Cuando mi hija tendría unos 8 años, su madre decidió contratar una profesora para que la apoye con las tareas del colegio. En mi opinión, un gasto innecesario, pero ante su insistencia y malas caras, acepté.
Contrató una joven estudiante de la UNIFE, una de las mejores universidades de Lima. Solo para mujeres. Una joven estudiante que tenía 21 años por esos tiempos.
Cuando la vi por primera vez, no llamó especialmente mi atención. Vestía ropas holgadas que no permitían apreciar su figura. Iba al departamento dos veces por semana y siempre la vi vestida así, sin mayor arreglo. Una joven que más allá del atractivo de su edad, no destacaba ni inspiraba ningún deseo, ni siquiera una atracción menor. Era bonita sí, pero nada especial.
Quizás un par de meses luego de iniciar las clases a mi hija, un viernes se apareció en casa en un atuendo muy distinto. Minifalda, blusa y tacos. Mi esposa se sorprendió al verla así y ella le contó que luego iría a una fiesta con sus amigas. Al concluir las clases a mi hija se reuniría con ellas.
No pude dejar de observarla. Estaba muy sensual y provocadora. La anodina joven de holgadas ropas era ahora una mujer sexy, de ligeras curvas. En algún momento se cruzaron nuestras miradas y preferí retirarme.
Una semana después, mi esposa había salido y estaba a solas con mi hija cuando ella llegó. La hice pasar y llamé a mi hija a sus clases. Me respondió se estaba cambiando. Me senté en la sala a acompañar a la profesora y tras las preguntas usuales, del cómo le iba en la universidad, en que ciclo estaba y las trivialidades comunes, ella con desparpajo juvenil me dijo "señor, me di cuenta como me miraba el otro viernes".
Tras un instante de vacilación le respondí que siempre la había visto como una joven guapa, pero que ese día la había visto como una mujer muy sexy y linda. Ella se sonrió, me agradeció el discreto cumplido. En ese momento llegó mi hija y me retiré.
Cuando terminaron las clases, mi hija me llamó. Salí de la habitación y le agradecí a la profesora. Mi hija se fue corriendo a su cuarto y volví a quedarme a solas con ella. Tras un silencio algo embarazoso, ella fue directo al grano y me dijo que para pagar sus estudios hacía muchas cosas y que si me interesaba la llamara. No dijo más y se marchó.
Dos o tres días después la llamé. Para mi suerte se encontraba sola cuando recibió mi llamada. Fui directo al asunto. Le pregunté qué más cosas hacía. Me respondió sin pelos en la lengua "ofrezco servicios en la cama". Ni más ni menos. Eso me excitó. Tras un "ok, suena bien" de mi parte, ella añadió "pero atiendo a quienes me caen bien, no a cualquiera".
Era obvio que era de quienes "le caían bien". No se lo pregunté. Solo le consulté cuando podría verla. Me dijo que al día siguiente de 2 a 4 pm estaba libre. Eran horas de trabajo para mí, pero siempre puedo escaparme y decidí hacerlo. Le pregunté cuánto me cobraría. Me dijo el monto en soles. Al cambio, unos 30 dólares, me pareció una ganga por una chica de 21 años y escort eventual. Arreglamos el lugar de encuentro. Un hostal relativamente cerca de su universidad.
Al día siguiente, la espere en recepción del hostal acordado. Llegó puntual, pero en su traje de estudiante de educación. Casi de niña buena y naif. Me excite mucho al verla así. Pague y fuimos a la habitación.
No me cobró al entrar a la habitación, como cualquier puta. Solo me dijo que se bañaría primero. Me acosté en la cama mientras ella se duchaba. Al salir solo llevaba puesta una tanga roja. Sin nada más encima. Su cuerpo era perfecto para mi gusto. Delgada y con unas ciertas curvas en sus nalgas y un busto mediano.
Se acostó a mí lado. Me levanté y besé sus labios. Fue un inicio perfecto. Una puta que besa es una puta perfecta para mí. Tras disfrutar sus labios, comencé a bajar por su cuello, lamiendo y besando. Llegué a sus pezones y comencé a lamerlos dulcemente. En ese instante empezó a gemir. Una puta que gime sin actuar es doblemente perfecta.
Estuve un rato así, lamiendo sus pezones. Baje a su vientre, firme y suave, de mujer muy joven aún. Pero no duré mucho allí. Bajé más y empecé a besar su coño sobre su tanga roja. La sentí húmeda, muy húmeda. Eso me terminó de poner loco. La puse de lado (como me encanta poner una tanga de costado), sin retirarla. Comencé a lamer sus labios mayores y sentía como gemía ya salvajemente. Me concentre luego en su clítoris y tras un par de minutos se corrió en mis labios.
Me sentí satisfecho. Subí y me acosté a su lado. Ella me abrazó. Me beso y durmió. Vele su sueño. Hasta con ternura podría decir. Habrá dormido más de una hora mientras velaba su sueño y veía Investigation Discovery en el cable.
Al despertar me besó. Y el ritual se repitió. Comencé a besarla y bajando con mi lengua y labios por su cuerpo. Volví a encontrarme con su tanga. Nuevamente la puse de lado. Por segunda vez la hice gemir y llegar con mis labios y mi lengua. Mi perfecto fetiche, una corrida en mis labios.
Tras su segunda venida, nos dimos cuenta de la hora. Sentí su turbación pues debía volver a clases y no había "cumplido su parte". Le dije que tranquila, que todo bien. Mientras nos vestimos le pagué lo acordado. Salimos. Nos volvimos a ver muchas veces más. Algunas como docente de mi hija, otras con su tanga siempre roja, en un hostal cerca de su universidad.