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Alex
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Era finales del verano del 2005, acababa de cumplir los 40, estaba en plena crisis, comenzaba a ver el final de mi vida cada vez más cerca lo que me generaba ansiedad o ataques de pánico y pensamientos relacionados con que ya quedaba poco tiempo para hacer aquellas cosas que siempre había querido hacer y no había podido, ahora sé que esos pensamientos son superficiales y constituyen una pérdida de tiempo y energía.

Todos los días hacía mi rutina de marcha, 8 kilómetros, cruzaba por una zona verde en la que había oído que se producían encuentros de cruising cosa que nunca me había importado pero aquel día, no sé por qué, me detuve, aparcado a un lado había un vehículo, tenía las puertas abiertas, un individuo estaba sentado, completamente desnudo y otro tipo, desde el otro asiento le estaba haciendo una mamada increíble, me quedé mirando e incluso me acerqué, estaba absorto.

-¿por qué no vienes guapo?, acércate, vamos. – el individuo que le estaba comiendo la polla al otro había levantado la cabeza y me miraba – vamos, ven.

Di un respingo, noté que mi polla estaba dura, me había puesto cachondo mirando a aquellos dos tipos, sin contestar continué mi camino rápidamente, me daba miedo que me relacionaron con aquellos hombres.

Yo nunca había tenido pensamientos homosexuales pero aquella noche, mientras mi mujer y mis hijos dormían busqué porno gay en Internet, vi películas y me hice dos pajas casi seguidas viendo a hombres poseyendo a otros hombres, sus expresiones, sus gemidos, sobre todo me excitaban las escenas de machos dominando a otros hombres, no tenía claro si lo que me ponía era imaginarme dando o recibiendo.

Pasé unos días en un mar de dudas, yo lo achacaba a la crisis de los cuarenta, dejé de pasar por aquella zona de cruising e intenté distraerme con otras cosas pero mi mente volvía siempre a las escenas de aquel coche y acababa buscando porno gay en Internet, me sentía frustrado, tenía que intentarlo, tenía que probar, tenía claro que no iba a ir a donde presencié la mamada, me daba pánico que alguien del pueblo me reconociera así que busqué en páginas de contactos, contesté a anuncios y puse los míos pero a pesar de eso no pude concretar nada, con algunos llegué a intercambiar el teléfono pero nada, con otros llegué a quedar pero unas veces ellos no se presentaban y otras veces era yo el que no lo hacía, compré por Internet lubricante y un juego de plugs anales y los había ido usando hasta conseguir introducirme el mas grande, los orgasmos con ellos eran mas intensos pero no eran la solución, mientras, mi inquietud iba en aumento, el sexo con mi mujer se resentía, muy a mi pesar se me presentaban imágenes de hombres follando y eso hacía que más de una vez me retirara frustrado sin conseguir eyacular, ella comprendía que algo pasaba y yo siempre volvía a lo mismo, "la crisis de los cuarenta”.

Un fin de semana mi mujer se marchó con mis hijos y mis suegros a la casa que tienen en la sierra, yo me quedé con la excusa de que estaba de retén en la fábrica pero en realidad lo había cambiado con un compañero, quería libertad de acción.

El viernes me arreglé bien, el pueblo donde vivo está a diez minutos de la capital así que allí me fui, buscaba la zona de bares de ambiente, mi intención era de una vez por todas salir de dudas. Elegí uno al azar, tipo cafetería, muy tranquilo a esa hora, me senté en una de las mesas y pedí un gin-tonic.

Iba por el segundo cuando entró un grupo de jóvenes, era evidente que conocían a los camareros y al dueño, me fijé en uno de ellos, pelo muy negro, delgado, muy blanco, ademanes amanerados, desde donde estaba me quedaba la duda de si era un chico o una chica. Estaba fantaseando sobre lo que haría con él cuando me di cuenta de que me estaba mirando, levanté el vaso a modo de saludo, le dijo algo a uno de los chicos que estaba con él, el otro joven me miró, sonrió, le dijo algo y continuó a lo suyo mientras el chico que yo había saludado vino a mi mesa.

– hola.

– hola, qué tal.

– ¿puedo sentarme?

– por supuesto, ¿tomas algo?

– sí, un vino rosado.

Se lo pedí al camarero y fijé mi atención en el muchacho, pelo muy negro, ojos oscuros, los tenía perfilados con lápiz negro, vestía una camiseta de tirantas blanca, un rosario negro al cuello, muy blanco de piel, no tenía sombra de barba, tenía el cutis perfecto, parecía suave, los labios eran gruesos, los tenía pintados de negro, igual que las uñas, sus manos eran delicadas, de dedos finos y largos, tenía otro rosario enrollado en una de sus muñecas, unos vaqueros muy ajustados de color negro rotos por las rodillas, la verdad es que podía pasar por un chico o por una chica.

– me mirabas antes – me dijo.

– sí

– ¿te gusta lo que ves?

– por supuesto, eres muy atractivo.

– gracias, tú también.

– ya claro, seguro que conoces jóvenes de tu edad más atractivos que un cuarentón como yo.

– me gustan los cuarentones, no me van mucho los chicos de mi edad.

– te invito a cenar, tu que conoces esto, ¿se come aquí bien o vamos a otro lado?

– esto es perfecto, aquí se come muy bien.

Pedimos la carta y tenía razón, se comía bien, estuvimos charlando mucho tiempo, me dijo que se llamaba Alex, por Alejandro, tenía 20 años, estudiante de enfermería, era de un pueblo de la sierra sur de Sevilla, el pequeño de tres hermanos, su padre era el farmacéutico del pueblo y no llevaba bien su homosexualidad así que con tal de que no apareciera por allí le había comprado un piso enfrente de la ciudad sanitaria y todos los meses le pasaba una generosa pensión.

Era ya muy tarde cuando me invitó a su casa así que hacía allí nos fuimos. Nada más cerrar la puerta me besó. Yo mido 1,84 y peso 100 kilos, Alex era mucho más bajo, 1,70 calculo y no creo que pesara mucho más de 55 kilos, lo rodee con mis brazos y lo apreté contra mí, el me echó los suyos al cuello y allí unimos nuestras bocas, mordí sus labios, metí mi lengua, la entrelacé con la suya, le mordí la oreja, le besé el cuello, aspiré su aroma, el me separó, abrió mi camisa, mordió mis pezones, con fuerza, bajó su mano a mi paquete y notó el bulto que ya marcaba mi polla.

– pasa al salón y siéntate, ahora vuelvo.

Me senté en un sillón y allí esperé, el salón estaba decorado con gusto, muy minimalista.

– ¿quieres tomar algo? – me preguntó Alex desde algún lugar que no pude precisar.

– me tomaría un gin-tonic.

– no tengo ginebra pero en el frigorífico hay una botella de vodka y tienes tónica y naranja, ¿me pones a mí uno con naranja?

La cocina también muy minimalista, muy limpia y recogida, de una estantería tomé dos vasos, puse hielo, una generosa ración de vodka, los refrescos y volví al salón con las bebidas.

Alex ya estaba allí, se había puesto cómodo, tan solo llevaba un pareo a la cintura, su cuerpo se veía delicado, ni un vello, sus pezones eran pequeños y rosados, sus piernas eran estilizadas y blancas, también sin un solo vello, ya digo que hubiera pasado perfectamente por una chica.

-¿quieres? – me estaba ofreciendo un cigarrillo, por el olor, indudablemente de maría, le entregué su copa, recogí el porro y me senté en el sillón.

Estuvimos charlando de él mientras bebíamos y nos pasábamos el porro, acababa de salir de una relación de dos años con un médico amigo de su padre que trabajaba en el hospital, se había jubilado y se había ido a vivir con su mujer a la casa del pueblo.

– vaya, te gustan maduros.

– ya te lo dije.

– ¿y lo de que fuera amigo de tu padre?

– supongo que un acto mezquino de venganza, pero ya está bien de hablar.

Se puso de pie y se desprendió del pareo, su polla y sus huevos quedaron a la vista, una polla normal, algo más pequeña que la mía y unos huevos sonrosados, depilados, me dije que allí estaba ya, hasta el momento no había pensado que estaba con un hombre.

Alex se acercó a mí, se agachó y me besó en la boca, mordió mis labios y yo saqué mi lengua y se la introduje hasta la campanilla, mientras, el me desabrochaba los pantalones y yo le ayudaba a que me los quitara, a veces, como en aquella ocasión, no llevo ropa interior así que mi polla y mis huevos quedaron al aire. Alex continuaba besándome, dejó mi boca y mordió mis pezones, dolor y un ramalazo de placer a la vez, con su lengua fue bajando por mi pecho y mi vientre hasta llegar a mi polla, se arrodilló entre mis piernas, la tomó con sus manos, la descapulló y con su lengua comenzó a darme golpecitos en el frenillo, mordió suavemente mi glande y se la metió en la boca hasta la campanilla.

– uuuhhh, diosss.

– Slurp, slurp, slurp. – comenzó a subir y bajar la cabeza metiendo y sacando mi polla, se la metía entera hasta tocar mis huevos con los labios, la sacaba, con su lengua me daba en el frenillo, recorría el tronco hasta llegar a mis huevos, volvía a metérsela en la boca.

-Joderrrr, chiquillo, uuuh.

Con una mano me tenía agarrado por los huevos, con la otra uno de sus dedos me estaba masajeando el esfínter y enseguida, con toda la saliva que me chorreaba por los cojones, lo introdujo en mi culo.

-Ay Alex, madre de diosss. – lo del dedo en el culo no era nada nuevo, había hecho el 69 con mujeres que me lo habían metido también, lo de la mamada si era nuevo, jamás me habían hecho una así.

-Joder Joder Joder Alex, me voy a correr, me corro, me corrooo. – con mis manos apreté su cabeza contra mi pubis y descargué una buena lechada en su garganta.

-Uuuuh, madre mía, que mamada por dios.

Alex se incorporó, el rímel se le había corrido con las lágrimas, tenía restos de mi leche en la boca, se la limpio con la mano y se la tragó, se acercó y me dio un beso.

-Para ser tu primera vez con un hombre creí que te ibas a negar a que te besara después de tragarme tu lefa.

-¿mi primera vez? ¿cómo sabes..?

– por favor…

Me miraba sonriendo, mi polla no bajaba, seguía dura, me agarró de la mano y me llevó a su dormitorio, la cama era enorme, allí me quitó del todo la camisa, de un cajón sacó un preservativo y me lo colocó.

– quiero que me folles, pero antes, quiero ver si sabes comerte un culo.

Se tendió en la cama boca abajo, abrió totalmente las piernas y levantó el culo dejando a la vista un ojete sonrosado, agarré sus nalgas y apliqué mi lengua queriendo follarmelo con ella.

– mmmm, siii papi, siiii, asiii.

Soy bueno con la lengua así que me dediqué a darle a aquel tesoro lo que pedía, Alex gemía y sacaba el culo y yo introducía la punta de mi lengua en aquella flor.

– mmmm, follame papi necesito tu polla ya.

No me hice de rogar, puse la punta de mi miembro en aquel agujero que parecía llamarme y poco a poco la fui metiendo hasta los huevos.

– mmmm

– así papi, así, aaahhh, muévete papi, muévete.

Comencé a meter y sacar mi polla de aquel culo, tenía a Alex dominado con mi peso debajo de mí.

– ay papi, que rico, como me follas, si, siii, sigue, sigue.

Mi pubis golpeaba sus nalgas, cada vez iba más rápido, Alex volvía la cabeza y me besaba en la boca, nuestras lenguas se cruzaban mientras mi polla entraba y salía.

– ay papi, ay, ay, mi culito papi, ayyy

Incremente el ritmo, estaba empapado en sudor.

– mi culo, mi culo papi, me corro, me corro papi, me corrooo.

Alex se puso tenso, metí mi polla hasta los huevos, noté las contracciones de su perineo cuando eyaculaba, continué con el mete saca, estaba ya muy cerca.

– ay papi, ay, ay mi culo, mi culo

Note que me llegaba el orgasmo, di un último empujón y comencé a eyacular.

– aaah ah ah

– papi, papi querido.

Alex volvió la cabeza y nos dimos un largo beso, saqué mi polla y me quité el condón, el chico se apresuró a limpiármela de los restos de mi lefa con la boca y nos abrazamos en la cama.

– te has corrido sin tocarte, ¿es normal eso?

– para mí sí, es algo que muchos se obsesionan en conseguir, no es fácil pero para mí sí, no sé por qué.

Nos quedamos dormidos, estuve todo el fin de semana en su casa, los dos completamente desnudos, pedíamos comida, teníamos vodka y maría y follabamos como conejos, un fin de semana muy loco.

Mantuvimos una breve relación, algunas veces Alex me recibía con lencería de mujer, no lo pasábamos mal pero yo sentía que necesitaba algo más, quería saber lo que se siente al ser penetrado por una polla y Alex no quería ni oír hablar del tema, era absolutamente pasivo, lo intentamos en una ocasión y fue imposible, su rechazo era total, eso sí, de Alex aprendí mucho, aprendí a ser cuidadoso, paciente, comprensivo, a no precipitarme, a hacer unos 69 maravillosos… Al final lo dejamos.

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