Laura y su tío.
Laura Lucia Antonia Gabriela era una joven flaca, de casi un metro setenta de estatura, de ojos marrones, cabello negro, tetas pequeñas y culo redondo y prieto. Aquella tarde noche iba rumbo a Madrid en un autobús sentada al lado de su tío Javier, que le dijo:
-Llegó el momento. A ver si eres tan temeraria como dices.
Laura lo miró con cara de asombro.
-¡¿Aquí?! ¡Nos van a ver!
El tío se puso serio,
-Te comprometiste a hacerlo cuando yo quisiera.
-Pero no pensé…
-Te dije que soy un apasionado del dogging.
-Estabas tan borracho que pensé que me decías que te gustaba la posición del perrito. ¿Recuerdas que te dije que de follar nada? ¿Qué coño es el dogging?
-Hacerlo en lugares públicos sin que te vean, pero con el morbo añadido de que te pueden ver.
-Pues rompo el trato.
El trato que habían hecho tío y sobrina era que ella se tenía que masturbar, masturbarlo y mamársela cuando él se lo pidiera. A cambio la llevaría del pueblo a la capital y le daría alojamiento mientras no encontraba trabajo. Su tío le había puesto ese trato estando borracho y pensando que no iba a aceptar, pero Laura le había tomado la palabra.
-Al llegar a Madrid te mando de vuelta para el pueblo.
-¡Allá va un sueño a tomar por culo!
Media hora más tarde Laura se lo había pensado mejor. Se quitó el abrigo, lo puso sobre las rodillas, metió una mano debajo de la falda, cerró los ojos y comenzó a masturbarse. Javier, que era un cuarentón, alto, con el pelo cano, bien parecido y que iba bien vestido, vio cómo se movía la mano de su sobrina debajo del abrigo. No había pasajeros en los asientos cercanos a los suyos. Sacó la polla, le cogió una mano y se la llevó a su miembro. Laura lo miró para ver cómo era y comenzó a meneársela. A rato el conductor del autobús se percató de lo que estaban haciendo. Laura se dio cuenta, miró a su tío y le dijo:
-El conductor nos está mirando, veo sus ojos en el espejo retrovisor.
-Yo también lo veo. Que sufra.
-¡Que cachonda me puse!
Unos diez minutos más tarde, masturbándose y machacándosela a su tío, le dijo:
-Nos sigue mirando, nos sigue mirando. Mira cómo mueve el brazo izquierdo. ¡Me voy a correr!
Laura movió los dedos dentro de su vagina a mil por hora Sus ojos se cerraron, emitió un reposado gemido y se corrió. Se estaba corriendo cuando su tío le cogió la cabeza y le llevó la boca a la polla. Laura se la chupó y se tragó la corrida. Aún seguía corriéndose cuando su cabeza volvió al respaldo del asiento. Su cara era de extasiada. El autobús pegó un bandazo. El conductor también se había corrido.
Una hora más tarde Javier estaba en su piso de Carabanchel sentado en un sofá con un whisky en la mano, Laura estaba a su lado de pie tomando una naranjada. Javier poso el vaso en la mesa camilla que estaba entre dos sillones y un tresillo, bajó el pantalón, sacó la polla, polla que estaba descapullada y a media asta y le dijo:
-Quítate las bragas y siéntate en mi regazo.
-De eso nada, follar no entraba en el trato.
-¿Qué te creías? ¿Pensabas que ibas a vivir conmigo, me la ibas a mamar y no íbamos a follar?
-Sí, eso creía… Voy coger mi maleta y me iré de aquí.
-¿Adónde vas a ir sin dinero y sin conocer a nadie en Madrid?
Laura le dio la espalda y posó su vaso sobre la mesa camilla. Su tío le levantó la falda, le dio la vuelta, le bajó las bragas, la atrajo hacia él y le lamio el coño cómo si fuera un perro hasta que la muchacha se pudo separar de él. Al separarse subió las bragas y quiso huir de allí. Javier se puso en pie, le echó las manos a las tetas y magreándoselas le chupó el cuello y empujó con la polla en su culo. Laura, revolviéndose, le dijo:
-¡Déjame!
Sacó la polla empalmada, le bajó las bragas hasta las rodillas y se la metió entre las piernas. Tiró de su cabeza hacia atrás cogiéndola por el cabello y le comió la boca mientras su polla iba y venía entre sus labios vaginales. Lucia comenzó a llorar.
A oír y ver su llanto a Javier se le cortó el rollo, la soltó y guardando la polla le dijo:
-Perdona, Laura, no debí comportarme cómo un animal.
Laura subió las bragas y salió del salón. Javier bebió el whisky de un trago y posó el vaso sobre la mesa camilla. No pasara ni un minuto cuando Laura volvió a la sala. Se puso frente a su tío, se quitó la falda, se quitó las bragas, le puso el coño en la boca y le dijo:
-No sé que me pasa, pero necesito que me comas el coño, tío.
Javier le echó las manos al culo y lamió desde el periné al clítoris, lento, aprisa, lento de nuevo, aprisa… Cuando vio que se iba a correr, se chupó el dedo medio de su mano derecha, jugó con la yema en su ojete, le metió la puntita y le folló el culo con ella… Lamió aprisa y Laura se corrió. Sus piernas temblando se movían de adentro hacia fuera sin control y de su coño salió una corrida que Javier se tragó.
Al acabar de correrse Laura, Javier, meneando la polla le dijo:
-Enséñame las tetas.
-No voy a dejar que me la metas en el coño.
-¿Es que lo tienes en las tetas?
-¿Solo quieres jugar con mis tetas?
-Solo quiero jugar contigo.
-¿Sin meter?
Le mintió.
-Sí, sin meter.
Laura, sabiendo que le estaba mintiendo, se quitó el jersey, la blusa y el sujetador. Aparecieron unas tetas pequeñas con areolas rosadas y pequeños pezones.
-Siéntate en mi regazo y aplasta mi polla con tu coño.
Laura miró para la polla empalmada, y le dijo:
-¿No intentarás meterla?
-No, si cambias de idea y quieres follar, la metes tú.
-No voy a cambiar de idea.
Laura se sentó en el regazo de su tío y aplastó la polla poniendo su raja sobre ella. Javier le echó las manos a las tetas y magreándolas le dio un buen repaso. Estaba comiéndoselas y deslizando su polla ente los labios mojados, cuando se detuvo y le dijo:
-Sigue tú.
Laura apretando su coño contra la polla y con las manos sobre los hombros de Javier, hizo más o menos lo que le estaba haciendo él a ella, o sea, deslizó su coño mojado sobre la polla de atrás hacia delante y de delante hacia atrás. Cuando ya no pudo más, le dijo:
-Me voy a correr, tío.
Javier la besó, la abrazó y se corrió con ella dejando el coño y sus huevos perdidos de leche.
Laura quería más. Siguió apretando el coño contra la polla… Luego de besos, caricias y mamadas de tetas, Javier le dijo:
-Métela.
-Sabía que acabarías queriendo meter y a mí nunca me la metieron.
-¿No tienes curiosidad por saber que se siente?
-La verdad es que sí, si no la tuviera no estaría sentada sobre tu polla, pero la tienes tan gorda que me mete miedo.
-Cuanto más ajustada entra una polla en un coño más placer se siente.
-Hablas por ti.
-Métela, ya verás cómo acabarás deseando que la tuviera aún más gorda.
-A ver si no rompo el coño.
Laura levantó el culo, puso la polla en la entrada de la vagina, lo dejó caer lentamente y la polla le entró hasta el fondo. Con toda dentro miró a su tío y le dijo:
-¡Qué barbaridad!
-¿Te dolió?
-No, pero ni se te ocurra moverte.
Se besaron largamente. Besándose Laura fue sacando y metiendo la polla muy despacito, tan despacito la sacaba y la metía que parecía que lo hacia a cámara lenta… Sacando y metiendo llegó un momento en que le gustaba tanto que no quería que se acabase, por eso cada vez que se iba a correr, paraba, besaba a su tío y después seguía. Javier le tendió una trampa al decirle:
-¡Sácala, Laura, sácala que me corro!
Laura no la sacó. Abrazó a su tío y le dijo:
-Aguanta, aguanta un poquito que me voy a correr… ¡Ya, ya, ya! ¡¡Me corro!!
Dejó que acabara de correrse. Sin quitarle la polla del coño la echó sobre la alfombra. Le cerró sus delgadas piernas y apoyando sus manos sobre la alfombra le dio a mazo.
-¡Vas a echar leche hasta por las orejas, perra!
A Laura le molestó que le llamara perra.
-No me llames perra, tío.
Javier estaba salido.
-¡Perra, perra, perra!
Laura se soltó la melena.
-¡Cabrón!
Javier sin parar de darle leña la siguió insultando.
-¡A mi no me llama cabrón una puta!
-¡A ti te llamo lo que me salga del coño, depravado.
Javier le siguió dando caña y siguieron los insultos hasta que Laura le dijo:
-¡Me corro!
Le echó una mano a la garganta y no la dejó respirar hasta que no acabó de correrse.
Cuando acabó la puso boca a abajo, le levantó el trasero, le pasó la lengua por la raja del culo, le separó las nalgas con las dos manos y con la punta de la lengua le folló el ojete.
-¿Qué buscas, guarro?
-¡¡Romperte el culo!!
Laura se asustó.
-¡No!
-¡Sí!
La puso a cuatro patas. Le agarró las tetas. Le escupió en el ojete, se lo lamió y se lo volvió a lamer y a follar con la lengua. Al rato, cuando ya gemía con cada lamida y follada, le preguntó:
-¿Lista?
-¡No!
-Yo creo que sí.
No le iba a romper el culo, iba a follar su culo con la lengua, magrearle las tetas con una mano y con tres dedos de la otra acariciare el clítoris. Laura acabó diciendo:
-¡Me corro, tío, me corro!
Fue lo último que dijo, ya que Javier le apretó la garganta con su manopla y no se la soltó hasta que Laura acabó de correrse,
Laura esa noche quedó con el culo intacto, esa noche.
Laura y su prima.
Eran las ocho y algo de la tarde. Laura se había probado un vestido largo de color rojo en la habitación de un hotel. Su prima Silvia, una joven rubia, tetona, culona y guapa, que además de prima era su mejor amiga y que la había visto vestirse y desvestirse, con una lágrima rodando por su mejilla, le dijo:
-Estarás radiante con ese vestido.
Laura vestida ahora con una lencería roja con encajes en las bragas, en el liguero y en el sujetador, se acercó a ella, le acarició el cabello y le dijo:
-No llores, mujer, con llorar no ganas nada.
-No lloro porque no quieras nada conmigo, lloro porque quiero algo contigo sabiendo que eres un imposible.
-Quien sabe, a lo mejor algún día me cambia el chip.
-Si no tuvieras novio…
-Las infidelidades se hacen a escondidas.
Rompió a llorar. Bajó la cabeza y le dijo:
-Lo dices para que no me sienta triste. Si supieras lo duro que es no poder conocer el sabor de los labios de alguien que deseas con locura…
Laura le puso un dedo en el mentón, le levantó la cabeza y le dio un pico en los labios, labios que estaban salados por las lágrimas.
-Ya conoces el sabor de mis labios.
Silvia dejo de llorar.
-Esos no son los labios de los cuales quería conocer el sabor.
Laura después de carcajearse, le dijo:
-¡Serás puta!
Silvia le echó las manos la cintura.
-Anda, se buena y déjate un poquito.
-¿A qué le llamas tú un poquito?
A Silvia se le abrieron las puertas de Edén al oír la pregunta, pues al habérsela hecho en ropa interior era una invitación a atacar, y atacó. Besó su labio inferior, luego el superior y después la besó con lengua. Laura sin hacer nada para que parase, le dijo
-Se ve que te manejas bien en las distancias cortas.
Le besó el cuello y le mordió el lóbulo de una oreja, después le quitó las tetas de las copas y besó los pezones, se los lamió y le chupó las tetas, luego se agachó, besó su ombligo y a continuación apartó las bragas para un lado y le lamió el coño varias veces. Volvió a subir, besó su ombligo, beso y lamió sus pezones le chupó las tetas, besó el otro lado del cuello, mordió el lóbulo de la otra oreja y acabó besándola con lengua.
-A esto le llamo yo un poquito. ¿Quieres más?
-¿Tú qué crees?
Silvia, que ya echaba por fuera, tiró a Laura sobre la cama y la desnudó. Luego se desnudó ella y le dio un repaso a las tetas que le dejó los pezones de punta y duros cómo piedras. El repaso a las tetas le encharcó el coño a Laura. Silvia al meterse entre sus piernas se introdujo dos dedos dentro del coño y comenzó a masturbarse. Luego metió la lengua entre los labios mojados y se los abrió con ella para a continuación lamer con la punta de la lengua hasta llegar al clítoris. Lo lamió con la punta y bajó lamiendo hasta el periné. Al subir ya lo hizo con la lengua plana. Los gemidos de Laura subieron de tono cuando la lengua apretó su clítoris y lo lamió, después la lengua bajó a su vagina y entró y salió de ella. Silvia le levantó el culo, lamió su ojete y le metió y sacó la punta de la lenga varias veces. Cuando volvió a lamer su coño Laura le dijo:
-¡Me voy a correr!
-Córrete, cariño, córrete.
Laura, jadeando y convulsionándose, se corrió en la boca de su prima.
Al acabar de correrse la besó y le preguntó:
-¿Quieres correrte otra vez?
-Porque no.
-¿Te has corrido alguna vez con dos dedos inmóviles dentro de tu coño?
-No, mis dedos se mueven siempre dentro de mi coño.
-A mí me gusta meter dos dedos dentro del coño de mi amante y dejándolos inmóviles ver cómo se mueve, ver su rostro de placer mientras se va acercando al orgasmo y luego ver su cara al correrse.
-¿Sin besos ni caricias?
-Y sin palabras. El silencio solo lo romperán tus gemidos y al oírlos te irás excitando más y más, hasta que te corras
-No creo que me corra, pero venga, házmelo, será una experiencia nueva.
Silvia se arrodilló entre sus piernas y metió los dedos índice y medio dentro del coño. Los sacó llenos de jugos. Mirándola a los ojos los chupó, luego se los volvió a meter y presionó con ellos su punto G. Al quedar los dedos inmóviles, Laura, instintivamente, movió la pelvis de abajo a arriba y de arriba a abajo… Moviéndola alrededor, hacía arriba y hacia abajo, echó las manos a las tetas y las magreó. Tiró de los pezones, los apretó, los acarició… Silvia la miraba a los ojos, luego le miraba para el coño y a continuación pasaba la lengua por los labios insinuando que se lo iba a comer. Laura no quería gemir, pero acabó haciéndolo. Tal y como le había dicho Silvia, oír sus gemidos la fueron excitando. Sus movimientos de pelvis y caderas se volvieron frenéticos y acabó corriéndose cómo una golfa que era. Silvia al acabar de correrse le quitó los dedos. Metió todo el coño en la boca, le folló la vagina con la lengua, luego se lo lamió de abajó arriba, le hizo el remolino sobre el glande del clítoris y Laura se volvió acorrer. Al correrse ya no solo sus gemidos rompieron el silencio, pues dijo:
-¡Qué pedazo de corrida!
Silvia sintiendo cómo salían del coño jugos en cantidad, apartó un poco la boca, se tragó los jugos que tenía en ella, y dijo:
-¡Vaya si lo es!
Un par de minutos más tarde, le dijo Laura:
-Eres muy buena en la cama…
No la dejo que acabara de hablar, su coño era una piscina de jugos y quería que la lengua de Laura nadase en ella. Sentada en la cama, le dijo:
-Estoy muy cachonda de hacerte correr. ¿Me haces tú cosas?
-Estaba esperando a que me lo pidieras
Laura acarició con las palmas de sus manos las tetas de su prima, unas tetas grandes con pequeños pezones y grandes areolas rosadas. Después, amasándolas, besó los pezones, lamió las areolas, chupó las tetas y luego se volvieron a besar. A continuación Silvia se echó hacia atrás. Laura volvió a lamer sus pezones y areolas y a mamar sus tetas. Después besó el vello rubio de su monte de Venus. Silvia se abrió de piernas. Laura besó su clítoris, se lo lamio, se lo chupó y después lamió su coño de abajo a arriba. Silvia comenzó a gemir y a magrear las tetas mientras miraba cómo su prima le lamia y le mamaba el coño y el clítoris. Para ser el primer coño que comía lo hacía de maravilla, tan bien lo hizo que Silvia poco después le decía.
-¡Me estoy corriendo!
No hubiera hecho falta que se lo dijera. Laura ya veía cómo le temblaba el cuerpo y sentía cómo su lengua se iba llenando de jugos espesos.
Al acabar de correrse Silvia, la besó y le preguntó:
-¿Qué tal lo hice?
-Maravillosamente bien. Tienes alma de lesbiana.
Llamaron a la puerta de la habitación. Silvia le preguntó a Laura:
-¿Esperas a alguien?
Laura incorporándose se dio con la palma de la mano en la frente y le respondió:
-A Conchi. Quedamos para ir juntas desde aquí a la despedida de soltera de Julia
-Para la despedida aún quedan más de dos horas. Abre que lo vamos a pasar bien.
-¿Te la follaste?
-Sí, y folla que no veas.
Se lo pasaron bien.
Laura y Gustavo.
El cuco salió una vez del reloj que había en la casa de Gustavo cuando abrió la puerta de su casa. En la puerta apareció Laura con el vestido que la noche anterior había probado en la habitación, Gustavo, le dijo:
-No quiero comprar nada.
-Nada vendo. ¿Podría dejarme llamar por teléfono? Es que al autobús en que viajaba se le ha parado el motor y necesito llamar a un taxi para que me lleve a la iglesia.
Gustavo, con un niño de meses dormido en sus brazos, le dijo en bajito:
-Pasa, el teléfono está ahí en el pasillo.
En bajito para no despertar al niño, le dijo ella:
-Es muy bonito su hijo. ¿Se acaba de quedar dormido?
-Sí.
-¿Cómo se llama?
-Ramón, pero a la madre no le debió parecer tan bonito.
-¿Qué pasó?
Gustavo, que era un treintañero, moreno, alto y fuerte cerró la puerta y yéndose hacia su habitación para poner al niño en la cuna le dijo:
-Nos abandonó.
Laura mientras descolgaba el teléfono, le dijo:
-¿Por qué los abandonó? Lo siento, no debí hacer esa pregunta. ¿Sabe el número la parada de taxis más cercana?
-Mira en la guía telefónica.
Buscaba el número cuando Gustavo la abordó por detrás, le tapó la boca con una mano, le apretó la garganta con la otra, le arrimó cebolleta al culo y le dijo:
-¿Va a ser por las buenas o lo prefieres por las malas?
Dejó de apretarle el cuello y le quitó la mano de la boca para que le pudiera responder. Laura, temblando, le respondió:
-No tienes cara de mala persona. ¿Por qué quieres forzarme?
-Porque en mi vida había visto una mujer tan sensual, porque estás en mi casa y porque llevo tres meses sin mojar el churro. ¿Te parecen razones suficientes?
-No, nunca habrá una sola razón para forzar a una mujer.
Le volvió a echar la mano a la garganta.
-¿Por las buenas o por las malas?
Laura tuvo que dejarse ir.
-Si tiene que ser que sea, pero que sea sin violencia.
Gustavo le bajó la cremallera que tenía el vestido en la espalda, se lo quitó y lo puso a un lado. Vio que llevaba puesta unas medias sujetas a un liguero con encajes y que no llevaba bragas, vio su culo redondo y sus delgadas piernas y se empalmó. Se agachó, le abrió las nalgas con las dos manos y le pasó la punta de la lengua por el ojete. Laura, ya sin miedo, le dijo:
-Quien quiera que seas, acaba pronto que tengo que ir a una boda.
Las manos de Gustavo separaron las nalgas y su lengua lamió el ojete. La lengua entró y salió de él. Le dio besos, luego juntó las nalgas y las besó… Por el interior de los muslos de Laura comenzaron a bajar gotas blanquecinas de jugos. Gustavo las veía y su polla quería atravesar calzoncillos y pantalón. La sacó y se la clavó en el coño. Laura separó las piernas. Gustavo le dio con ganas atrasadas. Al rato la muchacha cerró los puños, se puso tensa y se corrió. Las gotas de jugo se convirtieron en diminutos riachuelos de jugos espesos y blanquecinos. Laura descargó sin un gemido, sin un temblor, sin una convulsión.
Al acabar de correrse le quitó la polla y luego le dio la vuelta.
Laura llevaba puestos unos zapatos rojos de tacón de aguja y la lencería roja. Se arrodilló delante de ella, le olió el coño empapado con la corrida, un coño rasurado. Luego parafraseando a José Luis López Vázquez en Atraco A Las Tres, le dijo:
-Gustavo García. ¡Un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo!
A Laura a pesar de estar en la situación que estaba casi le da la risa.
-¿Te crees que estoy para bromas?
-Hablaba con tu coño. Es precioso.
-Los coños son todos iguales.
-De eso nada, los hay de muchos tipos, y tú tienes un coño Barbie.
-Si tu lo dices…
Al lamerle el coño la lengua le quedó pringada con los jugos de la corrida. Se puso en pie, le quitó el sujetador, esparció los jugos por los pequeños pezones y las areolas rosadas y luego le chupó las tetas. Laura le dijo:
-No voy a llegar a la boda.
-Se le rompió el motor al autobús. ¿No?
-Sí.
-Pues mejor disculpa no puedes tener.
-Es que yo quiero ver cómo se casa mi amiga.
-Con que llegues al banquete…
Gustavo la cogió en alto en peso, la arrimó a la pared del pasillo, y le dijo.
-Coge mi polla y métela.
Mintiendo como una bellaca, le dijo:
-La cojo, pero porque me das miedo, no por que me guste lo que me haces.
-Cógela y métela y déjate de hostias
Le dio el primer beso. Laura ya estaba demasiado cachonda cómo para no querer disfrutar el momento. Le cogió la polla, la frotó en el coño y la dejó en la entrada de la vagina. Echó los brazos alrededor del cuello de Gustavo, puso las piernas alrededor del culo y le devolvió el beso. Gustavo empujó y se la clavó hasta el fondo. La polla había entrado ajustada. Gustavo le dijo:
-La tienes muy estrecha.
-Depende para quien.
-¿Qué has dicho?
-Nada. ¿Te gusta que la tenga estrecha?
-Me encanta.
Le dio caña mientras se comían las bocas. Al entrar tan justa a Gustavo le produjo tanto placer que no se pudo aguantar. Se corrió dentro de su coño.
Al acabar, Laura, decepcionada por no haberse corrido otra vez, le preguntó:
-¿Puedo irme ya?
Gustavo la puso en el piso, se puso en cuclillas y lamió su coño de abajo a arriba. Laura sentía salir de su coño la leche de la corrida y sentía cómo la lengua la esparcía por sus labios vaginales y por su clítoris. Al rato sintió que se iba a correr.
-No pares, no pares que… ¡Me corro!
Después de llenarle a boca de jugos le dijo:
-¿Satisfecho? ¿Puedo irme ahora?
-¿No quieres volver a correrte subiendo encima de mí? Tengo una cama de agua.
-Está visto que no voy a llegar a la boda.
No llegó ni al banquete.
Veinte años más tarde.
Hacía un calor insoportable. Fuera de la casa se podían freír huevos encima de las piedras y dentro de ella sudaban cómo cerdos Laura Lucía Antonia Gabriela y Ramón. Ramón estaba en la cocina de la casa vestido con un mono azul removiendo con un pincel el barniz de un pequeño bote que tenía encima de una silla. Llegó Laura. Venía descalza, vestida con una falda blanca con flores rojas que le daba por encima de las rodillas y una camiseta blanca holgada y sudada en la que se le marcaban sus pequeños pezones. Su cabello negro lo traía húmedo del sudor… Agarró una de las botellas que había encima de la mesa y echó un trago, trago que escupió nada más entrar en su boca.
-¡Qué coño es esto!
-Vino. La botella de al lado es la de agua, mamá.
-Podías haber avisado.
-El vino blanco también quita la sed.
-De eso nada, da más sed.
Laura cogió la otra botella y le echo un trago. Le cayó agua por encima del vino que le había caído en su camiseta. Se le marcaron en ella las pequeñas tetas y los pezones. Después de beber se sentó en una silla, separó las piernas al más puro estilo de la Chiquita Piconera, se inclinó hacia delante, tiró hacia fuera la camiseta para despegarla del cuerpo y luego moviéndola hacia dentro y hacia fuera se dio aire. Ramón, que tenía veinte años y era moreno y alto, viendo cómo le colgaban las tetas le dijo:
-No hay quien pare, debemos estar a 40 grados, por lo menos.
-Es demasiado el calor que hace. ¡Qué bien debe estar Gustavo en Suiza!
Gustavo llevaba diecinueve años en Suiza y venía de vacaciones un mes cada dos años
-No creo que esté muy bien sin ti, mamá.
-Yo también llevo casi dos años sin él y encima me estoy asando.
-Eso es muy cierto. ¿Te puedo hacer una pregunta personal?
-Hazla.
-¿Pasas muchas ganas?
-¿De qué?
-¿De chingar?
-¿Por qué me has hecho esa pregunta?
-Por si, eso, ya sabes
Laura puso cara de mala hostia.
-¿No acabarás de decir que tu madre te atrae sexualmente?
-Eso acabo de decir.
-¡¿Te has vuelto loco?!
-No, tu olor corporal actúa en mí como un afrodisíaco.
Laura levantó el brazo izquierdo, olió la axila y dijo:
-A mi me huele a sudor que apesta a pesar de haber echado desodorante.
-Me pone ese olor mezclado con el de tu coño recién corrido. ¿A qué te acabas de masturbar, no limpiaste la corrida y pusiste las mismas bragas que tenías?
-¡¿Me has estado espiando?!
-No, pero tengo tan buen olfato como un perro de caza.
Laura se puso seria.
-¡Qué sinvergüenza!
-Siempre voy con la verdad por delante, me inculcaste tú ese pensamiento.
-¿Algo más?
-Sí, llevo años oliendo esa maravilla que me vuelve loco. Llevó años matándome a pajas después de olerlo y deseo hacerte mía aunque solo sea por una noche.
-Mo me jodas. ¿Qué me hace ser el objeto de tu deseo?
-Tus tetitas, tu boca, tu culo, tu olor corporal…
-Que desees un cuerpo de cuarenta y seis años, podría llegar a asimilarlo, pero lo del olor corporal no lo puedo entender.
-Pues es tu olor a hembra el que me pone malo.
Olió el otro sobaco.
-A mí me sigue oliendo a sudor.
-Tócate el coño y huele
-¡Lo que voy a toca son tus narices!
-¡Si supieras lo buena que estás!
Ramón se puso en pie. En el mono se veía la pequeña montaña que hacía su polla empalmada. Su madre lo vio y le dijo:
-Así debe ser porque con ese empalme… ¿Cuánto tempo hace que no metes?
-Más de un mes.
-Llevo yo casi dos años sin que me la metan y no ando salida cómo tú.
Ahora al mover la camiseta hacia fuera ya no se veía nada, pero Ramón le seguía mirando para las tetas. Laura le dio un empujón y sonriendo, le dijo:
-¿Tienen imán o qué?
La miró a los ojos y le dijo:
-Tienen imán, tienen.
Laura volvió a tirar de la camiseta hacia fuera y a echarla hacia dentro.
-No tienes vergüenza, hijo, no tienes vergüenza.
Se levantó y volvió a su habitación. Ramón le dijo:
-¡Qué rica estás, mamá!
Laura giró la cabeza y sonriendo le dijo:
-Hazte una paja, hijo, hazte una paja.
Unos diez minutos más tarde Ramón fue a la habitación de su madre a ver si sonaba la flauta. Al entrar en la habitación la vio sobre la cama. Estaba de espaldas a la puerta Su camiseta y su falda estaban en piso. Solo llevaba puestas unas bragas blancas. Se quedó embobado mirando para el bulto que hacia su coño en las bragas mojadas. Fue a su lado, le dio un pequeño empujón y le dijo:
-¿Duermes, mamá?
Lura no le contestó. Le dio un par de empujones más. Laura se puso boca arriba, colocó las manos detrás de la nuca y Ramón vio sus axilas peludas. Vio sus pequeñas tetas y su coño sudado rodeado por una gran mata de pelo negro. Se quitó el mono y después le tocó con la yema de un dedo en un pezón, luego en el otro y después le pasó la lengua por las areolas y los pezones. Laura gimió en bajito. Ramón cogió la polla empalmada y comenzó a menearla. Laura se dio la vuelta hacia él. Le pasó la polla mojada por los labios. Al separarla sacó la mitad de la lengua y lamió la aguadilla. Ramón se puso detrás de ella, le apartó las bragas para un lado y le pasó la yema del dedo medio por el ojete, después fue la polla la que se hizo círculos sobre él. Luego de haber jugado un par de minutos con el ojete, se lo lamió, se lo besó y después le metió y le sacó de él la puntita de la lengua. De la boca de Laura escapó un dulce gemido. Ramón dijo:
-Si supiese que no despertabas te la clavaba en el coño.
Volvió a frotar la polla en su ojete. Laura se volvió a poner boca arriba para que la follara.
-Estás buenísima.
Le separó las piernas con cuidado. Laura flexionó una rodilla. Ramón se arrodilló hizo que flexionara la otra y luego se puso entre sus piernas, cogió la polla con su mano derecha y se la frotó en el coño por encima de las bragas, bragas que el coño ya había mojado, lo que hacía que estás se metieran entre sus labios vaginales al frotar la polla. Luego empujó y la punta de la polla y las bragas se metieron dentro de la vagina. Laura soltó un gemido tan sensual que le puso la piel de gallina a su hijo. Ramón le apartó las bragas para un lado, puso la cabeza de la polla en la entrada de la vagina y dijo:
-Voy a conocer el paraíso.
Laura abrió los ojos y le espetó:
-Ni se te ocurra, mi coño es de tu padre.
-Estabas despierta y no decía nada.
-Quería saber hasta donde ibas a llegar.
Le metió la punta de la polla. Laura mordió el labio inferior, echó la cabeza hacia atrás, echó la pelvis hacia delante y la metió hasta la mitad. Antes de que levantara la pelvis Ramón se la clavó hasta el fondo. Laura le dijo:
-¡¿Cómo te has atrevido?!
-Entró sola.
Le puso las uñas en la cara y muy sería le dijo:
-Quítate de encima de mí o te dejo la cara marcada.
Le cogió las manos por las muñecas y se las aplastó contra la cama. Laura le lanzó una mirada de odio y le dijo:
-Me forzarás, pero no lograrás que me corra.
La folló despacito y buscando sus labios con los suyos. Laura no paraba de hacerle la cobra. A medida que fue acelerando las clavadas las cobras eran más pequeñas. Llegó un momento en que se dejó besar, pero no le correspondía con sus besos. Cuando ya las clavadas se hicieron diabólicas y sus gemidos hablaban sin hablar de una inminente corrida, le dijo:
-¡Mamá se va a correr, hijo, mamá se va a correr!
Le dio aún más aprisa. Sus gemidos fueron subiendo de volumen a medida que iba llegando al orgasmo. Su lengua se metió en la boca de Ramón, sus manos agarraron su culo, lo apretó contra ella y acabó diciendo:
-¡Mira cómo se corre mamá, hijo, mira cómo se corre!
Se corrió gimiendo dulcemente y convulsionándose. Su corrida larga e intensa se mezcló con la de Ramón, que al ver su cara de gozo se corrió dentro de ella.
Cuando acabó de correrse Laura le dijo:
-Eres un asalta camas.
-Y tú una delicia de mujer. Quita las bragas y sube encima de mi.
-Soy tu madre, joder.
-Sí, pero como ya lo hicimos…
-Lo has hecho tú, cabronazo, lo has hecho tú.
Ramón le repitió
-Quítate las bragas y sube encima de mí.
Le preguntó con sorna:
-¿Y no quieres también que te haga una mamada?
-No estaría mal. ¿Subes o no?
-¡No, coño, no!
-En ese caso no me queda más remedio que hacerme una paja.
-Aquí, no, vete a hacerla a tu habitación.
Ramón comenzó hacerse una paja.
-¡Te dije que te fueras!
Sin parar de masturbarse le dijo:
-Quita las bragas, sube y dame una corrida en la boca.
-¡Ni muerta te la daría!
-Pues haré la paja mirando para ti, carita de ángel.
La carita de ángel pasó a ser la cosita sexy, el bomboncito, la diosa…
-Me estoy poniendo enferma, hijo.
-Sube, mamá.
-No soy una puta.
-Se mi puta por un día.
-No voy ser tu puta, soy tu madre, cabrón.
-¡Qué bien suena esa palabra al salir de tu boca!
-¿Cabrón?
-No, puta, dámela en la boca.
-Te ahogaría.
-Dámela, ahógame, mamá.
-No me tientes más, hijo, no me tientes más que me pierdo.
-¡Cobarde!
-¡¿Cobarde yo?
Apartando un poco las bragas hacia un lado le puso el coño en la boca y le dijo:
-Huélelo.
Se lo olió.
-Huele a lubricidad, a perdición…
Laura se lo quitó de delante y le dijo:
-Pues te vas a quedar con las ganas de comerlo.
Se quitó las bragas, subió encima de él, le cogió la polla, la puso en la entrada del coño y con dos dedos le masturbó la corona del glande mientras algo de leche y de jugos salían del coño. La mezcla llegó a los huevos de Ramón antes de mojar la cama.
Cuando Ramón se corrió el primer chorro entró dentro del coño de su madre. La mujer bajó el culo y metió la polla hasta el fondo, suspiró y dijo:
-Ahora sí, ahora necesito correrme.
Lo folló con toda la polla dentro y sin quitar un solo centímetro… Lo hizo frotando su clítoris contra la pelvis de Ramón. Ni veinte segundos tardó en correrse. Corriéndose echó la cabeza y el cuerpo hacia atrás. Convulsionándose dijo en bajito:
-Me corro en tu polla, hijo.
Acabó y siguió follándolo, pero ahora sacándola hasta la mitad y metiéndola con más fuerza… Se corrió otra vez transcurridos un par de minutos. Laura era multiorgásmica y no se cansaba de gozar. Después de la última corrida lo folló con más calma. Esta vez tardó un poco más. Cuando sus gemidos avisaron a Ramón de que Laura se iba a correr de nuevo, le dijo:
-Dámela en la boca, mamá?
Paró de follarlo y con la voz entrecortada le dijo:
-Ya te dije que te podría ahogar.
-Y yo te había dicho que me ahogaras.
Con toda la polla dentro y frotando de nuevo su clítoris contra la pelvis de Ramón le preguntó:
-¿Cuándo bebiste de una mujer por última vez?
-También te lo he dicho, hace más de un mes.
La cogió por la cintura y tiró de ella. Laura se dejó ir hasta que su coño llegó a la boca de su hijo. Ramón sacó la lengua. Gotas de jugo blanquecino cayeron sobre ella. Le lamió el coño… Laura le cogió la cabeza, frotó el coño y el ojete contra la lengua y se corrió apretando la cara de su hijo con sus muslos. Ramón oyó como gemía y sintió cómo temblaba. Gimiendo y temblando le fue encharcando la lengua de jugos, jugos espesos y calentitos que fueron cayendo en su boca. Corriéndose dijo:
-No quiero que se acabe.
No quería que se acabase y no se acabó. Ramón se quitó de encima a su madre. Metió la cabeza entre sus piernas y lamió su coño encharcado con la corrida que acababa de echar. Luego con la lengua llena de jugos la besó. Laura volvió a gemir, y siguió gimiendo cuando la lengua de Ramón lamió su cuello, sus axilas, sus areolas, sus pezones… Entre gemidos le preguntó:
-¿A qué te sabe mi cuerpo?
-A vicio.
Ese día Laura estaba rica, rica, rica, pero para rico su coño, coño que olía a bacalao, a rancio, olía a lujuria. Ese olor excitaba a Ramón una cosa mala. Su polla no paraba de echar aguadilla, y la siguió echando cuando su lengua se enterró en el coño de su madre, cuando lamió sus labios vaginales, cuando lamió y chupé su clítoris y cuando se volvió a correr en su boca.
Al acabar fue Laura la que se lanzó a por la boca de su hijo, pero poco paró su lengua en ella, ya que en nada bajó a su polla, la empuñó con su mano derecha, lo miró y le dijo:
-¿Te gustaría correrte en mi boca?
-Me encantaría, mamá.
-Pues te vas a quedar con las ganas.
Acarició sus pezones y sus areolas con la punta de la polla, polla que no paraba de mojarlas con su aguadilla. Poco después sus pezones rayaban diamantes de lo duros que estaban. Laura le dio las tetas a mamar y Ramón se las devoró. Al quitarle las tetas de delante le cogió la polla, le chupó los huevos, luego metió el glande en la boca, lo chupó y lo meneó. Cuando sintió que se iba correr le dijo:
-Dámela, hijo, dame tu leche.
Ramón se la dio en la boca y en la cara. Al acabar de correrse Ramón le lamió la leche de los labios, de la cara y de la mano. Luego Laura lo volvió a montar y lo folló cómo una amazona a la que se le había ido el juicio. Tan rápido lo folló que no tardó nada en correrse, y lo hizo diciendo:
-¡Me corro otra vez!
Al acabar le dio un pico y le dijo:
-Eres muy buen amante, hijo.
-¿Quieres correrte follándote el culo, mamá?
-¿Sabrás hacerlo?
-Claro que sí.
-¿Qué vas a hacer para lubricarlo?
-Usaré aceite de coco.
Laura después de coger el aceite de coco en el baño llegó a la cocina, donde la esperaba su hijo. Puso el aceite sobre la mesa, cogió la botella de vino y echó un trago. El vino le volvió a caer entre las tetas y le bajo hasta cerca del coño. Al poner la botella sobre la mesa, Ramón se acercó a ella y le dijo:
-Antes de ir a por tu culo… ¿Quieres correrte de pie?
-¿Aquí?
-Sí.
-Quiero.
A lamidas le limpió el vino del cuerpo, le amasó y le mamó las tetas y luego se puso en cuclillas para comerle el coño. Se lo abrió con dos dedos, le clavó la lengua dentro y después lamió sus labios y su clítoris. Laura le dijo:
-Ahora sí que te voy a ahogar.
-Tiempo habrá para eso.
Dejó de comerle el coño, se puso en pie, la levantó en alto en peso y se la clavó hasta las trancas. Laura con los brazos alrededor del cuello de Ramón comenzó a comerlo a besos. Su lengua en la boca de su hijo hizo estragos, ya que en nada se corrió cómo un lobo y le llenó el coño de leche.
Al acabar de correrse volvió a ponerse en cuclillas y con su leche saliendo de su coño se lo lamió hasta que Laura se corrió, lo hizo descargando en su boca un pequeño torrente de jugos blanquecinos.
Laura al acabar de disfrutar le dijo:
-Eres un guarro de cojones.
-A las mujeres suele gustarles que les coman el coño cuando lo tienen asqueroso.
-A mi no me gustó, me encantó. ¡Eres uno de los míos!
-¿Vamos a por el anal?
-¿Con preámbulos?
-Con preámbulos.
Poco más tarde Laura estaba boca arriba sobre la cama. Ramón estaba arrodillado a su lado. Sus manos untadas de aceite masajeaban, su cuello, sus tetas, su vientre, su coño, luego un dedo entraba y salía del coño, después las manos bajaban por el interior de sus muslos y volvían a subir por su coño, el dedo volvía a entrar y salir de él y luego las manos subían por el vientre hasta llegar a las tetas y al cuello… Masajeando su coño Laura flexionó las rodillas y se abrió de piernas. Le masajeó el coño con las dos manos. La mujer le echó una mano a la polla y tiró de ella para que se la metiera en el coño. Ramón se la clavó de un trancazo y la folló hasta que sintió que una corriente de jugos mojaba su polla. Laura arqueó su cuerpo y se corrió entre fuertes convulsiones.
Al acabar de correrse se puso boca abajo y le dijo:
-Mi culo es todo tuyo, hijo. A ver que haces con él.
Ramón se puso manos a la obra. Con la ayuda del aceite de coco masajeó su cuello, su espalda, sus costillas y sus muslos. Luego masajeó sus nalgas… Separándolas y juntándolas le metió dentro del culo la punta de los dedos pulgares. Más tarde la puso a cuatro patas. Separó sus nalgas, lamió su ojete, lo besó y luego metió y sacó la lengua de él. Laura comenzó a gemir y entre gemidos le dijo:
-Si sigues así puede que me corra sin meterla, hijo.
No iba a seguir así. Untó la polla con aceite, se la frotó en el ojete y después le metió la punta.
-¡Pufff!
Le metió el glande.
-¡Me encanta!
Se la quitó.
-¡¿Qué haces!
Se la metió en el coño y dándole a mazo, le dijo:
-Así cuando te la vuelva a meter la vas a coger con más ganas.
Cando Laura se iba a correr la sacó, le volví a meter la punta en el culo y le acarició el clítoris con dos dedos. Laura empujó con el culo. La metió hasta el fondo y exclamó:
-¡Me voy a correr, me voy a correr!
Dejó de acariciarle el clítoris. Le agarró las tetas y se las magreó mientras ella metía y sacaba la polla de su culo. Le llevó su tiempo correrse, pero cuando lo hizo sus piernas comenzaron a temblar una cosa mala y descargó cómo una loba. Acabó derrumbándose sobre la cama entre fuertes convulsiones. Ramón, al acabar de correrse su madre, le llenó el culo de leche.
Laura tardó un par de minutos en recuperarse, cuando lo hizo se dio la vuelta y le dijo:
-Fue increíble, hijo.
-Me alegra que lo hayas disfrutado, madre.
Siguieron follando mientras Gustavo estuvo en Suiza… Es que cuando se le coge el gusto a una cosa…
Este relato está inspirado por unas fotos y una información que me dio una de las lectoras que me animaron a volver a escribir.
Quique.