¿Aún te acuerdas? Yo me acuerdo de que eran las doce del mediodía cuando llegué al aeropuerto de Heathrow. Me estabas esperando en la terminal. Me viste a lo lejos y sonriendo me saludaste con la mano izquierda levantada. Vestías con un jersey azul, un pantalón azul y unas botas altas. Te devolví el saludo y la sonrisa. Al llegar a tu lado, trajeado y encorbatado, me diste dos besos en las mejillas. Luego me dijiste:
-Bien venido.
Te respondí.
-Bien hallado.
Nos fuimos caminando por la terminal hacia la salida.
Durante el viaje en taxi hasta a tu casa, donde me iba a hospedar el fin de semana, fuimos charlando de la ruptura con mi hijo. En el salón seguimos charlando…
Estábamos sentados uno enfrente del otro en dos sillones tomando unos vinos y un chicken and chips y me decías:
– Esta noche a ver si duermo mejor. Desde que dejé a Fernando…
Me levanté, fui a tu lado, puse una rodilla en la alfombra, te cogí el pie derecho y te quité la bota.
-¿Qué hace?
Sin responder te quité el calcetín y te masajeé la planta del pie, pie que olía a coco y arándonos.
-Creí que venía a convencerme para que arreglase las cosas.
Metí el dedo gordo en la boca, lo chupé y te dije:
-… Y a eso venía, pero cómo veo que no deseas que mi hijo regrese a casa quiero ver lo que perdió.
Te hice un footjob que te dejó el coño encharcado. Te iba a hacer de todo, ya que parecías una mujer sumisa. ¿Sumisa? ¡Y un huevo! Al rato empujaste por la mesa camilla, después me tumbaste sobre la alfombra, me desnudaste, luego te desnudaste tú y me plantaste el coño en la boca, un coño depilado y mojado. Lamí tus jugos, luego tiré de ti y te lamí y follé el ojete. Te volviste a dejar hacer, pero poco tiempo, ya que cuando sentiste que te ibas a correr pusiste tu coño sobre mi polla empalmada y la clavaste hasta el fondo. Sintiendo entrar la polla por tu coño engrasado casi me corro, sin embargo, me aguanté, pues no sabía si tomabas precauciones.
Sin sacar un solo centímetro moviste el culo alrededor a toda pastilla. Cuando vi que te ibas a correr te di la vuelta, te apreté el cuello hasta dejarte sin respiración y tu coño bañó mi polla con una corrida calentita.
Luego de correrse la fiera apareció la gatita, gatita que se quitó de encima, se echó sobre la alfombra y me dijo:
-Quiero que me haga el amor.
La verdad es que me cortaste el rollo, dado que mi idea era meterte la polla en la boca para que me la mamaras y llenártela de leche y eso no entraba en lo que se llama hacer el amor, así que te dije:
-Será un placer.
Acaricié tu cabello, te besé en la frente, en los ojos, lamí tus orejas, te mordí en los lóbulos, besé tus piercings, te besé en la punta de la nariz, besé y lamí tu cuello, todo esto mientras acariciaba tus tetas, luego lamí tus areolas y tus pezones, te mamé las tetas, te las amasé, te las estrujé, mordí tus pezones…, te hice de las tetas un cristo, luego fui a por tu coño, besándote puse mi polla en la entrada de la vagina, te la metí, te cerré las piernas para que la sintieras más apretada y frotando mi pelvis contra tu clítoris me ibas a durar menos de lo que dura un caramelo en la puerta de un colegio. Al ver que te venías, me tuteaste:
-¡Córrete conmigo!
Nos corrimos juntos entre besos apasionados. Creo que gemía yo más que tú mientras mi leche y tus jugos se juntaban.
Te había hecho el amor, pero yo soy un guarro de cojones. No te extrañó que metiera mi cabeza ente tus piernas, al contrario, me preguntaste:
-¿Vas a hacer que me corra otra vez?
-Voy.
Tu coño parecía un embalse de leche y jugos. Lamí y tragué todo, después te levanté el culo y mi lengua plana lamió desde el ojete al clítoris. Empecé lento y rozando y te corriste cuando lamía aprisa y presionando. Esta vez tu cuerpo tembló y tus gemidos fueron cómo susurros, y algo le debieron susurrar a mi polla porque estaba dura de nuevo. Al verla me preguntaste:
-¿Puedo confiar en ti?
-Ciegamente.
-Átame y hazme guarrerías.
Fuimos para la cama, te até los pies por los tobillos con uno de los cordones de mis zapatos y con el otro cordón te até las manos a la espalda. Luego te puse boca abajo sobre la cama y te pregunté:
-¿Ya te la metieron en el culo?
-No, nunca, y no lo quiero que me la metas. Puedes jugar con tu lengua en mi culo, pero no se te ocurra meterme la polla.
-Tranquila, no lo haré.
Te eché las manos a las tetas al tiempo que te lamía el ojete, luego apretando tus pezones te metí y saqué a lengua de él. Te puse a cuatro patas y seguí follándote el culo. Tu ojete se abría y se cerraba intentando mantener la lengua dentro, pero la lengua, cómo es obvio, se escurría. Pasado un tiempo te froté la polla en el culo y te dije:
-Te voy a tapar el ojete.
Pusiste el grito en el cielo.
-¡Dijiste que podía confiar en ti, truhan!
Te di dos cachetes en el culo.
-Te mentí, y no me llames truhan o te pongo el culo a arder.
Me probaste.
-¡Truhan!
Metí la puntita de la polla dentro de tu culo.
-¡No, truhan, no!
-Si.
Saqué la puntita, te volví a nalguear y después te follé el ojete con la lengua.
-Así sí, ves, así me gusta mucho, truhan.
Te gustaba que te aplaudiera el culo y te lo volví a aplaudir.
Te volví a follar el ojete con la lengua y comenzaste a gemir, después lamí tu coño y tu ojete, volví a frotar la cabeza de mi polla en tu ojete y volví a meter la puntita. Tu culo se echó hacia atrás y la metió un poquito más, diciendo:
-No, por el culo, no.
La quité e hice círculos sobre el ojete.
Estabas tan cachonda que me dijiste:
-¡Métela de una puñetera vez! ¡¡Desvírgame el culo!!
En el avión me habían dado con la comida un paquetito de mantequilla. Al verlo me vino a la cabeza la situación en que estaba ahora. Bajé de la cama y fui a buscarlo a mi equipaje de mano. Me preguntaste:
-¿A dónde vas?
-Voy a buscar el lubricante.
De vuelta en cama pringué con mantequilla mis manos, mi polla, y tu ojete al meter el dedo pulgar dentro, luego puse la polla en la entrada del ojete, te eché las manos a las tetas y te dije:
-Empuja con el culo.
-No, empuja tú.
Empujé y te entró la cabeza, el resto ya lo metiste tú de un empujón. Quité una mano de tus tetas y te metí dos dedos dentro del coño… Tiempo después, con una mano pringada de mantequilla acariciando tus tetas, con la otra metiendo y sacando los dedos del coño y acariciando con la palma el clítoris y con la polla entrando y saliendo del culo, me dijiste:
-¡Me muero!
Te corriste cómo una golfa y yo te llené el coño de leche.
Al acabar me dijiste:
-Suéltame.
Te solté, me cogiste la polla, polla que estaba con la cabeza baja, la metiste en la boca y mamando y meneando la volviste a poner dura.
Con ella tiesa en tu mano, me miraste y me preguntaste:
-¿Me dejas que te ate?
Sin querer iba a caer en tu trampa.
-Ata.
Al tenerme atado de pies y manos sonreíste. Estiraste el dedo medio de la mano derecho y encogiste los otros. Tus ojos se achinaron y la sonrisa se volvió maléfica. Acojonado te dije:
-¡No!
-¡Sí!
No tuviste ni la delicadeza de untar el dedo con mantequilla, lo clavaste en mi culo sin anestesia. Pegué un brinco en la cama al tiempo que decía:
-¡¡Puta!!
-Sí, soy una puta, una puta vengativa.
Al ver cómo tu linda cara se acercaba a mí creí que tus besos iban a atenuar la ofensa. ¡Y una mierda! Me metiste un bocado en el labio inferior que me hiciste sangre. Ya no dejaste le lamer mi sangre y besarme con lengua hasta que dejé de sangrar. Al ratito me empezaron a gustar tus besos con sabor a sangre y el dedo entrando y saliendo de mi culo. Mi polla latía cómo el corazón de un caballo desbocado cuando me preguntaste:
-¿Quieres correrte?
No te iba a decir que no
-Sí.
Gozabas haciéndome sufrir,
-Pues te vas a correr cuando me salga del coño.
Dejaste de besarme, sacaste el dedo de mi culo. Me diste la vuelta y me dijiste:
-Te voy a quitar el vicio de pegarle a las mujeres.
Lo siguiente que vi, mejor dicho, lo siguiente que sentí fueron dos trallazos en el culo.
-¡La madre que te parió!
Me pusiste una zapatilla marrón con piso de goma de color amarillo en los labios y me dijiste:
-Dale un beso a Teresita para que no sea dura contigo.
Ahora le lo puedo decir, me gusta que me calienten el culo, por eso te dije;
-¡Dame tú a mí un beso en el culo!
-¡Nunca debiste decir eso, cabrón!
Te ensañaste. Ni tu misma sabes las veces que me diste.
Cuando me diste la vuelta tenías las mejillas encendidas. Tiraste las zapatillas y subiste encima de mí. Metiste la polla en tu coño a cámara lenta y rebobinando, o sea, metiéndola un centímetro y sacándola otro centímetro, metiendo dos centímetros y sacando otros dos… Al quinto centímetro me corrí dentro de tu coño. Al sentir mi leche calentita la clavaste hasta las trancas. Ya no te dio tiempo a sacarla, te corriste con mi polla en el fondo de tu coño descargando leche en cantidad,
Luego de soltarme te bañaste. Tenías que trabajar esa tarde.
¿Aún te acuerdas? Te pregunto si aún te acuerdas porque quisiera volver a estar contigo aunque ahora estés casada con un perroflauta irlandés.
Quique.