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Llorando por un orgasmo
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Tiempo de lectura: 7 minutos

A mediados de octubre de aquel 2012 cometí una estupidez que me pudo costar caro, no lo pensé, me dejé llevar por mi lujuria desenfrenada.

Tenía un fetiche, practicar sexo a cambio de dinero, cobrar por follar, me ponía cachondo que un desconocido me usara, que me diera por el culo y luego se largara dejándome el dinero en la mesita de noche de un hostal barato y sórdido, que me usara y me dejara tirado.

Busqué sitios en Sevilla donde se pudieran encontrar prostitutos, ni se me ocurrió pensar como podrían recibir a un nuevo competidor, creía que era cuestión de llegar al lugar y esperar a que alguien me pidiera mis servicios, que todo sería sencillo, al final me dijeron que en la estación de autobuses de Plaza de Armas, por las noches, jóvenes rumanos y marroquíes ofrecían sus servicios a hombres maduros así que sin pensarlo decidí ir a probar.

Elegí un miércoles, bajé en moto hasta mi piso de soltero que ahora usaba como picadero, desde él hasta la estación había diez minutos andando, me cambié de ropa, me puse un chándal y una sudadera con capucha, sin ropa interior, me pareció más cómodo y la capucha me taparía la cara ayudada por la oscuridad de la noche.

Llegué a la estación sobre las nueve y media, subí las escaleras, no veía a nadie, tan solo un señor apoyado en la barandilla fumando un cigarrillo, dentro tampoco se veía demasiada gente, las taquillas e información estaban cerradas y los pocos viajeros o se dirigían a los andenes o a la calle, a mi derecha estaban los servicios así que fui hacia ellos. Al entrar me crucé con un señor que salía, no me fijé mucho en él, me coloqué en el último urinario, me bajé el chándal e hice como que meaba, los aseos estaban vacíos, nadie, me desilusioné, iba a guardarme la polla cuando se abrió la puerta, aguanté en el urinario, creo que era el hombre que salía cuando yo entré, vino directamente a mi lado, se sacó la polla y simuló estar meando.

– Hola – me miró de arriba abajo.

– Hola.

– ¿Nuevo por aquí?

– Sí.

– ¿Cuánto?

Se me encogió el estómago, el tipo estaba mirándome, tenía un rostro vulgar, sin afeitar, el pelo gris, casi blanco, más bajo que yo, calculo que sobre uno setenta y cinco, tal vez algo más, vestía con desaliño.

– Treinta

– ¿Es tu primera vez?

Asentí con la cabeza, el individuo me miró de arriba abajo, se fijó en mi culo y en mi cara.

– Eres demasiado mayor para mi gusto.

Me encogí de hombros como diciendo “es lo que hay, eres tú el que ha venido a mí”.

– Está bien, treinta si me haces una mamada y me dejas que te folle ese culo.

No sabía si había pedido mucho o poco, nuevamente moví la cabeza afirmativamente.

– Vamos sígueme.

– ¿No lo hacemos aquí?

– No, si viene el segurata llama a la policía.

Salió de la estación y dobló a la derecha, yo me había colocado la capucha en la cabeza y caminaba a su lado.

– Pensé que habría más gente.

– Has tenido suerte, la policía ha estado un rato antes de que tú llegaras y ha estado pidiendo la documentación, ha provocado una desbandada, tardarán un rato en volver.

– ¿Y por qué he tenido suerte?

– Mira, este es un mundo duro y yo a ti te veo muy tierno, con lo que se mueve en esa estación milagro será que no te raje alguno de los niñatos que se venden ahí.

Se dirigía a los bajos del puente del Cristo de la Expiación, aquello estaba oscuro como la boca de un lobo, me guio hasta una zona que debía conocer bastante bien, una pared con matorrales a los lados, el lugar olía a orines y excrementos.

– ¿Aquí? ¿Y si pasa alguien?

– Los que vienen por aquí lo hacen para lo mismo que nosotros, nadie se fija en nada.

– Pero…

– Vamos maricón, cómeme la polla.

– Primero el dinero.

– Vaya, ¿no te fías de mi?

Sacó el dinero y me lo entregó, lo guardé en el bolsillo de la sudadera, me coloqué de rodillas delante, le desabroché el cinturón, el botón y la bragueta, le bajé el pantalón y el slip, tenía una buena polla, larga aunque no muy gruesa y unos huevos gordos y colgones.

– A ver como te ganas el dinero maricón.

Agarré su miembro, lo tenía morcillón, comencé a acariciarlo, poco a poco fue creciendo, con la otra mano jugaba con sus huevos, apreté hacia abajo dejando al descubierto el glande y con la lengua jugué con el frenillo, levanté aquella polla y lamí sus huevos metiéndomelos en la boca, recorrí el tronco hasta llegar nuevamente al frenillo, lamí los bordes del glande, jugué con la punta en su agujero y me metí el cabezón en la boca mamando como si fuera un pezón.

– Uuuuh maricón, al final creo que vales lo que he pagado ooohhh.

Me metí la polla hasta el fondo, hasta que me dio una arcada que me hizo salir una baba espesa, comencé a metérmela y sacármela con rapidez.

– Ay que rico maricón ay, ay,

– Slurp slurp slurp.

– Ay si, maricón, siiii.

Me la saqué, estaba llena de baba, con la mano la extendí por toda ella, me gustaba el sonido que hacía, la devolví a mi boca, chupé de nuevo mientras con la mano subía y bajaba.

– Ufff maricón, que arte tienes.

Me agarró la cabeza con sus manos y empezó a mover la pelvis adelante y atrás follándome la boca.

– Ohhh maricón, te voy a llenar la boca de leche.

– Aargg – me llegó a la campanilla, tuve una arcada.

– Traga maricón.

Cada vez iba mas rápido, si no hubiera tenido la base de su polla agarrada me hubiera pasado la campanilla, tenía los ojos llenos de lágrimas, movía las caderas y tenía arcadas, no podía hacer nada por detenerlo.

– Me corro maricón, me corro, ay.

Apretó mi cabeza contra su pelvis metiéndome el pene hasta el fondo y empezó a correrse, tuve que tragarme toda su leche, largó cuatro o cinco trallazos.

– Joder maricón, vaya boca.

– Eres un hijo de puta, casi me ahogas.

– Pues ahora voy a probar ese culito que tienes, bájate el chándal y ponte de cara a la pared.

– Un momento, te pongo el preservativo.

– Yo no pago para follar con gomita.

– Pues sin condón no follam…

No me dio tiempo a terminar la frase, el bofetón estalló en mi mejilla, me dejó aturdido, el oído izquierdo me pitaba, noté el sabor de la sangre en mi boca.

– Puto maricón de mierda – se subió el pantalón y avanzó hacia mi – ¿crees que por ser más alto o más joven me vas a vacilar?

La violencia siempre me ha dejado indefenso, nunca he peleado con nadie y la acción de aquel individuo me había dejado sin capacidad de reacción, alargué la mano para intentar apartarlo de mi camino, quería irme de allí.

No sé cómo ocurrió, fue demasiado rápido, cuando quise darme cuenta estaba hincando una rodilla en el suelo y tenía a aquel tipo a mi espalda retorciéndome el brazo.

– Tengo sesenta años y soy instructor de defensa personal y tú eres un puto maricón de mierda, me he follado tíos mejores que tú, hemos hecho un trato, yo he cumplido mi parte y tu cumplirás la tuya ¿entendido?

No contesté, intenté levantarme pero aquel sujeto apretó el brazo y tuve que gemir de dolor.

– ¿Entendido?

– Sí, sí.

Me hizo levantarme y me lanzó contra la pared

– Sácate el chándal y lánzamelo.

– Por favor.

– Vamos zorra.

Estaba grogui, me quité el pantalón y se lo tiré, el lo dejó a un lado.

– Ahora la sudadera, quiero ver lo que he comprado.

– No me dejes desnudo aquí por favor.

– Vamos puta, ¿o quieres que te vuelva a dar?

Me quité la sudadera, quedé desnudo, sólo con las zapatillas.

– Ponte contra la pared

– Por favor – comencé a sollozar.

– Mira maricón, si doy un silbido van a venir tres o cuatro colegas míos que no andarán muy lejos y te vas a ir con el culo roto, calentito y sin dinero así que ponte de cara contra la pared y apoya las manos.

Hice lo que me decía, se acercó por detrás, me empujó haciendo que mi cara chocara contra el muro, se me echó encima.

– Te voy a preñar el culo puta.

Me dio un lengüetazo en la mejilla, con sus pies me obligó a abrir las piernas, me dejó como si fuera un detenido dispuesto a ser cacheado, se escupió en la mano y extendió la saliva por mi ano, uno de sus dedos intentaba abrirme el esfínter.

– Vamos puta, relájalo o te va a doler.

– Por favor sniff – empecé a sollozar – te lo pido por favor, sniff.

– Oh, ¿eres una nenita llorona? Voy a disfrutar este polvo.

Volvió a escupirse en la mano, nuevamente aplicó saliva en mi culo, uno de sus dedos venció la resistencia de mi esfínter.

– Ay, por favor, por favor.

– Te voy a follar el culo maricón, este culo va a ser mío.

Introdujo un segundo dedo en mi ojete, los giraba y metía y sacaba dilatándomelo, me agarró por las caderas y tiró obligándome a ofrecerle mi culo, puso la punta de su polla en mi esfínter y de un tirón me la metió hasta los huevos, el dolor me recorrió toda la espalda.

– Ay aaa – estaba llorando por el dolor y la humillación.

– Te dije que te iba a doler maricón.

Sacó la polla despacio y la volvió a meter con violencia.

– Ay por favor, mi culo.

Volvió a clavarme su miembro, se aferraba a mis caderas y clavaba sus dedos en mis carnes, sacaba su polla muy despacio y volvía a enterrarla en mis entrañas, mi pene y mis huevos se movían al ritmo de sus embestidas, poco a poco comencé a sentir placer.

– Ah aahh mi culo, mi culo ah.

– Oh maricón, te voy a preñar, te voy a llenar de lecheee.

Incrementó el ritmo, continuaba follándome con violencia pero más rápido cada vez, su polla larga me estaba haciendo gemir, la humillación y el dolor habían dejado paso al placer.

– Ay Ayyy.

– Al final vas a disfrutar maricón.

Su polla entraba y salía de mi culo, sus golpes de pelvis en mis nalgas sonaban con el típico sonido de aplausos, el tío bufaba y mi esfínter cada vez cedía con más facilidad a esa polla.

– Estas gozando perra.

– Mi culo, ay mi culooo.

– Siii, tu culo, te lo voy a reventar puto maricón de mierda.

No se cuanto tiempo estuvo así, había cogido el ritmo y su polla entraba y salía incansable, el tipo gruñía como un cerdo y jadeaba como un perro cuando se folla a una perra y estaba claro que la perra era yo.

Mi cuerpo comenzó a temblar, me venía el orgasmo, me subió desde los geniales por el vientre hasta el pecho y la cabeza, explotó haciendo que mis piernas se doblaran, largué una buena cantidad de semen, se me escapó un gemido involuntario salido de lo más hondo de mí.

– Vaya, te lo estás pasando bien maricón.

– Ay mi culo, me lo has reventado cabrón.

– Oh maricón, me corro, me corro.

Me dio una embestida y me clavó la polla tan hondo que creí que me llegaba al estómago, noté en el esfínter las contracciones de su pene mientras se corría, se apretó contra mi y estuvo así hasta que su polla empezó a menguar y se salió, noté su lefa cayendo por mis piernas, acabé sentado en el suelo, llorando.

– Esto va de propina maricón de mierda.

Comenzó a mear sobre mí, su orina cálida cayó sobre mí cabeza, mi espalda, mi cara, mi culo, la humillación llevada al extremo, cuando acabó se marchó, me dejó solo allí, tirado entre sus orines, recogí la ropa y me vestí, en la puerta de la estación había una mujer con un perro pidiendo limosna, le eche los treinta euros en el plato.

En cuanto llegué al piso tire la ropa a la basura, me puse un enema, quería limpiarme de aquella leche que llevaba en el culo, luego me metí en la ducha y lloré mientras el agua caía por encima, lloré porque a pesar de la sordidez del sitio, de la violencia, de la humillación, aunque, ¿a quién quería engañar? No fue a pesar de todo eso, fue debido a eso que había tenido uno de los orgasmos más intensos de mi vida. Me juré a mí mismo que jamás repetiría la experiencia.

Podéis escribirme a [email protected].

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