cada vez la miraba más y con menos disimulo.

Finalmente llego el viernes y faltaban pocos minutos para que llegue mi horario de salida y poder comenzar con mi fin de semana. Diez minutos antes de las 5 de la tarde la aguda voz de Susana me llamó desde su oficina. Dejé el trapo con el que estaba repasando el mostrador y golpeé la puerta. Desde adentro se escuchó nuevamente su voz autorizándome la entrada. Entré, cerré la puerta y vi una oficina realmente lujosa y limpia. En la pared colgaban varios cuadros con diplomas y premios culinarios con el nombre de mi jefa estampados en ellos. Susana me esperaba sentada tras su escritorio perfectamente ordenado con una computadora en la que se veía la imagen de la cámara del local. En ese momento pensé si me habría estado viendo mientras su cabeza fantaseaba por algún lugar prohibido. Estar en su lugar privado me excitaba y me ponía nervioso al mismo tiempo.

Excelente trabajo Lucas. Tuviste una primera semana muy buena. No fue un error contratarte – dijo ella a modo de felicitación.

Gracias Su. La verdad que me encanta el trabajo, pero me gustaría aprender más así puedo ayudarte en otras cosas – le dije demostrando mi interés en su oficio.

Justamente de eso te quería hablar. Para la semana que viene tengo muchos encargues y voy a necesitar de tu ayuda para prepararlos. ¿Podrás venir el domingo a la tarde así tenemos todo listo el lunes? – preguntó ella mientras abría uno de los cajones de su escritorio y sacaba algo de dinero.

Si, obvio, el domingo a la tarde vengo – le dije casi sin pensar. No me gustaba la idea de trabajar un domingo, pero compartir el espacio con mi jefa con el local cerrado me tentaba muchísimo y, además, algo de dinero extra no venía nada mal.

Perfecto, te espero el domingo a las 3 entonces Luqui. Vas a aprender muchísimo y a ensuciarte un poco las manos – dijo ella mientras me sonreía de manera picarona y me extendía el dinero.

Llegué a casa después de terminada mi primera semana como empleado y mamá notaba que estaba cómodo y contento con mi nuevo empleo. Lo que no se imaginaba es que esa felicidad no tenía nada que ver con el trabajo. Pasé todo el fin de semana esperando ansioso el domingo. Me masturbé varias veces pensando en las hermosas tetas de mi jefa y cada vez se acrecentaba más el morbo de aprender el oficio de la repostería con esas ubres tan cerca.

Finalmente llegó el domingo tras un fin de semana que se hizo realmente eterno. Transcurría enero, por lo que el clima estaba realmente pesado y caluroso. Me vestí con unas bermudas de jean y mi camisa preferida, la cual marcaba sutilmente los atributos de mi torso y el ancho de mis brazos. Recorrí la cuadra que me separaba del local con una mezcla de nervios y excitación que nunca había sentido. Al llegar, el local estaba cerrado y toqué el timbre de la puerta de servicio y unos segundos después una chicharra anunció que Susana me estaba abriendo la puerta desde adentro.

Al entrar, escuche la voz chillona de mi jefa avisándome que estaba en la cocina. Ya en su espacio de trabajo, Susana me saludó con uno de sus cálidos y excitantes abrazos. Por suerte, mi bermuda disimuló muy bien la erección que no se hizo esperar. Susana tenía puesto una calza negra ajustada que llegaba hasta sus muslos y una blusa blanca más escotada de lo normal que hacía notar la ausencia de corpiño. La claridad de la tela dejaba ver la grande y oscura aureola que rodeaba sus pezones. La cocina estaba realmente limpia; las mesadas estaban llenas de numerosos tazones con batimentos de diferentes colores y texturas. A pesar de que un ventilador nos tiraba aire desde un rincón, el calor se hacía sentir y se notaba en las gotitas de transpiración que caían por mi frente.

Bueno Luquitas. Acá es donde sucede la magia y hoy vas a ser mi mago asistente – bromeó ella con una amplia sonrisa – vamos a empezar con algo simple. Ahí está el horno, hay una torta adentro que ya está lista. Sácala con cuidado para no quemarte y tráela así la decoramos juntos.

Después de asentir con la cabeza, seguí las instrucciones de mi jefa y dejé la torta caliente sobre la mesada mientras ella revolvía una pasta de chocolate en uno de los tazones. Buscó en uno de sus cajones y sacó una manga de repostería que llenó de manera muy hábil con la mezcla.

Antes de empezar, ponete esto así no te ensucias – me dijo mientras sacaba de un armario un delantal negro con textura encuerada. Mientras yo me ponía la calurosa prenda ella hacía lo mismo con uno idéntico. No podía dejar de mirar lo hermosa que se veían esas tetas tras el brilloso cuero del delantal.

Me queda ridículo Su – le dije mientras me miraba el cuerpo y abría los brazos.

Te queda divino Lucas. Pareces un repostero profesional – dijo ella mientras me acomodaba la prenda para quede derecha. Pude sentir la punta de sus dedos rozándome la cintura, lo que hizo que mi temperatura corporal suba de golpe.

Una vez que tuvimos puesta la ropa adecuada, ella puso manos a la obra y me pidió que preste atención. Tomó delicadamente la manga y mientras apretaba la punta, iba moviendo sus manos para hacer una decoración perfecta con forma redondeada en la torta con la espesa mezcla que salía de la manga. Era increíble ver semejante habilidad y destreza para que la decoración quede realmente perfecta. Al llegar a la mitad de la torta, ella se detuvo, apretó la manga y puso un poco de la mezcla en su dedo y me hizo el gesto para que lo coma de su mano. No sabía cómo tomar esa invitación; podía ser una simple degustación del chocolate o una incitación sexual invitándome a que mi boca tenga contacto con su cuerpo. Sin pensarlo demasiado, abrí la boca mientras ella metía su dedo. Pasé mi lengua lo más fuerte posible y tratando de recorrer cada milímetro mientras el exquisito sabor del chocolate me inundaba la boca. Ella se quedó mirando mientras esperaba mi reacción. No sé si fue por la excitación o por la calidad de la pasta, pero fue el chocolate más rico que había probado en mi vida y mi cara lo demostraba.

Nunca había probado un chocolate tan rico – le dije mientras seguía saboreándome.

Me alegro que te haya gustado Luqui. Ahora te toca a vos – dijo ella mientras me daba la manga. -Agárrala así y yo te voy a ir guiando para darle forma – dijo mientras me agarraba las manos y las ubicaba de la misma forma que lo había hecho ella.

Susana se ubicó detrás de mí y rodeó mis temblorosas y sudadas manos con las suyas. Podía sentir sus voluminosos senos rozándome la espalda e, inevitablemente, sentía como mi verga iba ganando tamaño y dureza.

Apretá suave para que vaya saliendo la mezcla y yo te ayudo a mover las manos. Sin miedo y sin temblar mi vida – dijo casi susurrándome al oído mientras me guiaba las manos tratando de superar el temblor de mis dedos.

Decorar la otra mitad de la torta duró una eternidad y se podía ver claramente la diferencia entre la mitad que había decorado ella y la que había hecho yo; su mitad estaba perfecta mientras que en la mía se podía notar la falta de práctica en la materia. Al terminar, ella soltó mis manos y miró el resultado final. Yo sonreía por los nervios y la vergüenza por mi imperfecto trabajo.

Bien, pero podría estar mejor – dijo ella mientras observaba la torta – es solamente cuestión de práctica Luqui – dijo ella tratando de hacerme sentir bien.

Voy a tener que practicar toda la vida para que me salga bien – le dije mostrando mi disconformidad con lo que había hecho.

Tranquilo Lucas. Ahora traigo otra de las tortas y seguimos practicando.

Susana fue al horno y unos segundos después puso otra torta idéntica a la anterior sobre la mesada. Ella tomó la manga con sus hábiles manos y repitió el proceso mientras yo la miraba detenidamente. Al terminar la mitad se detuvo y antes de cederme la manga, quitó el excedente de la punta con su dedo y se lo metió en la boca de una manera muy provocativa. Sin que ella se diera cuenta, una pizca de la mezcla había quedado en su mentón. Le señalé su rostro mientras me reía de forma picarona.

¿El chocolate va en la torta o en tu cara Su? Jaja – le dije bromeando mientras seguía riendo.

Ella se tocó el mentón y notó el motivo de mis risas.

¡Ay! Pero que gracioso que es mi empleado jaja – dijo ella mientras se reía conmigo y tomaba la manga en busca de venganza.

Apuntó hacía mí y apretó con todas sus fuerzas. El chocolate despedido me ensució desde el cuello hasta el ombligo mientras ella soltaba sus estrepitosas carcajadas. Instintivamente decidí seguir con el juego; le quité la manga antes de que pudiera darse cuenta y le devolví el abundante chorro de chocolate que, para mi suerte, fue a dar directamente a su cuello terminando en el surco entre sus tetas. Me quedó mirando boquiabierta y con una sonrisa malévola. Se quitó el delantal encuerado y el chocolate le había manchado toda su remera blanca. Yo me seguía riendo mientras se me hacía agua la boca con ese exquisito chocolate bañando esos enormes senos.

Ahora sí te pasaste. Vas a tener que limpiar todo esto Lucas – Dijo ella queriéndose mostrar enojada pero mientras se le escapaba una sonrisa.

Vos empezaste la guerra de chocolate Su. Hubieses pensado las consecuencias jaja – contesté siguiendo con el clima de broma.

Bueno, se acabó la broma. Empezá a limpiar – dijo ella con un tono más autoritario.

No sabía si se había enojado de verdad o seguía bromeando, pero decidí hacerle caso. Agarré un trapo y me arrodillé en el piso para limpiar el chocolate que se había volcado. Con la vista puesta en las manchas del suelo, noté como Susana se me acercaba. Cuando la tuve parada delante de mí levanté la vista y me estaba mirando con una sonrisa casi malévola. Sin decir nada, se quitó la remera. Sus dos enormes bolas de carne quedaron colgando frente a mí, embadurnadas en chocolate dejando ver sus amplios y oscuras aureolas con una dura punta que sobresalía en el medio.

Me di cuenta como me estuviste mirando las tetas toda la semana Luquitas. Ahora vas a tener el placer de limpiármelas – dijo mientras me tomaba de la nuca y jalaba con fuerza para meter mi cabeza entre sus tetas – Comé el chocolate que tanto te gustó empleadito – susurró mientras gemía cada vez más fuerte.

Mi verga se había endurecido al máximo mientras podía sentir el dulce sabor del chocolate invadiendo mi lengua y enchastrando toda mi cara. Comencé a utilizar las manos para amasar sus hermosas ubres mientras, de vez en cuando, succionaba fuertemente sus pezones mientras seguía degustando la exquisita pasta. Tras unos minutos de placer en sus pechos, noté como Susana comenzaba a quitarse su calza y su fina tanga color roja.

Parada frente a mi quedó completamente desnuda luciendo su imperfecta figura de mujer madura adornada por la pasta de chocolate mientras me miraba con una sonrisa provocadora. De un salto se sentó sobre la mesada, volvió a tomar la manga llena de chocolate y la apretó mientras la apuntaba hacia ella. El batimento inundó todo su cuerpo llegando hasta su concha. Sus anchos labios vaginales quedaron cubiertos de chocolate. Tomó nuevamente mi cabeza y de una manera muy brusca llevó mi cara a su entrepierna. El sabor del chocolate mezclado con los jugos de su vagina me hizo calentar de una manera increíble. Estuve varios minutos metiendo y sacando la lengua de su vagina deseando que ese momento no termine nunca. El chocolate también se había deslizado a su estrecho ano, por lo que no dudé en visitarlo con mi hábil lengua. Cada vez que la metía en su apretado culo, sus gemidos se intensificaban; eso era indicio de que la entrada trasera también era una de sus zonas erógenas.

No recuerdo bien la cantidad, pero sé que fueron varios los orgasmos que pude saborear mientras recorría toda la intimidad de mi jefa con mi lengua. Cuando casi ya no quedaba chocolate sobre ella, me hizo señas para que me levante. Me desnudó casi como una bestia salvaje y puso manos a la obra para devolverme el favor. Ya sin la delicadeza de utilizar la manga, tomó con sus manos el chocolate de unas de las tortas que habíamos decorado y comenzó a embarrármelo a lo largo de toda mi endurecida verga. Luego de que mi falo quedara completamente cubierto de chocolate, acercó sus rojos y anchos labios y lo hizo desaparecer dentro de su boca. Comenzó a subir y a bajar su cabeza como toda una profesional de la mamada, mientras la saliva amarronada por el chocolate caía sobre su mentón. Cuando mi barra de carne se metía por completo dentro de su boca, soltaba algunas arcadas de ahogo y esto parecía excitarla aún más.

Unos segundos antes de que mi verga se convierta en un volcán de leche, ella se detuvo y volvió a subirse sobre la mesada, pero esta vez boca abajo. El volumen y peso de sus tetas cayó sobre unas de las tortas haciéndola pedazos. El nivel de excitación que mostraba Susana cuando su cuerpo entraba en contacto con sus propios manjares daban cuenta de su fetiche y de porque había elegido esta profesión.

Cógeme empleadito! – dijo ella mientras bajaba su mano hasta su clítoris embarrado en chocolate.

Apoyé mi glande endurecido en sus labios y la lubricación natural de su concha mezclados con el chocolate derretido por el calor hicieron que mi verga llegue al fondo sin escalas. Estuve bombeando varios minutos mientras ella tenía un orgasmo tras otro.

Métemela por el culo Lucas! – gimió ella desesperada con un animal en celo.

Seguí su orden y nuevamente apoyé la dureza de mi pija en la entrada de su ano. Ella comenzó a empujar con fuerza hacia atrás a pesar de la estrechez. Las paredes de su culo comenzaron a devorar poco a poco mi falo mientras ella gemía con una mezcla de dolor y placer. Se podía ver el dolor en su rostro, pero nunca dejó de empujar firmemente hacia atrás. Luego de algunos segundos, mi verga estaba completamente dentro de su culo, por lo que comencé a bombear de manera más intensa. Su culo aprisionaba mi verga mientras yo visitaba lo más profundo de sus entrañas. El dolor fue reemplazado por el puro placer y nuevamente volvió a acabar mientras seguía amasando su clítoris con su hábil mano.

Luego de unos minutos, ella dejo de moverse y respiró exhausta. Saqué la pija hinchada y enrojecida por la excitación y por la presión que había ejercido su ano. Aún llena de la pasta marrón, se arrodilló delante de mí y comenzó a mamar una vez más. Cuando notó que la leche estaba a punto de salir, rodeó mi glande con sus labios y succionó con fuerza mientras me masturbaba con su mano enérgicamente. Una especie de electricidad recorrió todo mi cuerpo hasta la punta de la pija convirtiéndose en varios chorros abundantes de leche espesa. Susana no dejó caer una gota fuera de su boca y se tragó todo mientras disfrutaba el agrio sabor de mi producción mezclado con el chocolate.

Ya satisfechos los dos, nos acostamos desnudos sobre la desordenada y sucia mesada y nos quedamos charlando un rato y haciendo el pacto de silencio que corresponde entre dos amantes. Ese día terminamos todos los pedidos de su local y siguió enseñándome el oficio de repostería. Hasta el día de hoy sigo siendo el único empleado en el local de la mejor amiga de mamá. Tenemos el mejor vínculo de jefa – empleado y aprovechamos sus clases de repostería para jugar y ensuciarnos.

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