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Después de esos tiempos de pesca por el clima donde confraternizamos con Carlitos las mamadas continuaron aunque demoramos en retomar el tema quizás porque no lo hablamos más, quizás porque teníamos diferentes lugares de trabajo y el tiempo no calzaba.

Luego de finalizada la obra donde “pesqué” a Carlitos en 4 patas con uno de sus empleados dándole bomba por la retaguardia quedé mosqueado porque no imaginé llegaría tan lejos, aunque pensándolo mejor se explicaba porque parecía le gustaba tanto mamar la verga. Yo lo hacía para retribuirle el placer que el me daba pero el era distinto. Cuando por alguna circunstancia (por ejemplo en el auto) yo le mamaba primero y él terminaba, luego el me mamaba a mi y veía que demoraba mi acabada y disfrutaba muchísimo mientras chupaba. Su lengua me recorría, su verga volvía a quedar al mango y cuando le daba mi lechita el se acababa de nuevo noté muchas veces sin tocarse.

Debido al trabajo comenzamos a reunirnos en mi oficina para planear tareas y presupuestos y como no podía ser de otra manera retomamos el tema “chup chup” de vez en cuando pero Carlitos nunca pasó de ahí y menos insinuó nada y yo tampoco porque no me interesaba, con las terribles mamadas que me hacía ya quedaba “completito” con los huevos vaciados.

Una costumbre que adoptamos de común acuerdo fue la de afeitarnos las zonas bajas para evitar los desagradables olores a “segundo tiempo”, era más higiénico y los pelos realmente molestaban muchísimo. Una vez cada 15 días (a veces cada semana) nos “reuníamos” y luego de una ducha en la oficina con una maquinita de esas que no tienen cuchillas y que se usan para quitar pelos de las orejas y nariz nos afeitábamos el uno al otro.

A veces sobre el escritorio, otras en el sillón de la recepción uno se acostaba o sentaba desnudo y el otro lo afeitaba. Pelvis, huevos y perineo eran depilados con todo cuidado y claro, tanto toqueteo en los huevos y el forro que sube y baja la verga se ponía al palo. Luego del enjuague para quitar los pelos sueltos terminábamos en soberbias e increíbles mamadas.

Con el tiempo fui notando que cuando le afeitaba la zona del perineo Carlitos se abría más y me pedía que siguiera un poco más con el corte. Usaba las dos manos y algunas veces al separar la carne le rozaba el “orificio” y le escuchaba unos muy discretos suspiros. Era evidente que quería más acción pero yo no me daba por enterado hasta que en una salida de camping con la patota de amigos (éramos 7) y como siempre las carpas eran para dos personas y seguro nos tocaría juntos así que decidí nos haríamos “más amigos”, le daría el gusto y le enterraría el “muñeco” que tanto le gustaba… hasta los huevos.

Fue el debut de nuestro primer "entierro" del "amigazo y yo".

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