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Chantaje oportunista
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Laura se despertó y se estiró en la cama ahogando un bostezo.  El sol se colaba por la ventana y los rayos acariciaban la piel de sus brazos de forma deliciosa.

"Demasiado sol…"

Los nervios se apoderaron de su tripita y con su mano derecha alcanzó el móvil que tenía sobre la mesilla de noche. Durante un instante, presa del miedo, dudó antes de tocar la pantalla.

"Las 9:00 " observó alarmada.

Presa de los nervios se tiró un pedo.

Poco después apartó las sábanas de la cama y se incorporó con agilidad pensando en como podía estar lista lo antes posible y no llegar demasiado tarde a su segundo día de trabajo.

********************

Antes de entrar en la oficina aguardó unos segundos para recuperar el aliento y colocar la camisa bajo los pantalones de cuero ajustados. Por suerte había conseguido mantener el equilibrio sobre los zapatos de tacón y llegar "viva" a su destino. Sudaba un poco, pero ahora no había tiempo para eso y confió en que el perfume ocultase otros olores.

Entró.

Sus compañeros trabajaban frente a los portátiles y nadie pareció prestar atención a su llegada. Al fondo, el despacho de su jefe, un cubículo de cristal, estaba vacío y con la luz apagada.

Respiró aliviada y sin perder un instante se sentó en su puesto dispuesta a recuperar el tiempo perdido.

David la observó desde su puesto y sonrió de manera enigmática. Estaba seguro de que era ella, pero quería que confesase. Solo tenía que esperar su oportunidad, pillarla desprevenida y dejarla poco tiempo para pensar.

********************

A media tarde llegó el jefe, entró en el despacho y llamó a Laura. A través de los cristales se podía adivinar la discusión y el reproche. David no perdió detalle y observó que cuando su compañera regresó a su puesto tenía el rostro de preocupación y sus mejillas estaban algo más coloradas de lo habitual. Este era el momento. Laura se levantó para ir al baño y él aprovechó para dejar el sobre junto a su portátil. El movimiento era arriesgado, podrían haberlo visto. Pero eso no le importaba, el riesgo le excitaba casi tanto como pensar en el culo de su compañera. Su pene palpitó y creció anticipando el momento que llevaba planeando desde que descubrió la cinta de video.

Laura vio el sobre, lo abrió y leyó. Luego miró a su alrededor, todo el mundo parecía concentrado en sus quehaceres… pero uno de ellos disimulaba. Por un momento se le pasó por la cabeza recoger sus cosas, escapar y esconderse dónde nadie pudiera encontrarla. Pero tenía trabajo que hacer, necesitaba concentrarse y no dar más motivos a su jefe para un nuevo rapapolvo. El día había empezado tarde y mal, la luz de esperanza al no ver a nadie en el despacho le había hecho creer en la suerte, pero todo había cambiado en minutos. Primero la bronca y ahora esto. Esto era más grave. Tenía que concentrarse en el trabajo y luego pensar, solo que no tenía tiempo, a las 7 y media el tipo o tipa que la estaba chantajeando se presentaría con demandas, ¿dinero? no, no era dinero, la persona que la había mandado la nota quería algo más íntimo de ella.

El rubor coloreó sus mejillas mientras, de forma involuntaria, su cuerpo reaccionó con una mezcla de nervios y excitación sexual.

****************

A las 7 y 20 solo quedaban en la oficina Alicia, una mujer de cuarenta años y Laura. La chantajeada la miró, "¿sería ella la autora de la nota?" La verdad es que no había considerado la posibilidad de que hubiese una chica interesada, pero no conocía apenas a sus nuevos colegas y todo podía ser. Por un instante se vio a si misma con los pechos al aire mientras su compañera la miraba con deseo.

Cinco minutos después Alicia abandonó la oficina.

El silencio hacía daño y la atmósfera de soledad daba a toda aquella historia un toque de película de suspense. Pero aquello no era una peli, era la realidad, una realidad en la que los fantasmas de un pasado vergonzante estaban a punto de salir a la luz…

Todo había ocurrido hace años. Laura era joven e ingenua y necesitaba el dinero. Su amiga de entonces la convenció para rodar una película subida de tono. Era solo una escena, saldría desnuda, de espaldas y solo durante unos segundos se vería su cara en pantalla. Recordaba el ambiente, los cuerpos desnudos de algunos actores, el momento en que su compañero de rodaje se bajaba los calzoncillos. Su pene no salía en pantalla, el corte final sugería mucho más de lo que enseñaba y el guion era malísimo. Además, muy pronto, ese tipo de cine grabado en cintas VHS perdió popularidad y era muy dudoso que semejante producto fuera a ser digitalizado. Laura, con el tiempo, lamentó haberse expuesto públicamente, pero entonces la difusión no era coma ahora, no existía internet y esa película probablemente habría desaparecido hace años.

El ruido de la puerta al abrirse sacó a la empleada de sus pensamientos.

– ¡David! – dijo en voz alta.

– Laura. – respondió el recién llegado dejando su cartera a un lado.

Durante unos segundos interminables ambos trabajadores permanecieron en silencio, estudiándose.

Finalmente el varón rompió el silencio.

– La pelí era un tostón hasta que apareciste.

– No sé, no sé de qué me hablas, me confundes con otra. Yo no soy la que aparece en ese VHS. – replicó la mujer atropelladamente evitando mirar a su interlocutor.

David sonrió. Por un momento, antes de empezar todo esto, había tenido sus dudas, pero la reacción de su compañera por la mañana y ahora esta mentira.

– Yo no he dicho que haya visto una cinta VHS.

Laura tragó saliva.

– ¿Qué quieres de mí?

– Ver el resto… sin censuras.

– La pelí es la que es… yo.

David se rio.

– Lo sé, lo sé… pero la chica todavía está aquí… Desnúdate.

Laura no se movió.

– Bueno, si te apetece claro está. Mi idea es que esta historia acabe aquí y ahora, pero siempre puedo seguir con el misterio, compartirlo con alguien…

– Eso es chantaje. – respondió la aludida enfurecida.

– Es una invitación… te desnudas, te veo el culo y las tetas, que no enseñas en la cinta y bueno, reproducimos la escena… esos jadeos detrás de la puerta, esos golpes… te daban azotes… bueno, supongo que no, que eso es lo que querían que pensásemos… yo te puedo dar azotes o mejor hacemos el amor… la historia puede tener más finales ¿verdad?

Laura pensó con rapidez, no hacer nada y mantener a este salido en vilo era peligroso. Lo último que quería era que sus compañeros o su jefe descubrieran su pasado. Quizás la mejor opción era humillarse y poner punto y final a esto. Además, David no estaba nada mal, la idea de enrollarse con él no la desagradaba.

– Está bien. Pero esto acaba y termina aquí. ¿Ok?

David asintió y Laura, dándole la espalda, comenzó a quitarse la ropa empezando por los zapatos.

Después se bajó los pantalones de cuero, la camisa tapó su culete y solo quedaron a la vista sus muslos.

Lo siguiente fue la camisa, botón a botón.

– Date la vuelta. Quiero verte las tetas.

Laura obedeció y cuando acabó de desabrochar la camisa, se desprendió del sujetador dejándolo caer. Los senos firmes y coronados por un par de apetitosos pezones quedaron a la vista.

– ¿Te gustan?

– Mucho. – respondió David mientras se acariciaba el miembro metiendo la mano bajo los pantalones.

– ¿Te ayudo? -preguntó la empleada acercándose y poniéndose de cuclillas.

– Sí, pero primero date la vuelta y enséñame el trasero.

Laura se puso en pie, se dio la vuelta y se bajó las bragas dejando el culo al aire.

David se acercó y pasó un dedo por la generosa rajita, estaba húmeda por el sudor. Olfateó el dedo, olía a sexo y a pedo.

Eso le excitó.

Laura se dio la vuelta. Su vagina se ocultaba bajo una generosa y cuidada mata de vello.

– Ven aquí. – ordenó David bajándose los pantalones y liberando su crecido pene.

La empleada obedeció, se acercó y le besó en la boca, mientras agarraba el falo con su mano.

Luego David acarició el sexo de su compañera y hundió un dedo comenzando a estimular el clítoris. Laura gimió de placer mientras su espalda se arqueaba.

– Date la vuelta. Quiero comerte el culo. – ordenó Laura.

David se giró y apartó con las manos sus nalgas dejando a la vista su ojete. Laura metió su cara y sacando la lengua comenzó a lamer el agujero.

David contrajo su esfínter, soltó una nalga y comenzó a masturbarse con la mano libre.

Poco después y tras darse un beso con lengua. David se enfundó un preservativo, dio un azote a Laura en las nalgas e indicándola que se inclinase, la penetró.

Fuera, la oscuridad había resultado vencedora en su duelo con la luz. La luna brillaba contemplando, no una, si no innumerables escenas eróticas que en ese mismo momento se sucedían en el mundo. "Rapiditos" antes de ir a trabajar allí dónde era de día o auténticas maratones sexuales allí dónde el sol se perdía en el horizonte.

Al terminar, mientras se vestían, Laura propuso a David tener relaciones sexuales en su casa. Quería explorar y disfrutar en la intimidad.

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