Vivi le decíamos, se llamaba Alvaro. Era una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre y procuraba salir de él tanto como pudiera. Llevaba el cabello largo pintado de rubio, se ponía maquillaje, caminaba y actuaba como una mujer. Al hablar con él tenía una rara sensación de tener un hombre al frente pero estar interactuando con una chica, su voz era suave y amanerada, sus movimientos eran delicados. Solía hacer shows de transformismo actuando como Madona en un bar gay de la ciudad, era todo un personaje.
También estaba Johanna, Joha le decíamos, era una chica de 32 años, flaca, bonita, de cabello negro y un par de tetas grandes que contrastaban con el resto de su delgado cuerpo. Trabajabamos juntos en un proyecto, Joha, Vivi y yo. Por aquel entonces tenía 23 años y estaba entregado a la fiesta y a las drogas. Cargaba en mi bolsillo con una bolsa de cocaína para acelerar los momentos, ellos no lo sabían aún, pero lo sabrían pronto.
Mientras hacíamos nuestras tareas diarias sentados cada uno en frente de un computador, Vivi practicaba sus pasos de Madona a nuestras espaldas, bailoteaba por todo el salón postergando su trabajo, me parecía pintoresco pero nada más. Joha y yo tuvimos una conexión. Un día me invitó a una reunión con sus amigos, eran una pareja que vivía en un apartamento cerca de nuestro lugar de trabajo. Estábamos tomando vino y charlando y en algún momento de la reunión tomé una hoja de papel y le escribí “¿podría besarte?”
Aquello le pareció muy romántico y ese mismo día al despedirnos me plantó un beso con sus gruesos labios. A partir de allí empezamos un amorío silencioso del que nadie sabía. Yo era bastante ingenuo, ella me mantenía a punta de besitos y caminatas de la mano pero nunca teniamos sexo. Siempre que llegábamos a un punto de excitación extrema por andarnos besando y cuando yo trataba de tocarla ella me esquivaba y se iba. Llegaba a mi casa y me reventaba a paja pensando en la posibilidad de meter mi verga entre sus abundantes tetas y correrme sobre su cara.
A la hora del almuerzo salimos a un centro comercial cercano. A medio camino había un motel medio de mala muerte. Aquella zona en las noches se atestaba de prostitutas de todos los tipos y ese lugar era el elegido por los morbosos y borrachos para ejecutar la faena con la puta de turno. Bromeabamos de aquel lugar y un día apostamos para adivinar qué valor tenía un cuarto por una hora allí.
Íbamos caminando y sin mediar palabra Joha me tomó de la mano y me jalo hacia aquel lugar de perdición, Vivi vino tras nosotros. Llegamos a una recepción que era una ventanilla adornada con una luz de neón rosada. Joha preguntó qué valor tenía una hora y además cuánto costaba meter a una persona extra. La chica de la ventanilla nos miró, éramos todo un equipo, una flaca tetona, linda y elegante, un chico joven y simpatico y un gay que al momento parecía más un transexual. Nos dio el valor y nos retiramos riendo. Al salir del lugar todos los transeúntes nos veían, Vivi atraía mucho las miradas.
Cuando consumía cocaina mi libido se exacerbaba, le enviaba mensajes sucios a Joha y ella me respondía con más mensajes sucios, aun seguiamos sin tener sexo. Pero un día mi libido se dirigió hacía Vivi. Era casi la 1 de la mañana.
Hola… ¿cómo estás? ¿Qué haces? – escribí.
¡Holaaa bebé! Acá llegando a casa y tú? – respondió.
En casa, no puedo dormir
Y eso?
No sé, cuando meto cocaína pienso en ti
OMG!
¿Te molesta eso?
Para nada bebé, ¿y qué piensas?
Que me gustaría metértela… ponerte en cuatro y penetrarte por el culo –
OMG! Oye no pensé nunca eso de tí!
¿Te gustaría hacerlo algún día
Si, me encantaría
Nunca pasó nada sólo entre los dos, eran impulsos fruto de las drogas. Pero un jueves todo pasó.
Ese día cumplía Vivi, Joha compró una botella de whisky y desde las 2 de la tarde empezamos a beber en la oficina. A las 5 ya se había acabado la botella y Joha me dio dinero para comprar otra. Cada media hora yo tomaba un rápido paseo al baño para inhalar un poco, para cuando compramos la segunda botella ya estaba muy colocado. Empecé a ver a Vivi con los ojos de la lujuria. Vivi llevaba un jean y una camisa blanca y mientras practicaba sus pasos de baile para un show al día siguiente alcanzaba a ver mucho de su abdomen y algo de sus nalgas. Se le asomaba una tanga blanca y yo no podría dejar de pensar en cómo se vería en cuatro, en cómo me gustaría correrle esa tanga y penetrarlo y sentir sus bolas golpeando con las mías.
Por otro lado estaba Joha y todo el deseo que tenía hacia ella, me encantaba de verdad, era hermosa y elegante, todo un sueño. Pero casi que había perdido las esperanzas de acostarme con ella, parecía que solo me quería con un amigo, un confidente al que podía besar y ya. Igual para mi eso era mejor que nada, así que aceptaba aquellos términos.
Ese día Joha llevaba un top negro. Su elegante cuello blanco se estiraba hasta el inicio de sus enormes tetas, llevaba su ombligo destapado y de allí se asomaba un piercing blanco y reluciente. Joha se había emborrachado para las 6 de la tarde, reía a carcajadas y hablaba medio chueco. Vivi no estaba tan alcoholizado pero igual se le notaba algo del efecto de los tragos. Yo, gracias a la cocaína, estaba intacto.
Decidimos salir de la oficina a buscar otro sitio para seguir la fiesta. La botella estaba a la mitad, yo la llevaba. Caminando pasamos por enfrente del motel aquel y a manera de broma me atreví a decir “Vamos a entrar!”. Ambos me miraron y sin mediar palabra se dirigieron a la ventanilla.
Llegaron juntos a la ventanilla y se quedaron allí de pie mirándome. Me adelanté y le dije a la chica que atendía que queríamos una habitación sencilla y que nos cobrara una persona extra. Me dio el valor del servicio, el número de la habitación y proseguimos. Nos tocó una habitación lejana al fondo del lugar. Atravesamos largos pasillos con puertas a lado y lado, se oía gente gemir e incluso nos cruzamos con un travesti que venía saliendo de la mano de un hombre de saco y corbata que bajo la vista al pasar a nuestro lado.
Encontramos la habitación. 402. Metí la llave y entramos. La habitación era fea, tenía una cama vieja, un abanico en el techo y un espejo gigante frente a la cama. En una esquina estaba un sillón de esos de motel para hacer figuras sexuales. Cerré la puerta y me dirigí al baño. Saqué mi bolsa de coca del bolsillo e inhalé un poco.
Salí del baño. Vivi estaba acostado en la cama de medio lado. Podía ver nuevamente su tanga blanca saliendo de su jean. Joha estaba de pie manipulando el control remoto buscando un canal. Al final supe que buscaba algo de pornografia.
Me acerqué a Joha y al mirarme se quedó helada. Sus ojos se abrieron de par en par, dirigió una mirada a Vivi. Volteé a mirar a Vivi y me encontré una cara muy similar, impacto, ojos abiertos. Resultó que dado el momento de embriaguez y excitación no me di cuenta que al inhalar había ensuciado toda mi nariz.
¿Estás consumiendo drogas? – Dijo Joha.
Ante lo evidente no podía mentir. Pasé mis dedos sobre mi nariz para limpiarme y con todo el descaro del mundo y dada la situación les dije: “¿quieren un poquito?”.
Fuimos hasta la mesa que sostenía el viejo televisor, saqué la coca y derramé una cantidad considerable allí. Con una tarjeta armé tres líneas, saqué un billete y mirandoles inhalé completa una de las líneas para enseñarles lo que había que hacer. Después de mi vino Vivi, tomó el billete se inclinó dejando a la vista su tanga y de un respiro se llevó otra línea. Joha vino de tercera, la inhaló y tosió profusamente.
Pusimos reggaetón y empezamos a bailar, nos quitamos las camisas. Vivi quedó desnudo mostrando el pecho al igual que yo, Joha nos mostraba sus poderosas y grandes tetas atrapadas por un corpiño blanco de encaje. Aquel par de tetas brincaban con la música y sabía yo que por fin podría verlas.
En el TV una rubia delgada recibía a un par de hombres negros, uno por el culo, otro por la vagina. Las vergas de los hombres rozaban y llamenme loco pero incluso ante el espectáculo que era Joha me dirigí hacia Vivi y metí mi mano entre su Jean. Escarbé luchando contra su tanga y sujeté un falo ancho y largo. Con la otra mano desabroché el pantalón de Vivi y se asomó su tanga apenas aguantando ese gran paquete que mi mano sujetaba. Besé a Vivi. Lo empujé a la cama, cayó sentado. Su verga ya tiesa se salió por un lado de su tanga. Me puse de rodillas y me la metí en la boca. Vivi soltó un gemido femenino y llevó una mano a su boca mientras me observaba mamarle el pito.
Sentí que me quitaban los pantalones. De un solo jalón perdí los pantaloncillos y mi culo quedó abierto. Joha, que nunca me había querido dar ni un poquito de nada, se empinó la botella de whisky y encajó su cara entre mis nalgas para empezar a mamarme el culo. Así estuvimos un rato.
Entre Vivi y yo desnudamos a Joha, sus tetas eran perfectas, sus pezones eran pequeños y claros y su cara destilaba libido, la mezcla de alcohol y drogas hacia mella en ella, estaba poseída. Me agarró por la verga y estando de pie se la llevó directamente al coño. Vivi la tomó por detrás. De pie la penetramos. Sus tetas se apretaban contra mi. Yo las agarraba y las llevaba hasta mi boca mordiendo suavemente sus pezones.
Me acosté boca arriba en la vieja cama. Joha se subió sobre mi y se clavó mi falo en el coño de nuevo. En el espejo frente a la cama pude ver su culo, un culo pequeño que debido a la posición dejaba a la vista un ano apretado y claro, Joha era perfecta. Mi vista desapareció cuando Vivi se atravesó para volver a colocarse en el culo de Joha. Nuestras vergas entraban y salían del drogado y borracho cuerpo de aquella diosa y se hizo realidad una gran curiosidad que tenía cuando las bolas de Vivi empezaron a rozar con la base de mi pene. Joha gritaba.
Organicé otras líneas, esta vez no sobre la mesa sino sobre mi verga. Joha y Vivi se arrodillaron ante mí y por turnos inhalaron lo que les ofrecí sobre el tronco de mi pito. Se quedaron allí para chuparmela. Sus lenguas jugueteaban baboseando mi pene. Vivi jugaba con mis bolas, Joha humedeció un dedo y lo dirigió a mi culo. Su dedo, anticipado por una uña larga de color blanco se hundió en mi ano lastimandome un poco. Ante mi reacción Joah solo metió su dedo más hondo y empezó a taladrar, su uña rozaba contras mis entrañas como una cuchilla, ella no se detuvo, yo no le dije que se detuviera tampoco, me encantaba.
Descubrí que lo de Joha era la dominación, ejercía sobre mi control total, siempre buscaba mi culo para meterme los dedos. Entonces fue mi turno de ser el juguete. Joha se sentó en el borde de la cama y separó las piernas, su coño asomaba unos pelos oscuros. Tomó mi cabeza y llevó mi cara hasta su raja, metí mi lengua, mi boca, mi nariz. Joha empezó a gemir.
Uff que rico, chupamela, ¿esto era lo que querías? – me dijo.
Si mi amor, lo deseaba mucho, te deseaba mucho – le dije.
Cometela toda perra. Vivi, metesela a este chico guapo – dijo Joha.
Nunca había tenido una experiencia con un hombre aunque alguna vez si había jugado con una zanahoria entre mis nalgas. Aquello al principio dolió. Viví, más hombre que nunca apretó la cabeza de su pito contra mi ano. Debí dejar de mamarle el coño a Joha para soportar la situación.
¡Denme un trago! – Grite pidiendo la botella.
Joha se levantó y caminó con su elegante cuerpo hasta la mesa del televisor donde aún seguía la rubia atendiendo a los dos hombres negros. Tomó la botella, con el dedo recogió un poco de polvo blanco que había quedado, se chupó el dedo, se tomó un trago largo y me puso la botella en la boca para darme trago a mi.
La verga de Vivi entró hasta cierto punto. Al principio fue un suplicio, pero después mejoró.
No la saques Vivi que me duele. No la saques dejala dentro – le dije.
Tras un rato decidimos darnos un respiro. Nos acostamos en la vieja cama. Joha estaba en la mitad. Buscamos en los canales de porno algo agradable. Dejamos de buscar cuando encontramos una escena de una latina culona en una piscina jugueteando con una pareja de esposo. Yo acariciaba la teta más cercana de Joha mientras ella jugaba con mis bolas.
Me quiero bañar – Dijo Joha.
Y se levantó dirigiéndose al baño. Mi mirada se cruzó con la mirada de Vivi.
Sabes que quería hacer esto contigo – le dije, y él sonrió con su feminidad.
Puse a Vivi en cuatro y me di a lamer su culo. Antes de penetrarlo me acerqué y puse mi verga en su boca con la idea de que me la lubricara un poco. Aquello funcionó perfecto. A diferencia de mi, un principiante en aquellas actividades anales, Vivi con un movimiento expandió su ano y me dio vía libre para encajar mi pene hasta la base. Mis huevos chocaron con los suyos y entre gemidos empecé a taladrar.
Joha salió del baño envuelta en una toalla pero pronto se deshizo de ella. Se subió a la cama y haciendo su papel de dominatrix encajó su uña larga en mi culo. Para entonces ya mi hueco estaba dilatado y recibía con pericia lo que viniera. Me vine dentro del culo de Vivi. Joha lamió los restos de mi leche, primero en mi verga, después en el hueco de Vivi.
El final de la experiencia fue probar semen. Entre Joha y yo atendimos la verga de Vivi que entre gemidos femeninos y delgados eyaculó sobre nosotros. Fuimos a la ducha a limpiarnos. Abrí la regadera y el agua empezó a rodar sobre el perfecto cuerpo de Joha. Se dio media vuelta y sus brazos rodearon mi cuello, nos besamos y no tarde ponerme duro de nuevo. Joha me ofreció su culo y lo hicimos en la ducha un rato.
Terminamos de beber allí. Habíamos entrado a eso de las 7 de la noche y salimos a las 12. Vivi tomó un taxi y Joha y yo tomamos otro. Se fue recostando su cabeza en mi hombro hasta que se durmió.