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Mi roomie me rompe el culo vestida de nena con sorpresa
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Relato anterior “Me rompen el culo en un viaje en autobús”, dejo el enlace al final del relato.

El nuevo ciclo escolar inició, el último año de mi carrera, y nuevamente éramos 3 en el departamento, Luis había regresado del receso vacacional, lo cual nos obligaba a Pablo y a mí a ser mucho más precavidos, recordando que gracias a Luis vivíamos en ese departamento tan cómodo en todos los aspectos, ya que era el familiar del dueño y podría corrernos de descubrirse nuestro secreto.

Siempre tuvimos muy buena relación los tres, el trato continuó normal, aunque era notorio que Pablo y yo pasábamos más tiempo juntos, una mayor complicidad, sin llegar a ser sospechoso, una o dos veces durante la semana, con mucho sigilo en mitad de la noche, Pablo se escabullía a mi cuarto y descargaba su fogosidad conmigo, siempre procurando hacer el menor ruido posible, los viernes por lo general Luis se iba a su pueblo al atardecer. Pablo, en cambio, dejó de viajar los viernes con el pretexto de que tenía materias en la tarde y llegaría demasiado noche a su pueblo, por lo que empezó a viajar los sábados muy temprano, así que los viernes, eran las noches en que Pablo y yo desahogábamos toda la pasión contenida en la semana y me daba unas cogidas fenomenales que me hacían gemir y chillar de placer, esperábamos con ansia que Luis se marchara para desnudarnos y disfrutar de nuestros cuerpos y era una decepción cuando por algún trabajo escolar, reunión o algún otro evento, se quedaba a dormir en el departamento. Los sábados y domingos se los dedicaba por completo a mi novia y eran los días que me la llevaba a coger al departamento, no descuidaba a mi novia, era la otra parte de mí y que me hacía sentir completo.

Llevábamos unos tres meses con esa rutina cuando a Pablo se le ocurrió una más de sus fantasías:

– Sabes Ariel, me gustaría cogerte vestido de mujer, tienes un bonito cuerpo y un culo suave y redondo y creo que te verías divina como una nena.

Me negué al instante:

– No, definitivamente no, no se me da vestir de mujer, ni me sé maquillar y esas cosas, no es algo que me atraiga Pablo, lo siento.

– Vamos, dame el gusto, tu piel es tan blanca y suave, tus piernas son maravillosas y tus nalgas, ufff, tus nalgas, te juro que si me complaces te voy a hacer el amor de una forma que te va a encantar, anda, ¿no quieres sentirte poseída por un macho como mujer? – agregó.

– Ya me haces el amor de una forma increíble y realmente me haces sentir una mujer en la cama, no veo la necesidad de algo más Pablo, no insistas

– Y si ya te sientes una mujer, porque no probar la fantasía completa, Ariel, anda, con todo y ropa, vamos, aunque sea solamente la ropa interior.

Derrumbó mi defensa, tenía razón, en la cama era su hembra, su mujer, entonces porque no ser una mujer completa y complacer a mi macho, así que acepté con una condición:

– Está bien Pablo, tú ganas, acepto, pero solamente ropa interior de mujer, nada de vestido, tacones o maquillarme, ¿Te parece?

– Claro que acepto, mañana viernes lo hacemos, yo consigo la ropa de nena- respondió alegre Pablo. Procura no llegar muy tarde después de ver a Adriana.

Lo cierto es que me daba morbo ponerme ropa interior de mujer, me recordó a Roberto mi primer amante, el hombre maduro que me desvirgó y que le gustaba que me pusiera braguitas, medias, tangas y ligueros cuando me cogía, él había sido el primero y el único que me lo había pedido, y aunque fue mucha la ropa de nena que me regaló Roberto, me había deshecho de toda por miedo a que algún día la descubriera mi novia.

Al otro día, salí de clases, fui a descansar y arreglarme a mi departamento pasa salir a cenar con mi novia, normalmente los viernes en la tarde me tocaba ver cuando llegaba Luis de la escuela para preparar su maleta y despedirse para viajar a su pueblo, pero no llegó, así que pensé que tal vez no viajaría y se estropearían mis planes con Pablo, salí por mi novia a la escuela después de un buen baño, ya que ella si tenía clases los viernes en la tarde y la invité a cenar, una noche común de viernes, me despedí como de costumbre alrededor de las 10 de la noche y me regresé al departamento, ya estaba Pablo esperándome, me recibió con un beso cachondo y ardiente, apretándome fuertemente de las nalgas y haciéndome sentir su virilidad contra mi vientre, quería que sintiera lo duro que estaba, era obvio que Luis no se encontraba, si no, no se hubiera comportado así, pero pregunté de todas formas, ya que no había visto a Luis despedirse.

– ¿Y Luis?, ¿Ya se marchó?, no lo vi salir- expresé

– No te preocupes, ya revisé y no está él ni su maleta, ya se fue a su pueblo- contestó Pablo

– Te dejé unos regalitos en tu cama- agregó.

Me imaginé de que regalitos se trataba y le dije:

– Espérame que me dé un baño y me cambie, yo te hablo- le dije, no quería que me viera cambiándome, si no sorprenderlo.

Entré y vi una bolsa en mi cama, no la abrí y salí a bañarme, Pablo estaba en la sala y me siguió con la vista, ya se había quitado la ropa y solamente estaba en bóxer, aunque ya me había bañado antes de ir a cenar con Adriana, quería higienizarme bien, sentirme fresco, fue un baño rápido y salí desnudo rumbo a mi habitación, mi verga ya estaba morcillona de la excitación.

Abrí la bolsa y encontré un conjuntito de encaje negro muy sensual, con una tanga con florecitas de encaje en la parte superior, unas medias de red, también con encaje en la parte superior, un liguero con su portaligas a la cintura también de encaje y un sostén del mismo tipo, era un conjuntito fino y muy sexy.

Empecé con las medias y posteriormente la tanga, la tela era tan suave como la seda, se ajustaba a mi piel a la perfección, la delgada tira de tela de la tanga se hundió entre mis cachetes y la sentí acariciar mi orificio, me encantó la sensación, muy erótica, me costó acomodar mi verga estaba ya parada y se salía de la tanga, seguí con el liguero y su portaligas a la cintura, tardé un poco porque no estaba seguro como ponérmelo, pero una vez puesto me encantó. Por último, el sostén, pero obviamente necesitaba un relleno, se me ocurrió rellenarlo con un par de pares de calcetines.

Me miré al espejo y no podía creerlo, el espejo me regaló la imagen de una mujer hermosa y sexy, el color negro resaltaba mi blanca piel, mi redondo culo y suaves nalgas, realmente parecía una mujer y que mujer, me sentía tan femenina con esa ropita tan suave y delicada que realmente me sentí una hembra, solamente me faltaba una peluca para completar la ilusión, me acordé que mi novia había dejado una peluca de carnaval de color rosa que nos habían dado en una fiesta, la encontré y me la puse, aunque era una peluca barata de fiesta, me quedó bien, ni yo mismo me reconocía, parecía una puta muy sensual y así me sentí, una putita, me puse de espaldas a la cama y llamé a Pablo.

Tan pronto entró Pablo no pudo disimular la sorpresa, quedó paralizado al verme:

– Madre mía por Dios, estás buenísima, no puedo creerlo, eres la mujer más hermosa que haya visto en mi vida, superó mis expectativas, sabía que te verías divina, pero no pensé tanto, me duele la verga de tan dura que me la pusiste.

Se acercó y me abrazó por la espalda, apretándome contra su cuerpo, me encantaba el roce de su piel, su calor, su boca buscó mi cuello, lo besó y recorrió con su lengua mi nuca, una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, mordisqueó y succionó el lóbulo de mi oreja, sabía que me prendía mucho que lo hiciera, un suspiro escapó de mi boca, susurró algunas cosas sucias al oído haciéndome estremecer y me dio media vuelta, sus labios carnosos buscaron los míos, succionaba mis labios, los mordía, parecía que quería comerse mi boca, sus manos recorrían mi espalda, descendieron a mis nalgas y empezó a acariciarlas y apretarlas muy rico, me sentía flotar en sus brazos.

Se quitó el bóxer y me apretó más contra su cuerpo, mi verga no podía quedarse dentro de la tanga y escapó por un lado, apoyándose contra su duro paquete, verga con verga, la sentía latir, vibrar, me dio un chupetón en el cuello que me hizo dar un gemido profundo, agudo, de mujer, me sorprendió, continuó comiéndome la boca con lujuria, su lengua se introducía hasta lo más profundo, sentí que me derretía, mi cuerpo se aflojó y mis brazos se aferraron a su cuello para no caer, me sentía totalmente entregada, sometida.

Me recostó sobre la cama y se subió encima de mí, su boca buscó mi sostén empezó a morder y apretar mis falsos senos, me causó un poco de gracia que lo hiciera, pero pronto bajó un poco el sostén sin quitármelo y se apoderó de mis pezones, los empezó a lamer, besar y mordisquear, arrancándome gemidos de placer, mi espalda se arqueó, mis manos acariciaban su pelo, animándolo a continuar.

Continuó bajando y llegó a mi ombligo, me encantaba como recorría y besaba toda mi piel, le dio un beso a mi verga y dijo:

– Mmmm, que bonito clítoris, de buena putita, paradito y duro, pero ahora se me antoja tu coñito, date vuelta.

Obedecí y me jaló de la cintura poniéndome en cuatro, abrí mis piernas y recliné mi espalda hasta que mi cabeza se posó sobre la cama, quedando mi culito levantadito y expuesto.

– Madre mía, que culito, no sabes lo hermosa que te ves así, en tanga, con el culito paradito, ufff, no sabes cómo voy a disfrutarlo, vas a ver lo que es un macho en celo, mi amor- me dio una sonora nalgada que me hizo dar un respingo y un pequeño grito de la sorpresa, me excitó esa rica nalgada, me dejó la nalga caliente y sensible.

Sus manos apretaban mis nalgas, sentía que las abría y cerraba con la telita de la tanga bien metida en medio, su dedo pulgar recorrió mi rajita y pronto encontró la fruncida entrada de mi orificio, empezó a frotarlo suavemente arrancándome suspiros de placer, estuvo apretándome las nalgas y frotándome el culo un largo rato y me daba algunas nalgadas que me prendían, me excitaba mucho, siento que separa mis nalgas y retira la telita de la tanga hacia un lado, su aliento en mi culito y la punta de su lengua en mi esfínter, un escalofrío recorre mi cuerpo y aprieto mi esfínter por reflejo, no importa, continua implacable con su ataque, mi esfínter cede y su lengua se va introduciendo dentro de mi culo, abre lo más que puede mis nalgas y entra más profundo que nunca, doy un respingo, un gemido agudo sale de mi boca y mis piernas tiemblan, es una sensación deliciosa sentir la lengua de Pablo tan profundo, su lengua entra y sale de mi hoyito, la saliva escurre hacia mis huevos que se han salido de la tanga, perdí la noción del tiempo, debió haber estado chupando mi culo como unos 15 minutos o tal vez más.

Buscó el lubricante y sentí un chorrito caer en mi rajita seguido de sus dedos, lubricando toda mi rajita, frotó la entrada de mi orificio unos segundos y empujó con firmeza, mi culito se abrió sin problema, lo metió profundo haciendo movimientos circulares y lo sacó para ahora introducir dos dedos, nuevamente se introdujeron sin problema, los estuvo metiendo y sacando algunos momentos y ahora intentó meter tres, ahí sí costó un poco de trabajo, mi culo se resistía, así que con mis manos abrí mis nalgas y sus dedos se hundieron profundo en mi culo, di un grito de placer, me sentía completamente llena con sus dedos, después de unos segundos expresó:

– Listo princesa, tu coñito está listo. Te voy a enterrar la verga hasta volverte loquita de placer.

Me puso al borde de la cama en cuatro con mi culito levantadito y expuesto, sentí su verga recorriendo mi rajita, acomodó la punta de su nabo en la entrada de mi orificio y empezó a empujar, sentí como se abrían mis pliegues e iba avanzando su verga, abriéndome en dos, despacio pero sin detenerse, tomaba bocanadas de aire al tiempo que su verga avanzaba, cuando tenía como tres cuartas partes dentro se detuvo un instante y dando un golpe de caderas me ensartó la última parte de su verga, me sacó un grito de placer-dolor muy agudo, sus huevos chocaron con mis nalgas.

– Así princesa, ya te ensarté hasta los huevos, ufff, que rico coñito, me encantas mami, ahora si vas a saber cómo me tienes de caliente.

Giré mi vista, el espejo de la recámara me daba una imagen muy sensual, una putita en lencería fina estaba siendo penetrada hasta los huevos por un macho insaciable, parecía que estuviera viendo una película porno, me costaba reconocer que esa putita en lencería era yo.

Me la sacó completamente y me la volvió a meter hasta el fondo, arrancándome gemidos de placer, era delicioso sentir la cabeza de su verga posándose en la entrada de mi orificio y abrirme, rozando con su cabeza todo mi conducto, cada que lo hacía me generaba una oleada de placer que recorría todo mi cuerpo, repitió la operación unas cuatro o cinco veces y posteriormente me tomó de la cintura y arreció sus embestidas, me la metía y sacaba con fuerza, una y otra vez hasta el fondo de mi culo, estaba como loco, me taladraba con fuerza, como si no hubiera un mañana, lo escuchaba gruñir, se agachó para tomarme del pecho y me hizo incorporarme, su pecho en mi espalda, sus jadeos en mis oídos me ponían la piel de gallina, siguió ensartándome duro y buscó mis labios, los mordía y succionaba toda mi boca con lujuria y pasión, me tomó fuerte del vientre, y me ensartó con todas sus fuerzas, sentí que me levantó y mis pies dejaron de tocar el suelo por un instante, quedando como una bandera en un mástil, siendo yo la bandera y el mástil el imponente miembro de Pablo, otra embestida profunda y ahora me tuvo en vilo más tiempo, la sensación fue indescriptible, trataba de hacer pie desesperadamente y sentí que me faltaba la respiración, Pablo notó mi desesperación y me habló al oído tratando de calmarme:

– Relájate, relájate, sólo déjate llevar y disfruta, ya te tengo bien ensartada, hasta los huevos, siénteme, somos un sólo ser.

Traté de calmarme, respirar despacio, abandonarme, pero me seguía faltando aire, el tenerme en vilo me hacía sentir tan dominada, indefensa, como una muñeca de trapo, me estaba matando, pero al mismo tiempo nunca me había sentido tan excitada, todo mi cuerpo temblaba, era algo tremendo y sin poderlo evitar empecé a eyacular, chorros de leche salieron disparados de mi verga, envuelto en espasmos tan fuertes que hicieron que mi vista se nublara y viera las estrellas, me sentí desmayar.

– Ves princesa, te dije que te iba a coger como nunca y esto apenas empieza, prepárate.

Esas palabras me excitaron y me dieron miedo a la vez, decía que apenas empezaba y yo ya no podía más, pensé en claudicar y pedir clemencia.

Me recostó en la cama boca abajo y continuó con su brutal cogida, me abrió las piernas al máximo y me daba embistes largos y profundos, dejándose caer sobre mis nalgas con toda su fuerza, se escuchaba en el cuarto el ruido de su pelvis chocando con mis nalgas, todo mi cuerpo vibraba, me retorcía de placer y aullaba, quería que acabara de una vez, sentía que moría de placer, así que así se lo dije:

– Ya no aguanto más, préñame, aghhh, acábame, lléname de tu leche, aghhhh, dale.

Su respuesta me sorprendió:

– Aguanta princesa, aguanta, no te apures, me encanta la colita y la ropita que traes reina y estoy disfrutando como nunca, es el mejor culito de mi vida y merece ser bien cogido.

Ufff, todavía faltaba, así que intenté relajarme y dedicarme a gozar de su verga, abandonarme y dejar que me siga cogiendo como quisiera, estaba gozando como una mujer, como una puta y como buena puta debía darle a mi macho todo el placer que pudiera darle, al fin y al cabo yo estaba disfrutando al máximo, estaba en éxtasis, con los ojos en blanco.

Entonces entre los gritos, jadeos, gemidos que hacíamos y el sonido de mis nalgas chocando contra la pelvis de Pablo escuché la puerta del cuarto cerrarse y giré mi vista rápidamente. En la puerta estaba parado Luis con su verga en la mano, se estaba masturbando, viéndonos.

El terror invadió mi cuerpo, me puse pálido como si estuviera viendo un fantasma, mi cuerpo se tensó de inmediato, habíamos sido descubiertos y mi situación era sumamente comprometida y no había forma de poder explicarlo, me estaban dando por el culo y vestida de nena.

Pablo se dio cuenta de mi turbación y volteó la cara y con mucha tranquilidad saludó a Luis, todavía con su verga en el fondo de mi culo.

– Hola Luis, ¿qué tal?, Pensé que te habías ido a tu pueblo.

– Vaya fiesta que tienes montada con Ariel y no invitas a los amigos, que cabrón eres, egoísta. Que bien le entra, se ve que le encanta que le den por el culo.

– Ja, ja, le encanta, pero yo la desvirgué- Contestó con orgullo Pablo,

– ¿No es así princesa?- añadió Pablo al tiempo que reiniciaba sus embestidas y entre gemidos asentí con la cabeza.

– Pero pasa, no te quedes parado, ven te invito a disfrutar también, te aseguro que nunca has probado un culo como este, es la mejor hembra que me he cogido en mi vida.

Pablo se acercó a la cama y se fue desnudando.

Lo que pasó después lo cuento en el siguiente relato.

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Me rompen el culo en un viaje en autobús

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