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Mi primera vez con un hombre prohibido
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Cuando lo conocí, yo tenía 23 años, era soltera y no había tenido novio. Él tenía 36 años, era casado y una vida familiar. Nos hicimos amigos, compartimos momentos de amistad y todo arranco con un café en un lugar remoto de Barcelona.

A mis 23 años, como estudiante, en mis últimos años como notaria nacional, no me había permitido mirar a un chico, la realidad es que no me interesaba, había decidido priorizar mis estudios, y me rodeaba de mi círculo familiar, así que nada estaba más allá de lo normal y elegido.

Habitualmente viajaba desde Zaragoza a Barcelona y me quedaba toda la semana allí, de lunes a viernes para concentrarme en mis estudios, los fines de semana los pasaba en familia y alguna vez iban a verme mis padres al estudio que alquilaba. En esos viajes conocí a Pedro (voy a usar nombres ficticios, para no comprometer a nadie) él era el chofer del autobús, como era un chárter contratado, siempre viajábamos con él un numeroso grupo de personas, y yo tenia una reserva fija los lunes por la mañana y los viernes por la tarde.

Si bien yo me dedicaba a estudiar, no eran ajenas a mí las sensaciones de que mi cuerpo, mi mente, necesitaban las caricias, los abrazos y los besos de alguien distinto de quienes los recibía cada fin de semana. En la semana, tenía compañeros, compañeras, amigos a los que veía así a diario, pero aun así, me sentía sola y distante de todos.

Fue así que comencé a tener charlas diversas y esporádicas con Pedro, y no solo eso, al poco tiempo entendí que pedro también era de Zaragoza igual que yo, incluso que vivía en el mismo pueblo. Esas cosas de la vida que no deberían suceder, pero suceden. Cada semana las charlas con él se hacían mas amenas, e interesantes, en uno de los viajes, me entero que es su cumpleaños en dos días, ahí, infantil y tímidamente, le regale como un presente momentáneo, dos chocolates con forma de corazones.

-Hola Pedro, buenos días, feliz cumpleaños, mi humilde regalo, mi presupuesto no da para más.

-No era necesario, con el saludo estaba más que bien. Gracias de todos modos.

Y entre risas y charlas fuimos llevando el viaje hasta llegar a Barcelona.

Note no solo que me resultaba agradable conversar con él, sino que en el transcurso la semana, extrañaba no hablar con él o no verlo.

Un viernes, entre tantas idas y vueltas y sin darme cuenta o sin querer darme cuenta, al bajar le dije:

-ya nos sentaremos a tomar un café y te contare lo ocupada y aburrida que es mi vida.

Ese comentario quedo suspendido en el aire, pasaron unas semanas quizás 4 – 5 y un lunes al llegar a destino y antes de bajar del autobús, y mirándome por el espejo Pedro me dice…

-Sabes, tengo algo de tiempo por estos días, si quieres podemos tomar un café y me cuentas tu aburrida historia.

Sentí que las piernas me temblaban, que mi vientre se hacía un nudo y que mi corazón sea aceleraba de forma descontrolada. Ahí comprendí que ya me pasaban cosas aun cuando nada había pasado entre nosotros y la decisión de decir sí o no, era justo en ese momento. Le dije entonces que tenía un día muy ocupado (era verdad) y que podíamos el martes o miércoles si a él le parecía, entonces tomo un papel y me lo dio, y dijo

-Es mi teléfono, llámame cuando estés menos ocupada.

Hombre de pocas palabras, pero concretas.

Se preguntaran que tan lindo era Pedro pues les diré, era un tipo que te tiene que gustar, a simple vista te gusta o no te gusta, un hombre serio, fornido, de pocas palabras, de mirada profunda, ojos muy vivos, y sonrisa contagiosa.

Yo aprendí a conocerlo, fueron muchos viajes, en los cuales, a veces podes hablar y a veces no.

Después de unos cafés, hablando de muchas cosas, en las que me entero que él es casado comprendí que no tenía oportunidad en su vida y lo deje ir sin más.

Pase unas semanas viajando menos, pero siempre extrañando no hablar con él, después de todo, había sido franco conmigo y su verdad era esa, el tenia familia quizás sin querer había puesto una barrera entre él y yo. Un lunes, festivo, yo decidí viajar igual porque necesitaba preparar unos exámenes, éramos pocos en el bus, el viaje se hizo rápido y a mitad del recorrido solo estábamos él y yo, en un semáforo de avinguda del paral lei se paró de su asiento y vino directamente a besarme, lo recibí con sorpresa y con miedo, pues no había estado en igual situación y no sabía cómo reaccionar, pero astuto el hombre me dijo.

-Sé que es un sorpresa para ti, pero yo creo que es lo que vos esperabas y la verdad es que yo también, de todos modos, relájate, y hablamos, solo baja cuando sea el momento y después decides que quieres hacer.

Los nervios me atraparon, ahora estaba en una situación de éxtasis, tenía miedo y a la vez estaba alegre, llena de preguntas sin respuestas, pero ese beso, suave, lleno de amor, dulce, húmedo, me había dejado en stand by.

Llegue al estudio, deje mi equipaje y sin vueltas me metí a la ducha, sin dudas ahí encontré las caricias que buscaba, dejar correr el agua caliente por mi cuerpo, me llevo a las caricias que necesito, y aunque en este caso, como tantas veces, fueran solo mías, sabía que un día eso cambiaria, mis manos recorrieron mi cuerpo, suavizadas por un jabón líquido, no paraban de acariciar mis senos y mi entrepierna, pensaba en ese beso y mi cuerpo se estremecía, me recosté en la tina de agua y deje que mis dedos jugaran en mi sexo, hasta que una explosión de placer, me inundo por completo .

Tomar una decisión me suponía también una responsabilidad, pero si con un beso me removió toda mi estructura, no quería imaginar o no podía, pensar como seria en adelante.

Dos días después lo llame para ver si andaba cerca, y juntarnos a tomar un café, y así fue, volví a probar de sus besos y volvieron a parecerme una delicia. No eran picoteos, eran besos, besos intensos que te rebajan sin aire, cargados de pasión y por qué no, de lujuria? Eran solo besos, donde se pudiera, lugares discretos con poca gente, pero cada beso y abrazo de este hombre, hacía que me moje, que lo desee, que quiera sentirlo aún más y más. Además, su voz suave susurrando mi oído, si mirada profunda y a veces perdida me generaban curiosidad.

Un día me anime y lo invite al estudio, por las dudas estaba bien vestida, y sabía que estaría el portero en el edificio y algunos vecinos que una ya sabe que están y quería igual sentirme segura, aunque él, ya me había demostrado desde un primer momento que no quería líos, el mismo día que me dijo que era casado.

Sus caricias, sus manos recorrieron mi cuerpo como autopistas, sin dejar lugar por explorar, cada movimiento de su mano donde sus dedos eran excitantes para mí, me fui soltando, lo deje hacer, me tomo de la cintura, y se quedó a mis espaldas, mientras con su mano derecha corría mi cabello y besaba mi cuello y oreja. Su mano izquierda me sostenía de la cintura y pude notar como su sexo se apoyaba sobre mi culo. Podía sentir su erección, y podía sentir como mi entrepierna comenzaba a mojarse. Entre besos y abrazos, se paró en firme y me dijo…

-No tienes que hacer esto si no quieres, pero tendrás que decidirlo ahora, porque ya no voy a detenerme.

Mi corazón se aceleró, sabía que era inminente que me iba a penetrar, sus besos me fueron llevando, sus abrazos me levantaron por el aire y cuando me soltó ya estaba sobre la cama, ya había desprendido mi blusa y sus manos amasaban mis tetas, descaradamente desprendió mi pantalón y tiro hacia abajo me corrió la tanga a un costado y comenzó a lamer mi vagina totalmente llena de jugos, lo que me llevó a tener fuertes espasmos en el cuerpo, sin poder controlar todas mis sensaciones. Era evidente que se trataba de un hombre con experiencia, y una novata, aun así, no me rendí y lo deje, prefería seguir disfrutando de una hermosa chupada que me estaba volviendo cada vez más loca, mientras sos manos no paraban de amasar mis pechos ya a esta altura, mis pequeños pezones estaban erectos, y el suavemente los pellizcaba con sus dedos índice y pulgar, logrando una excitación mayor en la zona alta. Quito mis calzones, paso la cabeza de su verga por toda mi raya, de ida y vuelta y de una estocada ya tenía la cabeza adentro y con otra estocada mi virginidad había terminado.

No senti placer, si me gusto? Si claro, pero no sentí placer, el dolor me limitó y ya no estaba dispuesta a seguir, al menos en ese momento, sin embargo él fue suave y me fue llevando al éxtasis de una manera increíble, pude tener mi orgasmo, a pesar del estar dolorida, prevaleció el placer, estar con él, de sentir su abrazo, sus besos y su sexo, sentirme contenida.

Así fue mi primera vez…

Continuará

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