No es que Lupita no fuera mi amiga pero, la realidad es que yo visitaba principalmente a Carmen su hermana. Por aquellos días, casi todos los viernes, nos reuníamos nos tomábamos algunas cervezas. A veces muchas. Pero era amistad pura y simple. Lupita no siempre nos acompañaba pero esa noche la pasó con nosotros.
El departamento de Carmen más bien era pequeño pero la única recámara era muy grande y alargada con 2 camas matrimoniales situadas a extremos de la habitación. Aquella noche yo no tomé tanto pero la verdad, no me sentía bien para conducir. Carmen debió notar algo porque me insistió que me quedara a dormir. No era raro que lo hiciera, porque nos teníamos confianza. Lupita andaba particularmente alegre y eufórica esa noche porque estaba despechada al haber terminado con su novio una semana antes.
Carmen y Lupita eran hermanas pero físicamente muy diferentes. Ambas tenían cuerpos de buenas formas con cintura estrecha y trasero prominente pero lo único que tenían en común. Carmen era una chaparrita morena intensa que gustaba de hacer ejercicio muy seriamente. Lupita, en cambio, era una chica alta, de piel apiñonada, cabello castaño claro muy rizado y ojos verdes. Mientras Carmen era muy abierta y sociable, Lupita era alegre pero siempre parecía mantenerse en guardia. Para hacer la historia corta, yo me fui a mi cama habitual mientras Carmen se metió en su cama al otro lado de la recámara. Ella y Lupita desde temprana hora se habían puesto sus pijamas de franela porque era el cambio de estación al invierno aunque la verdad, todavía hacía suficiente calor como para que yo usara bermuda y playera. Con esa misma bermuda me había metido a la cama mientras seguía bromeando con las chicas.
Lupita salió de asearse del baño y ahí empezaron las sorpresas ya que en vez de la blusa de franela de su pijama venía solamente con el pantalón y una pequeña playera interior de tirantes. Aunque le miré de reojo, no pude evitar darme cuenta de que debajo de la blusa sus pechos resaltaban sin sostén. Antes de que terminara de reflexionar, Carmen apagó la luz del cuarto y en medio de la penumbra pude distinguir que Lupita llegaba al otro lado de la cama donde yo me encontraba y con un rápido movimiento se despojó del pantalón y se metió bajo el cobertor. Estábamos en la misma habitación que Carmen y Lupita y yo nunca habíamos coqueteado ni intercambiado indirectas. No dejó de llamar mi atención que Carmen no pareció decir nada ni se sorprendió de que Lupita se metiera a la cama conmigo. Asumí que las condiciones eran completamente en contra y honestamente pensé en controlar cualquier impulso al respecto. Estuve despierto un rato pero no pasó mucho tiempo antes de que me quedara dormido bajo el efecto de las cervezas.
Nunca sabré la hora pero desperté en medio de la noche. La rodilla doblada de Lupita estaba en contacto con mi cadera. Lo que me había despertado es que esa rodilla tenía cierto movimiento rítmico. Muy lento, muy leve. Fue entonces cuando me di cuenta de que mi mano estaba posada sobre la cara interna del muslo de esa misma pierna. Honestamente no sé cuánto tiempo tendría ahí ni cómo había llegado pero al tacto de su suave piel no pude evitar el impulso de hacer un poco más de ligera presión. Por un momento estuve a punto de retirar mi mano. No quería aprovecharme si Lupita estaba aún dormida. Sin embargo, casi al mismo tiempo que estaba a punto de quitar mi mano, Lupita la tomó y la jaló suave y discretamente hacia arriba. Yo me giré hacia ella y me acerqué un poco. Cuando ella sintió más cerca mi cara acercó su boca a la mía y comenzamos a besarnos sin decir palabra. En ese punto, era claro que ella estaba despierta y consintiendo mis avances, así que llevé mi mano a su entrepierna. Completamente mojada. Descubrí que su panty era tan pequeña que al estar tan mojada casi se metía entre sus labios y al frotar la con mis dedos literalmente la tela de desplazó para un lado.
Lupita empezó a mover sus caderas para dejarme saber que mis dedos eran bien recibidos. Pasé por detrás de su cuello mi brazo libre para abrazarla. En medio de la oscuridad sentí sus piernas abiertas, su vientre plano y eso me excitaba más mientras mis dedos bailaban en la humedad de sus tibios labios. Moría por chupar sus pechos pero besaba delicioso como para dejar de hacerlo y tampoco quería hacer muchos movimientos para no despertar a Carmen. Enfrascado en esos menesteres estaba cuando metió su mano por arriba de mi bermuda hasta que alcanzo mi verga con su mano y empuñándola duro me dijo suavecito al oído: – por favor entra…
Como pudimos, en silencio, me ayudó hasta que entre los dos hicimos que mi ropa llegara hasta mis rodillas. Me puse encima de ella y sin hacer mucho caso de que ella aún tenía su panty puesta, enfile para penetrarla. Resbaló fácilmente por lo mojada que ella estaba y lo duro que me había puesto la situación. Empezamos a movernos despacito mientras seguíamos besándonos. Había que disfrutarlo. Seguí en eso cuando con el rabillo del ojo percibí movimiento en la cama de Carmen en medio de la penumbra. Puse un poco de atención sin dejar la danza de nuestras caderas. Carmen seguía en su cama sobre su costado y aunque parecía dormida no dejaba de notar cierto movimiento. Hice un esfuerzo por discernir la incógnita. No podía ser otra cosa. Carmen estaba masturbándose mientras nos miraba a nosotros coger. Le dije a Lupita al oído muy despacito: – nos están mirando –
Lupita sin dejar de moverse, me tomo el trasero con ambas manos como para asegurarse de que no dejara de atenderla, al tiempo que me dijo: – tú sigue.
No sé si era el alcohol o la novedad de la situación pero disfruté más a partir de ese momento. Por un momento pensé que Carmen se nos uniría pero mientras pensaba eso, pude escuchar como ella dejaba escapar un leve quejido al tiempo que se estremecía. En ese punto sentí también a Lupita empezar a moverse más fuerte y respirar diferente. Me apretó el trasero con más fuerza y casi instantáneo me vacíe dentro. Pude sentir como su vagina se desbordaba ante nuestros movimientos y nuestros fluidos. Seguimos sincronizados por unos momentos más hasta que ella se quedó quieta. Quise salirme para liberarla de mi peso pero ella me retuvo acariciando suavemente mi espalda y dejándose adentro mi miembro hasta que mi erección desapareció por completo y quedé paulatinamente afuera.
Nos besamos un rato más mientras yo pude darme cuenta de que Carmen se había quedado quieta en su cama, tal vez nuevamente dormida. Volvimos a dormirnos. Aún más extraña se volvió la situación porque nuestra amistad siguió normal como era, como si no hubiese pasado nada esa noche. Nunca volvimos a tocar el tema. Con Lupita se volvió a dar la oportunidad algunas veces más. Ocurrió. Cogimos y después seguíamos como si nada pasara pero ninguna fue tan deliciosa como aquella noche en que Carmen nos miraba mientras cogíamos nosotros. Pasaron años antes de que encontrara un cómplice de verdad para volver a experimentar esa clase de sexo.