Mi novia me invita, por primera vez, a ir de fiesta con sus compañeros del trabajo. Diversas situaciones allí me hacen desconfiar de ella.
—¿De verdad, mi amor, querés tener un bebé? —le dije con algo de lamento a mi novia.
—Si mi amor, es un deseo que lo quiero cumplir —me respondió firme, apoyando sus manos en mis hombros.
—Ojalá tuviera ese mismo deseo, amor.
—Vos no te preocupes que, cuando menos te lo esperes, aparezco embarazada.
—¿Qué?
—A vos no te importa ni el cómo ni con quién, lo que a vos te tiene que importar es que es MÍO.
»No pasa nada, vida, yo te voy a dejar una hora o dos horas máximo a la beba a tu cuidado, así voy al gimnasio para seguir conservando mi linda figura que me encanta. Y si vos no estás de acuerdo, nos separamos y me busco a un hombre que tenga el mismo deseo que yo, alguien que sí quiera tener hijos.
A pesar de sus mandatarias palabras, su tono era dulce y seductor.
—No bombón, yo sí te quiero, y quiero que sigamos juntos. —Necesitaba cambiar de tema—. ¡Pero mira nada más qué hermoso vestido te has puesto!
—Uy si, ¿viste? —Da media vuelta—, toda sexy y atrevida.
—¡Tremendo escotazo, si!, y te queda toda tu linda espalda a la vista. Estás muy hermosa.
Me regaló una sonrisa encantadora y luego me tomó de la mano. Volvimos a la ronda con los demás compañeros de ella. La discoteca estaba llena y se respiraba un aire fiestero por todos los rincones, nos habíamos separado del grupo un rato para estar juntos. Los del grupo eran compañeros y compañeras del trabajo de mi novia Gabriela. Nati, una de sus mejores compañeras, la recibió a los gritos. Ella es rubia de cabello cortito, vestía una blusa roja y falda negra, ambas ceñidas. Muy bonita es, al igual que las otras, sólo que algunas eran más simpáticas que otras.
La música estaba a tope «toma, pa abajo; toma, pa arriba», las chicas estaban que se salían de las casillas. Mi novia Gabriela y Nati se pusieron a mover el trasero con toda intensidad en medio de la ronda. Otra chica se sumó al sandungueo, se parecía a la youtuber CherryCrush, y juntas bailaban sexy ante las atentas miradas de los demás «Mira mami, ¿te acuerda cuando antes le dábamos con el…?». Formábamos un gran círculo en aquella pista de baile, éramos muchos. Mirando con atención a mi novia haciendo esos movimientos, me di cuenta que el vestido se le iba subiendo, a tal punto que se podía ver buena parte de sus nalgas, incluso con la tenue iluminación de la discoteca «…Pa' arriba, pa' abajo, lento, lento».
Al cabo de un rato, otras dos chicas más se sumaron y las cinco hicieron algo extraordinario: se pusieron todas, una al lado de la otra, a mover las pompas por lo alto, muy inclinadas con las manos en las rodillas, formando una estrella con sus traseros en el centro. Quedaba un espacio en medio como para una persona, una sexta compañera eligió a uno de los hombres y lo ubicó en ese lugar. Apoyando el dedo índice en la cabeza del tipo, ella lo “hacía girar” como si fuese una calesita. El chico estaba alucinando allí en medio, dando vueltas sobre su eje con las cinco chicas moviendo sus traseros «y si se pone de espalda es porque quiere, po' toma, dale, toma, dale».
Unos segundos después, la “dueña de la calesita” lo saca y me llama a mí. Yo me quedo quietito con el paquete apuntando únicamente a mi novia. Ella me lo restregaba todo siguiendo el ritmo. Sentía también las nalgas de las otras chicas restregandose por mí. Terminó mi turno y “subió” otro. Las chicas no se cortaban un pelo, apoyaban sus colas por los tíos como si nada. Todas ellas estaban a las carcajadas sintiendo esos paquetes. ¡Las fiestas que se montan estos no tienen límites? «¿Te gusta esto? Po' entonces dale, toma, dale…».
Pasó el último afortunado que pudo subir a la atracción y las chicas se separaron. Lo bueno es que volvía a estar pegadito con mi novia. Sentía sus pechos aplastandose en mí, no traía sostén por lo que hasta los pezones distinguía.
—¿Viste el tipo alto que está ahí? —me dice mientras bailábamos.
Miro a donde me indica y veo a un hombre con camisa y pantalón de vestir que se había sumado a la ronda, su aspecto me recordaba al de Nacho Vidal.
—Ajam —le respondo.
—Bueno, ese es mi jefe.
—Ah mirá vos, es algo joven, ¿no?
«Ready Steady Go» comenzó a sonar una canción que a mi novia le gustaba mucho, flexionamos las rodillas y lo bailamos.
—¡Wuuu! —gritó—. Mirá amor…
Puso una mano en mi nuca, abrió las piernas y se ubicó en uno de mis muslos como si me lo estuviera montando, luego procedió a frotar su chucha allí con un vaivén rítmico. Era todo muy candente.
—¡Oh bombón!, ¿cómo se llama este pasito, la cabalgata?
Ella me responde al oído:
—No sé, yo le digo “el baile de concha”
—Aish, bombón, que escándalo. «Tengo muchas ganas de comerte la boca, tengo muchas ganas de comerte toda, toda-toda-toda-toda»
Al rato se separa de mi y me dice:
—Mi amor, bailá un rato con mi amiga Nati que yo voy a bailar con el jefe.
—¿Eh…? —No me dio tiempo a protestar siquiera, se había ido sin esperar respuesta y al instante tenía enfrente a la rubia de pelo cortito.
—Dale, vamos a bailar —me dice ella—, hagamos un “hasta abajo”.
—Okey.
Cuando subimos hice una broma de que me dolían las rodillas con un ademán.
—¡Dale viejito! —me arenga.
—Si yo fuera un viejito sería un “sugar daddy” —le sigo la broma.
—¿Ah sí?, ¿tenés mucha plata o qué?
—No, yo lo decía por la chica hermosa. —Ella se ríe a carcajadas.
¡Maldición!, la tal Nati me había distraído mucho y no estaba al tanto de Gabriela. Miro en dirección a ella y… «Mami siente mi boom, que esta prrum, te voy a dar pum-kapum-kapum» le estaba haciendo el baile de concha. Veía como sus nalgas se aprietan intensamente por el movimiento sobre el muslo de su jefe «dame bumbum, por mi cu-cu, yo quiero tu Ah-ah-ah». Al rato el DJ cambió la canción «eeh, menea tu chapa, tuchapa-tuchapa-tuchapa-tuchapa-tuchapa, eeh», lanzan todos unos gritos y Gabi cambia de posición: se pone de espaldas y le menea el traserote. El jefe estaba tan contento que su cara parecía el de un niño en su fiesta de cumpleaños, apoyó una mano en su hombro y con la otra hacía que agitaba una imaginaria prenda por el aire. Otra chica se suma a ellos, quedan un rato los tres bailando y, poco a poco, mi novia se va desplazando. Cuando ella vuelve conmigo me comenta:
—Nuestro jefe es muy buena onda con todos sus empleados, tanto con los varones como con las chicas, pero estuvo deprimido unos cuantos meses y estamos un poco mal por él.
—¿Ah sí, qué le pasó?
—Falleció uno de sus mejores amigos.
—¡Oh, no!, ¿y de qué?
—De sida.
—Whaaat!?
—Si, y quisimos entre todos los empleados levantarle el ánimo, así que organizamos esta salida.
Observé pensativo al jefe de mi novia. La música había cambiado nuevamente «se prendió la fiesta, esta noche voy a beber, traigan la maizena, porque voy a dar serrucho-serrucho-serrucho» trayendo otro ritmo. Viéndolo, bajo el efecto de las luces estroboscópicas, bailando de manera atrevida con una de sus empleadas me hizo estremecer: su semblante había cambiado, ya no era el de un infante al que le regalan una nueva tablet, ahora era desafiante, guarro, obsceno, brusco… Miro a mi alrededor y caigo en que la mayoría de los hombres allí en la ronda, los compañeros de mi novia, son todos tipos guapos, atractivos, seguros de sí mismos, dejándome un sentimiento de inferioridad. Allí me sentía como un hombre común con mucha suerte, suerte de que una hermosa mujer, por esas casualidades de la vida, se haya fijado en mi, pero eso a su vez me hacía sentir inseguro. «Mariamoñito se le partió, la cama que el chawa le dio, la trajo pa' que la arreglara, porque soy el que la clava, clava, cla-cla-cla-cla clava», la música me estaba perturbando.
—¿En qué estás pensando? —me pregunta Gabriela, quien se había dado cuenta de mi “introspección express”.
—Me da miedo de que te alejes de mí en este lugar.
Ella se ríe y luego me responde:
—No seas bobo, mi amor.
Otra de las chicas del grupo se acerca a Gabi, le dice algo al oído y ella asiente, le toma de la mano y se marchan. Al rato, en grupos de tres, se van esparciendo varios de la gran ronda. Los que quedaron se fueron a sentar en unos reservados allí cerquita de donde estabamos. Me acerco a una de las chicas y le pregunto a dónde fueron los demás.
—Fueron a buscar las cosas del cotillón para el carnaval.
Le agradecí y, para no aburrirme esperando, me fui a recorrer el lugar. Había llegado hasta el fondo y veo, alejados de la pista, a tres personas arrinconadas. En la penumbra distingo al jefe, a Nati y a otro hombre más. Los dos varones le hacían un “sándwich” a la bonita chica. Afino la vista y noto que el jefe, que está de espaldas a mí, le estaba manoseando los senos, y el de atrás tenía las manos aferradas a la cintura de ella, con la mirada fija hacia abajo. En un momento Nati abraza al manoseador y le dice cosas cerquita del oido. Ella en eso me ve, nos quedamos unos instantes sosteniendo la mirada hasta que sonríe, me hace un guiño y luego vuelve a lo suyo.
Me doy la vuelta y vuelvo al lugar donde estábamos. En el camino pienso en que si ese grupito de tres está haciendo eso, qué estarán haciendo los otros. Me da escalofríos por Gabi pero luego recuerdo que se marchó con una chica.
Al llegar ya habían vuelto varios y estaban repartiendo los accesorios del cotillón: máscaras, collares, gafas y demás. Mi novia apareció unos instantes después con la otra chica y un compañero… me recorrió otro escalofrío. Llevaba puesto un bonito antifaz, aunque a mi no me gustaba mucho porque le tapaba una de las partes que más me gustan de ella, aparte de su sensual cuerpo. También traía una botella de champagne.
«Aah, fiz besteira mais uma veez», comenzó un nuevo ritmo, «'tava de bobeira em casa, sentei na pica do meu ex, pica-pica do meu ex». En la zona en la que estábamos de la mesopotamia argentina, había mucho intercambio cultural con Brasil, por lo que es común que se escuchen canciones urbanas brasileñas en las discotecas. Todos los del grupo empezaron a formar un “trensito”, con mi novia y sus amigas encabezandolo. Enseguida unos compañeros se sumaron, yo quería ir detrás de Gabi pero me ganaron de ante mano las mujeres. Terminé por estar detras de la chica a la que le había preguntado cuando se desaparecieron los demás. A mis espaldas estaba un tipo y otra chica. «Amiga, ele chegou, quando eu olhei pra cara dele eu não me aguentei, sentei na pica do meu ex», siguiendo el ritmo, cada tanto las chicas movían su trasero para atrás. La que tenía adelante llegaba a pegarlo a mi entrepierna. Miré de soslayo al chico detrás de mí y éste me palmeó el hombro. También escucho que se ríe.
Íbamos en fila recorriendo toda la pista, el local estaba de pura fiesta. En una curva reconozco el vestido de mi novia pero me llama la atención de que ya no está una chica en su retaguardia, sino un varón. Justo llega la parte del restriegue…
A mis espaldas ahora estaba una chica y el tipo anterior detrás de ella, quedando así la gran mayoría intercalados hombre y mujer. Cambia la canción «se preparan las popu y las fina, las que rompen duro en la tarima» y el tren se detiene. Todos se quedan a bailar en el lugar en el que quedaron. Se formaron así varios “mini grupos” a lo largo. La chica que estaba adelante se quedó conmigo, junto con los dos que estaban atrás. «Popu-popu-popu poputona» ella me restregaba con su meneo al ritmo, al igual que la otra chica con el compañero. Antes de empezar a bailarme así, me dijo al oído que si yo me desubicaba un mínimo ella se separará. Era como un código, yo debía de hacer de “pared” y dejarme apoyar todo pero sin hacer el menor movimiento o gesto obseno, sino se terminaría todo y quedaría como un idiota.
A todo eso, me distraje otra vez y perdí de vista a Gabi. Le dije a la chica que me iba a buscarla y me aparté. «Esta zarpada de atrevida esa wacha, y en el Facebook pone fotos en bombacha», las letras de este tipo de canciones me desagradan cuando les prestaba atención, pero a la gente aquí no parecía importarle, las chicas sólo querían soltar su lado sexy y atrevido «puso me gusta y te firmo el muro, y yo le pongo que le doy bien duro».
Por algún extraño instinto me dirigí al fondo, hacia aquel rincón alejado de la pista donde había visto anteriormente a Nati con el jefe y el otro hombre. Al llegar noto otra vez tres siluetas, ¿serán de nuevo el trío anterior? Una de las tres siluetas se separa y se acerca a la pista. Reconocí al instante ese vestido, el de Gabriela. Ella miraba hacia los lados. Las luces del local se encienden de repente, la fiesta estaba llegando a su cierre. Veo ahora que las otras dos figuras eran de hombres. Esos dos chicos enseguida me reconocen y se giran rápidamente dándome las espaldas. Uno de ellos se estaba acomodando el cinturón o algo por el estilo porque se podía intuir que tenía sus manos en la entrepierna.
La veo a mi novia que se estaba bajando la falda del vestido, arreglándose. Levanta la mirada y me ve, sonríe y se dirige hacía mi. Me siento perdido en su mirada, en la extrañeza que me generaban esos ojos claros a través del antifaz… ¡De locos las fiestas que se montan esta gente!
FIN