El tren perdió velocidad poco a poco hasta detenerse en la estación. Laura agarró el bolso, dirigió una mirada a su alrededor para comprobar que no olvidaba nada y se levantó del asiento.
Caminando por el andén, y a pesar de la fina lluvia y el viento que helaban su rostro, agradeció el poder mover las piernas y desentumecer la musculatura recuperando sensaciones.
En aquel momento sentía ese tipo de nerviosismo propio de quien anhela el reencuentro. La verdad es que no sabía muy bien que esperar. Pablo y ella eran amigos, habían estudiado un idioma extranjero en un país extranjero durante meses, y allí, en ese lugar que a veces parece irreal, habían hablado y nada más. Luego ella conoció a un tipo con el que no llegó a nada, mientras que en la vida de él no ocurrió nada. Cada semana se intercambiaban correos electrónicos hasta que un buen día llegó la invitación.
– No te preocupes por el alojamiento. En mi piso hay sitio de sobra, tendrás tu habitación, tu cuarto de baño y si no te gusta siempre está el hotel.
Laura tardó unos días en responder, tenía ganas de conocer la ciudad y bueno, para que negarlo, sentía curiosidad por ver dónde acababa aquello. No es que Pablo fuese el mismísimo Apolo, pero la idea de besarle había cruzado su mente más de una vez. Tendría que ser él quien lo intentase desde luego, si es que se sentía atraída por ella. Bueno, eso parecía obvio, lo de invitarla a su casa, lo de añadir atropelladamente que dormirían en habitaciones distintas… incluso lo del cuarto de baño… como si le diera vergüenza la naturaleza. Por un momento imaginó la escena, ella tirándose un pedete y él con el rostro todo colorado sin saber dónde meterse. Definitivamente la idea de que Pablo tomase la iniciativa no estaba clara del todo, quizás tendría que darle un pequeño empujón.
A la salida de la estación, Pablo reconoció a su amiga y la llamó por su nombre mientras notaba como su corazón latía más rápido. Aquella chica le gustaba mucho en todos los sentidos, estar con ella le llenaba de alegría y le daba paz al mismo tiempo y también, por que no decirlo, le ponía un poco entre nervioso y excitado. Quería más, pero tenía miedo a romper la magia… tocarla, besarla, formar parte de ella… había soñado tantas veces con su piel, con su voz y con su aliento… un no, una duda, un baño de realidad era algo que le pondría muy triste y eso le asustaba.
Laura se mostró entusiasmada con la habitación. Sacó una toalla, bragas, sujetador y un bote de champú, tomó en sus manos la bolsa de aseo y de puntillas se coló en el cuarto de baño. A continuación se desnudó de cintura para abajo y se sentó en la taza del váter, tiró de la cadena y orinó. Se estaba bien, la calefacción funcionaba perfectamente y el frío de afuera era solo un recuerdo. Se terminó de desnudar, el espejo reflejaba su rostro y sus senos. Sonrió. Se metió en la ducha y tras enjabonarse abrió el grifo, cerró los ojos y disfrutó del agua calentita que se deslizaba por su cuerpo.
Después de cenar besó en la mejilla a Pablo y se metió en la cama.
Al día siguiente fueron a pasear. Poco a poco, la confianza volvió a aflorar y la conversación se hizo fluida, como si el tiempo no hubiera pasado. Laura se acercó a Pablo un par de veces, tocándole el brazo y apoyando la mano en su espalda. No hubo rechazo, pero tampoco reacción. La mujer comenzó a dudar del deseo de su amigo, incluso se sintió ofendida. "¿A qué jugaba Pablo?"
De vuelta a casa sacó el tema.
– Oye, ¿no te gusta que te toque?
– Eh… pues claro que me gusta…
– Pero…
– He hecho algo… que yo sepa no he rehuido el contacto, incluso te he dado la mano.
Laura suspiró resignada mientras Pablo se sentaba en un sillón mirándola.
– ¿Te pasa algo? – dijo.
A Laura le entraron ganas de insultarle. Se acercó a él, sus caras a escasos centímetros. Pablo podía oler el perfume de su amiga.
Tragó saliva.
Laura tomó la iniciativa y le besó en los labios.
Pablo respondió a pesar de la sorpresa. Aquello era adictivo.
– Ya era hora. – dijo la muchacha.
– Perdón… yo no sabía.
– Pareces nuevo, como que no sabías, es como…
– Es mi primera vez.
– ¿Tu primera vez? – respondió Laura incrédula.
– Sí, la primera vez que beso a alguien en la boca.
Laura pensó durante un instante que su amigo estaba de coña… pero no las tenía todas consigo.
Pablo se levantó del sillón y se tumbó en la cama. Laura le acompañó y se puso a mirar por la ventana, luego lo miro a él.
– ¿Te acuestas a mi lado? – le invitó el varón.
Laura se acercó y se tumbó boca arriba a su lado.
Un minuto después Pablo se puso de lado, le acarició la mejilla y la besó.
Luego Laura se puso encima de Pablo y Pablo la rodeó con los brazos. Sus manos comenzaron a masajear la espalda para poco después hacer lo propio con el trasero femenino.
– Méteme mano. – susurró la chica en el oído de su compañero.
Este no se hizo de rogar y deslizó sus dedos bajo la ropa de su amante bajo las bragas. El culete era suave al tacto y la rajita estaba húmeda. El dedo medio continuó explorando y se coló en la vagina haciéndola gemir.
Laura notó el roce del pene sobre su sexo y decidió averiguar más.
– ¡Bájate los pantalones! quiero ver que escondes.
Pablo obedeció.