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Adiós a Nadine
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Mi segundo y muy a mi pesar último encuentro sexual con Nadine, sucedió hace muy poco tiempo y esta vez, para mi sorpresa, fue ella la que tuvo la iniciativa.

Resulta que tras aprobar las oposiciones que estaba preparando, conseguí por fin un trabajo fijo como funcionario. Mi vida se iba encarrilando, era hora de abandonar el nido y adquirí un pequeño apartamento cerca de mi lugar de trabajo. Mi madre, ya jubilada, decidió vender su casa y trasladarse a vivir con mis tías, también solteras. Y Nadine, a la cual ofrecí mantener su trabajo en mi casa, decidió volver con su familia y vivir de sus ahorros. El día de la despedida, yo estaba muy triste, Nadine había sido para nosotros una más de la familia, y al recordar tantos momentos vividos juntos, no podía evitar tener un nudo en la garganta. Ella mantenía ese semblante amable y dulce mientras recogía sus cosas. Yo me ofrecí a llevarla a la estación, pero antes debía parar en mi apartamento para descargar el maletero atestado de cajas y bolsas. Le dije que no tardaría y ella, diligente como siempre se ofreció a ayudarme a subirlo todo. Ya en mi apartamento, mientras guardaba cosas entablamos una conversación en la que, irremediablemente tenía que salir aquella noche en la que gozamos juntos.

Ella me dijo que jamás se arrepentirá, que por primera vez en muchos años se había sentido mujer. Me dijo que estaba muy agradecida por todo, y que me echaría de menos. Yo durante la conversación no pude evitar mirarle a las tetas, el recuerdo de verlas botando una contra la otra vino a mi y la erección fue casi instantánea. Ella se dio cuenta de mi calentón, me sonrió mirándome fijamente y sin esperarlo, se puso de rodillas. Yo no dije ni una palabra mientras ella hurgaba en mi bragueta y al abrirla, mi polla salió como un resorte. No tardó ni un segundo en atrapar mi capullo entre sus labios sin meter más, y empezó a juguetear con su lengua haciendo círculos, rodeando todo el glande, succionando fuerte y dándole pequeños mordiscos y lametones. Todo sea dicho, no soy un caballo pero la verdad es que tengo una buena polla, unos 18 cm de largo y lo que más gusta de ella a las chicas: es bastante gruesa y con un capullo muy gordo.

No parecía ser un problema para Nadine, que poco a poco se entonaba y empezó a meter más polla en su boca mientras me bajaba los pantalones. En esas, agarró mis huevos con una mano mientras con la otra me pajeaba dando lametazos en la punta y llenándola de saliva. De vez en cuando abría la boca y engullía mi polla tanto como podía, se le saltaban las lágrimas y le daban pequeñas arcadas, a mi me ponía a mil su dedicación y sobre todo como sonaba su boca al mamarla. Me tenía ya tan caliente que puse mis manos sobre su cabeza cubierta por un pañuelo, y empecé a follarle la boca con más intensidad. A veces, la cogía por la nuca mientras bombeaba clavándole la polla todo lo que entraba hasta llevar el capullo a la garganta. Ella tosía y al respirar soltaba borbotones de saliva sobre mi polla, mientras, yo como pude empecé a quitarle la camiseta hasta tener sus tetazas a la vista. Se las saqué del sujetador para meter la polla bien empapada entre ellas. Nadine se reía, pilló la idea y agarrándoselas empezó a pajearme con ellas. De vez en cuando volvía a meterse la punta en la boca y me pajeaba fuertemente con la mano. Estaba claro que queria una buena corrida, pero yo no quería dejar pasar la oportunidad de volver a probar su coño. La puse de pie, hice que se diera la vuelta y bajé de un tirón el fino pantalón que llevaba. Aparté sus bragas y automáticamente metí la cara entre sus grandes nalgas, un culazo gordo pero perfectamente formado, pasaba mi lengua por su raja y me paraba en su ano, comiendomelo con ansias mientras con las manos abría sus nalgas. Ella se dejaba hacer entre gemidos, abrió las piernas y se inclinó hacia adelante para dejar su coño justo en mi boca, y yo se lo follaba con la lengua encantado.

Nadine se apoyó tumbando su cuerpo en el brazo del sofá, lo que hizo que su coño estuviera aún más abierto y accesible, yo lo abría con mis dedos por completo y seguía metiendo mi lengua, mis dedos, lo maltrataba con ellos metiéndole varios a la vez, lo escupía y lamia, y noté como le temblaban las piernas. Me puse de pie, la agarré por la cintura y de una sola embestida se la clavé entera en su dilatado coño. La cara de Nadine ya no reflejaba dulzura, me miró y su rostro era puro vicio, mordiéndose los labios con el ceño fruncido. Gemía y gritaba, movía ese gran culo haciendo círculos, metiendo y sacando mi polla de su coño mientras se masturbaba con los dedos. Después de un rato dándole bien fuerte, ella se la sacó, se acomodó en el brazo del sillón y agarrándomela llevó mi capullo hinchado hasta su culo, y empujándolo se lo fue metiendo, yo notaba latidos en mi polla, ella gemía y empujaba para que entrara, subió aún más una de sus piernas y yo le abrí las nalgas cuanto pude, hasta que mi polla fue entrando entera. Fui de suave a fuerte, subiendo la intensidad de la enculada al mismo ritmo de sus jadeos y movimientos, notaba como su agujero cada vez estaba más abierto y ofrecía menos resistencia, le saqué un momento la polla para ver su ano dilatado y abierto, y volví a metersela ya sin miramientos. Le di la vuelta, agarré sus piernas y volví a encularla esta vez mirándole la cara y viendo el movimiento de sus tetas, me excité tanto que ya no aguantaba, le dije que me iba a correr y ella rápidamente se puso de nuevo de rodillas, agarrándose las tetas y con la boca abierta. La primera descarga de leche fue directa a su cara, seguí soltando entre gemidos y chorreandole la boca, mi corrida colgaba de su barbilla y caía en sus tetas y ella se lamia como una gatita en celo. Al acabar, se metió mi capullo en la boca, lo exprimió con los labios y le dio un beso sonriendo. Jamás ni en el mejor de mis sueños pensé que echaría un polvo como aquel y con una mujer como ella. Nos lavamos, nos vestimos y fuimos a la estación. Tras despedirnos, yo me quedé mirando como se alejaba, observando el bamboleo de ese culo enorme y bien plantado, y pensando en cuanto echaría de menos su compañía.

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