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Un día gris, en brazos de mi hermano
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Tiempo de lectura: 10 minutos

Una dura batalla por el agua caliente de una bañera puede terminar de la forma más insospechada.

Era un día gris plomizo, la gente por la calle corría a resguardarse de la lluvia, el frío se me atería al cuerpo y estaba realmente deseando llegar a casa, rezaba por que Luis se hubiera olvidado quitar la calefacción y no tener que esperar mucho tiempo a que se calentara la casa, simplemente entrar y que una ola de calor me golpeara la cara y que fuera rápidamente invadiendo mi cuerpo. Ya lo habían anunciado que para esa semana llegaría una ola de frío polar, lo había visto, oído y leído y sin embargo nunca hacia caso de lo que decían, siempre creí que era algún tipo de complot para que la gente se asustara más de la cuenta, además aquel día quería estar realmente guapa, no pensaba en otra cosa mas que en aquel chico nuevo que realmente estaba cañón, un verdadero bombón, además que podía pasar, total era salir de casa y al coche, del coche a la oficina, comer sin salir del edificio y por la tarde misma operación en sentido contrario, pero que podía pasar me preguntaba una y otra vez y sin embargo paso, quien me iba a decir a mi que ese día tendría que salir para supervisar la construcción de aquella obra junto a aquel acantilado donde el viento soplaba con fuerza y que las gotas que nos empaparon allí tan lejos del agua eran fruto del fuerte oleaje.

Nada más entrar en casa noté el calor empezando a combatir el frío que calaba mis huesos, parecía que Luis había llegado y encendido la calefacción, al pasar por la puerta de entrada le empecé a llamar, pero no obtuve respuesta alguna, tampoco es que me importara, la verdad que estaba más interesada en quitarme toda aquella ropa mojada que me había acompañado durante todo el día y que estaba realmente fría, la pashmina, el yérsey, camisa y falda corta cayeron a un rincón de la habitación, me senté en la silla para quitarme con cuidado las medias negras con las manos todavía heladas y con la mirada puesta en ir corriendo al cuarto de baño para llenar la bañera con agua muy caliente y quedarme allí hasta que el frío desapareciera.

“Joder Luis que susto me has dado”

“Joder Lara, ¿yo?, ¿será al revés no?, tú que entras sin llamar como si te persiguiera el mismísimo diablo”

Entre como una exhalación en el baño sin darme ni la más mínima cuenta que Luis ya estaba en el baño, usurpando aquel lugar tan sagrado para mi en esos momentos como era la bañera. Un calor casi asfixiante, como de una sauna se tratase me golpeo nada más entrar, era el lugar soñado por mi desde primera hora de la mañana, desde que mi jefe me enviara a la mismísima tundra siberiana, el frio, el agua y el viento helado empezaban a desaparecer de mi cuerpo casi desnudo en un lugar que ahora estaba ocupado, pero que no perdido, ya que no me daba por vencida, el frío persistente en mis huesos reclamaba aunque fuera en una lucha cruenta aquella posición dentro de la bañera y así empezó todo.

“Te queda mucho Luis, me gustaría bañarme a mi también” Le decía con cara triste, como de alguien que va a romper a llorar para intentar dar pena.

“Pues vas a tener que esperar, me acabo de meter y no pienso salir” Me contestaba mirándome de arriba abajo.

“Joder tío, estoy helada y córtate, deja de mirarme así, que no llevo nada puesto”

“Lo siento por el frío, no por mirarte, además sí que llevas algo puesto, si no veo mal llevas unas braguitas y un sujetador, que por cierto es un conjunto muy bonito” “¿Para quién era?”.

“Para ya de mirarme las tetas guarro y no era para nadie”

“Perdona, pero lo primero no te miraba solo las tetas, y en segundo lugar te expresaba lo bonito del conjunto, las bragas te quedan de vicio”

“¿No te da vergüenza?” le recriminaba un poco enfadada aunque no sabía muy bien si era por no dejarme bañar o por que no paraba de mirarme.

“¿A mi?, ¿será a ti que has entrado sin llamar?”

“Para ya Luis joder, o me meto dentro contigo”

“Tú verás”

“¿Así? Pues mira lo siento”

“¡Lara!, Lara pero que haces joder”

Sin pensármelo dos veces me metí en aquella agua tan caliente que todavía humeaba, la sensación de sumergir primero los pies y después el resto del cuerpo fue como un escalofrío de placer, dejando escapar todo el frío de golpe que tenía metido dentro de mi, el problema que según me había metido, no cabíamos los dos, uno enfrente del otro, a cada extremo de la bañera que aunque no era pequeña, realmente nos molestábamos con los pies, pero no había marcha atrás, no porque no pudiera, sino porque no quería, cerré los ojos y estaba tan calentita dentro de aquella agua, que me había olvidado por un instante de mi compañía, es más me había olvidado de que llevaba las bragas y el sujetador que se calentaban ahora pegados a mi piel como si fuera un bañador.

“Lara, estás loca, no ves que no cabemos los dos, además yo estaba antes que tú”

“Luis, te recuerdo de quien es la casa, ¿necesitas recordar que estas de visita?, ¿Qué le prometí a tu mujer que podías quedarte una semana y ya va para dos semanas?

“Bueno, bueno no hay que ponerse así, solo digo que no cabemos”

“Si, en eso tienes razón, no cabemos, tú sobras”

No había terminado de decirle aquello cuando me levante pasándome las manos mojadas por mi cara, mirando a Luis como desde su posición menos elevada me miraba todo el cuerpo sin perderse ningún detalle de las gotas que resbalaban por mi piel precipitándose al fondo de la bañera y uniéndose a ese mar caliente desde donde parecía haber nacido, no me di cuenta hasta un poco mas tarde en que nuestras miradas se habían encontrado tan solo y únicamente un momento entrelazándose, hasta que al final Luis desvió su mirada a mis piernas y de ahí con un recorrido ascendente me iba besando con la mirada, sus ojos deslizándose con suavidad por mis muslos y deteniéndose en la forma de mis bragas mojadas por el agua cubriendo mi vulva, dibujando la forma de mi vulva y cómo me subían hasta lo alto de mis caderas, realmente me sentía muy bien, nerviosa si, pero tan bien que mis manos pasaron por mis pechos apretándomelos para escurrir un poco el agua de mi sujetador, me sentía sexy, me notaba excitada.

Sé que no se lo esperaba, realmente ni yo me lo esperaba, pero con los pies me hice hueco para poder sentarme apoyando mi espalda sobre su pecho y así conseguir que los dos estuviéramos más cómodos, más cómodos si, pero quizás había despertado otras cosas que deberían estar dormidas tanto en el cómo en mi.

“Ves, ya estamos cómodos los dos”

“Lara yo, es que, bueno si, si tú estás cómoda”

“Lo… lo estoy sí, sí que…, sí que estoy cómoda, si”

Realmente los dos estábamos incómodos, pero no quisimos reconocerlo, no por la postura o porque no entráramos, no porque nos molestáramos con los pies, si no por algo más profundo, por un silencio incómodo que no tenía fin y que acelero nuestros corazones, en ese momento en que el silencio se había apoderado de nosotros, notaba como allí abajo crecía algo junto a mi, no solo no quise ni pensar que podía ser, sino que tampoco quería decir nada, pero realmente eso no me preocupaba, lo que realmente me preocupaba era como me sentía yo, porque la sensación que notaba era la de empezar a desear que aquella situación se alargase más en el tiempo, sentía su respiración, notaba su corazón latir tan fuerte junto al mío y lo peor de todo el cosquilleo que suelo tener siempre en mi cuerpo antes de que mi vagina empiece a humedecerse.

Por fin, Luis rompió el silencio, aunque hubiera sido mejor seguir sumidos en él.

“Perdona, pero te puedes mover un poco hacia delante, es que el cierre del sujetador se me está clavando en el pecho, lo siento”

“Hay no, perdona lo siento yo, ahora me lo quito, pero por favor no mires”

Me levante lo justo para que con una mano desenganchara mi sujetador y quitándome primero un tirante y luego el otro, ya solo estaba con las bragas puestas, unas bragas que empezaban a mojarse también desde mi interior, me tumbe una vez más sobre su pecho procurando que el agua me cubriera hasta los hombros.

“¿Mejor así?”

“Si mejor, gra… gracias Lara”

Una vez más, aun con el placer de estar en el agua caliente, pero con ese silencio incómodo hacía que relajarnos fuera una misión imposible, todo lo contrario, porque poco a poco luchaba contra una excitación cada vez más creciente en mí, cada vez que Luis movía una mano rozándome uno de mis muslos, o cuando sacaba una mano y recorría el lateral de mi cuerpo casi rozando mis pechos, podía sentir como al respirar elevaba mi cuerpo, su aliento fresco sobre mi pelo, realmente estaba haciendo un verdadero esfuerzo para no mover mis manos que estaban apoyadas sobre sus rodillas, no quería acariciarlas y subir por sus muslos, presionar más mi cuerpo contra el, notar como le iba creciendo más y más su pene justo al principio de mi braga y sin embargo eso mismo hacia inconscientemente.

“Lara”

“Dime”

“No nada… déjalo, no… no es nada”

“Wooww, Luis ¿qué has hecho?

“UPS, perdona, se me fue un poco la mano”

“Ya, ya, pues quietecitas las manos”

“Pero no me digas que lo has notado, si tan siquiera te he rozado”

“si lo note, si”

“El que, ¿esto?

“¡Luis!, ay, ¡quieto!”

“Pero si estoy quieto”

“No, no lo est… ¡Luis! aahh quieto, por favor, estate quieto”

“Pero Lara, si no hago nada, simplemente quería saber si tenías las bragas puestas”

“Mmm si, si las llevo puestas, pero eso no son mis bragas Luis ay, mmm, eso es mi… mmm”

“Te gusta Lara, no sabía que estuvieras depilada, ¿te gusta?, ¿sigo?”

“¡Aayy! Si… no, no sigas, déjame por favor”, “Mmm no…, no pares, sigue aahh”

“No, si, si, no, yo no quiero parar Lara, no quiero”

“Pues no pares, no pares, no pares”

Todo había pasado muy rápido, quizás demasiado aunque no me tenía que sorprender, ya que quizás en el fondo lo esperaba y lo que era peor lo estaba deseando, Luis me había empezado acariciar mi vientre y poco a poco metiendo su mano entre mis bragas, descubriendo con asombro que estaba depilada y quizás con más asombro aunque al meter sus dedos entre mis labios los notaba mojados y no por de agua, sino de algo más viscoso, poco a poco descubría mi clítoris que se iba endureciendo y más abajo al meter dos dedos en mi vagina la encontraba realmente mojada.

Estaba tan excitada que no quería parar, me había olvidado por un instante de quien era Luis, estaba casi obligada a dejar que siguiera acariciándome, caricias que se convertían en pequeños gemidos cuando notaba como sus dedos atravesaban la entrada de mi vagina, penetrando dentro de mí como buscando algo, entraban y salían de mi vagina, limpiarse con el agua el flujo que extraían de mí.

Intente decir que no, el último intento lo realice cuando gire mi cabeza mirando hacia arriba, veía sus ojos clavarse en los míos, fijarse en mis labios que parecían como si los reclamase y en un último esfuerzo con mi mano agarrando su muñeca con fuerza ya dentro de mis bragas queriendo retirarle la mano de donde estaba, cuando sentí en mi pecho como me apretaba con su otra mano, apretármelo con suavidad y pasando la yema de sus dedos por mi areola, pellizcando mi pezón, en esos momentos mis labios que estaban dispuestos a levantar la voz se vieron superados por sus labios besándome, mordiendo mi labio inferior y uniendo nuestras lenguas en un baile apasionado, no había vuelta atrás, mi cuerpo era por entero suyo y el suyo mío, mi mano que no hacía ni un segundo está quitando la suya de mis bragas, se entretenía ahora en subir y bajar por su pene que estaba realmente duro, como una estaca soportaba los movimientos suaves bajándole toda la piel, estirándosela entera y volver a subir con la misma suavidad para terminar con la palma de mi mano abrazando todo el glande.

La escena era demasiado excitante observada por los múltiples espejos que teníamos, espejos por otra parte que tampoco no enseñaban mucho debido al vaho del calor que hacía y quizás mejor así para no ver con quien estaba a punto de follar.

“Lara, déjame que te quite las bragas”

Nada más oírle me levante, me gire dejando mi vulva prácticamente en su cara, las bragas mojadas dejaban escapar el agua sobre su boca cuando Luis me cogió con sus manos por mi cintura y me acerco a él, hundiendo su nariz en mis bragas justo en el pliegue hacia dentro que mis bragas hacían al meterse en la raja de mi vagina, le sentía respirar profundamente, llevarse el olor de mi interior hacia él, los gemidos cada vez menos incómodos, más deseados, miraba hacia abajo y notaba como me mordía las bragas justo en la entrada de mi coño, apoye las manos en el frío espejo que tenía delante, sin reflejo alguno salvo cuando yo le pasaba la mano para ver mi rostro descompuesto de la excitación, miraba hacia abajo viendo como jugaba conmigo, luego al espejo y una vez más abajo cuando Luis empezó a quitarme las bragas a la vez que empezaba a saborear el interior de mi vagina con su lengua, pasabola por mis labios hasta llegar a mi clítoris cuando mis bragas ya estaban más abajo de mis rodillas.

Los gemidos se quedaban pegados en el espejo, le miraba con la cara descompuesta de placer cuando sus dedos pulsaban y apretaban mi clítoris y su lengua me atravesaba recogiendo el néctar de mi interior, cerraba los ojos echando mi cabeza hacia atrás expulsando un gemido tras otro, una vez liberada de mis bragas que flotaban junto a él, Luis me agarraba de los glúteos apretándomelos y acercándome más a él, hundiendo su boca en mi vagina casi sin poder respirar, mis pierna flojeaban y temblaban así como todo mi cuerpo y como su boca y su lengua se iba deslizando por mi cuerpo, por mi abdomen y mis pechos abrazándome con fuerza mientras me deslizaba hacia abajo hasta llegar a sentarme sobre él, abriéndome todo lo que podía de piernas.

Nos besábamos cada vez con más pasión, sus manos en apretando mis caderas y yo buscaba con impaciencia la postura más cómoda para meterme su polla en mi coño.

“Luis, Luuu… Luisss”

Estaba sintiendo como su pene se deslizaba hacia el interior de mi cuerpo llenándome de un placer que todo mi cuerpo empezó a temblar, empecé a subir y bajar, por el cómo si de una barra bien engrasada se tratase, mis gemidos en sus labios, en sus oídos llamándole por su nombre, pidiéndole que me penetrase muy profundamente, diciéndole que le deseaba entre gemidos y pequeños gritos, mis caderas moviéndose de un lado a otro mientras que sus manos me acompañaban subiendo y bajando mi cuerpo, apretándome los pechos con fuerza y metiéndose mis pezones en su boca.

A pesar de que la bañera se nos hacía pequeña, ninguno de los dos quería moverse, las penetraciones aunque poco profundas si nos hacía que los dos disfrutáramos el uno del otro, pero fue Luis quien tomó la decisión de movernos y alzando su pelvis hacia arriba sentí como su pene ahora si me atravesaba entera dejando tras de mí un grito de placer hasta que sentí como sacaba su polla de mi vagina, sin parar de besarnos salimos de la bañera y sin yo mencionarle nada me cogió en brazos y salimos de baño, los dos mojados con dirección a la habitación más cercana que era la mía, apoyando una rodilla en el colchón y dejándome con delicadeza en la cama, me fue abriendo las piernas con sus besos entre mis piernas, mordiéndome suavemente el interior de mis muslos así como mis labios y mi clítoris, sentía como iba conquistando todo mi cuerpo, cada centímetro del él, vientre, pechos, brazos, axilas, hombros, cuello, orejas, ojos, todo era suyo, todas las batallas las iba ganando y yo no me podía resistir a ellas, todo lo contrario, me llenaba de alegría cada centímetro de mi piel ganado, los escalofríos se agolpaban sobre mi cuerpo queriendo salir todos a la vez, la habitación envuelta en mis gemidos, en los suyos cuando su pene entro tan al fondo en mi vagina que no pude más que arquear mi cuerpo, inhalando una bocanada enorme de aire nada más sentirla entrar, era una delicia tenerla tan dentro de mí, era tan placentero para los dos que Luis no quería sacarla y empujaba cada vez más y más su pene dentro de mi vagina, nuestros gemidos se multiplicaban, se entrelazaban al igual que nuestras lenguas que no paraban de humedecerse la una contra la otra, gemidos ahogados en nuestro placer, en un clímax jamás sentido por mí, cuya explosión máxima la notaba cercana.

Luis empujaba apoyándose con las rodillas en la cama, con cada penetración cada vez más brusca y más profunda me iba subiendo hacia arriba hasta llegar a dar con la cabeza en el cabecero de la cama, el edredón entre mis manos aferrándome a él con fuerza con mis dedos, una y otra vez sentía como me penetraba como entraba dentro de mí, notaba como su pene se deslizaba tan suave en mi interior, como me iba llenando entera, que un ardor maravilloso nació de mi vientre atravesando todo mi cuerpo, paralizándome por completo, ya ni los gemidos era capaz de emitir, solo el silencio roto por el sonido de nuestra piel golpeando la una con la otra, roto por el sonido acuoso de su pene penetrando en mi vagina, el silencio roto cuando mis muslos empezaron a tener espasmos y un grito de placer lleno la habitación, un grito emitido de los más profundo de mi estómago, atravesando puertas y ventanas, mi vagina se llenaba de líquido, su pene nadaba en la abundancia de un orgasmo que no tenía fin, entrando y saliendo de mi vagina con rapidez y con fuerza, dejando escapar pequeños chorros de mi orgasmo.

Cada vez más fuerte y más rápido, Luis empezó a gemir cada vez más alto, mis piernas abiertas recibían una y otra vez sus embestidas con la lanza que tenía entre sus piernas haciéndome olvidar a mi novio, de su mujer, haciéndome olvidar que era mi querido hermano pequeño, pero en esos momentos solo estábamos él y yo, disfrutando de nuestra pasión, los dos gimiendo, gritando, abrazándonos y acariciando nuestros cuerpos desnudos, mojados y sudorosos, hasta que un gemido fuerte con algunas penetraciones profundas, muy profundas, golpeando mi cuerpo con su pelvis hacia arriba sin haber sacado su pene empezaba a llenarme de su semen, Luis eyaculaba dentro de mí, con tanta brusquedad que notaba cada chorro caliente golpeando el interior de mi vagina y a la vez que me provocaba otro orgasmo, volviendo a llenarme de flujo y saliendo disparado hacia el exterior de mi vagina mojando la cama y llenándole a el de mis fluidos.

Los dos terminamos exhaustos encima de nuestros fluidos, besándonos y mirándonos a los ojos, en sus ojos el deseo de volverme a tomar, en los míos el deseo que no se apartara de mí, esa noche iba a ser nuestra, esa noche ni mi novio, ni su mujer, tan siquiera nuestro parentesco iban a evitar que volviéramos hacer el amor, con más o menos pasión, pero que una vez mas iba a ser mío lo tenía muy claro.

Son las ocho de la mañana y despierto abrazada por la espalda, una noche de amor, un amante exhausto y un dolor entre mis piernas, son las ocho de la mañana el sol ya entra por las rendijas de la persiana, hoy parece que el sol ha ganado la batalla, las sabanas y el edredón nos calientan y debajo de ellas mis piernas empiezan a levantarse para dejar que me vuelvan a penetrar, siento su aliento en mi oído, sus manos en mis pechos y su pene atravesando una vez más mi vagina.

“Buenos días, hermanita”

“Buenos días hermanito”

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