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Con Fabio en la playa
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Conocí a Fabio un verano en Mallorca. El era amigo de uno de mis primos, Alberto. Alberto es cuatro años mayor que yo, pero siempre fuimos como hermanos. Al ser yo hijo único, el fue para mí un referente y más que mi primo para mi era un hermano mayor. Nunca hubo secretos para nosotros, y yo desde siempre supe que Alberto era gay.

Dada nuestra confianza, desde pequeños nos duchabamos juntos, dormíamos en la misma cama, e incluso de chavales nos escondiamos más de una vez entre las sábanas para masturbarnos, era esa edad en la que empiezas a descubrir tu cuerpo y sensaciones nuevas, y nosotros lo hicimos juntos.

Ya de mayores, nuestra confianza seguía intacta, y cada verano en vacaciones nos reunimos para disfrutar de unos días juntos en Mallorca. Y ahí conocí a Fabio, un chico muy interesante, también un par de años o tres mayor que yo. Fabio nació en Mallorca pero sus padres son italianos. Es alto, delgado, de ojos marrones claros, pelo castaño largo y cuerpo bronceado y muy fibroso. Cuando Alberto me lo presentó, di enseguida por hecho que había algo entre ellos, y yo lo acepte rápidamente como un buen amigo más. Su carácter alegre y extrovertido ayudó a que hubiera confianza desde el primer día, salíamos a los bares y discotecas, lo pasábamos genial los tres juntos.

Generalmente acababamos la fiesta poco antes del amanecer en un disco bar en la playa, borrachos y pasados de rosca. Allí se reunían casi todos los jóvenes de la zona a matar la noche, y muchas parejas acababan follando en la arena escondidos entre hamacas y sombrillas, habitualmente a la vista de todos. A esas horas, la playa solía convertirse en una gran orgia de sexo alcohol y música. Alberto Fabio y yo, solíamos tumbarnos en alguna hamaca a terminar de apurar las copas mientras éramos testigos de tanto vicio. Confieso que en mi condición de bisexual, me excitaba mucho cada noche viendo a esos chicos y chicas semidesnudos y follando como animales. Una de esas noches mi primo Alberto iba tan pasado de copas que fue caer en la hamaca y quedarse frito.

Y Fabio y yo, que no íbamos mucho mejor, nos reiamos de la situación y no os quedamos tumbados, charlando. Justo delante nuestro, a no muchos metros, una chica rubia, menuda y delgadita, deleitaba a un chico de piel negra y musculoso con una gran mamada. El chaval tenía un pollón considerable y parecía bastante mayor que ella, que con su cara aniñada se afanaba en tragar ese buen trozo de carne. Fabio y yo hacíamos como que no prestabamos atención, pero ambos mirábamos la escena excitados.

De repente el dijo:" vaya herramienta se gasta el chaval." Y yo conteste:" y que suerte tiene, la rubita traga como una loca". Fabio entre risas contestó "¡no me dirás qué te has puesto cachondo!" "A ver si te crees que soy de piedra" le dije yo. Y Fabio, sin cortarse un pelo me dice: "pues eso tiene fácil arreglo. Te la sacas y te la meneas, ¿No?" Yo entre risas le dije "¿Que clase de pervertido crees que soy?" Su respuesta me sorprendió: "Pues mira qué fácil es" y quitando el nudo de su pantalón, se sacó la polla sin pensárselo.

Era delgada y larga, coronada por un capullo totalmente al aire y algo pequeño. Estaba totalmente depilado, y sus huevos rosados y grandes quedaban a la vista. Yo me reía sin decir nada, y Fabio, bajo sus pantalones, se puso comodo en la hamaca y comenzó a pajearse relajadamente. "¿Que pasa, no te animas?" No le contesté, pero reconozco que estaba muy excitado y ya no sabía dónde mirar. El chico negro había puesto a cuatro a la pequeña rubia, y con ese cañón de polla la hacia saltar a golpe de cadera. Y Fabio, se agarraba los huevos con una mano y con la otra se daba cada vez más caña.

Yo ya no pude más, y tras tocarmela por encima del pantalón, me la saqué en silencio y empecé a tocarme. Fabio, entre gemidos, me miró y me dijo… "Vaya con el primito. Tienes una polla bien gorda". Yo seguía en silencio, observando, aquello era nuevo para mí y el hecho de estar al aire libre rodeado de sexo me excitaba muchísimo. De repente, Fabio alargó su mano y agarró mi polla sonriendo. Ahora nos pajeaba a los dos. Yo abrí las piernas, me deje caer hacia atrás en la hamaca y me dejé hacer. Se notaba su experiencia, pues esa paja no me la había hecho ni yo mismo.

El mojaba su mano con la lengua, siempre sonriente, y atrapaba mi capullo con la palma de la mano haciendo como círculos, y me proporcionaba un placer que no había vivido antes. Le mire y su polla estaba ahora bastante más grande, brillante, el seguía dándonos a los dos, pero yo, tan excitado que estaba, alargué la mano y se la coji. El soltó un pequeño suspiro y se dejó hacer. Los gemidos y pequeños gritos de la rubia, que ahora cabalgaba esa polla negra subida encima del chaval, la visión de su culito blanco y bien formado mientras esos huevos enormes chocaban contra el, y la mano de Fabio masturbándome fue ya una locura, todo eso y el efecto del alcohol hizo que estuviera totalmente deshinibido y cachondo, y no recuerdo muy bien como, termine en la misma hamaca con Fabio, pajeandonos el uno al otro, observando fa follada que teníamos delante.

Ahora la rubita volvía a tragarse lo que podía de esa enorme polla, Fabio se retorcía gimiendo y yo notaba mi polla cada vez más hinchada y gorda, seguía pajeando la polla larga de Fabio, y sin apenas pensarlo demasiado, acerqué la boca y empecé a chupar su capullo. El dio un gemido más profundo, levantó su culo y su polla me entró más de la mitad. Seguí mamadola, moviendo mi lengua y mis manos, y al alzar la vista la rubia hacia lo mismo, mirándonos los dos. Ella me miraba con cara de puro vicio, yo le sonreía mientras daba lametones a la polla de Fabio, que de repente se tensó y tras un agudo gemido empezó a soltar leche mientras lo pajeaba.

Me puse en pie y Fabio me correspondió mamandome el capullo mientras me pajeaba. Note ese cosquilleo previo a la eyaculación, Fabio subió el ritmo y tragaba cuanto podia de mi polla, se la saqué y empecé a correrme a chorros justo delante de la rubia que aún tragaba polla en busca de su premio. De repente dió varias arcadas y mientras tosía dos finos hilos blancos y espesos asomaban en las comisuras de su boca.

Amanecía, ellos se vistieron y marcharon cada uno por su lado. Fabio y yo despertamos a duras penas a mi primo que roncaba como un bendito, y ahí quedó una larga y excitante noche de verano.

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