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Confidencias de sexo
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Una noche de fiesta donde las risas y el alcohol corrían a la par, tres amigas desinhibidas nos contamos experiencias sexuales sin complejos y desnudamos nuestros recuerdos, os traigo tres confidencias, tres recuerdos sexuales, tres relatos uno de cada una de nosotras, situaciones inesperadas, calentones apasionados, amor y sexo. No sabréis que historia pertenece a una u a otra, solo podréis imaginarnos en un relato u otro en vuestros sueños y allí es donde os esperamos, las tres dispuestas a revivir aquellos momentos en los que disfrutamos tanto, pero esta vez contigo, así que sentaros y disfrutar de estas tres historias reales, tres sentimientos que los podríamos firmar cualquiera de nosotras, incluido vosotras.

1ª Confidencia de sexo

No importa tú sigue, no te pares ahora.

Una noche de verano sofocante que ya pasaba con creces la media noche, cuando después de discutir con mi novio cada uno de nosotros se fue por su lado, llevaba toda la noche fijándome en aquel hombre que sin ser guapo, la verdad que tenía algo que me atraía, sabía que me había estado mirando, sabía que si me acercaba a él, muy posiblemente y más por como estaba mi ánimo en aquellos momentos acabaríamos follando, aquella noche estaba dispuesta a todo.

No lo busque y, sin embargo, nos encontramos, un hola, unos besos en la pista de baile, una música tranquila que nos invita a bailar juntos, a bailar pegados y a partir de ese momento, miradas apasionadas, miradas con deseos, con nuestros cuerpos acariciándose por encima de nuestra ropa muy sutilmente, sin que ni él ni yo podamos controlarlo, un beso suyo en mis labios, sin que yo hiciera ademán por rechazar e inmediatamente un susurro de mis labios en su oído. La unión de nuestras manos, de nuestros cuerpos se deshacía, no así nuestras miradas que según me alejaba de él, le invitaba a que me acompañara a los servicios de la discoteca, una mirada felina, de gata en celo atrapándole sin remedio y una vez atravesada la puerta de los servicios, mis labios esperaban a ser besados apasionadamente.

Primero fueron sus manos en mi cintura, luego sus caricias y sus besos en mis hombros, sin decirnos nada, pero diciéndolo todo sus manos empezaron acaricias mis pechos, tocándolos, apretándolos y ya, prácticamente encima de mí me hacía retroceder mientras que una de sus manos se posaba como una abeja en la flor, por encima de la falda del vestido corto apretando con sus dedos mi vulva y metiéndome el tanga dentro de mi vagina. Yo no me había quedado corta, porque en ese pequeño espacio de tiempo, en esos pocos pasos que me hizo retroceder, mis manos tocaban su miembro por encima del pantalón quitándole el cinturón, todo hasta llevar a topar con el lavabo donde sentí por primera vez su poderoso pene apretándome la vagina.

Sus manos en mi culo y con un pequeño impulso me senté en el lavabo abriéndome de piernas, sus manos ya no tocaban vestido, una de ellas disfrutaba de la experiencia de mi tanga mojado y la otra apretándome los pechos, primero uno y luego el otro, llenando su boca con mis pezones, lamiéndolos a la vez que mis gemidos se empezaban a oír apagados eso si, por la música que venía de fuera mis pezones. La parte de arriba de mi vestido descansaba en mi cintura, mis manos en su espalda arañándole por debajo de la camisa y sintiendo los pequeños empujones de sus caderas, dos dedos me hacían gemir al entrar en mi vagina, gemidos apagados por los besos incesantes con nuestras lenguas descontroladas y notando como sus manos agarraban mi tanga y me lo empezaba a bajar por mis muslos hasta que de un tirón rompió uno de los lados, esa fue la señal para despertar realmente a la loba que tenía dentro aletargada porque de un tirón le baje los pantalones y cogiéndole el pene me lo acerque para metérmelo con tanta rapidez que ninguno de los dos esperaba que se metiera tan al fondo, una penetración que nos hizo la los dos gemir, parando de besarnos y solamente mirarnos a los ojos, viendo como la lujuria se había apoderado de los dos.

Era increíble como entraba y salía su pene de mi vagina, como me penetraba una y otra vez, sin poder parar de gemir, sin poder evitar a pesar de que me tapara la boca, que salieran pequeños gritos cada vez que la metía y apretaba su pene tan dentro de mí. Unas risas nos despertaron de nuestro encuentro sexual, varias chicas un poco cohibidas nos miraban y reían tapándose la boca y los ojos desde la puerta sin atreverse a entrar, la reacción de mi amante fue la de parar.

– No importa tú sigue, no te pares ahora, ahora no.

Mis palabras le encendieron más a un sí cabe, hizo que continuara con más brío que antes, hasta estallar los dos en sendos orgasmos increíbles, de esos que se te nublan los ojos y sientes que tu cuerpo te abandona, que tiene vida propia y por su parte el abundante semen que expulso, llenando mi vagina en varias ocasiones junto con los gemidos como los de un oso, me hicieron pensar que el placer había sido mutuo.

De las chicas nada supimos más, una vez más estábamos solos en el servicio, cinco minutos más tarde los dos nos dirigíamos a la salida de la discoteca, yo con la vagina chorreando semen entre mis muslos y él con un tanga roto en sus manos que ya no me servía, quizás un trofeo de una noche de verano para él, bueno dejemos que sueñe, porque la que realmente se lo follo… fui yo.

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2ª Confidencia de sexo

El sitio perfecto, la cocina.

La regla, esa maldita amiga que nos visita inexorablemente todos los meses, la odias y, sin embargo, cuando no te viene te asustas, pero dejemos de pensar en esta amiga y pensemos en lo que viene cuando ya no está, pues esos días siguientes son increíbles, no hay nada como mantener a dieta a tu chico, unos días de hambre para que después se convierta en verdadero animal, supongo que tanta tensión en sus testículos no es buena y necesitan explotar y valla que si explotan.

Sabía que llevaba la cuenta, sabía que me espiaba, de seguro que lo saben cuando tienen ganas y aquella mañana lo sabía desde el momento que se acercó a mí por detrás y me beso el cuello, me había abrazado más fuerte de lo habitual, se había acercado a mí apretando su sexo contra mi culo con fuerza y que yo notase la erección que tenía, quería que pensara en él, quería que despidiéramos pronto a nuestra familia que ese domingo habían venido a almorzar y eso me puso tan excitada que antes de comer me cambie de bragas, pero tuvimos que esperar hasta que mi familia se fueran, unos cafés, una tertulia en la que nos comíamos con la mirada y por fin solos.

Mientras que mi chico los despedía desde el jardín yo aligeraba para recoger la cocina deprisa y vaciar él friega platos, necesitaba estar ocupada, no quería que me viera impaciente, deseosa, aunque sabía que nuevamente mis bragas me iban a delatar, no sé si tardo poco o que yo fui muy lenta, pero me sorprendió lavando una taza que se había quedado olvidada, no le sentí entrar, no note su presencia hasta que me rodeo con sus brazos por mi cintura y sus labios besaban mi cuello, dándome esos pequeños mordiscos que sabe que tanto me gustan y excitan, sus manos subiendo por mi cintura hasta mis pechos hasta ser secuestrados por sus manos apretándomelos con fuerza así, como su cintura apretaba su sexo contra mí y mi sexo contra la encimera del fregadero. Desde la ventana podía ver a mi hermana todavía en la calle mirándome fijamente y diciéndome adiós con la mano, para después meterse en el coche algo ruborizada.

Mi cuello era la parcela preferida de sus besos, mi sujetador desabrochado y sus manos piel contra piel apretaban mis pechos y pellizcaban mis pezones duros y enormes, no podía hacer gran cosa más que dejarle hacer, con mis manos sobre el fregadero aguantaba los empujones de su cadera, notando lo que tanto deseaba tener, al girar mi cabeza me encontré con sus labios en los míos, nuestras lenguas se abrazaron y bailaron sin parar, mis bragas oliendo al perfume de mujer totalmente empapado de él y sus manos empezaban la peregrinación hasta mis caderas, subiéndome la falda y un poco más abajo apoderarse de mis bragas que me las fue bajando hasta que a la altura de las rodillas y momentos más tarde la gravedad tuvo efecto en ellas para que descansaran en mis tobillos. Sus labios se separaron de mi boca y sentí como dibujaban mi espalda, mi cintura y luego más tarde al notar como pequeños mordiscos en mis glúteos me hicieron abrir un poco mis piernas, deshaciéndome de las bragas por completo.

Los gemidos empezaron a inundar la cocina en el momento de sentir su lengua atravesar la entrada de mi vagina, como metía su cara entre mis muslos agarrándome con sus manos mis glúteos, mis labios eran su pasión, recorriéndolos de arriba y abajo metiéndolos en su boca, buscando mi clítoris abriéndome más de piernas para que tuviera el acceso más fácil, al igual que mis pechos y mis pezones duros le habían esperado, mi clítoris le esperaba grande y duro, sensible y empapado en su saliva y del flujo que mis labios inundaron su boca, agachaba más y más mi cuerpo, pegando casi mis pechos y mi cara en la encimera sintiendo como su lengua se apropiaba de mí dejarme casi sin el aliento necesario para gemir.

Unos segundos de calma, unos segundos en los que sus manos y su boca se apartaron de mí, en los que oí como sus pantalones caía al suelo antes de que la tregua terminaba, nuevamente sentía sus manos calientes en mi cintura cogiendo mi vestido y tirando de él hacia arriba hasta sacármelo por la cabeza, observaba por el reflejo del cristal como los dos estábamos desnudos antes de notar como su pene se introducía entre mis muslos buscaban la forma de entrar dentro de mí, estaba tan mojada que cuando su pene dejo de jugar conmigo, metiéndose entre mis labios, deslizándose sobre ellos, empapando su tronco entero mientras su glande hacia amagos de entrar en mi vagina, pero se pasaba de largo atravesando mis muslos, no podía más, sus manos apretaban mis pechos y nuestras bocas se unían alimentándose la una a la otra, mi espalda se arqueaba hacia atrás y ya solo deseaba que me penetrara. Uno y dos empujones con mi mano sujetándole el pene en la entrada de mi vagina, hasta que por fin sin ayuda de más su pene se metía en mi vagina, subiendo por ella, deslizándose tan suave que al llegar al fondo la mantuvo allí dentro un buen rato mientras mi cuello era secuestrado por sus labios, sentía como la sacaba lentamente y como me volvía a llenar, cada vez que un gemido salía de mi era motivado por un pequeño empujón, me penetraba con un ritmo pausado saboreando el momento en que me la metía, ritmo que fue en aumento cada vez más rápido y manteniendo siempre el ritmo de sus embestidas, penetraciones que fueron después más duras y más violentas, convirtiéndose en un verdadero animal metiéndome su polla en mi coño tan mojado y dilatado que no le costaba nada entrar, embestidas tan duras que me la metía hasta el fondo para descansar allí un segundo, sacándola y volviéndola a meter con tanta fuerza que mis pechos bailaban entre sus manos que ahora simplemente los mantenía en sus manos para sentir como le golpeaba con ellos sus manos.

El ardor en mi estómago, los gemidos y gritos incontrolados, los espasmos en mis piernas con mi boca gritando a ras de la encimera de la cocina hacía que me corriera de tal forma que enseguida hice que él también me llenara con su semen, había valido la pena esperar aquellos días mala, había valido esperar una comida familiar si después el resultado era ese, y el que vino más tarde en el salón de camino a la habitación, y más en nuestra cama otro polvo de igual calidad que los anteriores.

Más tarde al anochecer, una llamada de mi hermana, con un saludo algo peculiar.

– Que tal hermanita ¿bien no?

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3ª Confidencia de sexo.

Aquí no, para, para.

Era la primera vez que nos íbamos todos juntos, no hacía ni un año que nos conocimos casi todos, el primer año de facultad es un ir y venir de emociones y se había pasado volando, te crees adulta, pero sigues siendo en parte una niña que comete los mismos errores y alguno más. Las clases se habían acabado y las vacaciones estaban a la vuelta de la esquina, había sido un año que aunque se había pasado enseguida no por ello había dejado de ser duro, muchos días estudiando sin salir, fiestas a las que te invitaban y tú, por esa responsabilidad de ser universitaria, por no defraudar a tus padres los cuales esperaban tanto de ti, no querías ir y decidías quedarte en casa rodeada de libros, pero ese tiempo había terminado, ahora tocaba divertirse.

Tanto como aquella noche de San Juan, con las hogueras crepitando en la playa rodeadas de gente bebiendo y riendo, aquella era una de las fiestas a las que no podíamos faltar y todos los nuevos amigos quedamos para pasarla juntos. Era una noche calurosa, como hacía años que no recordaba aquellas temperaturas tan altas, la gente ya desde primera hora del día aprovechaba para refrescarse en las aguas cálidas del mediterráneo y nosotras no íbamos a ser menos. Todo un día en la playa, con juegos de cartas, jugando a la pelota o con las típicas raquetas de playa, organizando lo que sería el fin de fiesta montando nuestra hoguera, más grade, más alta que la de los demás y entre trabajo, los juegos, las bebidas y las risas, había miradas entre nosotros, miradas que estuvieron allí durante todo el curso, pero que ninguno de los dos se había atrevido a dar el paso.

El día seguía su curso, la playa atestada de gente y nosotras nos tomábamos un pequeño descanso mientras los chicos nos miraban desde la orilla, hablábamos entre risas adivinando quien iba a ser el primero que entraría en el agua con nosotras y para ello estábamos desplegando toda nuestra sensualidad jugando en el agua con movimientos de sirena para que los atrajeran hacia nosotras.

– Que guapa estas. – Fue lo primero que me dijo nada más entrar en el agua, metiéndose en el corro que habíamos formado.

– Ya era hora joder, anda que no te ha costado. – Espetaba una de mis amigas mientras todas reían y empezaban a correr gritando cuando los demás chicos las empezaron a perseguir.

– Oye tío, no te prives, dale, dale duro. – Otro de nuestros amigos le gritaba cuando pasaron por nuestro lado, con el puño cerrado dando pequeños golpes al aire con él,

– Pero, ¿qué quiere decir?, – Preguntaba yo ingenuamente.

– Nada, no le hagas caso, es un imbécil. – Me contestaba él, mirándome a los ojos y apartándome el pelo de la cara. Fue el primer momento mágico del día, más bien ya de la tarde, cuando sentí como se dirigía a mí con tanto cariño, como rozaba sus dedos apartándome la melena, el roce de sus manos en mis hombros, recuerdo lo nerviosa que estaba, lo nervioso que él estaba y recuerdo muy bien instantes después el primer beso que me dio, desde ese momento ya fuimos inseparables, siempre lo habíamos sido la verdad, pero nunca ninguno de los dos había tomado la decisión de acercarse al otro y mucho menos de besarnos.

La noche había caído sobre todos nosotros y las hogueras ya estaban medio apagadas, la gente seguía bailando, cantando y riendo en la playa, los ocho amigos estábamos sentados alrededor del fuego cada uno ya emparejado con otro, una noche mágica que a pesar del calor que desprendían los rescoldos aguantábamos rodeando la hoguera a la vez que hablábamos y reíamos, pero era insoportable tanto calor y nos alejamos un poco del resto, sentados en la orilla con las olas mojando nuestros pies hablábamos de proyectos de futuro, de los besos que nunca llegaron hasta ese día. Él me rodeaba con sus brazos, yo me sentía segura abrazada a él y los demás nos miraban con ternura, alejándose más de nosotros dejándonos solos para que pudiéramos decirnos todo aquello que no nos dijimos durante el curso, para recuperar los besos perdidos, para susurrarnos al oído lo mucho que nos queríamos.

El calor era sofocante incluso allí sentados en la orilla, el calor de las hogueras lo aumentaba aún más, minutos más tarde cogidos de la mano entrábamos en las aguas tranquilas del mediterráneo los dos solos, solos, pero rodeados de un gran bullicio que parecía jalearnos cuando nos empezamos a besar, acariciar en la oscuridad de una noche que era nuestra mayor aliada, la luna, nuestro faro que nos hacía brillar como uno solo, cada vez más al fondo sintiendo el agua ya por encima de mi tripa y cada vez más excitada al sentir sus manos acariciar mis pechos por debajo del bikini, sus labios sobre mi cuello mordiéndomelo con suavidad, sintiendo bajo su bañador como su miembro viril había aumentado de tamaño, como cada vez que nos juntábamos lo tenía cada vez más duro. Me tenía enamorada, embrujada, estaba a merced de sus besos y de sus caricias, notaba mi cuerpo volar, decir si a todo, si a que me amara, si a no me separara jamás de él. Sus manos que seguían bajando por mi vientre, separando la tela de mi braga de mi piel, sintiendo como poco a poco su mano se apoderaba de mi sexo, como poco a poco dejaba entrar el agua de mar tras sus caricias y como despacio, muy despacio se iba apoderando de mí y yo empezaba a acunar a la luna con mis gemidos.

Mientras que me iba entregando a él miraba por encima de su hombro la playa, veía algunas hogueras aun encendidas, a la gente divirtiéndose en la orilla incluidos nuestros amigos que ahora se preguntaban donde estaríamos, cuando entonces me beso, un beso no como los de antes, un beso lleno de pasión y entonces lo note, note como su mano había apartado mi braga, como sus dedos se apoderaban de mi vagina, me notaba húmeda, no por el agua de la mar, sino de la excitación que me invadía por dentro, mis gemidos se perdían en un inmenso horizonte por detrás de mí y apagados por el griterío de la playa.

– Aquí no, no para, para – Entre jadeos mis palabras parecían no tener efecto en él, que seguía ahora acariciando mi clítoris, lo deseaba, pero delante de tanta gente no, alguien podría vernos, alguien como nuestros amigos, como mis hermanos que también estaban allí y, sin embargo, no me apartaba de él, no dejaba de acariciarle, de besarle, no hacía nada porque parará.

– Para, para por favor – De mi boca salían esas pocas palabras huecas y sin convencimiento, de mi cuerpo los besos que no cesaban, los abrazos, las caricias en la espalda y mis piernas que se abrían a él rodeándole.

Toda resistencia de mi mente terminó cuando le note entrar, cuando su pene atravesaba el portal de mis labios, separándolos y metiéndose en mi vagina, un grito, un gemido de placer me robo en ese instante que no termino hasta que la sentí tan adentro como nos fue posible a los dos, sus manos entonces se apoderaron de mis glúteos, mis piernas se elevaron y entrelazaron más sobre él, como si fuera una culebra mis manos y mis piernas le estrangulaban mientras que él me iba penetrando una y otra vez, subiéndome y bajándome con sus manos. La oscuridad nos ocultaba, las olas y el griterío de la playa ayudaban a ocultar mis gemidos y mis gritos, era algo que había deseado tres días después de conocerle, era algo con lo que había soñado, que me hiciera el amor, algo que nada más salir del agua mis amigas se dieron cuenta de lo que habíamos hecho, mis ojos irradiaban felicidad, los dos cogidos de la mano, pero yo, todavía con él dentro de mí, con su semen saliendo por mi vagina empapando mis bragas.

Son tres relatos totalmente veraces de cómo pasamos una noche de pasión, cada historia contada en una noche de fiesta, dos de mis mejores amigas me han dado su confianza para contar un relato, el tercero el mío, igual de veraz y sin traicionar su confianza solo os diré que el primero puede ser el mío, como que también el segundo o el tercero, como puede ser de cualquiera de ellas o de cualquiera de vosotras.

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