Puedo notar la manera en que me observas desde el otro lado de la habitación.
Siento la aceleración de tus latidos, el nerviosismo que recorre tu cuerpo intentando acomodarse en el sillón.
Me anticipo a tus movimientos porque se lo que imaginas, cada segundo.
Oigo la música de fondo y nos embriaga el aroma a violetas, se agudizan tus sentidos y los míos, excitándonos.
Sosteniendo tu mirada hago a un lado el libro que me tenía entretenida mientras adoptas una posición desafiante sin salir del sillón. Es mi siguiente movimiento el que te invita a querer más.
Acaricio mi cabello de la raíz a las puntas, lo coloco sobre mi hombro izquierdo y hago que mi mano, intencionalmente, siga el contorno de mi pecho, descendiendo por mi cintura, mi estómago y mis caderas.
Miro fijamente tu boca cuando la muerdes queriendo ser quien me acaricia, pero solo te recuestas en el sillón apoyando tu mano izquierda sobre tus labios, porque lo disfrutas, como yo.
Mis manos pasan por mis muslos, acariciando con delicadeza mis piernas hasta llegar a los tobillos y entonces vuelven a subir.
Te levantas y lentamente caminas hacia mí estando lo suficientemente cerca para rozar mi piel.
Las puntas de tus dedos se posicionan sobre mi muñeca derecha, recorren mi brazo erizando mi piel y llegan a mi hombro mientras que ligeramente muevo mi cabeza para que nuestras miradas se encuentren durante unos segundos.
Se agita mi respiración.
Me muevo para dejar mi cuello al descubierto, pero tus dedos ya no están ahí, solo siento el calor de tu respiración cuando, involuntariamente, me arqueo por el roce de tus dedos en mi espalda.
Me entusiasmas, te deseo y solo puedo aferrar mis manos al borde del sillón.
Cierro los ojos para grabar tus caricias en mi piel.
Te alejas y me desconciertas, un minuto, hasta que siento tus manos en mis rodillas, subiendo hasta empujar levemente mi camisa casi abierta. Una de tus manos sigue por mi vientre, pasa por mi ombligo y acaricia el centro de mis pechos. Te detienes un momento y me observas, con mis ojos aún cerrados soy yo quien ahora se muerde los labios.
Tu mano sigue el recorrido, acaricias mi cuello y la dejas ahí, sonrío y me besas.
La excitación y el deseo se apoderan de nosotros.
Se acabó el desafío esta noche, nos ganamos.