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Betty la canija
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Si, veía bien el Carlos era la chavala del Súper del barrio: una chica de 19 años de apenas 1,45 de estatura, tetas como limones y un culo pequeñajo. Tenía los ojos azules penetrantes, guapilla de cara, media melena con mechas, su sonrisa era graciosa con la ortodoncia que llevaba. En principio le extrañó que se le acercara y le preguntara:

– Buenas, cómo estás. Cuando te vayas me podrías llevar, no tengo con quien irme y ya sabes que hay 30 km.

– Si… pe… pero vengo con dos colegas más… no sé si te incomoda.

– No, que va, mejor – dijo con risa reciproca- cuándo os vayáis avisadme.

– ok, en unas horas.

Ella empezó a charlar y a tomarse copas con otros, inclusive se marcaba algún baile. Movía su culo como el péndulo de una campana, encima llevaba falda corta y camiseta que le marcaba los pezones. No tardaron en acercarse el Mauro y el Lucas hacia Carlos.

– ¿Qué te ha dicho la del súper? es la Betty, la friki esa -preguntó apresurado Mauro.

– Si al irnos puedo llevarla, me he quedado a cuadros, no quiero líos…

– ¡No se te habrá ocurrido al decir que no! – exclamó Lucas -. A mi esa mujer en miniatura me putoflipa.

– ¡No jodas que quieres enrollártela! – contesto Carlos. Nosotros con 28 y ella…

– 19 – dijo de forma rápida Mauro – y tiene fama de folladora. Sabe lo que es un rabo.

– El año pasado mismo, en la fiesta de la cerveza que se celebra en la playa, yo mismo y otro vimos como se la tiraba Roberto el culturista, junto al malecón de la playa el Roberto, se la clavaba en volandas. De pie y ella encima de su polla. El Roberto dijo que no pesaba ni 30 kilos. Un pasote, tíos. Muy manejable – dijo con ansia el Lucas.

– No veas, con el pedazo de tío que es Roberto, la pollaza que gasta con esa muñequita. – dijo Carlos.

– Fue un flipazo, además nosotros estábamos un nivel más bajo que ellos y el punto de vista era bestial. Se la tiraba en suspensión, ella se aferraba al pedazo de espalda de Roberto y enlazaba sus cortas piernecitas con la cintura. Veíamos todo el cilindro del Rober como entraba en ese coño. Brutal y flipante. Después pasó por nuestro lado, nosotros nos hicimos los tontos como quien no ha visto nada. El hijoputa se paró y se echó una soberbia meada, después nos tiró encima el condón usado.

– Va de sobrado ese tío- dijo Carlos.

– Porque sabe y puede – dijo tajante el Mauro – acostumbra a quedarse tangas a modo de trofeo y su cuarto está lleno de ellos.

– No sabía que fueras tan amigo del culturista – dijo Lucas.

– Tiene una especie de apartamento muy pequeño arriba en el piso de sus padres. Un picadero, vamos. Ese día me tenía que dar unas pesas y me lo enseñó. Por cierto, cuando entre salía la camarera buenorra de pub Masters.

– Joder, me supongo qué…

– Sí obviamente se la había follado. Aún estaban los condones lechados en el suelo y la mesilla llena de Kleenex.

Entre Copa y copa pasaron unas horas, bebieron, charlaron. Entonces apareció la Betty; el pelo algo desordenado, caminaba como un pajarito, media sonrisa.

– ¿Nos vamos? Ya son las 5 – dijo ella.

– ¿Conocés a mis compañeros?

– De vista en el súper y creo que tú estuviste…

– Si, la fiesta de la cerveza.

– Qué buena onda esa noche – contestó ella.

– Si, noté que lo pasates de puta madre

– Si, por qué lo dices.

– El Roberto, ya sabes…

– Ni puta idea – contestó ella.

– El culturista.

– Ahhh, el cachas. Si. Si. Un tío flipante ¿Nos vamos pues? – insistió ella.

– Tomemos la última copa – insistió Mauro.

Se sentaron con 3 cervezas, Carlos tenía que conducir y bebió cola. Al sentarse se veían los pequeños muslos de Betty. Al levantarse para ir al baño quedó bien patente que llevaba tanga.

– Lo digo otra vez, será una canija pero me putoflipa. Quiero petarla esta noche – exclamó Lucas

– No te pases, la chica solo quiere que la llevemos a su casa… – intervino Carlos.

– ¡No me jodas, Carlos! Bastante fama tenemos de no ligar y encima ahora que tenemos la posibilidad de petarla te rayas. ¿Es que no has visto como viste de descarada? Se le ve todo el tangazo, y no sólo eso, su aliento apesta a polla, no sé si no te has dado cuenta – dijo Con esa ortodoncia que lleva me molaría que me hiciera una mamada – dijo Lucas.

Ella volvió del baño y bebió su cerveza. Una vez más dejaba entrever sus muslos al sentarse con la falda vaquera corta. Ante esa nueva demostración de reto Lucas no pudo más y dijo:

– ¿Te hace un canuto afuera mientras ellos terminan su consumición? – dijo guiñando un ojo a Carlos y Mauro.

– Por mi no me importa que estén ellos, ya podemos ir de camino a casita- dijo contundente al mismo tiempo que hacía la señal de la mamada con la boca y la mano.

Tajante y categórica en su respuesta quedaron mudos. Se levantaron y fueron hacia el viejo 4×4 de Carlos. Solicito y veloz como un rayo Lucas abrió la puerta trasera a Betty y se sentó al lado de ella pasándole un brazo por los hombros. Al llegar a la primera intersección Mauro dijo:

– Ya está en plena mamadaca.

Y así era: Lucas con sus pantalones bajados hasta los tobillos y un cipote bien empalmado recibía una soberbia mamada. Lucas encendió el piloto de luz del techo para no perder detalle, Carlos bajó el retrovisor para poder conducir y ver mejor lo que se cocía en el asiento trasero. Ella empezó una mamada de tanteo o perfil bajo con un tanteo de polla en mano y lametazos troncales que hicieron rugir de gozo a Lucas, el cual estaba sobreexcitado. El 4×4 era una mezcla de sonoridades hip hop del aparato de música, sonidos guturales de la mamada y gemidos de Lucas. Pasó a una succión aspirada de glande con giros de lengua en la punta y acto seguido se engulló de golpe la polla y empezó subes- bajas a tragada entera. Sólo eran 13 centímetros de polla, se la comía entera, al subir la boca se veía toda la salivación troncal como baba de caracol. Lucas ronronea y balbuceaba incongruencias.

– Este no llega a la follada. La mama como una estrella del porno – dijo Mauro al mismo tiempo que se tocaba el cipote tieso encima de su pantalón.

Lucas empezó a tener espasmos. Apretaba su mandíbula. No tardó en berrear como un animal. Había estallado en corrida. Dio un largo bufido. Ella escupió la lefada por la ventanilla.

– ¿Quién me peta ahora? – preguntó con restos de semen en su ortodoncia. Éste ya está despachado.

– Carlos te toca por preferencia, tú llevas el coche, tenías que ser el primero, pero Lucas se te ha adelantado – aclaró Mauro.

– Tranqui, peta tú, a mí el directo me pone mucho más mirar y machacársela que follar. Que conduzca Lucas- contestó Carlos aparcando en el arcén e intercambiando los asientos.

Cambiaron las posiciones, incluso Mauro ya volvió a sentarse en el asiento trasero sin pantalones, en calzoncillos y un enrabe total. Carlos en el asiento del copiloto para mirar y pajearse. Lucas encendió el motor y arrancó. Hubo un primer tanteo, un escaneo rápido por parte de Mauro, le quitó la camiseta y dos pequeños pechos en punta asomaron sin sostén, le quitó la falda corta, quedó en tanga, lo ladeó dejando ver un coño depilado, he hizo esta observación:

– Me gusta ver en pelota picada lo que me voy a follar, aunque no sé si dejar el tanga, mola.

Mauro con ella despelotada buscaba la posición ideal. Al ver que los asientos no eran abatibles, propuso:

– Tendrás que matarte sola arriba.

– Sin problema, pero con forro – contestó Betty.

Carlos abrió la guantera y sacó los preservativos – marca Durex love sensitive – y le pasó dicho condón a Mauro el cual en medio del asiento trasero empalado 100% se lo enfundó. Betty a horcajadas dándole la cara a Mauro encajó el glande. Tras unos segundos de asentamiento se tiró en caída libre hacia abajo clavándose la polla – 14,354 cm – a full. A partir de ahí como sugirió Mauro empezó a matarse sola. Era un boteo intenso, constante, el coño de ella era un chof, chof, continuo, como una máquina perforadora de agua, iba arriba, abajo de forma constante y cada par de boteos rotaba en el eje de su mismo en círculo. La música atronaba en el habitáculo. Carlos tenía una visión del mete-saca impresionante, para un voyeur como él era impresionante. Betty se tiraba a full hacía abajo clavándose la estaca hasta los huevacos. Gozaba como una perra. Mauro estaba en trance. Carlos sin manías se sacó la polla y se pajeaba como un poseso. La sonoridad vaginal era patente, Lucas el cual conducía hizo la siguiente observación:

– Para ser tan joven sabe como deslefar una polla.

En pleno bote jinetero por parte de ella Mauro tuvo el gran detalle de abrir las nalgas de Betty. El conducto anal quedó a la vista y el mete- saca quedó en todo su esplendor. Carlos reventó en lechadaza que salpicó el salpicadero. Mauro rugió como un toro y ella aulló como una gata. Se corrieron juntos.

Carlos a la mañana siguiente acompañó a su abuela paterna al médico la cual le preguntó que era esa mancha sobre el asiento trasero y ese globo desinflado con líquido blanco dentro así como el churretón líquido del salpicadero. Tras limpiar ese mismo día el 4×4 acompañó a su madre al supermercado donde trabajaba Betty. Al salir su madre comentó a Carlos:

– Esa chica por muy dependienta y canija que sea es una chica responsable y respetable, se deja querer, se la ve con iniciativa y capacidad para trabajar y no una cabra loca que va con cualquiera los fines de semana. Toma nota de ella, Carlos, te lo digo como madre.

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