Era un viernes de otoño y mis amigos hacían un concierto acústico en el lugar más elegante de la ciudad. Me puse mi vestido más sexy y mis taconazos y fui para el concierto. Cuando llegué me senté en la primera mesa más cerca de donde tocaban, ya que me encantaba sacar fotos y vídeos que luego me pedían. No se esperaban para nada mi presencia en el concierto pero les emocionó mucho que estuviera allí y me dieron un cálido abrazo causándome un ligero cosquilleo.
Empezó el concierto, y uno de mis amigos empezó a cantarme a mí, hacerme bromas y ponerme caras simplemente para ver aparecer la sonrisa en mi cara. Yo no sabía lo que él planeaba para después del concierto, aunque por dentro mi cuerpo iba subiendo de temperatura poco a poco mientras mi cabeza no dejaba de imaginarse cosas que le gustaría hacer a su amigo.
Durante el primer descanso mi amigo me pidió que saliera un momento afuera con él y sin pensarlo acepté ir con él. Cuando nadie nos veía, se acercó lentamente hasta que sus labios se juntaron con los míos fundiéndonos en un apasionado beso. Notábamos como esa tensión sexual que existía entre nosotros desde hacía tiempo iba aumentando segundo a segundo. No tardamos en separarnos para que volviera a cantar después de susurrarme al oído que eso solo era un avance de lo que me esperaba.
Terminado el concierto, y tras recoger y despedirse de la gente, nos volvimos a escaquear pero esta vez fuimos a los asientos de atrás de su coche. Empezamos donde lo habíamos dejado, en un intenso beso, mientras las manos empezaban a perderse por nuestra piel. Fuimos deshaciéndonos de toda la ropa sin dejar de comernos. Sus labios no tardaron en bajar de mis labios a mi cuello y a mis pechos mientras mis ojos empezaban a ponerse en blanco y mis manos acariciaban su pelo. Mi temperatura aumentaba por momentos sintiendo como su lengua seguía bajando llegando a mi vagina ardiente y húmeda. Sus dedos recorrían la entrada lentamente haciendo estremecer todo mi cuerpo hasta soltar un ligero gemido cuando su lengua se unió al juego. Sendos gemidos fueron saliendo de mis labios mientras mi vagina se humedecía aún más.
Pasados unos minutos no pude evitar quitármelo de encima tomando el control del juego. Ahora me tocaba a mí. No tardé más que unos segundos en hacer que mis labios recorrieran su cuerpo llegando a su pene. Lo acaricié ligeramente con la yema de mis dedos sumando mi lengua y mis labios para hacerle disfrutar. Apenas unos minutos más tarde ya no podíamos más y me dejó caer sobre los asientos de su coche para ponerse encima de mí y empezar a penetrarme lentamente subiendo la intensidad poco a poco. Nuestros gemidos se fundían en uno solo estremeciéndonos con el roce de nuestros cuerpos. Pronto decidí tomar el mando y me senté sobre él cabalgando mientras sus manos recorrían mis nalgas. Tras un tiempo, no pudimos aguantarnos y llegamos al éxtasis acabando con su corrida sobre mi pecho.