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Orgías con mendigos
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Hola amigos, soy Camila les cuento uno de mis recuerdos, espero lo disfruten. Después de varios años sin ver a la doctora con quien hacíamos el trabajo social para gente sin techo. Me la cruzo en un supermercado, charlamos un rato y me cuenta que continuaba con su tarea y que ya había logrado ubicar a varios en trabajos logrando que salieran de la calle. Y ahora estaba con un grupo nuevo que por lo general almorzaban en un hospital donde ella trabajaba. Me comprometí a ayudar y fui un viernes por la siesta, cuando ya estaban finalizando de comer para dejarles ropa y víveres en el hospital para esta gente. Ahí tuve oportunidad de conocer al grupo, que me trajo recuerdos de mis aventuras, por lo que no tuve mejor idea que pasar al día siguiente por donde ellos dormían para llevarlos a mi casa con el ofrecimiento de higiene, comida, ropa limpia y el sexo que lo descubrirían ahí.

Fui en mi camioneta, cargué a todo el grupo, eran 5. Como siempre, vestida de manera provocativa para que ellos me devoraran con la mirada. No me puse ropa interior, mi musculosa blanca, que se estiraba por mis pezones duros de la excitación, marcaban perfectamente mis grandes pechos. Mi calza semi transparente dividían perfectamente mis labios vaginales. El día caluroso ayudaba para mostrarse, primero les ofrecí un desayuno para después llevarlos hasta el quincho para cortarles el pelo y afeitarlos personalmente. Mientras continuaba con uno el resto se iba duchando y se colocaban los shorts de baños para ir a disfrutar de la pileta.

Mientras la mayoría estaba aprovechando la pileta, acompañé al último a la ducha, me quité la ropa antes que él y lo invité a ducharse conmigo. Le pedí que me dejara a mí higienizarlo y accedió. Cuando llegué a su verga me dejo que se lo afeite, y después de una buena lavada se la empecé a chupar suavemente. Me la engullía a toda así que no demoró en correrse en mi boca tragándome cada gota. Como los otros notaron la demora, fueron a ver qué pasa y se dieron con el espectáculo, así que todos reclamaron lo mismo.

Me dejaron que les deje bien rasuradas sus bolas y se abalanzaron para devorarme toda. Sus manos me manoseaban toda, sus bocas mordían mis pezones y nalgas. Una lengua muy habilidosa me chupaba la concha sacándome el primer orgasmo.

Ahí, bajo la ducha y en 4 patas, se turnaban para descargarse en mis agujeros, dejándolos que elijan cual les gustaba más. Me tenían atragantada con sus vergas también. Hicieron varias descargas hasta que se cansaron, mientras se relajaban, observaban como limpiaba mis agujeros para sacar un poco de sus leches de mi interior.

Nos fuimos a dentro de la casa donde ya era hora de almorzar. Después de un buen rato de relajación, donde todos andábamos desnudos, veo a uno de ellos recostado en el sofá, con su verga gorda a disposición, así que me acomodé y me puse a mamársela. Al ratito sentí una lengua en mi raya que me hizo estremecer de placer. El más viejo de todos se avivó y me empezó a chupar el culo poniéndome loca de nuevo. Sus dedos se humedecían en mi concha y los metía en mi culo, con poca o nada de suavidad iba aumentando de a uno. Mi culo acostumbrado a estirarse al máximo, dejó entrar su mano en mi interior, mientras yo gemía de placer y me tragaba una verga como desesperada. El viejo me levantó la cabeza para bañarme la cara con su leche para luego metérmela de nuevo para que se la deje limpia. Luego otros se acomodaron para regalarme una doble penetración, mientras otro me la clavaba hasta la garganta. Sentí la descarga de leche en mis tripas primero, luego en mi boca y por último en mi concha, todo en un pequeño lapso. El que faltaba eligió mi culo para darme con fuerza hasta hacerme acabar y luego descargarse en mi boca. Si bien hacía mucho que no estaban con una mujer, por lo que tenían mucha leche para descargar, eran tipos grandes. Esto llevaba a darles siempre un descanso antes de que me vuelvan a coger.

Los invité a quedarse el fin de semana, así que fui su hembra por esos días, tomándome a sus antojos y por el agujero que quisieran. Estos 5 machos me regalaron como 6 acabadas cada uno durante el fin de semana, me llenaron todos los agujeros de leche. Los despedí con el compromiso de que en cualquier momento los visitaría de nuevo para divertirnos juntos. Una vez que los dejé en el hospital, me volví rápido a casa así mis perros me partan el culo como de costumbre, sensación que me faltaba para sentirme completa. Después de una hermosa abotonada con mi gran danés, ya pude relajarme y descansar. Fin de semana de lujo.

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