Llevo un tiempo repasando esto en mi mente…
¿Qué pasaría si tuviéramos sexo? Una vez y por todas esas veces que nos desgarramos de ganas.
Sonrío y dejo fluir mi imaginación.
Siempre estuvo presente esa atracción en ambos, la energía en movimiento, las ganas latentes y el deseo vigente.
Escucho en el celular tu tono personalizado, hace tiempo no hablamos, lo nuestro siempre fue algo esporádico, entonces me pregunto, ¿Qué te hizo escribirme?
“¿Qué estás haciendo?” leo en tu mensaje.
Vuelvo a sonreír, pero esta vez dejo escapar una risa traviesa y atrevida. Vamos a divertirnos, me digo a mi misma recostándome nuevamente en la reposera.
“Pienso en vos”, te respondo y sin esperar tu respuesta te escribo, “En lo que haríamos juntos”.
No necesito especificar más porque vas a saber de que estoy hablando.
“¿Qué haríamos?”, me preguntas.
“Un desastre a niveles universales”, me río y envío el mensaje.
Cierro los ojos, y siento como la brisa quita la calma que antes se sentía en la terraza, me eriza la piel y muerdo mi labio, mi mano se desliza por mis muslos, por mi estómago, comienza a tener vida propia.
Me distrae escucharte en el celular, “Seguí, no pares. Imagina que mis manos rozan cada centímetro de tu piel”, nunca necesitamos de muchas palabras para entendernos. Sé que me estabas sintiendo y querías que yo lo hiciera también.
“Se siente privado, delicado y muy agradable”, envío el mensaje y no sé si voy a tener respuesta.
Lo nuestro llega a otros niveles, altos, tanto que el deseo crece con cada interacción.
En mi mente estas besando todo mi cuerpo, cada beso es electricidad, se siente como una corriente eléctrica que me eleva y logra arder hasta mis deseos más profundos.
Cada contacto de tu piel con la mía me sorprende, me atrapa y me deja pidiendo más.
“Te odio por estar solo en mi imaginación”, te escribo. “Me amas por lo que hasta en ella soy capaz de hacer”, me respondes.
Te odio aún más cuando tenés razón, pero en el fondo, sé que no es odio, es deseo, deseo acumulado, ganas latentes y una atracción que siempre está vigente.
Pero nunca llegamos a comprobar lo que somos capaces de hacer juntos.
Sé que como tu piel no hay ninguna y sé que la mía puede llevarte a dimensiones desconocidas.
Nos conocemos incluso sin tocarnos y a esta altura, solo quiero que me toques tan desesperadamente que no me importa estar en la terraza con la libertad de que cualquiera pueda observar como toco cada parte de mi cuerpo que dejas sin tocar.
Siento poco a poco el éxtasis que tu presencia o solo con imaginarte consiguen, creo que hasta los vecinos me oyeron gemir.
Un mensaje tuyo me devuelve a esta realidad, “Con vos siempre es un placer”.
“Placer es el deseo y las ganas que nos tenemos”, te respondo.
No hizo falta nada más para seguir preguntándome que otros tipos de desastres causaríamos juntos.