Ahí se encontraba, de rodillas en el suelo, con su cuerpo desnudo y su collar nuevo, se veía hermosa, su desnudez, su piel iluminada, sus ojos me miraban, con la luz de quien mira a un ser amado, mía, completamente, como lo acordamos, como lo deseaba.
Yo miraba desde mi silla a la distancia, la notaba ansiosa, estaba muy lejos de mí, y eso la ponía inquieta, levanté un dedo e hice el gesto.
-¡Acércate!
Observé con debida detención, como su cuerpo se movía lentamente mientras gateaba hacia mi puesto, era hermoso, ver el vaivén de sus caderas al moverse, sus pechos se balanceaban en perfecta sincronía con el movimiento de su cuerpo, el collar la hacía lucir única, era mi premio, mi posesión, y venia directo hacia mí, para recibir de mis sobras, tal cual a ella le gustaba, me incline hacia adelante y observe su espalda, era fascinante poder apreciar cada una de las contorsiones que se provocaban en su avanzar.
-¡Detente!
Me levanté de mi silla y pude observarla desde la posición que más me agradaba, desde lo alto con su cara levantada buscando mi mirada, esperando algún gesto o alguna señal, ¿Será que tu amo se apiadará esta vez?
La rodeé varias veces, observé lo mío, revisé cada detalle con la mirada, me encantaba su cuerpo, me encantaba su entrega, me encantaba su alma, saber que era mía, era mi mayor placer, pero era obvio que no se lo podía reconocer, verte ahí yaciendo a mis pies, provocaba la mayor de mis excitaciones.
-¡Pruébame!
Su reacción fue instantánea, como la de un sabueso en busca de su carnada, acerco su cabeza a mi entrepiernas y con sus manos hábiles destrabo la cremallera, mi pene estaba erecto y brillaba por la excitación de la caminata, abrió lentamente su boca y con su lengua fue rodeando mi glande, fueron movimientos dulces y apasionados, y con un gesto suave termino por humedecerlo con el calor de su boca…Toda aquella delicadeza me tenía realmente excitado y no quería más rodeos, tome su cabeza con firmeza, y le introduje mi miembro hasta los más profundo de lo que su estrecha garganta pudo aguantar, la arcada fue la señal indicada, para detener mi intromisión, me retire de su boca por un instante y observe en el piso como su saliva caía, me decidí a seguir contemplando la posa que se formaba tras cada una de mis embestidas.
-¡Levántate!
Se quedó inmóvil por unos segundos, empezó su incorporación lenta y suavemente, sacando de a poco mi virilidad de su boca, sentí su respiración en mi abdomen mientras se levantaba, así como fue subiendo hasta quedar parada frente a mí, solo unos centímetros nos separaban, y tal lo habíamos acordado, mientras estuviera de pie frente a mi cuerpo, no tenía permitido mirarme a la cara, note su excitación y la vibración de su cuerpo, me deseaba, deseaba mi carne, lo sabía… me acerque aún más a ella y con mi pierna separe las suyas, mi mano lentamente se acercó a su intimidad, al tocarla una leve exclamación salió por su boca, rodeé con mis dedos la humedad de su vagina, ella sabía bien que debía permanecer inmóvil, y pude observar como trataba de contener su cuerpo a la reacción de mis dedos en su entrepierna, introduje muy suavemente mi dedo, mi propósito, obtener la mayor humedad de su interior, una vez cumplido, saqué mi dedo y levanté mi mano hasta llegar a su boca, e introduje sus jugos, para que probara de ella misma, lo hizo con gusto, limpió completamente mis dedos, como la perra obediente que era.
-¡Date vuelta!
Giro rápidamente, sin levantar la mirada, me acerqué a su cuello, respiré profundamente sobre él, y noté como su piel se erizaba ante mi gesto, observé sus pezones, vi la excitación en su rigidez. Mi pene que aún estaba al descubierto rozaba sus nalgas, la tomé por la cintura mientras aún estaba a su espalda, y la acerqué con fuerza, mientras acomodaba con mi otra mano mi miembro para que quedara entre sus nalgas, sentí la humedad que bajaba desde sus labios, todo se sentía ardiente y húmedo, pero aun así no me convencía si era merecedora de tanto premio, me alejé de ella y tomé rumbo a mi silla, me senté y cruce mis piernas, puse mis manos en las abrazaderas y la miré fijamente, se veía hermosa de espalda, la contraluz resaltaba su silueta, le dije en tono suave -date la vuelta- a lo que ella reaccionó de forma rápida y como aún se mantenía de pie su mirada al piso clavaba –mírame- le dije, al cabo de unos segundos lentamente levantó la mirada y fue en ese instante que nos quedamos mirando fijos… disfrutando de nuestras almas.
-¡Cógeme!