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La honrada dueña de una casa de putas
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Sandro era un joven moreno, de estatura mediana y bien parecido que estaba haciendo el servicio militar. En uno de sus permisos había ido con unos amigos a celebrar una despedida de soltero a un bar de luces, o sea, a un bar de putas. No sé la hora que era, lo que sé es que los otros se habían ido a follar y Sandro estaba mamado en la barra. Una mujer, que por la gargantilla de oro y el vestido azul largo de seda que llevaba no tenía pinta de puta, se sentó en un taburete que estaba al lado del suyo y le preguntó:

-¿Tú no follas?

A Sandro la voz le sonó familiar.

-Yo no folló con putas.

-¿Qué haces en tan lejos de casa, Sandro?

Levantó la cabeza y vio que era su tía Felisa. Cómo buen gallego le respondió haciéndole otra pregunta.

-¡¿Qué haces tú en un sitio cómo este, tía?!

-Soy la dueña del negocio.

Se le quedó mirando con cara de tonto.

-¡¿La dueña?!

Le cogió el vaso del cubalibre, bebió lo que quedaba y le dijo:

-¡Y dale!, sí, la dueña, y te voy a llevar a casa.

-No me corre prisa volver a casa. ¿Trabajas aquí?

La mujer no se enfadó, al contrario, se armó de paciencia y le dijo:

-Ya te he dicho dos veces que soy la dueña. ¿No estarías pensando en follar conmigo?

-Cada uno es guardián de sus pensamientos.

Lo miró con cara de enfadada y le preguntó:

-¿¡Sería capaz de echarle un polvo a tu tía?!

La bebida se ve que lo había envalentonad, ya que le respondió:

-¿Uno? Te echaría seis o siete.

La mujer se puso dura.

-¡O tiras para casa o le digo a tu madre que me has querías poner el trato!

Sandro se puso gallito.

-Y yo le digo que tienes una casa de putas.

-Ya lo sabe, lo que no sabe que tu padre y tú venís por aquí. ¿Quieres que se lo diga?

-No

-¡Tira!

Sandro para que no hubiese jaleo en casa se fue con su tía.

Felisa estaba cómo un queso. Tenía cuarenta y pocos años, era morena, más alta que Sandro, con un culazo, unas tetazas y era guapa.

Iban en su SEAT 1430 de color azul por una carretera que atravesaba un monte. Felisa se desvió por un camino de carro, salió de él y paró entre dos pinos. Sandro le preguntó:

-¿Esto es lo que parece?

-No sé. Estoy hecha un lío -echó las manos a la cara-. ¡Lo odio!

-¿A quién?

-¡A tu tío!

-¿Qué te hizo?

-Me metió los cuernos y encima me dijo que lo hizo porque soy una puta. Y yo heredé una casa de putas, pero no soy una puta. Putas fueron mi bisabuela y mi abuela, pero mi madre, bueno, mi madre era algo puta, pero yo no lo soy, yo soy una mujer honrada.

A Sandro para despejarse le venía mejor hablar que follar.

-Cuenta.

-¿Qué quieres que te cuente? ¿Quieres que te cuente que me he detenido aquí para meterle los cuernos a tu tío?

-¿Lo has hecho?

-La idea era jodida, pero…

-¿Ya no lo es?

-Se me fue la mala hostia al dejar de sentir el ruido del motor.

Sandro quería pillar cacho y dijo lo que le vino a la boca.

-Ya que estamos aquí cuéntame lo de tu bisabuela y lo de tu abuela y…

-Es una historia muy larga.

Felisa le echó la mano a las llaves del contacto para arrancar el coche. Sandro le dijo:

-Por un momento pensé que iba a perder la virginidad contigo.

Lo miró con cara de asombro y le preguntó:

-¡¿A los veintiún años aún eres virgen?!

-Sí.

-Me acabas de dejar de perpleja.

-Cuéntame la historia esa, así harías tiempo. Cuanto más tardes en volver a casa más pensará que lo estás engañando y más sufrirá. A lo mejor mientras lo cuentas acabas haciéndolo.

Felisa le dijo con sorna:

-Sí, seis o siete veces.

-O más. ¿Si te comiera el coño sería meterle los cuernos?

-¿Siendo virgen has comido algún coño?

-Comí un par de ellos y…

No le dejo acabar de hablar.

-¿Se corrieron?

-Sí, se corrieron las dos.

Felisa cogió un cigarrillo rubio mentolado, lo encendió y le dijo:

-Olvídate de comerme el coño y de perder la virginidad conmigo. Te voy a contar la historia de mi casa de putas, pero lo haré para hacer tiempo y así hacer que tu tío sufra.

Felisa comenzó a hacer tiempo, pero para follar a su sobrino. La historia se la contó más o menos de esta manera:

-Mi bisabuela Vicenta era una mujer que no llegaba al metro cincuenta de estatura. Vestía de negro porque había enviudado, y lo había hecho cuando mis abuelos todavía eran pequeños. La mujer trabajaba de sol a sol para darles lo necesario. En fin, los años pasaron y la mujer ya no se deslomaba tanto, pues mi abuelo Roberto y mi abuela Beatriz se hicieron mayores y ayudaban a la economía familiar trabajando al jornal.

Sandro abrió la ventanilla del coche, le cogió un cigarrillo y le dijo:

-Lo típico.

Felisa le dio fuego y siguió hablando.

-Sí, una tarde de sábado Vicenta volvía de lavar la ropa en el río y encontró con su hija Beatriz de pie apoyada con las manos en la pared, con la falda levantada y con su hijo Roberto cogiéndola por la cintura y dándole al culo cómo si fuera un conejo. Puso la bañera con la ropa encima de la mesa y les dijo:

-"¡¿No os da vergüenza?!

-Dejaron de follar. Beatriz subiendo las bragas, le dijo a su madre:

-"Estamos practicando para ser puta y puto, mamá, pero la verdad es que tu hijo no creo que valga para puto, ya que esta es la décima vez que practicamos y aún no me he corrido.

-Roberto guardó la polla y le echó la culpa a su hermana.

-"Es muy lenta."

-Vicenta vio una mina de oro en la idea de sus hijos y decidió enseñarles a follar. Les preguntó:

-"¿Seguro que queréis dedicaros a eso?"

-Asintieron con la cabeza.

-"Vamos para mi cama, pero antes que uno le pase la tranca a la puerta."

-Roberto fue a cerrar la puerta y después se unió a su madre y a su hermana. Ya en la cama, Vicenta, con dos dedos le abrió el coño peludo a Beatriz, que estaba desnuda, puso un dedo sobre el clítoris, miró para Roberto, que también estaba desnudo, y le dijo:

-"Esta cosa tan pequeña es la que hace que una mujer se corra más fácil."

-"¿Cómo se llama?"

-"Juanita, Pepita…, puedes llamarle cómo quieras."

-"Yo creía que una mujer se corría al metérsela."

-"También se corre así, pero no cómo follas tú con tu hermana, de ese modo no se va a correr nunca. Os voy a enseñar todo lo que debéis saber para ser una buena puta y un buen puto. A ver si salimos de pobres. Lección para los dos: Comer un coño hasta que la mujer se corra."

-Beatriz le dijo a su hermano:

-"Aprende, Roberto, aprende."

-Roberto vio cómo su madre le lamía el coño a su hermana de abajo a arriba, primero con la punta de la lengua y después con la lengua plana. Pasado un tiempo le dijo:

-"Ahora hazlo tú."

-Roberto lamió cómo había hecho su madre. Beatriz comenzó a gemir. Poco más tarde le decía Vicenta:

-"Aparta y mira cómo se corre tu hermana."

-Roberto le dejó el sitio. Vicenta lamió el clítoris de abajo a arriba, hacia los lados, lo chupó y Beatriz se corrió…

Sandro la interrumpió para preguntarle:

-¿Quieres que te coma el coño, Felisa?

-No creo que lo sepas comer.

-Te apuesto lo quieras a que te corres.

-¿Se lo has comido a alguna mujer?

Se lo dijo sin ningún reparo.

-A dos, a Paca y a Lucía.

-Mientes. Esa tienen unos maridos que las traen a la línea.

-No miento. Paca me enseñó a comerlo después de partirle la leña, y a Lucía se lo comí porque se lo dijo Paca.

-Ahora sí que te creo. Esas son uña y carne. Lo que no me cuadra es que no te follaran.

-Yo quería follar después de correrse, pero me dijeron las dos lo mismo, que…

Felisa sabía lo que le iba a decir.

-Que podían quedar preñadas, pero por el culo no quedaban.

A Sandro las palabras de su tía le dieron pie para preguntarle:

-¿Te da muchas veces tu marido?

-Sí.

Sandro fue de entendido.

-¿Y lo sabe lamer?

Felisa le respondió:

-Lamer un culo sabe cualquiera.

Sandro siguió haciéndose el entendido en culos.

-No creas, tiene su aquel.

Felisa lo entendió mal.

-Tiene, tú vomitarías si me lo lames.

-Vomitar va a vomitar tu coño en mi boca si dejas que te folle el culo el culo con la lengua y te coma el coño.

-¡Tientas cómo el diablo!

-Soy un diablo comiendo coños. Echa el asiento ara atrás y reclínalo si quieres ver a un artista en acción.

Felisa echó el asiento para atrás, lo reclinó, se quitó las bragas, levantó el vestido y se abrió de piernas. Sandro se arrodilló, metió la cabeza entre ellas, le abrió el coño con dos dedos y lamió los labios antes de enterrarle la legua en él. Al sacarla envolvió su clítoris con la lengua y los labios y se lo chupó. Felisa le dijo:

-¡¡Qué bien lo haces!!

Sandro al ratito dejó de chupar, volvió a lamer los labios, le levantó el culo con las dos manos. Felisa puso los pies sobre el salpicadero. Le lamió y folló el ojete, luego mojó un dedo en sus jugos y se lo metió dentro del culo al tiempo que volvía a envolver el clítoris con la lengua y los labios… Chupó, chupó y chupó hasta que Felisa se corrió en su boca diciendo.

-¡Qué corrida!

Al recuperarse del inmenso placer que había sentido, bajó el vestido, puso el asiento en su sitio, y le preguntó:

-¿Quieres que siga con la historia o nos vamos?

Sandro mirando para las bragas azules, que descasaban sobre la alfombra el coche, le respondió:

-Sigue.

-A ver. ¿Por dónde iba? Ah, sí. Al acabar de correrse Beatriz, le dijo su madre:

-"Ahora tienes que hacer tú que me corra yo, Beatriz. Una puta tiene que saber follar y comer coños."

-Vicenta se quitó el vestido, el sujetador y sus grandes bragas blancas. Sus tetas eran del color de la leche y tenían grandes pezones. Sus piernas las tapaban una medias grises que se sujetaban con unas ligas negras y bajo las que se veían los pelos de las piernas. Su coño lo cubría una gran mata de vello negro. Roberto le preguntó:

-"¿Y yo qué hago?"

-"Cómeme las tetas."

-"Roberto se abalanzó sobre sus tetas cómo un lobo, su madre le dijo:

-"Así no se comen unas tetas. Se lamen los pezones, se magrean con suavidad y se chupan, pero no se chupan cómo si quisieras sacar leche de ellas, se chupan con delicadeza."

-Beatriz, mientras su hermano seguía las instrucciones que había recibido, le hizo a su madre todo lo que su madre le había hecho a ella. Al rato Vicenta se corría y Roberto decía:

-"Una de dos, o meto en algún coño o me hago una paja."

-Cómo nadie le hizo caso sacó la polla y empezó a menearla. Tan pronto cómo Vicenta acabó de correrse, le dijo a Roberto:

-"Segunda lección: Follar a una mujer. Ven y métemela."

-Roberto se la clavó a su madre de un chupinazo y acto seguido comenzó a darle caña. Vicenta lo frenó en seco.

-"Para."

-"¿Qué pasa?"

-"Pasa que tal y cómo me follabas te correrías tú y yo no. Un puto no se corre hasta que la mujer que le paga no está totalmente satisfecha."

-"¿Cómo lo hago?"

-"Te voy a follar yo a ti para que sepas cómo le gusta a una mujer…"

Sandro interrumpió de nuevo a su tía y le preguntó:

-¿Me desvirgas?

La mujer ya se cansó.

-A ver, Sandro. ¿Tú eres tonto? Si te he traído al medio del monte y te he dejado comerme el coño y si te estoy hablando de jodienda y estoy sin bragas… ¿Para qué diablos será?

-Para follar, para coger piñas no va a ser.

Felisa cogió una manta que tenía en el asiento trasero, salió del coche y la tendió sobre la hierba. La noche estaba estrellada. La luna llena lucía en todo lo alto, cantaban los grillos, las cigarras, el chotacabras… Sandro, que era un sentimental, le dijo:

-Lo vamos a hacer bajo un manto de estrellas y con la música inigualable…

Felisa lo cortó.

-Desnúdate, échate sobre la manta y déjate de chorradas sentimentales.

-¡Que poco romántica eres!

-¿Romántica? Estoy casada, tengo tres hijos, uno de ellos es un año mayor que tú y voy a follar contigo en medio del monte. ¿Dónde coño le ves tú el romanticismo a eso?

-Visto así…

Después de echarse Sandro sobre la manta, se desnudó ella, luego se puso a su lado, le cogió la nuca con una mano y le metió la punta de la lengua en la boca. Con la otra mano le cogió la polla y lo masturbó, lo masturbó con la mano al revés, o sea se la agarraba con el pulgar hacia abajo… Y beso va, y beso viene… La mano apretando su polla y subiendo y bajado… Pues eso, que le llenó la mano de leche.

Al acabar de echar leche le dijo:

-Te has corrido cómo un pajarito.

-Me corrí cómo un cerdo.

-Para cerda yo.

Felisa chupó la leche de los dedos, luego lamió la de la palma de la mano. Con la lengua y los labios pringados de jugos le dio un beso con lengua y luego le dijo:

-Eres un caramelito.

-Y tú un bombón.

Lo besó en el cuello, luego en las tetillas. Después cogió la polla por la base con su mano derecha y los huevos con la izquierda, la descapulló y le hizo una mamada con la que Sandro gimió cómo una nena. Gimiendo se corrió y le llenó la boca de leche, leche que Felisa se tragó sin desperdiciar ni una sola gota. Al acabar de correrse le dijo Sandro:

-Mamas de miedo. ¿Me desvirgas ahora?

-Tú tienes tanto de virgen cómo yo de santa. ¿A Paca y a Lucía fue por el culo o por el coño?

Sandro se confesó.

-Fue por los dos sitios.

-Lo sabía. Sería muy raro que una mujer no quiera seguir follando después de correrse comiéndole el coño. ¿A cuantas mujeres le contaste el cuento de tu virginidad para follar con ellas?

-A unas cuantas. A las mujeres casadas os gusta follar con virguitos

La polla de Sandro se notaba que estaba haciendo el servicio militar, ya que no dejaba de estar en posición "¡firmes!". Aquella polla, ni corta ni larga, ni gorda ni flaca, era el sueño de toda mujer. Felisa la cogió y la puso en la entrada del ojete para follar a su sobrino. Sandro la cogió a ella por la cintura y le dijo:

-Pónmelo antes en la boca.

-Aún va a resultar que eres más guarro que yo.

-¿Pones o no?

-Pongo, pongo.

Felisa le puso el culo en la boca y Sandro le lamió y le folló el ojete con la lengua. Poco después le decía:

-Vas a hacer que mi coño vomite otra vez.

-Tócate y córrete en mi boca.

Felisa estaba tan cachonda que lo que hizo fue quitarle el culo de la cara, coger su polla, meterla en el coño y follarlo a toda hostia hasta que se corrió en la polla de su sobrino, diciendo:

-¡Qué bueno estás!

Después de esto se derrumbó sobre él y lo comió a besos mientras se corría.

Al acabar sacó la polla del coño, la frotó en el ojete, bajo el culo, metió la polla hasta el fondo y poco después Sandro se corrió.

Felisa mirando cómo se corría y sintiendo la leche calentita dentro de su coño, metió dos dedos dentro del coño y se masturbó y le dijo:

-¡Tienes un polvazo, cabrón!

-Si lo tengo es porque tú me lo sabes echar, zorra.

Sin parar de follarlo le dio una bofetada.

-¡Paffff!

-¡A mí no me llama nadie zorra!

-Se me escapó, pedacito de cielo.

Le dio dos bofetadas, se las dio de banda a banda.

-¡Paf, paf!

-Y menos se ríe de mí.

Sandro la amenazó.

-¡A qué te pongo el culo ardiendo!

Le echó las manos a la garganta y apretando, le dijo:

-¡Atrévete!

Sandro se atrevió. Usó sus nalgas cómo pandero al tiempo que le follaba el culo a toda hostia.

-¡¡Plin plas…!

Felisa le quitó las manos de la garganta al acabar de llenarle el culo de leche.

-Te saliste con la tuya, cabrón.

-La idea era que te corrieras tú, pero no pude aguantar.

Le dio, un pico y le dijo:

-Casi lo consigues.

La polla de Sandro seguía dura dentro del culo. Felisa continuó follándose el culo y masturbándose hasta que sintió de nuevo la polla de su sobrino latiendo y llenándole el culo de leche, en ese momento se corrió ella. Felisa quiso hablar, pero el tremendo placer que estaba sintiendo no se lo permitió. Quiso mirar para su sobrino, pero sus ojos en blanco no le permitieron ver nada.

Al volver la calma dejaron de follar. Felisa ya le había metido los cuernos a su marido por haberle llamado, puta. Tiene cojones la cosa, por haberle llamado puta.

Quique.

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