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Las aventuras con mi prima montada sobre mí (Parte II)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Mi prima es una exquisitez y yo me la estaba comiendo: la hija mayor del hermano de mi madre.

Luego de haber comenzado a frecuentar nuestros encuentros para coger a todas horas, tanto a la luz del día, como en la oscuridad de la noche, ahora era también momento de cuidar que nadie nos descubriera, pues aunque ella vivía sola y yo aún con mis padres, no faltaba el impertinente que llegara a molestar a su casa sin avisar, donde cada vez que podía le exprimía sus chichis que por la excitación le brotaba calostro que yo chupaba como un bebé y, en realidad era su bebé porque mi prima me preguntaba "¿vas a querer tu lechita?" y yo decía que sí y me acercaba a ella para succionar una de sus tetas, mientras que con la otra mano le apachurraba la otra o bien le metia el dedo en su rica vagina que para ese momento ya chorreaba y yo más la manoseaba junto a sus pelitos, ah, ¡como lo gozaba!, y cómo no, pues mi prima es una mujer completa, una hembra hermosa que estaba siempre dispuesta a recibir mi verga y a montarme a la hora que sea.

Creo que nadie sospechaba lo que hacíamos en realidad y me refiero a la familia porque un día fuimos a la playa todos juntos cuando ella se puso un diminuto traje de baño color rojo que gocé mucho al vérsela puesto y mientras bebía una cerveza pensaba: "ay, todo lo que me estoy comiendo" y lo pensaba más cuando se metía al mar y la veía salir caminando sobre la arena con su bamboleo que me hacía admirar sus hermosas piernas, en realidad estaba excitado ya y, si no hubiera nadie ahí ya estaríamos comiéndonos, pero no, ahí estaba mi madre, quien en ese paseo me pidió que le diera un masaje a mi prima que porque según se sentía tensa de la espalda (todo mundo sabía que yo podía dar masajes) y así, sentada mi prima sobre la arena y, sin pensarlo, me puse detrás de ella y comencé a sobar su espalda y hombros tratando de ser profesional, pero no podía, estaba ante el anhelo de mi apasionante lujuria, por lo que cuando ella cerraba los ojos y estando la familia frente a nosotros aproveché para bajar mi mano y meterle la mano debajo de su bikini y tocar su culo, meterle el dedo en su hoyito, masajear sus nalguitas, esas nalguitas que tantos besos le he dado.

Creo que nadie se dio cuenta de cómo me estaba aprovechando de ella. Los días pasaron luego de eso y transcurrieron con un deseo que no se calmaba, creo que en el fondo teníamos algo de remordimiento por lo que hacíamos y picar o coger, no lo hablábamos abiertamente, simplemente era pedido con un "¿Te puedo acompañar a tu casa?", donde yo terminaba debajo de ella y ella montada sobre mí, gimiendo como un animal en brama, yo con la verga deslechada. A veces terminábamos y descansábamos un poco para regresar nuevamente a otra metida de verga, batidos en nuestros sudores, nuestras salivas impregnadas en nuestros cuerpos.

A mí me encantaba mamarle su ponchito, su vagina, chupar sus pelos púbicos, mientras de reojo veía como cerrando sus ojos gozaba la muy puta de lo que le hacía, cómo le apretaba sus chichis con tanta fuerza, todo eso le hacía antes de volverle a meter mi verga, cómo también la volteaba luego de perrito y le empezaba lamer su culo, un culo moreno que se estiraba y aflojaba conforme lo besaba para luego terminar dándole besos en la boca y sentir una vez más su rico aliento.

En fin, mi prima tenía 29 y yo 25. En esas fechas llegó a los 30 años y lo hizo acompañada de mí. En casa de mi madre organizamos una fiesta para ella y durante la fiesta nos dimos cuenta que nos faltaban bebidas, las cuales estaban en casa de ella, había que irlas a buscar, ¡qué buen pretexto para irle a mamar un rato su ponchito!

Decidimos ir a su casa, yo acompañándola. Al llegar no prendimos la luz y sólo nos alumbraba la luz de los faroles de la calle que entraban por la ventana. Vi a mi prima que se acercó a hacer algo al lavabo y estando de espaldas, cómo llamándome, me acerqué para tomarla y comenzar a besar su cuello mientras mi mano tocaba sus chichis y también su ponchito. Caray, su vagina o ponchito estaba mojada, muy húmeda, como si ya me hubiera estado esperando.

Ella se volteó y me comenzó a besar en la boca mientras tomaba mi mano para que no dejara de apretarle las tetas, luego nos fuimos casi abrazos hasta llegar a su cama, donde la desvestí para comenzar a besarla en su rajita, lamerla, meterle la lengua en su hoyito, saborear lo salado de esa parte de su cuerpo e impregnarme de su olor a mar, es decir, ligeramente a pez, una conchita que no me hartaba de comer y esa conchita tampoco de ser comida.

Abrazados así, no pude más y me bajé el pantalón para meterle de una vez mi verga, mientras ella me besaba y me abrazaba, de vez en cuando le besaba el cuello y sus chichis, hasta que ella me dijo que me quería montar, con un ruego a la que no pude negarme y sin más se subió para comenzar a gemir de manera estrepitosa del placer que nos estábamos dando, mientras yo veía como la parte baja de su abdomen se meneaba sobre mi cuerpo, sentía como sus pelitos se enlazaba con los míos, entonces me pidió que le mordiera las chichis y así lo hice, fuertemente mientras me tragaba el calostro que brotaba de la punta de su teta.

Era el paraíso o quizá la lujuria de los avernos. Yo le tocaba sus nalgas como queriéndola abrir, entonces ella me dijo: "métete el dedo", refiriéndose a su culo. Continuando ella montada, le di un dedo para que me la chupara y untara de su salida, de esa manera me fui hasta su culo y suavemente comencé a tratar de meter mi dedo, no quería lastimarla, así que lo hice despacio, muy despacio, a lo que ella respondió con más gemidos, creo que de dolor, pero no me pedía que le sacara el dedo, hasta que finalmente entró en toda su extensión y pude sentir el interior de su culo mientras mi verga yacía adentro también.

Ella comenzó a menearse más mientras yo le apretaba las chichis y sentí cómo su máximo placer llegaba a su clímax mientras encogía los hombros y la piel de sus brazos se erizaba, sabía que se había dado una buena venida a la vez que caía rendida sobre mi pecho respirando fuerte. Yo aún no terminaba, pero ella ya: necesitaba vaciar mi leche, así que le obligué a ponerse de perrito, ella así lo hizo y me paro su enorme culito mientras yo se la metía fuerte y rápido, sentía como mis huevos chocaban contra su ponchito hasta que mi fuente de leche no soportó más y sacándole rápido mi verga, me vine sobre sus nalgas con una copiosa cantidad de leche que le batí hasta por la espalda.

Al final qué más íbamos a hacer, más que gozar de nosotros con eso que nos había dado la vida: buena compañía éramos. Nos aseamos y regresamos a la casa donde la fiesta se desarrollaba, creo que nadie notó nada.

Al final decidimos ir al antro nuevamente en familia, donde a cada momento que ellos se descuidan en el salón, nosotros nos dábamos nuestros intensos besos. Mi prima, como la quiero y ella a mí.

Continuará…

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