Pocas veces he tenido un arranque tan impulsivo. Fue cortito pero intenso.
Había decidido hacerme otro tatuaje. Esta vez en la espalda. Era un tatuaje grande, unos 20 cm y esta sería la última sesión. El artista tatuador era Benicio, que para más datos, era hijo de un primo de mi mamá, es decir primo segundo mío.
El sillón en el que yo estaba recargada era bastante cómodo. Angosto pero muy acolchonado. Como suele suceder en esos ambientes de los estudios de tatuajes, el pudor es secundario. El tatuaje era justo atrás de mi hombro derecho y tenía muchos detalles. Para que Benicio pudiese trabajar en mi espalda, me había retirado toda la ropa de la cintura para arriba y me había sentado en el sillón con mi pecho apoyado contra el respaldo que por cierto está forrado de terciopelo. Benicio además me había prestado una almohada para que mi pecho estuviera lo más cómodo posible. Mis pechos son de forma bonita, muy cónicos y aunque no muy grandes, sí son muy respingados así que en realidad usar sostén, para mí, sólo es opcional. Aparte de estar inclinada contra el respaldo, mis brazos estaban levantados a modo de que podía abrazar el propio respaldo y al mismo tiempo podía apoyar mi barbilla para descansar mi cuello. Mis piernas estaban abiertas para apoyarlas a cada lado del sillón. Precisamente en esa posición estaba cuando Benicio me dijo:
– Ya sólo falta un ratito. Voy a retocar los detalles más finos, ¿vale?
Antes de que yo pudiese decir nada lo sentí sentado justo detrás de mí sobre el espacio que restaba al sofá, en la misma posición que yo, pero a mi espalda. Muy pegado la verdad. Demasiado. No sé si lo hizo adrede. No pude evitar sentir que su entrepierna estaba casi rozando mi trasero. Mi primer pensamiento fue lo sexual que esa situación se había puesto súbitamente. No era plan. Ni siquiera me había cruzado por la mente, pero ahí estábamos. Por un instante sentí pena pero esos pensamientos se apagaron cuando comenzó de nuevo con la aguja y el dolor regresó a ser el centro de atención.
Estuvimos así un rato. Yo sentía como se movía detrás de mí. Era inevitable que su torso rozara de tanto en tanto sobre la piel desnuda de mi espalda. Estaría exagerando si dijera que eso me excitaba y menos teniendo el dolor de la aguja penetrante en mi piel pero, ahora que lo escribo, no me había detenido a pensar en lo excitante que podía ser para él.
– El color de tu piel es diferente al de tu mamá – me dijo, lo cual demostraba que no estaba precisamente indiferente a esos detalles.
Mi madre es morena oscuro y yo soy un poco más clara pero no me asoleo nunca, así que mi piel no tiene zonas de cambio de coloración. Una que otra peca que yo sé que por contraste, me hacen lucir bien cuando uso prendas que dejan ver la espalda.
– Salí al color de mi abuela por parte de mi papá.
– Debe haber sido una señora muy guapa – dijo Benicio sin dejar de trabajar.
Yo fingí no darme cuenta del piropo. Fue en ese momento que, ya no supe si se recargó un poco más por ver algún detalle, pero sentí un poco más de presión sobre mi espalda y al mismo tiempo eso me hizo consciente de la presión de mis pechos contra la almohada. Inevitablemente llevó a que sintiera el roce de mis pezones desnudos contra la tela. Pensé que no me vendría mal un poco de sexo en la tarde. Siendo la primera noche con tatuaje fresco, no podría estar boca arriba cuando Web me penetrara. Tendría que sentarme sobre él. Pensar en eso me llevó a pensar que precisamente era la posición en la que ahora estaba con Benicio acariciando mi espalda con su vientre y pecho. En esos pensamientos estaba cuando puso su mano izquierda sobre la piel justo debajo de mi cuello.
– Disculpa. Necesito un poco de apoyo – justificó.
– No te preocupes – le respondí – lo importante es que puedas terminarlo bien
– Es poco común que las chicas vengan solas cuando van a tener que quitarse ropa para el tatuaje
– Como que me parece algo muy tonto – le dije – ni que fuéramos niñas
– Pues será que tatúo puras niñas porque las solteras siempre se hacen acompañar de alguna amiga y las comprometidas, por el novio
– Pues me parece infantil y casi ridículo – le dije – si algo va a pasar, va a pasar porque los dos quieren. Si fuese por el pudor, eso se siente esté quien esté contigo
– Pues no sé pero tienes algo de razón – me respondió Benicio – obviamente a veces tatúo zonas muy íntimas donde el dolor es muy intenso como para que ellas piensen en otra cosa
– Pues claro – le dije – además, en el caso de que le llegues a alborotar la hormona a la tipa, nada impide que te busque después, si es que las cosas llegan a ese punto
– Eres adivina ¿verdad? – dijo riendo – porque eso es precisamente lo que ha pasado.
– Jajajaja ¿Te han buscado?
– Muchas veces – me dijo – a veces, aun viniendo con su pareja, me empiezan a whatsappear apenas un rato después de salir de aquí. Una vez una me cantó la onda en un mensaje casi saliendo de aquí, yo creo que el novio apenas arrancaba el coche
– ¡Ooorale! Aventada la chica. ¿Y se armó el evento?
– El mismo día por la tarde por insistencia de ella. El novio la dejó en la casa dizque descansando el dolor del tatuaje y ella en menos de 2 horas ya estaba aquí
– ¡Vaya! ¿Pues dónde le hiciste el tatuaje?
Seguíamos hablando mientras él se levantó y me dijo:
– Déjame traerte un espejo para que te veas si ya terminamos
– Ok – Detrás de la silla había un gran espejo así que con otro espejo vería fácilmente mi espalda. No me moví de mi posición.
El resultado fue satisfactorio así que empezó a preparar la limpieza y la cubierta antiséptica.
– No me has dicho dónde le hiciste los tatuajes a aquella chica – insistí.
– Fueron dos microtatuajes. Uno en la parte de afuera del pecho, una margarita y una rosa roja pequeña también justo donde empieza el vello púbico. Muy dolorosas ambas zonas pero igual pasó lo que pasó
– Pues es que la verdad, simplemente el hecho de estar desnuda puede prenderte un poco según la situación de que se trate. Web, mi novio, dice que por eso no es raro que los pintores o artistas hombres tengan tantas amantes
– ¿En serio? ¿Se les alborota la hormona sólo por el hecho de estar desnudas?
– Suele pasar – respondí sin darme cuenta de lo que acaba de implicar.
– Y si tú novio sabe que eso te puede pasar a ti, ¿por qué te mandó sola?
Creo que en ese momento ya había cruzado el umbral. Yo seguía en la posición descrita antes, mientras Benicio usaba el aplicaba el antiséptico en barra sobre mi piel. El movimiento y la situación además de la conversación, me llevaron de nuevo a hacerme consciente de mis pechos desnudos y el roce de mis pezones contra la tela de la almohada. No pensé mucho mi respuesta.
– Porque tanto Web como yo somos adultos y sabemos lo que hacemos – le respondí.
– Pero él sabe que al estar así como estás, medio desnuda, te puedes excitar y aun así te mandó sola
– Yo no dije que estuviera excitada
– Tampoco lo estás negando
No pude objetar. No porque estuviera excitada, que lo estaba, sino porque su comentario ya era un franco reto que yo no iba a ganar. Mi silencio pareció provocarlo más:
– ¿No estás excitada? – preguntó y fue en ese momento que sentí que se sentaba de nuevo a espaldas mías. Esta vez lo sentí más cerca. No pude evitar sentir que su pelvis estaba casi estrechado contra mi trasero. Era inevitable el movimiento reflejo. Al enderezar mi espalda, toda mi piel entró en contacto con su pecho y su boca, prácticamente besando mi cuello.
– No pues… – fue lo único que pude decir. Sentí de nuevo chispazo de excitación entre mis piernas
– Pues… ¿Qué? – me dijo al tiempo que ponía sus manos en la piel desnuda de mi cintura.
Yo eché la cabeza para atrás. No era plan originalmente pero, la idea de coger ahí mismo había pasado de ser una excelente idea.
– Pues que somos primos – le dije sin poder evitar que me besara el cuello con los labios abiertos como si estuviera a punto de pasar su lengua por mi piel.
– No estoy hablando de tener hijos – fue su respuesta casi infantil.
– ¿Entonces? ¿de qué hablamos? – pregunté casi deseando que su lengua ya me estuviese acariciando. Mis manos seguían sobre el borde del respaldo de la silla pero ya muy debilitadas por mi creciente excitación.
– Pues podemos pasarla bien – sus manos estaban ahora sobre mi vientre en suave movimiento que me hacía sentir las yemas de sus dedos recorriendo alrededor del ombligo. Era una sensación desconocida, el placer de sus dedos acariciando mi vientre pero sintiendo simultáneamente dolor del tatuaje reciente en la parte de atrás de mi hombro derecho.
– ¿Cómo es pasarla bien para tí? – pregunté ya sólo por seguir el juego, mientras bajé mis manos del respaldo para apoyarlas en sus muslos que estaban ya también en contacto con los míos.
– Pasarla bien así, aquí, entre nosotros – respondió susurrando en mi oído, casi mordiendo mi oreja.
– ¿Pasarla bien para ti significa coger? – me encanta decirlo y me excita el efecto que suele tener.
– Andale le atinaste hermosa – me respondió mientras tomaba mis pechos con ambas manos. En ese instante mi respiración, que ya estaba agitada, se convirtió en un jadeo rítmico a viva voz cuando soltó mis pechos para tomarme por las caderas para jalar mi trasero hacia él. En esas circunstancias, especialmente con amantes de primera vez, jadear me hace sentir liberada. Me ayuda a sentir que estoy dejando saber mi deseo. Es mi manera de decir que estoy dispuesta a que me cojan.
Me incliné mas hacia atrás para besarnos y mientras eso hacíamos, nos pusimos de pie hasta quedar de frente. Mis pezones ahora rozaban contra su pecho aún cubierto por una playera de Megadeth, la que todo rockero tiene por cierto. Ya que me tuvo de pie, me tomó por el trasero para estrecharme frente a frente contra una prominente erección. Metí mi mano por encima del pantalón hasta que pude tomar su verga con mi mano. No perdí el tiempo en desabrochar su pantalón. Se lo bajé forzadamente dejandolo desnudo de la cintura para abajo. Seguimos besándonos mientras lo masturbaba. Supongo tenía cama pero ya no había tiempo. Me di la vuelta mientras me bajaba los jeans hasta la rodilla y me encaramé en la silla de nuevo, inclinándome y apoyando mis codos sobre el respaldo del sillón. No hizo falta explicarle. Me tomó por las caderas y se preparó para penetrarme así en cuatro. Yo me moví a modo de facilitar su entrada, tomando su verga por entre mis piernas para ayudarle a entrar. Rápidamente pude disfrutar sintiendo como su verga se me iba resbalando para adentro. Me había mojado muy rápido. Un gemido se me escapó, el primero de muchos, porque se empezó a mover rápido y con fuerza. Yo cooperé poniendo nula resistencia mientras él me jalaba rítmicamente por las caderas y me daba unos empujones de miedo. Lo escuché gimiendo y pujando.
– ¡Qué buenísima estás prima! – no bien terminaba de decirlo, yo sentí venirme. Suele pasarme ese orgasmo rápido en situaciones así de impulsivas. No fue muy intenso pero sí muy largo y satisfactorio. Benicio siguió dándome empujones hasta que le pedí parar. Me di la vuelta y me senté a descansar un momento. Benicio seguía de frente a mí ostentando su pene mojado como esperando alguna señal sobre qué hacer. Ahí sentada en la silla separé mis piernas para tocarme un poco mirándolo ahí semidesnudo y duro. Me seguí tocando con una mano pero con la otra lo tomé de la verga y lo jalé para meterme su verga en la boca y darle una mamada. Me tomó de la cabeza con ambas manos y empezó a gemir de placer. Yo dejé de tocarme para tomar su trasero con ambas manos. Fue así como sentí como se ponía duro. Señal de que estaba por eyacular. Saqué su verga de mi boca justo a tiempo para que derramara todo su semen en mi cara y en mi pecho. Debe haber tenido algún tiempo sin coger. Sus chorros eran deliciosos, fuertes y abundantes. Mientras lo escuchaba gruñir de placer con cada chorro, seguí masturbandolo con una mano mientras me tocaba todo el cuerpo con ese fluido disfrutándolo. Me encanta cuando me derraman el semen así sobre mi piel.
Yo seguía con mis piernas abiertas y los jeans en mis tobillos. Coincidentemente me había depilado esa mañana porque la verdad no aguanto el vello crecido. Ello pareció llamar la atención de Benicio que se puso de rodillas, separó mis muslos con sus manos y empezó a darme con la lengua hasta que me hizo venir otra vez. Después de eso me vestí. Ya tenía varias horas ahí. Insistí en pagarle por el tatuaje y dudó pero aceptó cuando le dije:
– Separemos los negocios del placer. Me diste una buena cogida pero eso fue aparte. Trabajo es trabajo.
Cuando me subí al coche, le puse un mensaje a Web para nuestro propio juego: “Hola amor, ya estuvo el tatuaje y tengo una confesión, me cogí a Benicio”. Esa misma noche, cogí delicioso pero esta vez con Web, excitándolo con los detalles de mi arranque de calentura.