Relato anterior "No puede haber dos machos alfa, pero si dos hembras", dejo el enlace al final del relato.
Un nuevo giro se dio en la relación que tenía con mis dos roomies.
En una fiesta Pablo conoció a una chica llamada Katia, era algo común que se cogiera alguna hembra si se daba la ocasión, pero como dicen en México, "se enculó" con esta chica, empezaron a salir en forma muy frecuente y después la llevaba a coger al departamento, a esta chica a diferencia de Adriana, no le molestaba la presencia de otros hombres en el departamento, llegaba Pablo con Katia, nos saludaban, se metían a su cuarto y escuchábamos cada noche un excitante concierto de gritos y gemidos, Luis y yo sonreíamos en forma cómplice al escucharlos, recordando como Pablo nos cogía a nosotros y bromeábamos sobre la pobre chica.
Su reciente noviazgo provocaba que descuidara sus deberes de semental con nosotros y dejó de cogernos con la frecuencia acostumbrada, las cogidas se volvieron ocasionales.
Por mi parte fue un respiro y me permitía dedicarle más tiempo a mi novia, pero en el caso de Luis, seguramente sintió la necesidad de un macho, buscó a alguien más y no tardó en encontrarlo, empezó a salir con un estudiante de otra escuela llamado Carlos, pasaba mucho tiempo con él, lo veía feliz y contento, me contaba mil cosas de él, que era estupendo, divertido y un excelente amante, me entró la curiosidad de conocerlo, y me dijo que también le había platicado de mí a Carlos y que quería conocerme, por su parte Pablo nunca le preguntaba nada a Luis sobre Carlos, se notaba serio, creo que celoso.
La oportunidad se dio pronto, un fin de semana Adriana salió en un viaje de estudios y Luis me invitó a pasar el fin de semana en una casa de descanso en Cuernavaca que era propiedad de los abuelos de Carlos, sin embargo, por un descuido, Pablo se enteró de nuestros planes y se apuntó a acompañarnos, no pudimos decirle que no, y ese fin de semana pasó Carlos por nosotros, por fin lo conocí y me pareció encantador, era alto no demasiado, como de 1.79 u 1.80 m. aproximadamente, moreno claro, pelo negro y ondulado y una sonrisa seductora y traviesa, me recordó a Arturo, tenía esa misma sonrisa que derrite, unos ojos grandes y expresivos color miel, cejas pobladas y labios gruesos, se notaba que hacía algún tipo de ejercicio, su cuerpo era atlético sin ser musculoso, comparándolo con Pablo, éste salía perdiendo, Carlos era un verdadero bombón, ahora comprendía porque tenía como loquito a Luis, charlamos todo el camino, Pablo casi no habló, se notaba molesto, definitivamente sentía celos de Carlos.
Llegamos a la casa de descanso casi al anochecer, era una bonita casita muy acogedora, con alberca en el patio, Carlos trajo tequila, cervezas y Whisky a la sala así como refrescos, agua mineral y botanas, puso un poco de música suave y Carlos y Luis se pararon a bailar, irradiaban amor, se abrazaban en forma tierna y se daban algunos besos tiernos,
Pablo no quiso quedarse atrás y me sacó a bailar, era algo que nunca habíamos hecho y me sentí extraño al bailar con Pablo, nunca había bailado antes con un hombre.
Una melodía romántica se escuchaba y Pablo tomó mi mano y me abrazó a la cintura, apretándome contra su cuerpo, indudablemente debía tomar el rol de hembra en el baile, estaba un poco tenso, y Pablo lo notó.
– Me dijo tranquila, relájate, déjate llevar.
Intenté relajarme y sentí su miembro duro contra mi vientre, caliente y palpitante, un escalofrío recorrió mi cuerpo, al principio mis movimientos eran nerviosos y torpes, pero poco a poco fui agarrando el ritmo, no lo hacía mal y pudimos dar un poco de competencia a Carlos y Luis, que tenían un ritmo muy candente, se notaba que no era la primera vez que bailaban y Carlos era un estupendo bailarín, Carlos apretaba las nalgas a Luis y al ver esto Pablo, dibujó con su dedo el recorrido de mi rayita y presionó justo en la entrada de mi orificio, era un experto en calentarme, di un respingo de excitación al sentir la atrevida caricia, me acarició las nalgas y besó el cuello y orejas, me tenía a mil el desgraciado, ya Carlos estaba en el sofá desvistiendo a Luis, sería una noche muy larga y ardiente.
Pablo me llevó al sofá a un lado de Luis y Carlos y sin dejar de besarme en forma ardiente, empezó a desvestirme, pronto estábamos los cuatro desnudos, Luis hincado mamando la verga de Carlos y Pablo me puso a hacer lo mismo, era obvio que estaba imitando todo lo que hacía Carlos, supongo que por celos, quería demostrar que era más macho.
Comparé ambos miembros, la verga de Carlos no estaba nada mal, era de un tamaño similar a la de Pablo, no estaría seguro cuál era más larga, eran similares en grosor, la diferencia principal era que Carlos estaba circuncidado y su verga estaba coronada por una cabeza gorda, rosada y brillante, mientras que la cabeza de la verga de Pablo se escondía en su prepucio y solamente sobresalía la punta del rojizo hongo, otra diferencia era que el miembro de Pablo era más venoso, venas mas gruesas e hinchadas.
Agarré el tronco de carne con mi mano y abrí mi boca para darle la mejor de mis mamadas, ahuequé mi boquita e intenté meterme y sacarme su verga de mi boca, profundo, hasta la garganta, hilos de saliva, empezaron a escurrir por el tronco hasta los huevos de Pablo, definitivamente era mejor mamador que Luis y vi que Carlos se me quedó viendo excitado al ver como toda la longitud del nabo de Pablo desaparecía dentro de mi boca, tomando la cabeza de Luis empezó a meterle la verga más profundo, pero al pobre Luis no le entraba tanta verga, volví a la punta de su verga, metiendo mi lengua entre su prepucio hasta alcanzar el frenillo con la punta de mi lengua, estirando suavemente la delicada tela de piel y succionando suavemente la cabeza, sabía que eso lo prendía mucho, todo su cuerpo se tensó y dio un gemido, ya no aguantaba más y sacó la verga de mi boca para no correrse, restregaba la punta de su verga babeante por mi cara embarrándola de precum y me daba azotes en las mejillas, Luis ya estaba de rodillas en cuatro recargándose sobre el respaldo del sofá, con el culo en pompa y Pablo me hizo poner en la misma posición, miré a Luis y acerqué mi boca a la suya para fundirnos en un jugoso beso, en lo que nos preparaban para recibir las vergas de nuestros respectivos amantes, Carlos terminó de embadurnar el culo de Luis con lubricante y en un acto de caballerosidad le pasó el lubricante a Pablo, un chorrito de lubricante cayó entre mis nalgas, seguido de sus dedos, me metió dos a la primera y dí un respingo apretando las nalgas, pero de inmediato aflojé la colita, sus dedos entraron muy profundo y los hacía girar frotando mis paredes internas, empecé a gemir, moviendo el culo, escuché el alarido de placer de Luis lo penetraron primero, cerró los ojos e hizo una mueca de placer, entonces sentí el nabo embadurnado de Pablo recorrer mi rayita, se enganchaba con mi orificio y seguía de largo, repitió la operación para que me calentara y paré mas el culito arqueando la espalda para que me ensartara, me tomó de la cintura, y dando un golpe de caderas, me ensartó de una, hasta el fondo, un alarido de dolor-placer escapó de mi boca, más fuerte que el que lanzó Luis.
Nuestros machos empezaron a cogernos a ambos al mismo tiempo, veía la cara desencajada por el placer que ponía Luis y el veía las muecas que hacía cada que Pablo me penetraba.
Pablo en un acto, que considero fue por celos le dice a Carlos en un tono presuntuoso.
– Verdad que tiene un culito muy rico, no sabía que le gustaban las vergas, pero yo la desvirgué y la convertí en mi putita.
Pablo no perdió la compostura, y le respondió.
– Sí, Luis me contó todo, fuiste un salvaje y lo violaste contra su voluntad, yo igual lo hubiera convertido en mi hembra, pero lo hubiera seducido para que se entregara a mí, me gusta que sean ellas las que se entreguen a su macho.
Estoy seguro de que la respuesta no le gustó a Pablo, porque empezó a embestirme con más fuerza, con furia, en lo que agregó:
– Soy muy macho y me gusta someter a mis hembras, que sean mis putitas, y que disfruten que su macho las reviente con fuerza, hacerlas sentir en forma intensa.
– Entiendo, pero hay de machos a machos, también soy muy macho pero me gusta hacer gozar a mis hembras, hacerles el amor de una forma lenta, suave, volverlas loquitas de placer y una vez que se entreguen entonces si hacerles de todo, te aseguro que es más rico que ellas te pidan que las trates como putas y reventarlas con su consentimiento.
Sonreí al escuchar a Carlos, le estaba dando una lección a Pablo, recordé que así era Pablo al principio, antes de volverse el macho lujurioso y pervertido que era ahora, esa ternura era lo que me había conquistado y me había hecho entregarme por completo, extrañaba esa forma tan tierna en que me hacía el amor, tan dulce y cariñosa que me hacía perder la cabeza, me derretía en sus brazos, me hacía sentir una hembra de verdad.
Pablo no respondió, asumió su derrota y solamente me empezó a embestir con más fuerza, clavándome su estaca hasta los huevos, su verga arremetía una y otra vez contra mi culo, haciéndome arder, tenía el culo al rojo vivo.
De pronto Carlos le propone a Pablo:
– Y si cambiamos, se nota que Ariel es una hembrita estupenda, me gustaría probarla.
Su voz fue música para mis oídos, desde que llegamos estaba deseoso de probar ese hermoso macho y comprobar si eran ciertas todas las maravillas que decía Luis. Pablo no puso objeción y se salió de mí.
Me preparé para recibir a mi nuevo amante, tan pronto sentí el roce de su mano contra mi espalda para ponerme en la posición deseada me estremecí, sus manos eran grandes, pero suaves, mi piel se erizó al contacto, su mano recorrió mis muslos y me hizo abrir más las piernas, después se deleitó con mis nalgas, masajeándolas y apretándolas en forma circular y apartándolas con sus manos, quedando mi arrugado y enrojecido orificio expuesto, al tiempo que decía:
– Que buenas nalgas tienes nena, me encantan, son tan suaves, y tu hoyito se ve tan rico como el de Luis.
Escuchaba los gritos y gemidos de Luis a un lado mío, se notaba que Pablo le estaba dando con ganas, no sé, tal vez de alguna forma queriendo castigar a Luis o hacerle saber que él era más macho, pero eso no afectó a Carlos, sentí su nabo ardiente recorrer mi rajita de arriba abajo en forma lenta y suave, de su verga brotaba tanto precum que dejó una estela viscosa por mi rayita, repitió la operación un par de veces y presionó nuevamente mi espalda para ponerme bien empinadito al tiempo que anunciaba.
– Ahí, voy nena, relájate para recibirme.
Apunto con la punta de su nabo mi agujero y empezó a presionar, mi esfínter no opuso resistencia, se abrió dando paso al visitante, dándole una calurosa y apretada bienvenida, se contraía y aflojaba involuntariamente, no dejaba de acariciarme la espalda y las nalgas, poco a poco me la fue enterrando, haciéndome sentir como iba abriéndome, despacio, suavemente, sin dolor, puro placer, no podía creer que una verga de su calibre haya entrado sin la mínima molestia, sólo un ligero cosquilleo.
– ¿Notas cómo te entra amor? , que rico culito, tan suave y calientito, tan apretadito, te la estás comiendo suavecito.
Me la seguía metiendo muy lento, suave, pero sin detenerse, me hacía desear con desesperación que me la metiera completa, hasta el fondo, mis pliegues se estiraban, sucumbiendo ante el gentil invasor, conforme la metía la movía en forma circular, acariciándome por dentro con su virilidad, su verga palpitaba, vibraba. Pronto sentí su rizado pelambre acariciar mis nalgas y supe que me la había metido completa, hasta el fondo.
– Listo, ya te ha entrado toda, ¿la sientes? ¿sientes mis huevos pegados a tus nalgas? me encanta tu culito, es el mejor que me he cogido nunca- me susurró al oído para que no escuchara Luis.
– Ahora vas a empezar a disfrutar de verdad, y sabrás lo que un verdadero macho puede hacer gozar a una hembra-me susurró.
Ahí me di cuenta que Carlos también estaba compitiendo con Pablo, pero con una estrategia muy distinta, me quería volver loquito de placer y lo estaba consiguiendo.
Empezaron las embestidas, lentas y profundas, movía su cadera en forma circular, procurando rozar mis paredes internas con su verga, me tenía bien apretado contra él, su pecho en mi espalda, susurraba en mi oído y pellizcaba mis pezones.
Olas de placer recorrían mi cuerpo y empecé a gemir, mis gemidos eran agudos, a un lado mío escuché el alarido de Luis y los gruñidos de Pablo, se estaba corriendo dentro del culo de Luis.
– Ufff, que culito, naciste para dar placer a un macho con este culito tan rico, no sabes cómo lo estoy disfrutando- susurró a mi oído, que apretadito, uffff.
Poco a poco las embestidas aumentaron de velocidad, me tomó del vientre y me hizo incorporarme, buscó mi boca mientras seguía empalándome, nos fundimos en un beso de lengua ardiente y jugoso.
Me desmayaba de placer, me estaba volviendo loco, y así se lo dije.
– Ay Carlos, me vuelves, loco, que macho, aghhh, cógeme, cógeme me gusta, estoy en el cielo amor.
– Si mami, me encanta como me aprieta tu hoyito, es tan goloso, siento que me quiere ordeñar, que placer, me encanta como muerde mi verga.
Mis piernas empezaron a temblar, oleadas de placer recorrieron mi cuerpo y de mi verga empezaron a salir chorros de esperma que cayeron sobre la tela del sofá, no lo pude evitar, me dio pena.
– Ay Carlos, me estoy corriendo sobre el sofá- le dije
– No te preocupes por nada mi amor, disfruta, goza sin pensar en nada y del sofá no te preocupes, tiene un repelente antimanchas, vamos abandónate al placer.
Así lo hice, me abandoné, empecé a convulsionar, cerré los ojos y seguí explotando como un volcán, mi verga se ensanchó y siguió lanzando chorros de leche sobre el sofá, no recuerdo haberme corrido nunca en forma tan intensa.
Aceleró sus embestidas, su verga chocaba contra mis nalgas con fuerza, a pesar de la corrida mi placer no disminuía, me retorcía en sus brazos ya no aguantaba, moría de placer, me faltaba aire, siguió algunos minutos embistiéndome y estaba a punto de correrme nuevamente, cuando anunció su corrida:
– Aguanta, ya casi, ya me sale la leche, te voy a preñar, aghhh, toma, toma.
Y enterrándomela profundo explotó dentro de mi culo, chorros y chorros de leche ardiente llenaban mis entrañas, sentía como brotaba la leche de la cabeza de su verga y fue demasiado, me empecé a correr nuevamente en forma intensa, mi segunda corrida de la noche y sin tocarme la verga, espasmos recorrían mi cuerpo y apretaban la verga de Carlos, exprimiéndola, ordenándola.
Poco a poco sentí que la verga de Carlos perdía rigidez y vibraba con menor intensidad hasta que salió de mi culo y cayó exhausto en el sofá, giré mi cuerpo y caí sobre el suyo, nuestros cuerpos sudaban y la respiración era muy agitada, daba bocanadas de aire para tratar de recuperar la respiración y vimos que en el otro sofá Luis y Pablo nos observaban, de tanto placer me había olvidado de ellos.
Pablo nos miraba con una cara seria y Luis con una sonrisa divertida.
El fin de semana apenas empezaba, y en este duelo de sementales había un claro ganador, por lo menos para mí, pero el duelo de sementales apenas iniciaba.
Lo que pasó después lo cuento en el siguiente relato.
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