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Doble vida
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Era la cofradía de la virgen de los consuelos, una de las más representativas de semana Santa. Mis ojos no pasaron por alto la señora del rosario en las manos, su físico me sonaba de algo y esa mirada ahora llorosa rezando plegarias la había visto en algún momento. Esforcé mi cerebro entre los tambores de la procesión, estuve mucho tiempo mirándola: llevaba peineta y vestido negro, alta y robusta, pelo largo. Llevaba un velo negro en la cara. La seguí hasta la iglesia donde se puso a rezar. Al levantarse se quitó el velo. ¡Era ella!

La tenía visualizada de otra manera y no era precisamente de mogigata mística. Todo se remontaba al verano anterior. Junto con Ahmed, de 35 años el cual mi padre lo tiene contratado en la obra, es de Burkina Faso, un país africano, trabaja en la construcción, gran trabajador, su ilusión es llevar a su mujer y sus tres hijos a España. Un tío enrollado, aunque es diez años mayor que yo nos llevamos muy bien, somos amigotes; es negro como el carbón, alto, bastante fuerte. Habíamos salido de juerga esa noche, ya salía el sol, los primeros operarios de las hamacas empezaban a colocarlas sobre la arena.

Volviendo a la iglesia vi como la señora salía por el portal con un señor barrigudo con bigote con un cirio con la mano y el capirote de cofrade en la otra. Por lo visto era uno de los cofrades mayores por la enhorabuena que le daban todos los feligreses congregados en la iglesia, incluso los que parecían sus hijos – chico y chica – de mi edad se les notaba orgullosos de ellos. Otra vez me la miré a ella, esos rasgos marcados, la frente baja y esos ojos avellanados. ¡No había duda!

Retomando el hilo anterior el cual retrocedemos a cuatro meses antes como decía estábamos Amhed y yo sentados en un banco mirando salir el sol, fumábamos el último cigarrillo antes de acostarnos al lado del edificio donde yo me alojaba, un pequeño apartamento propiedad de mi padre. Vimos una figura solitaria que caminaba. Era una mujer pasada la cuarentena, su cuerpo estaba bien moldeado, de frente baja y ancha, rasos marcados y ojos avellanados (la misma de la procesión antes narrada, querido lector) hombros torneados, cuello grácil. Iba algo despeinada con media melena. En un primer momento parecía. Algo confusa. Vestía un vestido con estampados veraniegos. Se paró delante de nosotros y con una arrogancia y un porte casi intolerable de su parte dijo:

– Dadme un pitillo, chavales.

Ahmed le dio un cigarrillo y fuego, ella con balanceo de caderas caminó pocos metros de ellos mirando el horizonte del mar. Se le notaban los pezones, fue lo primero que me fijé.

– Te has fijado que lleva el tetamen suelto – dije.

– Que me aspen si esta maduraca no busca rollo – dijo Amhed.

Ella consciente que la mirábamos y hablábamos de ella se sentó sobre la pequeña pared que limitaba el paseo con la arena, justo enfrente de nosotros. Abrió las piernas y ¡¡¡IBA DESBRAGADA!!!

Ahmed se levantó como impulsado por un resorte, ella también y bajó a la arena.

– Esta busca rabo, ya te lo decía yo…

(Estaba más que claro y la idiosincrasia de Amhed junto con su instinto felino ya lo habían puesto en posición de ataque para abatir la pieza. Dotado de más de 20 cm de polla negra Ahmed era un follador nato y lo sabía; presumía de su virilidad y de haber engendrado 3 hijos. Yo lo había visto en acción, la primera vez sobre la playa calzándose una turista, era explosivo y veloz en su mete-saca. Cuando nos hicimos amigos me dijo que como yo estaba capacitado para llevar la empresa de mi padre por mis estudios él estaba dotado físicamente y según sus palabras " su polla era su bandera y sus huevos su estandarte". Quería con locura a su familia, aunque al estar lejos necesitaba saciar sus necesidades fisiológicas.)

– Y tanto, no lleva nada debajo, ha salido a por todas, va a saco. Qué pedazo puta -remarqué yo.

– Voy a verla, hoy me da que aún follaremos – dijo Amhed con aire resuelto – la jaca lo vale.

No era una mujer que digamos guapa, pero tenía garbo, muy híbrida y me molaba.

Amhed bajo a la arena a verla, su paso era largo, sigiloso; oí como le ofreció otro cigarrillo. Ella hablaba como si masticara las palabras, no podía verlos por el muro bajo que nos separaba y la arena más baja de nivel que donde yo me hallaba situado. No tardó en volver Amhed y fue contundente:

-Podemos gozarla los dos, quiere rabo y tiene prisa y no quiere problemas, el apartamento donde duermes está allí mismo. Supongo que le digo que si

-Por mi parte sin problemas. ¿Muy fácil, no?

-La clásica que no se complica la vida, tiene oportunidad, sale a por todas. No lleva el anillo de casada, pero la marca si. Imagino que quiere darse un homenaje ¡Y lo tendrá! -dijo contundente Amhed.

Ella vino con Amhed caminando poco después, los operarios de las tumbonas estaban mirando- nos, yo en señal de chulería y poderío los miré haciendo el gesto con la mano izquierda del círculo con el pulgar y el índice y con la otra mano el índice que entraba y salía, una alusión a la follada. Me gusta dejar claro cuando, he o voy a follar, es un claro significado de poderío o pasear la gloria delante de la peña. De camino al tercer piso Amhed a su lado iba sobándola. En las escaleras nos cruzamos con un conocido de mi padre, un señor de unos 60, volteó la cabeza para mirarnos y en estar en un plano más bajo vio el culazo de ella. En ese instante cruzamos miradas y me hizo la maniobra de la paja y levantó el pulgar. Nada más entrar en el apartamento Amhed le comió la boca y ella le cogió el paquete, yo me acerqué a ellos y la morreé, me dio su lengua. Estaba súper caliente. Tuvimos que refrenarla ya que iba lanzada. Le agarré el tetamen por su espalda, le bajé el vestido y salieron dos pechos generosos en forma de pera de pezones oscuros. Amhed miraba a poca distancia. Le lamí las orejas, le besé el cuello, ella susurraba y se relajaba, volvía a ronronear como una gata amansada. Amhed le subió la falda a modo de escaneo visual. Asintió con la cabeza en señal de que le gustaba lo que veía. La volteé y pude ver un culo rotundo de nalgas fuertes, totémico y bien formado; por la parte delantera un coño depilado, el cual Amhed lo sondeo metiendo un dedo; ella se retorció, metió otro dedo y ella ya parecía un corcel encabritado. Al sacar los dedos vi que estaban viscosos.

-Sírvete tú mismo -dijo mirándome Amhed.

Fui directo con tres dedos, entraron como un cuchillo en mantequilla derretida: chorreaba. Vi que Amhed se despelotaba y acto seguido dijo:

-Vamos a ello -dirigiéndose hacia el sofá con un cipotazo empalmado.

A los pocos minutos estábamos los tres en pelota picada en el sofá y ella iba alternando nuestras pollas chupándolas de forma enérgica. La respiración de Ahmed se volvió rápida yo también gozaba mucho, los movimientos bucales eran rápidos, mamaba a uno pajeaba al otro y viceversa; la polla de Amhed era difícil de abarcar, yo tenía una visión espectacular de como intentaba abarcar esa pollaza negra. Las comparaciones eran odiosas entre la mía y la suya. Se oía bel retumbar del sube y baja de la mamada, era una cum aspirada y sonora. Yo gozaba como un poseso y Amhed ya emitía sonidos guturales; estábamos bajo el control de ella. Estábamos esclavizados bajo su dominio.

En un arrebato de virilidad Ahmed se levantó y se colocó tras ella abriéndole las nalgas y estalló con una fuerza volcánica empotrándola mientras seguía chupando mi polla. Ahora si era ella que estaba bajo el yugo de la polla de Amhed, los bombeos eran intensos, profundos y rotundos. Cada embestida la impulsaba a ella hacía adelante lo que hacía que tragara mi polla a fondo. Yo tenía la cara de Amhed justo en frente, su mirada era de loco. Yo flipaba, notaba como mi polla era engullida entera. Me sometía al fuego de su lengua para que ardiese hacía adentro con mi lefa cautiva en mis cojones, me sentía con ganas de correrme. Con una furia inusitada Amhed inició unos bombeos de gran intensidad, ella me seguía mamando de forma frenética, yo estaba bordeando la corrida. Resonaba en toda la estancia el pistoneo de Amhed y el sonido del chapoteo vaginal. Ameh apretó los dientes y emitió un rugido de león herido seguido de cuatro descomunales tacadas. Ella gimió en un ¡¡ Ohhh!! Al mismo tiempo que volvía a engullir mi polla y ahí sí EXPLOTE con una gran lechada dentro de su boca; Amhed aún dio una última convulsión.

Y vino la calma después de la tempestad. Quedamos descansando en bolas todos. Pollas semierectas, ella yacía algo abierta de piernas, por el coño le goteaba semen y la comisura de sus labios restos de mi lefada; la pollaza negra de Amhed semiladeaba. Encendimos unos pitillos.

– ¿Habías estado nunca con un negro? – preguntó Ahmed

– Eres bastante curioso – contestó ella en tono insolente – al acto se levantó, por sus muslos bajaban churretones de legal.

Oyeron la ducha del baño y como hacía gárgaras.

– Follas como una máquina la has petado bien -dije.

– Me gusta darlo todo – contestó dándose unos meneos a su polla- ¿Tu primera maduraca?

– Si.

– Entonces has debutado dando la talla. Esa tía pasa de largo los 40. Pero lo vale.

Epílogo:

La cofradía de la virgen de los consuelos fue la mejor, esa mujer tan devota que ahora lloraba por la virgen también lo había sido de dos pollas unos meses atrás.

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